2021: AMISTAD - Vol XLIII nº 1 y 2

Daniel Glasserman. Psicoanalista. Miembro titular con función didáctica de la Asociación psicoanalítica de Buenos Aires. Actualmente director por adolescencia del Departamento de Niñez y Adolescencia de APdeBA. Profesor del Instituto Universitario de Salud Mental de APdeBA. Última publicación en la revista Psicoanálisis de APdeBA. La pregunta analítica, 2019 (1/2).

I. Introducción

Historia y tiempo: nociones necesariamente enlazadas ya que cualquier concepción que se tenga de la historia se acompaña de una particular experiencia de tiempo tácita en ella, pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de historia y tiempo en el espacio de una sesión de análisis?

Podría decirse quizás que en nuestro campo necesitamos de la historia, pero de una manera muy distinta “de como la necesita el ocioso paseante en el jardín del saber” 1. Un siglo y medio de experiencias clínicas evidencian lo imposible y superfluo que resulta intentar discernir en qué medida escuchamos hechos o ficciones.

En este sentido cabe conjeturar, junto con Walter Benjamin (1939/1940), que la historia es objeto de una construcción y que su lugar “no lo conforma un tiempo homogéneo y vacío, sino uno pleno de tiempo actual”. Lo que llamamos historia, en el espacio analítico, es un relato que se construye en el tiempo actual de la sesión analítica.

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1 Nietzche, F. (1874).

Desde esta perspectiva las nociones de historia, recuerdo, pasado y vivido abandonan su vulgar superposición. En el análisis, pasado, presente y futuro se articulan en una particular y compleja relación.

Dicha relación, propia de este espacio, introdujo en la escena del mundo un nuevo lazo social que en el cuerpo de la teoría analítica se denominó transferencia.

Es notable observar la manera habitual y creciente en que este complejo concepto es discutido, a mi modo de ver desde una simplificación supina, como si con él se aludiera exclusivamente a una mera repetición del pasado.

Reduciendo a su vez la noción de pasado a la de hechos acontecidos en una cronología anterior. Sin considerar el tiempo del decir, inherente y específico del discurso analítico, que precisamente pone en cuestión las nociones ordinarias de pasado, recuerdo, vivido, presente e historia.

¿Qué relación tiene esta particular relación entre pasado, presente y futuro con la idea, característica del espacio analítico, según la cual lo inconsciente sería atemporal?

La idea de un inconsciente atemporal refiere, entre otras cosas, a procesos anímicos que no se habrían ordenado temporalmente en un sentido cronológico.

Suponer procesos anímicos que no estarían sujetos al tiempo cronológico sugiere una particular experiencia de la historia que se impone investigar.

Sobre el final de su recorrido Freud alegó en referencia a la atemporalidad de lo inconsciente: “Sigo teniendo la impresión de que hemos sacado muy poco partido para nuestra teoría analítica de ese hecho comprobado fuera de toda duda (…) y, en verdad, parece abrírsenos ahí un acceso hacia las intelecciones más profundas” 2.

La transformación en el espacio analítico del tiempo y la historia converge con la idea de procesos anímicos atemporales y se expresa en esa experiencia tan peculiar con la que tropezamos al poner un pie en una sesión de análisis: cualquier hecho “trasciende a la vez la vivencia individual y lo imaginado” 3.

2 Freud, S. (1933). Conferencia 31. La descomposición de la personalidad psíquica.
3 Laplanche, J. & Pontalis, J. (1985). Fanstasía originaria, fantasía de los orígenes, orígenes de la fantasía.

II. El tiempo en el espacio analítico

Una antigua y remanida proposición Aristotélica sostiene que el tiempo no es nada y que éste persiste sólo a consecuencia de los acontecimientos que tienen lugar en él. Este punto de vista haría aparecer al tiempo como un elemento externo a los sucesos que se limitaría a medirlos en su función de cronos. Quedaría así el tiempo reducido a un “cuanto” y un “cuando” en el cual ocurren las cosas y se dejaría de lado la consideración sobre cómo es ese tiempo.

