2021: AMISTAD - Vol XLIII nº 1 y 2

Fernando Fischman: Doctor en Antropología por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Master of Arts (Indiana University) y Licenciado en Ciencias Antropológicas (UBA). Es investigador del Conicet en el IICSAL (Instituto de Investigaciones Sociales de América Latina) y coordinador del Programa de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales, Humanidades y Artes (PEACSO) del Área de Estudios Latinoamericanos (ADELA) de FLACSO-Argentina. Desde 2008 dirige proyectos de investigación grupales financiados por la UBA, el Conicet y la AN-PCyT. Ha publicado numerosos libros y artículos en revistas nacionales e internacionales.

Entre 2015 y 2020 investigadores de las ciencias sociales reunidos en un equipo con sede en la Sección Antropología Social (ICA-FFyL) en un primer momento y luego en el IICSAL (FLACSO-CO-NICET) llevamos a cabo un proyecto en torno al concepto de “interculturalidad” surgido del interés por analizar la vinculación entre colectivos conformados por migraciones acaecidas en distintos momentos históricos en la Ciudad de Buenos Aires. 2 El interés original era analizar las relaciones interculturales entre dos colectivos, el judío y el coreano, conformados, el primero, a partir de la inmigración masiva de fines de siglo XIX y principios de siglo XX y el segundo, entre las décadas de 1960 y 1990 en el marco de la sociedad nacional, a su vez en el contexto de crecientes movilidades trasnacionales.

En una primera etapa del trabajo enfocamos en las particularidades de la relación que ambos fueron desarrollando desde sus primeros encuentros en la esfera laboral. 3 Nos centramos entonces en tres espacios de vinculación: 1- un ámbito territorial. El barrio de Flores de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, más concretamente un sector diferenciado de éste, la zona conocida como Avellaneda, en la avenida homónima y calles aledañas, en la que ambos colectivos confluyeron desde la década de 1980 en torno a una actividad económica —la producción de indumentaria—, 2- instituciones educativas comunitarias ubicadas en la zona de influencia y 3- el espacio público urbano en diferentes partes de la ciudad. 4 En este, ambos grupos comenzaron a exhibir expresiones adjudicadas a su “cultura” ante una audiencia amplia a partir de la década de 1990 (Fischman 2011; Fischman & Bialogorski, 2011). De ese modo aunaron tradiciones de manifestación colectiva en la ciudad ancladas en la historia nacional con prácticas tendientes a su recuperación como ámbito de manifestación política, a partir de la reinstauración de la democracia en 1983 que, sumadas a las iniciativas orientadas hacia la exaltación de la diversidad cultural tributarias del multiculturalismo neoliberal global (Segato, 2007) 5, generaron ámbitos de presencia y notoriedad. 6

