2021: AMISTAD - Vol XLIII nº 1 y 2

Sara I. Lydynia de Moscona: Licenciada en Psicología (UBA). Miembro Titular en función didáctica de APdeBA. Miembro Titular de AAPPG. Docente de ambas instituciones. Libros en coautoría: Entre Hermanos. Sentidos y efectos del vínculo fraterno (2003). Infidelidades en la pareja (2007). Dispositivos Clínicos en Psicoanálisis (2014). El trabajo psicoanalítico con parejas y familias. Perspectivas clínicas del sufrimiento (Routledge, 2018). Alianzas entre pares. Fraternidades, colectivos abiertos, tramas sociales (2020).

…tendría que haber alguien que nos apoye, que nos aliente, que a veces nos oponga algo; alguien que comparta con nosotros… Alguien que no sea ni nuestra sombra, ni nuestro reflejo, ni siquiera nuestro complemento, sino alguien por sí mismo; alguien que nos deje en completa libertad y que nos obligue sin embargo a ser plenamente lo que somos.
Marguerite Yourcenar

Para los antiguos la amistad era tan valiosa como el amor. Aristóteles, en la “Ética para Nicómaco”, se refirió al rango ontológico de la amistad. Según él, la amistad se basa en la “benevolencia recíproca” nos dice que es “una virtud o va acompañada de virtud; además es la cosa más necesaria de la vida”. La palabra amigo nace de una raíz griega de la que derivan amor y amigable. En este sentido la amistad sería una de las formas del amor que incluye el estar abierto a la otredad, a la intimidad, al reconocimiento de la singularidad y de las diferencias. Es apertura, un acto de libertad que habilita elegir, dejarse elegir en una entrega con empatía y reciprocidad.

S. Mauer y N. May (2007), nos dicen que “En el terreno amistoso se entrenan los cimientos de la ética y los principios que buscamos sostener aún en la vida adulta”. Es la posibilidad de entrar en lo entrañable, en la novedad del encuentro, aun cuando algo quede necesariamente velado como límite de lo inaccesible. “En lo íntimo —dirá F. Jullien (2016)—, la frontera entre nosotros se difuma y hasta se borra, y el otro se deshace de su exterioridad y viceversa”, “…por medio de lo íntimo se quiebran las relaciones tradicionales del adentro y del afuera”.

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Atreverse a la intimidad es un desafío de apertura instituyente de subjetividad, al mismo tiempo que produce construcción vincular. Al rastrear la etimología del término amistad observamos que ésta acepción remite a la de compañerismo y que compañero proviene del latín companius: de cum y panis (pan); compartir el pan, lo que significa metafóricamente, acompañarse solidariamente. La amistad tal como poéticamente lo expresara M. Yourcenar en el acápite, constituye una auténtica suplementación donde el peso afectivo del otro es imprescindible.

“¿Eres un esclavo? Entonces no puedes ser amigo; ¿Eres un tirano? Entonces no puedes tener amigos”, son los interrogantes y las reflexiones que se formulara F. Nietzsche ya que concibe la amistad como paradigmática de un vínculo de alianza par, donde prima la del reconocimiento recíproco. Vínculo que está en las antípodas tanto del sometimiento al otro como de las relaciones de poder. D. Scavino (2001), en su artículo sobre «La amistad versus el poder», plantea que a partir de la modernidad la amistad quedó relegada a la dimensión de lo íntimo y de lo privado, excluyéndola de las relaciones públicas a las que se les asignó carácter contractual, jurídico e institucional. «Se nos enseñó que nuestra libertad termina donde comienza la del otro. Como si la libertad nuestra de hacer o crear, no aumentara por el contrario cuando nos asociamos a los demás”. La amistad para este autor, sería una forma particular de alteración del orden jerárquico, en tanto tiende a facilitar la existencia de prácticas basadas en la dimensión de alianzas libidinales entre los humanos. Esta dimensión heterárquica, habilita afinidades y disensos sin desniveles ni graduaciones, donde la amistad genera procesos de subjetivación, espacios de ampliación de posibilidades, creación de confianza y respeto. Es allí donde el aprendizaje consiste en poder compartir distintos territorios existenciales que amplían los mundos y las afectaciones. Desde esta particular pertenencia a un nosotros, podemos observar la emergencia de un pensar en diferencia, que devela tanto lo común como lo diferente.
Nos dirá F. Gros 1 (2001),

La amistad no es ajena a las relaciones de poder y de resistencia, su práctica se da en el interior de la situación estratégica y obedece a la tarea de un arte de vivir que busca la minimización de las situaciones de dominio. Es una ética del juego de poder, una sabiduría de la distancia y la proximidad con respecto al otro.