En sus reflexiones sobre el concepto de tiempo dijo Heidegger:

Preguntando así por el cuanto y el cuando, pierde el ser su tiempo. Quien anda siempre con el reloj dice: no tengo tiempo” 4, pero “al hacer así se traiciona a sí mismo ya que la existencia, concebida en su más extrema posibilidad de ser, es el tiempo mismo, no en el tiempo 5.

Al preguntarse por el cuanto el tiempo se vacía, vaciando la existencia.

Desde otra perspectiva puede pensarse el tiempo en relación al “cómo”: “Cuando se inquiere qué es el tiempo, no hay que apegarse prematuramente a una respuesta que siempre enuncia un qué (…) no miremos la respuesta, sino que repitamos la pregunta ¿Qué ocurrió con la pregunta? Se ha transformado. ¿Qué es el tiempo? Se convirtió en la pregunta ¿Quién es el tiempo? Más ceñidamente ¿Somos nosotros el tiempo? ¿Yo soy mi tiempo?”6

Este punto de vista otorga al tiempo otra encarnadura. Este ya no existe por fuera de un para quien. De manera que anterior y posterior dejan de ser modos de la temporalidad para pasar a ser circunstancias subjetivas.

4 Heiddeger, M. (1924). El concepto de tiempo.
5 Ibídem, p. 14.
6 Ibídem, p. 20.

Estas consideraciones se vinculan con el tiempo que nos importa en el espacio analítico. En él análisis no se trata de un tiempo considerado como unidades que se suceden iguales unas a otras sino de lapsos indeterminados en dónde lo que indica cada lapso es el instante en que algo sucede.

Podríamos llamarlo, en un sentido riguroso, el instante del lapsus. Un momento oportuno que hace diferencia. Instante imprevisible, inusual y significativo que está en relación a los sucesos de la sesión y que significando hace historia.

Tiempo vivo y atemporal en el sentido de que cada instante, intervalo, lapso, no se circunscribe a una secuencia ubicable en una cronología lineal. Momento en donde el tiempo abandona definitivamente la función de medir sucesos para estar en ellos.

Convirtiéndose así, él mismo, en crisis recurrente de la historia, en la oportunidad para que se demande una decisión existencial: ¿Cómo es mí tiempo? ¿Qué hago con mi vida? Una Ética del tiempo en tanto propio, supeditado a la atemporalidad de las marcas inconscientes de cada sujeto.

“Hay así un intervalo del tiempo del inconsciente que se escapa a la duración del tiempo y que responde a la singularidad”, “hace que el momento de concluir no responda a la duración media del tiempo, sino a la singularidad del tiempo del inconsciente de cada sujeto” 7.

“El tiempo del inconsciente se efectivizará en la evanescencia de ese tiempo efímero”, “que poco tiene que ver con la duración de un tiempo de consistencia sostenido en los valores yoicos de lo formalmente establecido o acordado” 8.

Aparición evanescente del sujeto del inconsciente que rompe con la eternidad cuantitativa de cronos y cualifica al tiempo.

Irrupción plena de tiempo actual que articula el pasado, el presente y los deseos. No limitándose a reflejar algo de lo previo, sino también inventando lo que luego tendrá apariencia de anterior.

7 Alba, E. (2007). El tiempo del psicoanálisis. Ateneo de la secretaría científica de la asociación psicoanalítica de Buenos Aires.
8 Ibídem, p. 6.

Dando existencia a inexistentes que ya estaban allí. Dijo Bion: no regresamos a ningún lado, vivimos en regresión.

En el análisis pareciera operar un tiempo efectivo. Que en sus efectos nos responsabiliza por el propio tiempo.

III. Lo atemporal

El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho.
El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río;
es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre,
es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.
(Jorge Luis Borges)

Con la licencia que le brindó el abordaje literario Borges sugirió que “El tiempo, si podemos intuir esa identidad, es una delusión: la indiferencia e inseparabilidad de un momento de su aparente ayer y otro de su aparente hoy, bastan para desintegrarlo” 9.

Esta proposición borgeana se articula con el punto de vista mencionado antes según el cual anterior y posterior no serían modos de la temporalidad. “Existe cada momento que vivimos no su imaginario conjunto” 10.