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1 Este artículo está basado en el capítulo introductorio del libro Migraciones, Movilidades e Interculturalidad. Nuevos espacios de des(encuentro) en la Ciudad de Buenos Aires, Fernando Fischman (comp.) Buenos Aires: Teseo, 2019.
2 Se trató del Proyecto de investigación en Ciencia y Técnica PICT 2014-1289 (ANPCyT-MINCyT), Nuevos espacios de interculturalidad. Judíos y coreanos en la Ciudad de Buenos Aires. Investigador Responsable: Fernando Fischman Equipo de investigación: Mirta Bialogorski, Laura Gottero, Jihye Kim, Sila Kim, Gisele Kleidermacher, Eva Lamborghini, María Cecilia Martino.
3Algunas de estas cuestiones ya contaban con un desarrollo desde una perspectiva antropológica iniciado en la década de 1990 (Bialogorski & Bargman, 1996) y luego las profundizamos en nuestra investigación.
4 Consideramos al espacio público en su acepción más genérica, como lugar de circulación e interacción abierto, no perteneciente a ningún particular, con regulaciones propias para ese ámbito. No desconocemos la pluralidad de sentidos del término ni las complejidades que plantea su definición, algunas de las cuales fuimos abordando en la investigación (Con respecto a las formas de conceptualizar el “espacio público (Gorelik, 2007).
5 La utilización del espacio público para la realización de manifestaciones, fiestas y rituales ha sido una constante en Buenos Aires en el siglo XX. Estas demostraciones han servido particularmente para canalizar demandas de diferentes actores sociales y diversas posturas ideológicas: trabajadores, organizaciones políticas, organismos de derechos humanos, grupos nacionalistas católicos, chacareros, agrupaciones católicas (Lobato, 2011). Fernando Devoto (2003) da cuenta de las celebraciones públicas de inmigrantes italianos y franceses en ocasión de sus fiestas nacionales en las calles de Buenos Aires ya hacia fines de siglo XIX, en un contexto no precisamente favorable a dichas representaciones, a diferencia de lo que ocurrirá un siglo después. Deja planteada así la existencia de precedentes históricos para las celebraciones que, en otro contexto sociopolítico, se reeditarán un siglo después.
6 Una expresión anterior de demanda en el espacio público relacionada con el colectivo judío que reunía también los componentes mencionados ya había sido tratada en particular en un artículo que analizaba un fenómeno de la década de 1990 con ramificaciones de la década siguiente e incluso hasta la actualidad, aunque la forma de manifestación fue variando con el paso de los años. Se trata del movimiento Memoria Activa conformado a partir del atentado a la sede de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) en 1994 (Fischman & Pelacoff, 2015). Asimismo, en relación con el mismo colectivo, ya habíamos constatado expresiones en el espacio público, aunque no contextualizadas como demostraciones de “cultura” sino de observancia ritual en la década anterior, también relacionadas con procesos globales (Fischman, 2013).

La realización de la investigación tuvo particularidades que incidieron en su desarrollo y promovieron reajustes permanentes. Se trató de un proyecto formulado en el año 2014, aprobado y financiado a partir de 2015, y que comenzó a llevarse a cabo en 2016. Es decir, se planteó y luego se realizó en un momento de grandes transformaciones en distintos planos que impactaron en el mismo período de su desarrollo.

A nivel global, el aumento de los flujos migratorios tanto hacia el Norte como Sur-Sur, junto con una presencia y resonancia mediática creciente del tema (Holanda et. al. 2019), la caracterización de los fenómenos de desplazamiento poblacional en diferentes regiones en términos de “crisis” con las consecuencias aparejadas (Geddes y Vera Espinoza 2018), el crecimiento de movimientos xenófobos en Europa sumado al desarrollo de un discurso gubernamental inusitadamente hostil hacia los migrantes en Estados Unidos, son algunos de los marcos que nos llevaron permanentemente a conectar los hechos cuyas manifestaciones registrábamos en algunos casos en ámbitos locales, a una escala barrial, con acontecimientos de dimensiones considerablemente más amplias.

A nivel nacional, el arraigo del discurso de la valoración del pluralismo cultural constitutivo de la Argentina que permitió a ciertos grupos y en determinadas instancias lograr que sus identificaciones étnicas no fueran interpretadas como cuestionadoras de su adscripción a un colectivo nacional homogéneo tenía lugar mientras simultáneamente se reforzaban prácticas xenófobas tanto a nivel discursivo como a través de retrocesos en políticas que afectaban singularmente a otros grupos como el Decreto de Necesidad y Urgencia 70/2017 sancionado por el Poder Ejecutivo Nacional en enero de 2017 que modificaba aspectos de la Ley 25.871 limitando derechos de los migrantes. 7 También, la llegada creciente de flujos poblacionales no solo como migrantes, sino también como sojourners 8, beneficiarios de regulaciones favorables y beneficios de los que se iban cercenando a los primeros fue ampliando la brecha entre unos y otros. Además, la expansión global de creaciones estéticas —musicales, mediáticas, gastronómicas, entre otras— asociadas a culturas particulares con distinto grado de exoticidad para la mirada occidental tuvo su correlato local poniendo en un primer plano estos productos para el consumo de sectores diferenciados de la sociedad, telenovelas para algunos, comidas gourmet para otros. Asimismo, el desarrollo de redes sociales virtuales que permiten múltiples formas simultáneas de agregación comenzó a plantear cuestionamientos a la noción misma de lugar. Todos estos fenómenos, entre muchas otras transformaciones socialmente relevantes, convergieron y se potenciaron haciendo necesario profundizar la reflexión sobre las relaciones interculturales en un espacio determinado en tanto crearon un escenario de complejidad creciente en el que las categorías usadas para explicarlo requerían una redefinición. Estas cuestiones, anticipadas ya en las formulaciones de Doreen Massey cuando afirmaba que “lo que confiere a un lugar su especificidad no es ninguna larga historia internalizada sino el hecho que se ha construido a partir de una constelación determinada de relaciones sociales, encontrándose y entretejiéndose en un sitio particular” (Massey, 2012 [1991]: 126) requerían una mirada atenta a las singularidades de ese entrelazado de relaciones sociales.