Es muy vasta la riqueza que la literatura, el cine, la pintura y la filosofía nos han legado sobre el tema, a través de obras, ensayos, pensamientos, y reflexiones. El psicoanálisis en cambio, ha descuidado en parte este territorio y es escaso lo que ha investigado al respecto. Me pregunto si esto se debe a la centralidad que, en los desarrollos tanto teóricos como clínicos ocupara inicialmente el complejo de Edipo a diferencia del complejo fraterno.

Hoy, gracias al aporte de las ciencias de la complejidad y de los nuevos giros epistemológicos, concebimos al complejo de Edipo como una regulación entre otras regulaciones o agenciamientos según G. Deleuze, instituida durante la época del capitalismo industrial, caracterizado por una cultura hétero-normativa y paternalista. Desde la perspectiva actual, el complejo Fraterno 2 posee su propia especificidad que no se deriva del complejo de Edipo. En este sentido, la noción de amistad podría ser concebida como un vínculo de alianza en paridad potenciadora. (ver página 5).

1 Gros, F. (2001). Situación del curso. En M. Foucault, La hermenéutica del sujeto. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
2 S. Freud enunció aspectos del complejo Fraterno pero no los desarrolló en extensión, como sí lo hizo, con el complejo de Edipo. Suponemos que entre muchos factores, la muerte de su hermano Julius, antes de cumplir un año de edad, cuando Sigmund tenía diecisiete meses, pudo haber influido. Freud sintió culpa por experimentar celos, rivalidad y alivio por su muerte. A su vez, al poco tiempo, nació su hermana Anna y S. Freud perdió su condición de hijo único.

Kancyper (2016) la define como una hermandad elegida, que no está impuesta por los lazos sanguíneos, aun cuando puedan en ocasiones filtrarse elementos conflictivos narcisistas, parentales y fraternos. Para este autor, la amistad es primordial durante todas las etapas de la vida, pero fundamentalmente durante la adolescencia y la senescencia, porque posibilita el desasimiento del abuso del poder vertical detentado por los padres en la adolescencia y de los hijos cuando los padres devienen ancianos 3. “Favorece además el acto de la confrontación del adolescente con sus padres y hermanos, al posibilitar el desasimiento de las figuras parentales y fraternas que no fascina ni adula pero que acompaña, desdramatiza, disiente y ayuda a la vez”. Agrega: “…considero en la actualidad que el amigo, ese otro sí mismo exógamo y auxiliar, no mantiene nexos tan estrechos con los vínculos endogámicos sino que presenta estructuralmente su propia singularidad y opera además como un factor relevante en la estructuración del aparato psíquico”.

Siguiendo estas ideas, considero que la amistad comienza a gestarse en la niñez en un entrecruzamiento entre lo familiar y lo social. En la adolescencia, es vital la construcción de ese espacio. Suele llamar la atención la aparición de la amiga o el amigo del alma “el mejor amigo/a” en este período, ese amor especial tejido entre complicidades y secretos entre los jóvenes. Estos vínculos de amistad entre niños y entre adolescentes inscriben marcas significativas más allá de su durabilidad en el tiempo.

Tradicionalmente el psicoanálisis no tomó muy en cuenta la figura del amigo como suplementaria pues se la consideró como complementaria y especular. Se la enfocaba poniendo el acento en la sexualidad reprimida y/ o sublimada. Sin embargo, si bien el mundo de la sexualidad en la adolescencia es vital, también lo es el mundo de la amistad y la formación de grupos de pares.

3 En cualquier circunstancia y en cualquier momento de la vida, la presencia del amigo nos devuelve otra mirada de nosotros mismos que enriquece y fortalece. En especial en la vejez, disfrutar de la compañía y contar con la asistencia de los amigos, hacen más tolerable las limitaciones propias de esa etapa.