La temeraria idea alude a la inexistencia del tiempo fuera de cada instante presente y de una mente que los piensa. Si los objetos no existen fuera de la mente que los piensa, ¿qué derecho tendríamos a esa continuidad que es el tiempo como algo externo a quien lo piensa?

9 Borges, J. (1953). Historia de la eternidad, p. 41.
10 Borges, J. (1950). Otras inquisiciones, p. 178.

Estas reflexiones sugieren la lógica del tiempo en el análisis, en el sentido de la disyunción en el espacio analítico de las ideas de tiempo y sucesión.

En el tiempo del decir del espacio analítico, que opera en una dimensión diferente al de la cronología de los hechos vividos, es evidente la inexistencia de una linealidad histórico temporal de los mismos.

Un paciente cuenta algo que dice que le pasó a los cuatro años, luego un sueño que tuvo hace dos días y luego algo que le sucedió antes de venir. En lo que dice que le paso recién dice algo sobre el sueño que tuvo hace dos días. En lo que dice que soñó hace dos días alude a lo que dice que le pasó a los cuatro años.

Los decires de la sesión analítica están entre sí en una relación disyuntiva que no responde a la idea de un tiempo sucesivo.

La idea de atemporalidad de lo inconsciente en el espacio analítico pone en cuestión la idea de sucesión de los hechos por fuera de una subjetividad y su relato.

Cuando Borges ejemplifica su teoría sobre la eternidad 11 lo hace a través del relato de una anécdota que rebasa en mucho el mero informar sobre lo anecdótico.

11 Borges, (1953), op. cit., p. 39.

Subraya que se trata de “una escena y de su palabra” y agrega “paso a historiarla”; partiendo de estas premisas se permite viajar en el tiempo desprendiéndose de toda vulgar cronología:

Su noche no tenía destino alguno; como era serena, salí a caminar y recordar, después de comer. No quise determinarle rumbo a esa caminata (…) realicé en la mala medida de lo posible, eso que llaman caminar al azar (…) con todo, una suerte de gravitación familiar me alejó hacia unos barrios, de cuyo nombre quiero siempre acordarme y que dictan reverencia a mi pecho. No quiero significar así el barrio mío, el preciso ámbito de mi infancia, sino sus todavía poderosas inmediaciones (…) el revés de lo conocido, su espalda, son para mí esas calles penúltimas, casi tan efectivamente ignoradas como el soterrado cimiento de nuestra casa o nuestro invisible esqueleto. La marcha me dejó en una esquina (…) la calle era de casas bajas, y aunque su primera significación fuera de pobreza, la segunda era ciertamente de dicha. Me quedé mirando esa sencillez. Pensé, con seguridad en voz alta: Esto es lo mismo de hace treinta años…en ese vertiginoso silencio no hubo más ruido que el también intemporal de los grillos. El fácil pensamiento estoy en mil ochocientos y tantos dejó de ser unas cuantas aproximativas palabras y se profundizó a realidad (…) Quede, pues, en anécdota emocional la vislumbrada idea y en la confesa irresolución de esta hoja el momento verdadero de éxtasis y la insinuación posible de eternidad de que esa noche no me fue avara. 12

El protagonista sale a caminar al azar, se arroja a la asociación libre. Pasa así a historiar su historia. No importa cuántos años cree haber retrocedido en el tiempo cronológico, la historia relatada da lugar a un inexistente. Esa escena y su palabra nunca hasta ahora habían ocurrido, pero ahora que han ocurrido toman existencia habiendo pasado hace años.

Bion lo llamó: Memorias del futuro. Memorias en donde se trasluce que el tiempo y la historia son ficciones embarazadas de los propios deseos.

De manera que un análisis, lejos de asir un pasado objetivable, precipita “infinitas series de tiempo, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan” 13.

Tiempo atemporal que niega lo sucesivo y lo contemporáneo y que considera un prejuicio suponer más verdadero un recuerdo de cuando creíamos estar despiertos que recordar un sueño de cuando creíamos dormir.