7 En marzo del corriente año el Poder Ejecutivo Nacional derogó el DNU sancionado por la gestión anterior.
8 La categoría de sojourner se suele usar para viajeros que se desplazan por períodos de 6 meses a 5 años e incluye a estudiantes internacionales tanto como personas de negocios, técnicos expertos, cuerpos de paz y personal diplomático.

La indagación tuvo como marco conceptual general determinadas premisas. En principio, que en un contexto nacional que fue desde temprano articulando relaciones desiguales entre distintos sectores de su población a través del establecimiento de jerarquías y la incorporación de grupos en condiciones inequitativas, el discurso de aprecio por la diversidad cultural ocluía las situaciones concretas de colectivos cuya historia presentaba variantes que debían ser contempladas. Estas variantes estaban construidas a partir de un espectro que, en distintos planos, abarcaba desde la concepción ideológica de la Argentina como una nación principalmente blanca y europea hasta los marcos regulatorios que fueron pautando la admisión y la pertenencia a ella desde el siglo XIX en adelante (Novick, 2008; Paccecca 2000). Luego, que esas variantes se relacionaban no sólo con el contexto nacional y sus formas de gestión de la diversidad en el pasado y en el presente, sino también con las historias anteriores de los integrantes de los colectivos conformados a partir de las movilidades contemporáneas -su ubicación en la estructura social y sus adscripciones étnicas y religiosas en sus países de origen- y con contextos globales actuales como los mencionados, en una dinámica intrincada en el que todos estos niveles se entrecruzaban permanentemente.

Algunas de estas cuestiones las descubríamos conforme avanzábamos. En ese sentido, fueron varios los fenómenos advertidos. Con relación a la habitación en el espacio barrial Avellaneda con eje en las actividades económicas preponderantes en la zona, principalmente la producción y comercialización de indumentaria, comenzó a hacerse notable —y relevante— la presencia y coexistencia de otros colectivos migrantes y étnicos. Todos ellos, en su interacción presentaban un nuevo espacio de relaciones intricadas y cambiantes. Ampliamos por lo tanto la investigación para incluir la vinculación entre los colectivos judío y coreano con otros de origen migrante con presencia cada vez más ostensible en la zona —entre ellos bolivianos, peruanos, senegaleses—, que planteaba nuevas problemáticas.

El cambio de signo político del gobierno nacional a partir de diciembre de 2015 conllevó un vuelco con respecto a la apertura que venía produciéndose en la gestión de las migraciones desde el año 2004 con la sanción de la Ley 25.871/04, que tenía también un correlato regional (Cantor et. al., 2015). Simultáneamente aparecieron nuevos contingentes masivos como los procedentes de Venezuela, cuantitativamente numerosos y también notorios en la percepción general de los habitantes de las grandes ciudades que fueron ocupando nichos laborales determinados como trabajadores en aplicaciones de transporte o de entrega de mercadería a domicilio. En el ámbito barrial en el que desarrollamos nuestra investigación se desempeñaban como empleados de comercio.