Precisamente en la pertenencia que brinda la paridad, es donde se crean situaciones novedosas e inéditas. No se trata entonces solo de diferenciarse de los padres sino de diferenciarse entre ellos, siendo cada uno, referente válido para el otro. Los adolescentes generan lazos de afecto, valoración, protección, confianza y hasta alguna marca de incondicionalidad. Esta marca con la complejización del vínculo en caso de continuar, se irá transformando a lo largo del tiempo y quedará posteriormente en la adultez, como cierta pretensión de disponibilidad. Se irá borrando o desdibujando así, la propensión a los absolutos en aras de la desidealización.
Nos dice S. Mauer 4 (2012) que:

Hasta hace algún tiempo, la amistad tenía su frontera muy demarcada y diferenciada del vínculo amoroso donde la sexualidad, como posibilidad, era uno de los trazos subrayados a la hora de definirlo. La clásica pregunta acerca de si es posible la amistad entre hombre y mujer ha perdido vigencia. Hoy la delimitación ya no es tan nítida y los entrecruzamientos, producto de contundentes cambios sociales, complejizaron las variantes posibles.

La frase “amigos con derecho a roce”, da cuenta de una de esas variantes.

En relación a la paridad, con S. Matus 5, (2020) decíamos que aporte del par es independiente de los vínculos edípicos y que la amistad permite mediar, entre lo extraño y lo familiar, amortiguando la confrontación. Es la pertenencia al vínculo de pares la que abre a la noción del nosotros. A diferencia de la sociabilidad y del gesto amable, la amistad se produce a partir de la incorporación del otro como enigma. En el vínculo amistoso rigen la intimidad, el cuidado, los valores éticos, el humor, y la curiosidad.

4 Mauer, S.: Reflexiones LA NACION, 20, abril 2012 Entre amigos https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/entre-amigos-nid1469113
5 Matus, S. & Moscona, S. (comps.). (2020). Alianzas entre pares. Fraternidades, colectivos abiertos, tramas sociales. Buenos Aires: Conjunto.

Durante el ejercicio de mi práctica clínica pude observar el enorme sufrimiento que manifestaban algunos pacientes de diferentes edades, en su mayoría varones, por no haber logrado a lo largo de sus historias de vida, el haber tenido alguien a quien pudieran llamar con el nombre amigo. En el mejor de los casos, mencionaban algún camarada, un conocido virtual o un compañero circunstancialmente cercano. Algunos se preguntaban en que fracasaron o porque no lograron consolidar una amistad dado que era algo cuya carencia les producía dolor. Llamaba la atención esa falta, puesto que habían podido construir otros vínculos tales como pareja y familia así como también relaciones laborales cordiales. Observé en estos pacientes el mandato de fidelidad a familias endogámicas, donde se desplegaba una escasa o nula sociabilidad y cultivo de lazos amistosos. En esas familias cerradas, el que no pertenecía al núcleo familiar, era considerado no solo ajeno y extraño sino alguien que generaba desconfianza; despertaba suspicacias, solía ser criticado y no resultaba ni bienvenido ni aceptado. Supongo que en estas condiciones no se pudo configurar cierta disponibilidad a la entrega, apresados en el sometimiento en un encierro narcisista que obstruye la posibilidad de construir intimidad y lealtad con un otro. También pueden haber motivado otras dificultades de construir amistad situaciones traumáticas tales como el rechazo, la exclusión y el bullying en tanto decepciones que en su momento, produjeron distancia y sufrimiento. Muchas veces escuchamos que, la/el mejor amigo/a, de pronto pasó a intimar con otros/as, dejando de lado el lazo, produciendo un enorme sufrimiento que muchas veces deja en el sujeto secuelas inhibitorias de la posibilidad de generar nuevos vínculos de amistad. En estos casos, el sufrimiento puede ser tan importante como para derivar en motivo de consulta. En otros casos, sentimientos tales como envidia, rivalidad, competencia, celos que, siguiendo las ideas de B. Spinoza, hemos denominado vínculos de alianzas despotenciadores, también pueden obstruir el contexto de la amistad.

Para Spinoza, los afectos y las pasiones son formas de relacionarse del sujeto consigo mismo y con los otros. Las alianzas entre pares como vínculos situacionales pueden promover movimientos de alianzas potenciadoras y al mismo tiempo favorecer movimientos despotenciadores, en simultaneidad, en inmanencia y en tensión paradojal. Será necesario precisar cuál es su predominancia en cada caso singular.