12 Borges, (1953), op. cit., pp. 41-42.
13 Borges, (1941). El jardín de los senderos que se bifurcan, p. 479.

IV. El Tempo

¿Cómo se puede pensar un cuarto de hora en un minuto y medio?
(Julio Cortázar)

El tempo es un concepto de movimiento en el sentido más amplio de la palabra. Alude, en el campo de la música, a la velocidad con la que una obra es interpretada como resultado de complejas interacciones entre ritmos, progresiones armónicas, respiración, movimiento tonal, actividad contrapuntística, trabajo temático, etc.

Adoptando esta definición puede distinguirse el tempo de una sesión analítica del tiempo que corresponde a la duración de la misma.

La experiencia de una sesión, erfahrung 14, nos pone en contacto con una levedad del pensar que se asemeja al mundo de la imaginación y los sueños desprendiendo al tempo del tiempo, en una operación en donde se sustrae el peso del relato y el lenguaje.

Ítalo Calvino 15, en referencia a esta levedad del pensar, ubica en el reino de lo leve a: lo ligero, lo minúsculo, el detalle, la partícula, lo invisible, lo imprevisible potencial, lo imperceptible, lo móvil, lo vacío.

Elementos propios de la escucha analítica en donde se ponen “pausas en el pensamiento, ralentándose como en la música, flotando con la atención en un estado más próximo al proceso primario” 16.

14 En diversos ensayos Walter Benjamin distingue los términos Erfahrung y Erlebnis. El primero se utiliza en el sentido de una experiencia sin intervención de la conciencia y se traduce como experiencia o experiencia verdadera. El segundo se usa para referirse a los acontecimientos a cuyo desarrollo atendió la conciencia y se traduce como experiencia vivida o vivencia.
15 (1985). Seis propuestas para el próximo milenio.
16 Agesta & Glasserman. (2003). La extensión del espacio psíquico, p. 127.

Podemos ilustrar esta particular cualidad del tiempo en el espacio de análisis recurriendo, una vez más, al espacio literario a partir de fragmentos del cuento El perseguidor de Julio Cortázar:

El metro es un gran invento…un día empecé a sentir algo en el metro, después me olvidé (…) Me puse a pensar en mi vieja, después en Lan y los chicos, y claro, al momento me parecía que estaba caminando por mi barrio, y veía las caras de los muchachos, los de aquel tiempo. No era pensar (…) Estoy como parado en una esquina viendo pasar lo que pienso, pero no pienso lo que veo (…) La cuestión es que yo había tomado el metro en la estación de Saint Michel y en seguida me puse a pensar en Lan y en los chicos y a ver el barrio, pero al mismo tiempo me daba cuenta que estábamos en el metro y vi que al cabo de un minuto llegábamos a Odeon (…) seguí pensando en Lan y en mi vieja y empecé a verlos a todos, a estar con ellos de una manera hermosísima (si me pongo a contarte todo lo que vi no los vas a creer porque tendría para rato) (…) Como puede ser que de repente siento que el metro se para y yo me salgo de mi vieja y de Lan y todo aquello y veo que estamos en Saint Germain-des-Pres que queda justo a un minuto de Odeón. Apenas un minuto y medio ¿Cómo puede ser que yo había estado pensando un cuarto de hora? las estaciones del metro son los minutos, es ese tiempo de ustedes, de ahora; pero yo sé que hay otro” 17.

El personaje del cuento, curiosamente un músico, alude (tal como lo hacía Borges en su anécdota sobre el caminar al azar) a un aspecto específico de la asociación libre propia del espacio analítico y su estado mental correspondiente: estaba pensando, bah…no estaba pensando estaba viendo las cosas que pasan en mi cabeza.

Esto corresponde, en la experiencia de una sesión, al ir desvistiéndose de las capas de tiempo cronológico para aproximarse al mundo de la imaginación y los sueños.

Dando lugar así al fenómeno habitual en donde un cúmulo inabarcable de pensamientos, sentimientos e ilaciones de los mismos pueden ocurrir en brevísimos instantes. Así como la experiencia de un breve instante puede toparse, sorprendido, con el fin de la sesión.