En ese marco, un eje importante que examinamos fue el de las categorizaciones migrantes y étnicas inmersas en narrativas acerca de la configuración de la zona de Avellaneda que demostraron tener vigencia como criterios ordenadores de la vinculación entre colectivos en la organización del espacio. Los relatos acerca de la conformación de este sector urbano con las características actuales reconocían actores variados en versiones no siempre coincidentes que disputaban la participación de cada uno de ellos en la constitución del lugar. Así notamos que ciertos colectivos existentes o con presencia anterior (y quizás también presente, aunque no pronunciada) en este espacio eran invisibilizados en las narrativas dominantes en la actualidad acerca del barrio, cuya característica sobresaliente es la ligada a la actividad económica que desarrollan solo algunos colectivos en particular y no la totalidad de los que residen en la zona. Algunos de ellos como el judío y el coreano eran destacados en base a su presencia física en el lugar y asociados a la constitución de este espacio como un enclave de producción y comercialización de indumentaria. Pero también algunos actores mencionaban a “otros” establecidos antes y de los que poco se decía: migrantes españoles e italianos que se asentaron en la zona a principios de siglo XX, colectivos que establecieron instituciones religiosas y educativas con presencia en el barrio aún hoy pero que no están integrados a la actividad económica predominante, por lo menos de manera significativa, como armenios y árabes musulmanes. 9 Y luego, ciertas narrativas construían a “otros” -migrantes de países de la región- como constituyentes de la identidad barrial, pero asociados a prácticas ilegales (Bialogorski, Fischman & Kleidermacher, 2018) y por lo tanto con un arraigo menos legítimo.

9 Hago esta mención a árabes musulmanes porque un número significativo de los judíos caracterizados como “sefaradíes” en la zona también son descendientes de migrantes de países árabes y se denominan también “judíos árabes”.

Además, notamos la vigencia de peculiares formas de identificación intragrupal, que no necesariamente encontraban expresión externa a ellas. En el caso de los judíos, la adscripción al colectivo “sefaradí” de la mayoría, con algunas variaciones en cuanto al lugar de origen de los antepasados migrantes y la agregación en distintas instituciones de índole religiosa, educativa y recreativa, todas en un radio relativamente estrecho y un grupo jasídico notorio a la mirada exogrupal por diacríticos asociados a una construcción estereotipada del “judío” y con algunos lazos con la actividad económica de la zona inaccesibles a la indagación. 10 En el caso de los coreanos, la presencia de personas identificadas como Chosunjok, integradas diferencialmente a dicho grupo, pero no reconocibles por el exogrupo 11. Asimismo, la incidencia de la cuestión migratoria manifestaba distinta relevancia en uno y otro. En el caso de los primeros, se consideraba una cuestión de poca relevancia por tratarse de una comunidad constituida en base a una migración ya centenaria, aunque seguía siendo referenciada. Mientras tanto, los segundos, que agrupaban integrantes con experiencias diferenciales con respecto a la migración manifestaban narrativas en las que se adjudicaba distinta significación al hecho de haber nacido en Corea o en Argentina, el pertenecer a la generación 1.5 (nacidos en Corea y llegados a la Argentina a una edad temprana) o el ser coreano-argentino (hijos y nietos de migrantes ya nacidos en el país) y asignaban rasgos y comportamientos variados a los miembros de las distintas generaciones. Estos podían referirse a la competencia lingüística, al respeto por tradiciones ancestrales o a prácticas laborales.

10 La investigación se realizó en un período previo a la popularización de los grupos jasídicos por productos televisivos que comenzaron a difundirse masivamente con posterioridad y a generar atención y debates acerca de ellos.
11 Acerca de la migración de los Chosunjok, colectivo procedente de China de adscripción étnica coreana ver Bialogorski (2010).

Las múltiples identificaciones relevadas, ajenas a la mirada que evidenciaban las políticas públicas para esta zona de la ciudad, tanto las que proponían desdibujar las especificidades en favor de una estética global 12 como las que propiciaban la asociación entre este lugar y un colectivo entre todos los presentes en la zona, resultaban reveladoras y regían la conformación de este espacio intercultural. Es así como sectores o calles del mismo barrio eran referidos en contextos conversacionales como asociados a alguno de los colectivos citados o el éxito económico era explicado en términos de matrices culturales y de las singulares variables contextuales estructurales que lo habían facilitado.