Muchas veces en estos casos, durante el proceso del análisis, constituye un logro vencer estos obstáculos y poder hacer amigos nuevos, lo que a su vez indica un progreso en el trabajo vincular analista paciente.

Por otra parte, a la inversa nos encontramos en la clínica con la relevancia y el valor supremo que algunos pacientes asignan a la amistad por sobre otras vinculaciones y la promueven como espacio privilegiado de cuidado mutuo, en un compartir tanto alegrías como los sufrimientos. Refieren a alguien que le salvo la vida ya sea en casos de alcohol, droga situaciones traumáticas y o peligrosas. Asimismo en momentos de duelos, estados depresivos o ante la proximidad de la muerte. Siendo que el vínculo de amistad, constituye una relación de paridad fundante, en los duelos por la pérdida o muerte de amigos, resulta imperiosa la necesidad de elaborar el sentimiento de pertenencia que implica el lazo amistoso dada la conmoción que conlleva el riesgo de dejar al sujeto en situación de desamparo; pero también, historización mediante, habilita una oportunidad para nuevas complejizaciones subjetivas y vinculares. Es así como pueden ir armando una red de cuidado que sostiene y protege, existiendo un reconocimiento de las necesidades del otro y de sus diferencias. Pensar y pensarse con y entre otros constituyen encuentros que producen experiencia, habitando zonas enigmáticas propias de los mundos vinculares con devenires imprevisibles. Dice J. Cortázar en La vuelta al día en ochenta mundos: «Con los amigos cambiaremos la relojería del cielo». La cita de J. Cortázar alude a ese estar con otro con quien se construye otra temporalidad, la de pasar y compartir tiempos vitales, sin relojes donde predomina el estar, el acompañamiento con alegría, y humor. Los amigos construyen pertenencia en un ir siendo a medida que transitan por diversas experiencias vitales. “Amigos de infancia, amigos de hoy, amigos que ya no están, amigos entrañables, amigos virtuales, un vínculo con algunos condicionamientos pero sin ataduras. La amistad habita un mundo sin contratos, sin letra chica…” (Mauer, 2012).

Resulta importante incluir hoy en día, dado el auge de la tecnología, los amigos virtuales en sus aspectos paradojales por un lado, de conexión por lo que ofrece el uso de la computadora y por otro lado, la tendencia al aislamiento, al distanciamiento estando advertidos como nos enseña F. Berardi 6, (2018) que la palabra ha sido despegada del cuerpo . “Hablamos mucho, pero los cuerpos no se encuentran. Y cuando los cuerpos se encuentran no saben hablar”.

6 Berardi, F. (2018). Volver a aburrirnos es la última aventura posible. Entrevista. El diario es Interferencia.

Esta modalidad virtual adquirió una envergadura diferente a comienzos del 2020, cuando inesperadamente irrumpió la pandemia del Covid 19. Situación planetaria impensable e imprevisible que nos inundó.

Niños, adolescentes y adultos padecimos de distintos modos, las ausencias y el vacío al no poder contar con la presencia de amigos por lo que la mayor parte de los encuentros amistosos se desplegaron por la vía de la presencialidad virtual. Me resultó particularmente llamativo observar cómo los niños encerrados en sus casas, carentes de su socialización habitual, hablaban con amigos imaginarios a través de dramatizaciones y construían escenas de amistad con personajes de películas. Jazmín, una paciente de 5 años se pasaba gran parte de la sesión encarnando a Harry Potter. En otros casos, hablaba con distintos compañeros del colegio o con docentes intercambiando roles. Melina, una adolescente de 17 años, se vestía se maquillaba y preparaba “la previa” con dos amigas vía zoom, aunque entrada la noche, no hubiera una salida al boliche como lo solían hacer antes de la pandemia.

La amistad en el vínculo transferencial

Me pareció importante considerar en este texto sobre la amistad, el lugar que ocupa la amistad en el vínculo transferencial cuando el analista la incluye como un valor insoslayable para el trabajo terapéutico. Transferencia que en un trabajo anterior denominé: transferencia entre semejantes desiguales 7.

7 Matus, S. & Moscona, S. (2020). Op. Cit.

En su libro La amistad: una hermandad elegida, L. Kancyper, (2016) realiza un análisis de los fenómenos transferenciales y contratransferenciales postulando la existencia de La amistad de transferencia, donde distingue de modo especial, la vertiente fraterna.