La idea de atemporalidad de lo inconsciente parece estar también íntimamente ligada a la experiencia de trastocamiento del tiempo por el tempo que el dispositivo analítico promueve.

17 Cortázar, (1959). El perseguidor, pp. 86-89.

V. La Historia en el espacio analítico

Lo no histórico y lo histórico son necesarios
en igual medida para la salud de un individuo.
(Nietzsche)

Es sabido que Freud 18 distinguió una verdad histórico vivencial de una verdad material. Según su concepción lo histórico vivencial trae de algún modo el retorno del pasado, que correspondería a la verdad material, aunque inevitablemente desfigurado o desplazado.

Vale decir que lo histórico vivencial, la única historia personal a la que podemos tener acceso mediante un relato, no puede prescindir de la historia como verdad material pero tampoco puede asirla por sí misma.

En el renombrado ejemplo del hombre de los lobos: “el sueño le permitió entender con efecto retardado la escena de cuando tenía una año y medio y le esclareció el papel de la mujer en el acto sexual” 19.

La verdad material de aquella escena al año y medio es tan necesaria como insuficiente para poder construir, sueño mediante, su historia vivencial.

La historia vivencial, vehiculizada por un sueño presente que opera como transferencia, se enlaza con aquel pasado material a la vez que abre un esclarecimiento futuro acerca del papel de la mujer en el acto sexual.

De esta manera, anterior, presente y porvenir convergen en una particular relación y dan lugar a la construcción de una historia que excede copiosamente la referencia a una historia pasada como simple verdad material. “El recuerdo inconsciente no se abre paso, no se trasluce ni en el delirio más confundido el secreto de las vivencias infantiles” 20.

18 Freud (1939), p. 124.
19 Freud (1918). De la historia de una neurosis infantil, p. 72.
20 Freud (1897). Carta 69.

La historia a la que nos referimos nunca puede ser una historia última. Cada relato la construye en una yuxtaposición particular de pasado, presente y futuro. “Lo ya construido no queda atrás ni sigue estando allí, sino que queda empotrado en el paso siguiente y aún le sirve de puente” 21. Usando lo que ya no está para lo que vendrá.

21 Heidegger (1951-52) ¿Qué significa pensar?, p. 79.

Tal como ocurre con el tiempo yo soy mi historia. Pero no sólo a raíz de la influencia en la actualidad de los hechos previamente acontecidos, sino porque al historiarla, soy yo quien la dice, encarnando en ella.

La consideración de la historia que surge en el presente ve en ella solamente el trajín irrecuperable: lo que estaba pasando. La consideración de lo que pasó es inagotable. Se pierde en el contenido. El pasado permanece clausurado para un presente en tanto que éste, el dasein, no sea él mismo histórico (…) el pasado experimentado como historicidad propia es completamente distinto al haber pasado. 22

La historicidad de la historia hace a la infancia; no hay una infancia como origen sino una historia que la hace.

Podría decirse que existe un regreso fecundo al pasado si éste es una creadora apropiación de él.

El habla analítica excede ampliamente la idea de hacer consciente lo inconsciente en la medida en que espera un hablar de verdad (no sobre la verdad) que haga historia.

Historia que no accede a un pasado en tanto tal sino a uno experimentado como historicidad, “ninguna anamnesis podrá jamás hacerme entrever ese tiempo a partir de sí mismo”. 23

22 Heidegger (1924), op. cit., p. 18.
23 Barthes (1980). La cámara lúcida, p.106.

Aquello que puede entreverse, lejos de poder leerse en una anamnesis documentada, surge en la condensación de un objeto transferencial, “el puntcum: pinchazo, agujerito, pequeña mancha, pequeño corte y casualidad…ese azar que me despunta (me lastima, me punza)” 24.

No soy yo quien va a buscarle, es él quien sale de la escena como una flecha y viene a punzarme, al modo de una memoria involuntaria que afluye. Elemento que no se busca, de pronto surge, busca sin objeto.

Lo que aflora de este modo vuelve a dar una idea sobre lo atemporal. Cobra una presencia que posee un grado de realidad superior a cualquier suceso anterior.