La vinculación entre los diversos colectivos mencionados en el ámbito barrial se planteaba en un contexto de valoración de la diversidad en políticas estatales nacionales y municipales que ponían el acento en la “cultura” como un conjunto de prácticas asociadas a “colectividades” y apreciadas principalmente en términos de expresión de la diferencia. Este contexto presentaba dos escenarios específicos y contrastantes en el mismo sector del espacio urbano estudiado. Uno de ellos, el de la celebración de la diversidad, ponía en escena manifestaciones culturales de distinta índole asociadas a uno de los colectivos asentados en el barrio. En el período en que desarrollamos nuestra investigación, en ese mismo territorio de la ciudad se estableció una manifestación de una de las políticas culturales de exaltación de la alteridad, Buenos Aires Celebra, ligada solo a uno de los colectivos presentes en el barrio, el coreano (Buenos Aires Celebra Corea), destacando todo lo de “diferente”, y en esta contextualización como “positivo”, de las creaciones adjudicadas a él y reforzando la asociación entre éste grupo y ese espacio. 13 Al mismo tiempo, en estas calles, comenzó a desarrollarse sistemáticamente la persecución a otros colectivos con presencia en el lugar: los migrantes del África Subsahariana, senegaleses y nigerianos en su mayoría.

12 Un ejemplo de esto es la caracterización de la zona como “centro comercial a cielo abierto”.
13 La realización de este evento en este barrio parece haberse consolidado, luego de su inicio en el barrio histórico coreano y su realización en el Parque Chacabuco, adyacente a él, en el año 2015, para festejar el cincuentenario de lo que se considera como el inicio de la inmigración coreana a la Argentina.

Presentada como una acción dirigida no específicamente a ellos sino a todos quienes ejercen la venta ambulante y como una disputa entre los comerciantes radicados en locales autorizados y los que ejercen la venta de manera informal, lo cierto es que la contienda afectó particularmente a los grupos más vulnerables y sin posibilidad de buscar alternativas laborales. La diferencia intercultural, lejos de manifestarse como un valor, dio lugar a la expresión de visiones discriminatorias entre los contendientes, asociadas a prácticas y rasgos adjudicados a los colectivos en disputa y al reforzamiento de la desigualdad, en tanto los comerciantes ya asentados pudieron consolidar su actividad económica y los migrantes, muchos de ellos en situación irregular, vieron seriamente afectado su sustento. 14

14 Algunas de estas cuestiones fueron tratadas en Bialogorski, Kleidermacher & Fischman (2018).

Entre ambos extremos de vinculación entre colectivos mediados por políticas públicas -la exhibición de “cultura” como un valor y el hostigamiento- notamos la confluencia de formas de relacionamiento en las que integrantes de los distintos grupos interactuaban de forma más o menos amigable con fines prácticos. En esas interacciones se tejían alianzas, se armaban complicidades, se procuraba también litigar o resolver esos litigios.

Mirta Bialogorski (2019) y Gisele Kleidermacher (2019) dieron cuenta de estas cuestiones. Bialogorski se centró en la configuración particular de esta zona y analizó a este espacio como punto de encuentro y articulación de trayectorias migrantes culturalmente diferenciadas producto de distintos flujos, históricos y recientes, en el que recaían normativas, se generaban imágenes simbólicas de la otredad y modalidades de interrelación que iban desde la coexistencia y la hostilidad hasta una convivencia no exenta de tensiones en las que participaban, en distinto grado, factores culturales y contextuales. Bialogorski notó que este espacio intercultural resultante de su diversidad, de la vigencia de categorizaciones étnicas como criterio ordenador de las interacciones y la presencia de prácticas culturales y hábitos propios de los actores surcaba distintos aspectos de su vida cotidiana, especialmente la actividad económica en la cual situó su eje de análisis. En este espacio, discursos y otras prácticas estatales se contraponían o coinciden según el caso, con las de los variados colectivos sociales. En el mismo sitio geográfico se ubicó Kleidermacher para realizar su análisis centrado en las relaciones signadas por las disputas por el espacio y sus representaciones entre los distintos colectivos del lugar, particularmente para los migrantes senegaleses. Focalizó en las sustanciales transformaciones económicas, políticas y del discurso público acerca de ellos como también en cambios en las reglamentaciones que dificultaron tanto la regularización migratoria como las actividades laborales llevadas a cabo mayormente por los migrantes de origen senegalés. En particular, la sumatoria del Decreto de Necesidad y Urgencia 70/2017 ya mencionado y las regulaciones del espacio público urbano. Centró su atención en la forma de situarse en la zona de estos migrantes -mediante la venta ambulante- y a partir de ella en su interacción con otros que desarrollan la misma actividad, así como también con transeúntes y con las fuerzas de seguridad. Bialogorski destacó la relevancia de la posesión de los locales comerciales en el ámbito de la propiedad privada como una fuente de controversia, Kleidermacher, el conflicto por la ocupación del espacio público.