Este autor se apoya en S. Freud quien subrayó la relación interactuante con el prójimo. Un otro que acompaña a la propia construcción del sujeto desde la cercanía como auxiliar, como modelo, como rival u oponente.

Considera importante en el trabajo clínico con los pacientes, el reconocimiento de los propios referentes identificatorios parentales y fraternos del psicoanalista. Lo que caracteriza esa amistad de transferencia es lo confortable distendido y hospitalario del encuentro.

R. Zygouris, (2006) por su parte, desde otra lectura, haciendo hincapié en el vínculo transferencial analista paciente, diferencia tres tipos de transferencia siendo el tercer tipo que ella denomina transferencia horizontal, es el que deseo subrayar en este escrito ya que allí introduce la idea de amistad en el vínculo analítico.

La autora distingue 1) transferencia simbiótica que alude a la interdependencia psíquica de los protagonistas. Con esta noción, se refiere a la serie de situaciones de atrapamiento que, aunque el analista no lo manifieste, ninguno de los protagonistas puede dominar. 2) transferencia vertical que sería la transferencia clásica: sujeto supuesto saber en Lacan, imagos parentales en Freud. 3) transferencia horizontal donde se despliega una relación asimétrica aunque menos desigual entre los seres humanos. Nos dice que: “El análisis transcurre en esa área de juego”. “Todo aquello que pertenece a una relación lúdica, no soporta una relación de pura verticalidad”.

En este tercer tipo, la transferencia horizontal es donde surge en la entridad, en presencia. Es el vínculo que se vive y que es la parte sensible de la singularidad de los cuerpos. Un ir produciéndose junto con otro, una entrega, un dejarse llevar en la clínica del presente, de lo único, de lo singular.

R. Zygouris añade que:

En este estar juntos de dos cuerpos en el vínculo, en tanto fundamento humano de la empresa analítica, la experiencia más osada consiste en pensar libremente. Para llegar a esto es necesario tener una confianza extraordinaria en este compañero-cómplice que es el analista. Permanentemente la vida brilla en ese intervalo humano del intercambio inconsciente siempre desigual aunque tenga lugar entre semejantes.

Esta modalidad transferencial entre semejantes desiguales, al fraternizar la escucha, nos devela un analista que ofrece un hacer junto con. Un analista con disponibilidad subjetiva para alojar, contener y flexibilizar a la hora de delimitar las jugadas terapéuticas en el campo clínico. Es por eso que, ese dejar fluir deviene en campo fértil para la producción de intervenciones creativas.

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Resumen: La palabra amigo nace de una raíz griega de la que derivan amor y amigable. En este sentido la amistad sería una de las formas del amor que incluye el estar abierto a la otredad, a la intimidad, al reconocimiento de la singularidad y de las diferencias. Es apertura al tiempo que un acto de libertad que habilita elegir y dejarse elegir en una entrega con empatía y reciprocidad. Es la posibilidad de entrar en lo entrañable, en la novedad del encuentro, aun cuando algo quede necesariamente velado como límite de lo inaccesible. Atreverse a la intimidad es un desafío de apertura instituyente tanto de subjetividad como de construcción vincular. La amistad comienza a gestarse en la niñez en un entrecruzamiento entre lo familiar y lo social. En la adolescencia ese espacio de paridad es vital. Tradicionalmente el psicoanálisis no tomó en cuenta la figura del amigo como suplementaria pues la consideró complementaria y especular. Se la enfocaba poniendo el acento en la sexualidad reprimida y/ o sublimada. Sin embargo, si bien el mundo de la sexualidad en la adolescencia es muy importante, también lo es el mundo de la amistad y la formación de grupos de pares. En la vejez, disfrutar de la compañía y contar con la asistencia de los amigos, hacen más tolerable las limitaciones propias de esa etapa. Por otra parte, la clínica me llevó a pensar en la ausencia de amigos o bien en su presencia y también en los amigos virtuales y cómo esto incide en las posibilidades de tramitación psíquica. Otro punto que abordé, por considerarlo de especial interés tanto en la teoría como en la clínica es el tema de la amistad de transferencia. Se trata de la transferencia horizontal que concibo como alianza transferencial entre semejantes desiguales.

Descriptores: Amistad. Alianza, Transferencia, Alteridad, Confianza.

Referencias

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