Da lugar a una historia como tiempo actual, una historia efectiva que trasciende a la vez la vivencia individual y lo imaginado.

24 Barthes (1980), op. cit., p. 79.

VI. La Historia despeinada

Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo
tal como realmente ocurrió. Significa apoderarse de un recuerdo
tal como fulgura en el instante de un peligro.
(Walter Benjamin)

En la película documental ‘Soy un gran mentiroso’ Fellini dice que “la memoria es un componente misterioso, casi indefinible, pero que se liga a cosas que no recordamos haber vivido, continuamente te incita a entrar en contacto con dimensiones, con eventos, con sensaciones que no sabemos definir (…) Para mí son mucho más verdaderas las cosas que no son reales sino que he inventado. Así ha ocurrido con el pueblo en que nací (…) se ha ido alejando dejando el puesto a otro del que hablé en dos films (…) estas dos sobre-construcciones pertenecen mucho más a mi vida que el real y verificable” 25.

El papel de la invención, como efecto de realidad en la vida de una persona, pone en cuestión la tradicional idea de historia que el análisis conmueve.

Si la historia como pasado ordinario deja de ser tal a partir de una “representación del pasado, que se apropia de la historia” 26. La auténtica imagen histórica no se corresponde con una pretendida verdad objetiva sino que fulgura fugazmente.

Brillo fugaz que se relaciona con lo anterior, pero como “un salto de tigre hacia el pasado (…) bajo el cielo libre de la historia” 27.

El espacio analítico no se remite al pasado como causa del presente sino que hace saltar el continuum de la historia en el momento de su intervención. Despeina al tiempo y la historia sacándolos de su apacible cronología documentada.

Quizás, siguiendo a Benjamin, la tarea de un analista sea cepillar a contrapelo la historia. Escribiéndose así la historia por cuenta propia en una relación con el pasado que es única.

La masa de hechos que proporciona un análisis no busca “llenar el tiempo homogéneo y vacío” sino que “se basa en un principio constructivo”, constituye la “oportunidad revolucionaria a favor del pasado oprimido” 28.

La historia como tiempo actual, en el contexto de una sesión de análisis la transferencia, aprehende la constelación de una vida en una abreviatura. En un punctum en dónde se incrustan las astillas del tiempo.

25 Fellini (2002), Soy un gran mentiroso. Documental.
26 Benjamin (1939-40), op. cit., p. 132.
27 Ibídem, p. 146.
28 Ibídem, p. 150.

Ranciere describe magistralmente esta constelación en sus figuras de la historia: “una historia es una disposición de acciones para la cual no solo ha habido primero esto y luego a su vez esto otro, sino también una configuración que une hechos (…) en el sentido en que se habla del argumento de una obra de teatro”. 29

Dicha configuración no es un mero receptáculo indiferente de acciones memorables por fuera del entramado mismo.

Hace a una historia “una disposición de signos de significancia variable: signos que hablan y se ordenan inmediatamente en una trama significante. Signos que no hablan, que solo señalan que allí hay materia para la historia” 30.

En el decir de una sesión de análisis la historia que se va construyendo se pone de manifiesto a través de una figura mixta compuesta de documentos y monumentos.

Los documentos, propios de los secretarios, archivistas, funcionarios de los personajes documentados, conforman un texto intencionalmente redactado para oficializar una memoria.

Los monumentos, cuya aparición favorece la propuesta de la asociación libre, son: “una historia hecha con las huellas que nadie había elegido como tales, los testimonios mudos de la vida ordinaria”, “lo que conserva la memoria por su propio ser, lo que habla directamente, por el hecho de que no estaba destinado a hablar” certificando “la actividad pasada de los hombres mejor que toda crónica de sus empresas: un objeto de uso cotidiano, una tela, una pieza de alfarería, una estela, la pintura decorativa de un cofre (…) un sentido del amor o de la muerte que allí quedó inscripto, por sí mismo”. “Elementos metamórficos, susceptibles de ser tanto temas como materiales”. Que nos instruyen sin intención de instruirnos y “son portadores de memoria por el hecho mismo de no haberse preocupado más que por su presente” 31.