En nuestra investigación focalizamos no solo en los espacios de interculturalidad entendidos como la localización de interacciones cotidianas en ese lugar de la ciudad, sino también en otros en los que participan los colectivos judío, coreano y senegalés en vinculación con terceros. En el caso de éste último grupo, abordamos los espacios que ligan a los migrantes actuales del África Subsahariana, con las migraciones provenientes de Cabo Verde desde el período de la inmigración masiva, con migrantes afrodescendientes de distintos países de América Latina a partir de las últimas décadas del mismo siglo, y con los afroargentinos invisibilizados desde fines del siglo XIX cuando se consolidó el estado nación argentino moderno. 15 Todos ellos, en sus distintas formas de vinculación empezaron una movilización cultural y política de reivindicación de las raíces africanas, haciendo perceptible un componente negado de la sociedad argentina y poniendo también de relieve los niveles de racismo que se manifiestan hasta el día de hoy. Eva Lamborghini y Gisele Kleidermacher (2019) indagaron en la incidencia de la migración senegalesa que arribó al país desde la década de 1990 en dichos procesos y la intervención de esta migración, y sus respuestas frente a las situaciones y desafíos que se le presentaron, en el desarrollo de un campo político y cultural de reivindicación y reclamo “afro” (afrodescendiente y africano) en la ciudad de Buenos Aires que para cuestionar el orden racial-espacial “blanco”. Para ello, examinaron tres ámbitos de actuación de los migrantes senegaleses definidos analíticamente según el tipo de relaciones desplegadas en la sociedad receptora como “espacios de interculturalidad”. En primer lugar, la ocupación de las calles mediante el trabajo de la venta ambulante, en Avellaneda, pero también en otros sectores de la ciudad. En segundo lugar, en relación con la “exhibición de cultura”, su participación en eventos “afro” organizados en el marco de políticas estatales de celebración de la “diversidad cultural” como el citado “Buenos Aires Celebra” y, en tercer lugar, su convergencia con agrupaciones políticas afrodescendientes en manifestaciones antirracistas.

15 Estas cuestiones que fueron tratadas ampliamente por Frigerio y Lamborghini (2009; 2011a y b), Maffia (2011), Maffia y Monkevicius (2014), han sido recuperadas para una nueva lectura a partir de la investigación realizada.

Con respecto a otro de los ejes de nuestra indagación, el del espacio de interrelación en el marco de instituciones educativas comunitarias, habíamos notado el desarrollo de proyectos en ámbitos educativos de los colectivos judío y coreano que implicaban encuentros entre estudiantes de ambas instituciones para el despliegue de formas artísticas tradicionales, el compartir comidas, la enseñanza mutua de lenguas. El discurso de valoración del pluralismo cultural plasmado en numerosas políticas celebratorias ya analizadas e interrogadas en

su alcance (Bialogorski & Fischman, 2012; Fischman, 2011; Fischman & Bialogorski, 2013) parecía tener efectos en las propias instituciones comunitarias a partir de la planificación de reuniones en contextos educativos, que detectamos y nos propusimos examinar. Sin embargo, cuando nos acercamos a hacer trabajo de campo en estas instituciones ubicadas en una zona de confluencia de ambos colectivos, fuimos viendo que esos lazos eran menos firmes de lo que suponíamos. Estos encuentros dentro de marcos educacionales privados duraron un breve período y se discontinuaron por varios años apenas cambiaron los equipos directivos de ambas instituciones. La interrelación que habíamos comprobado se realizaba en términos instrumentales en el ámbito de la actividad económica y a partir de ella en la articulación política con estamentos gubernamentales, por ejemplo, para resolver desde su perspectiva la situación planteada en la vía pública por la presencia de vendedores ambulantes, no se trasladaba a otras facetas que implicaban la socialización intercultural, aunque solo fuera en el marco de la replicación en contextos inter-institucionales de índole comunitaria de las políticas de tinte multiculturalista vigentes.

El planteo crítico de Rita Segato (2007) a la incorporación de las “políticas de la identidad” impuestas por las agendas globales del neoliberalismo en las que se reivindican determinadas identidades, pero sin tomar en cuenta las historias locales, proporcionaba pautas para reflexionar acerca de la interculturalidad en los casos aquí mencionados. Así, fue posible comenzar a explicar por qué la diversidad preconizada como valor a través de políticas públicas que la celebraban no se traducía en vinculaciones duraderas cuando ésta salía de la esfera de la representación estética y de la instrumentalidad de las relaciones de índole únicamente económica.

En nuestra investigación fuimos encontrando que el concepto mismo de interculturalidad que por un lado proporcionaba un encuadre para pensar la vinculación entre colectivos sociales de origen migrante —de migraciones remotas, recientes, y activas 16— en contexto, por otro obstruía la percepción de las especificidades de esa vinculación. 17 Por esa razón, luego ampliamos la indagación hacia un fenómeno que ligaba un tipo creciente de movilidad global actual con la explícita tematización de la interculturalidad que permitía ahondar en la formulación de Segato. Si las identidades globalizadas no daban cuenta de las historias locales ¿qué tipo de aprendizaje intercultural propugnaban los crecientes programas de intercambio enmarcados en la internacionalización de la educación superior que tenían dicho aprendizaje realizado en un lugar del Sur Global como objetivo primordial? A partir de un enfoque en el uso retórico de la interculturalidad que forma parte de dicho campo educativo y mediante la remisión a un caso situado también en Buenos Aires, el de estudiantes estadounidenses que realizaban en ella sus programas de intercambio, nos orientamos hacia el análisis de las dimensiones ideológicas que subyacen y se ponen en disputa en los procesos formativos que involucran la circulación trasnacional de jóvenes estudiantes, en particular los que se desplazan desde los países del Norte hacia los del Sur Global. 18 En ese sentido nos interesó proponer debates que incidan en los diseños curriculares y en la implementación de programas que apelan explícitamente a la formación de sujetos con “competencia intercultural” (Fischman, 2019). En línea con la propuesta de elaborar reflexiones para efectuar intervenciones concretas, Laura Gottero (2019) sugirió reconstruir vínculos significativos, desde lo conceptual y lo metodológico, entre los análisis de procesos interculturales y el marco de los derechos humanos. Su objetivo de presentar elementos propicios para estudiar fenómenos, prácticas y discusiones del campo de la interculturalidad incorporando elementos y guías del enfoque de derechos se materializó en un planteo metodológico para convertir a “lo intercultural” en una estrategia de investigación sobre derechos humanos. Es así como su trabajo se inscribió en dirección a formular propuestas para problemáticas que se presentan particularmente a colectivos migrantes actuales desde un enfoque de derechos, atendiendo a sus particularidades y a la dimensión intercultural en la que se desenvuelven.

16 Por migraciones “remotas” me refiero a las del período de la migración masiva de fines de siglo XIX y principios de siglo XX (Devoto, 2003), por “recientes” a las que tuvieron lugar entre mediados y fines de este último siglo y por “activas”, a las que siguen ocurriendo en el presente. Esta clasificación admite muchos matices, como las categorizaciones étnicas derivadas, que constituye uno de los ejes de nuestra investigación.
17 Las dificultades que presentan los múltiples sentidos asociados con este término ya han sido reflejadas en la literatura temática (Hecht et. al., 2015; Rodríguez Cruz, 2018), y en los casos aquí tratados esos inconvenientes mostraron aún más matices.
18 La circulación de estudiantes entre países se detuvo con la pandemia de Covid 19. No obstante, las conclusiones relativas a los programas de intercambio en el marco de la internacionalización de la educación siguen siendo válidas como se observa en los contenidos de los que se pasaron al formato virtual y no pareciera que una vez que se retomen estos programas de manera presencial cambie la ideología multiculturalista neoliberal que los sustenta.