29 Ranciere (2012), Figuras de la historia, p. 16.
30 Ranciere (2012), op. cit., p. 18.
31 Ibídem, p.27.

VIII. Decir y Escucha

Desde el pensar analítico operamos sobre ficciones en el decir que, en el mejor de los casos, si analista y paciente pueden soñar lo suficiente (pero no dormirse por supuesto) permitirá que se escuche alguna singularidad sobre este último.

Aquello que se desoculta de lo auténtico, abriendo vías a lo por pensar, puede apoyarse en el tiempo actual de una sesión en alusiones a hechos acontecidos hace veinte años, hace dos segundos o nunca acontecidos.

Quien no solo oye sino que escucha recibe los elementos del relato como los elementos de un sueño de manera que tiempo e historia se subvierten.

Puede en ocasiones tener lugar un habla o una escucha cansadora, que se agota en hechos. Capturada en el pasado como una cantinela entumecida. Aquí la historia es un pasado cronológico y se corresponde con una experiencia del tiempo como algo viscoso.

También puede acontecer un decir en donde el pasado experimentado como historicidad propia abre nuevas perspectivas por pensar a partir de lo dicho; se corresponde con una experiencia del tiempo fluyente que da lugar a metáforas y aquí la historia se construye en el decir: ‘eso nunca lo había pensado’.

Desde esta última perspectiva la clásica idea del Nachträglich 32 se convierte en una idea dinámica. No se trata, solamente, de una historia construida con posterioridad que esclarece un pasado; sino de un decir, que en cada decir, otorga significaciones haciendo pasado y futuro en cada dicho.

El decir, que si es escuchado, hace historia: asemeja la idea de una vida a la de un libro que si bien posee existencia material, inexiste hasta que una lectura particular lo hace existir. Construyendo esa lectura una historia singular.

32 La idea de Nachgträglich en la teoría psicoanalítica suele usarse en el sentido de impresiones y huellas mnémicas que son modificadas ulteriormente en función de nuevas experiencias. Adquiriendo un nuevo sentido y una eficacia psíquica.

El libro (…) solo alcanza su presencia de obra en el espacio abierto por esa lectura única que cada vez es la primera, que cada vez es la única”. “Sin duda el libro está ahí, pero la obra está oculta, tal vez radicalmente ausente o disimulada por la evidencia del libro detrás de la cual espera la decisión liberadora. 33

Queremos abrir a la vida ojos ya cerrados…movimiento vinculado al deseo que, como inspiración, es un salto”. Actividad que se sitúa más acá o más allá de la comprensión, escuchando un llamado “que solo puede provenir de la obra misma, llamado silencioso, que impone silencio en el ruido general. 34

33 Blanchot (1955). El espacio literario, p. 182.
34 Ibídem, p. 184.

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Resumen: El escrito desarrolla la idea de que en el espacio de análisis pasado, presente y futuro se articulan en una particular y compleja relación; de manera que en una sesión de análisis las nociones ordinarias de historia y tiempo se ponen en cuestión. En un análisis, lejos de asirse un pasado objetivable, nos encontramos con que el tiempo y la historia son ficciones embarazadas de los propios deseos.

Descriptores: Historia, Tiempo, Atemporalidad, Construcción, Inconsciente.

A História como o tempo atual no espaço analítico

Resumo: A escrita desenvolve a ideia de que no espaço de análise, passado, presente e o futuro articulam-se em uma particular e complexa relação, de modo que em uma sessão de análise as noções comuns de história e tempo são postos em questão. Em uma análise longe de se atingir a um passado objetivo encontramo-nos com que o tempo e a história são ficções grávidas dos próprios desejos.

Descritores: História, Tempo, Atemporalidade, Construção, Inconsciente.

History as current time in analytic space

Abstract: The writing develops the idea that in the space of analysis past, present and future are articulated in a particular and complex relationship; so that in an analysis session ordinary notions of history and time are questioned. In an analysis, far from capturing an objectifiable past, we find that time and history are fictions pregnant with one’s own desires.

Descriptors: History, Time, Timelessness, Construction, Unconscious.

Referencias

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