El par opuesto visibilidad/invisibilidad constituye uno de los núcleos problemáticos que tratamos en las distintas líneas abordadas en el proyecto. En ellas dimos cuenta de situaciones que se arraigan en la historia de invisibilización de determinados grupos de la sociedad argentina, particularmente de los afrodescendientes y puntualmente en la Ciudad de Buenos Aires, el de la selección de un colectivo de origen migrante por sobre otros para ligarlo a un espacio barrial en el marco de una política pública afín a la ideología multiculturalista (como relata Bialogorski con referencia al colectivo coreano). Asimismo, mostramos el modo en que en los programas educativos que responden a políticas del Norte Global se invisibiliza a la sociedad de recepción y a sus realizaciones culturales como promotoras de reflexiones interculturales. Entonces, pensar la interculturalidad y los distintos modos de concebir la relación entre colectivos sociales como una dinámica en la que lo que se pone en juego es la visibilidad del “otro” como un actor significativo, abrió el camino para continuar reflexionando tanto sobre procesos de subalternización internos como de (neo) colonialidad.

A partir de la tarea realizada proponemos pensar la interculturalidad a partir del modo en que los distintos grupos se articulan en un contexto nacional y también tomando en consideración la manera en que operan, en contextos de globalización, las dimensiones trasnacionales. Ya no se trata de grupos interactuando a nivel local, sino conformándose en redes trasnacionales por los que circula gente, pero también bienes simbólicos. Para mencionar algunos de los temas que examinamos en nuestro proyecto, el auge de la “cultura coreana”, que tiene un anclaje en activas políticas económicas y culturales de Corea del Sur y en las industrias del espectáculo y también incidencia en la vida de los coreano-argentinos como bien lo desarrolla Sila Kim (2018a; 2018b) en su análisis del K-pop y sus seguidores en determinados segmentos de la población local. 19 O también, los modos en que la mercantilización recorta determinadas manifestaciones culturales y las sitúa en un circuito de circulación independiente de la valoración que tiene un colectivo asociado, como es el caso de la gastronomía coreana que encuentra consumidores en otros sectores sociales. Y, muy particularmente, la cultura objetivada en los diseños de los programas de intercambio estudiantil como aquello que se consume para después poder convertirse en intercultural. Todo lo antedicho da cuenta de variados modos de producir interculturalidad que demandan también miradas singulares para cada uno de ellos.

19 Un análisis detallado de esta cuestión está siendo desarrollado por Kim en su Tesis de Licenciatura en Ciencias Antropológicas.

En suma, mediante el trabajo desarrollado comprobamos que las relaciones interculturales se realizan a través de una extensa gama de fenómenos sociales. Esta gama abarca desde situaciones en las que la “cultura” no se explicita (o se explicita en parte) y se manifiesta principalmente en distintas formas de “hacer” (con la palabra, con prácticas cotidianas o esporádicas, pero que manifiestan “diferencia”) hasta escenarios en que la “cultura” se convierte en objeto, se erige en emblema, se exhibe como representativa o provee estrategias para la interacción con los otros. Abordamos las características de este despliegue cultural en diferentes contextos: en situaciones cotidianas de interacción, en producciones estéticas elaboradas, en el marco de contextos celebratorios o de manifestación de demandas en el espacio público, y educativos en los que la “cultura” se encapsula y convierte en objeto para el consumo para destacar la “alteridad”. Hallamos que las alteridades, fijadas y cristalizadas en las propuestas institucionales, ya sea en calles o en aulas, a través de diálogos más o menos formalizados devienen espacios de lucha y redefinición. Constatamos que el espacio inter presenta aperturas a partir de las que los actores formulan nuevas formas de identificación a través del hacer. Asimismo, también en tanto investigadores y promotores de actividades de gestión, encontramos que este espacio que propicia encuentros y desencuentros en diferentes gradaciones se constituye en un punto ventajoso para formular propuestas superadoras de las desigualdades que las relaciones interculturales entrañan. Hacia esos puntos de encuentro y desencuentro proponemos dirigir la mirada para encarar prácticas que permitan efectivamente dejar esas inequidades de lado.

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Referencias

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