2021: AMISTAD - Vol XLIII nº 1 y 2

Fernando Orduz: Psicoanalista. Miembro Titular Sociedad Colombiana de Psicoanálisis. Maestría en Comunicación y Cultura. Docente Universidad Javeriana.

En muchas regiones de nuestro continente la feijoada es un plato nacional.

Una historia posible de este plato es que los esclavos negros recogían las menudencias del cerdo que sus amos blancos dejaban como sobrados y los mezclaban con caraotas negras (phaseolus vulgaris), una leguminosa originaria de tierras americanas. Posteriormente fueron incorporando otros elementos de la tierra americana, a la que habían migrado forzadamente, como la harina de la mandioca y la naranja (fruto de origen arábigo) que les servía a los esclavos para defenderse del escorbuto.

En otras regiones como Cuba el plato se denominó moros y cristianos para hacer referencia al entrecruzamiento entre el color oscuro del frijol y el blanco del arroz.

Esa misma base blanca y negra a la que se fueron agregando los frutos nativos indígenas preparados como salsas a base de jitomate y el infaltable chile (capsicum annuum) fue llamada morisqueta en la zona mexicana de Michoacán.

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Mientras en la cocina del mar pacífico mexicano se cocía a fuego lento la fusión de aromas y sabores de diversa procedencia, en la otra costa la malinche (Indígena Nahuatl) fue entregada como botín de guerra a Hernán Cortés. Dicha historia no tuvo la motivación de los fuegos cruzados del amor entre la diversidad de las razas, más bien fue el efecto de los intercambios o dádivas pacificadoras que los aborígenes vencidos brindaron a los colonos vencedores.

Pero de esta historia emergieron los primeros intérpretes, la malinche y su hijo Martin, que permitieron de ahí en adelante el intercambio de los diferentes idiomas cuando la lucha fatigosa y mortal que derramaba sangre en los campos iba mutando hacia las luchas ardorosas que acontecían entre chinchorros y hamacas.

Los traductores permitieron el intercambio entre lo que es extraño y lo cercano, entre lo que está en el centro de una organización cultural y lo que está por fuera de su perímetro. Facilitando que el blanco español, que solo reconocía en su blanco dios a su semejante, fuese pigmentando su hiperbórea blancura mental con melaninas de otros tonos.

Pero a pesar de estos primeros cruces, siempre la piel oscura fue lo otro para el sujeto blanco. Los que portaron pieles con el pigmento no refráctil de la luz son una periferia misteriosa e indescifrable para el blanco europeo tanto como la mujer era un continente oscuro para un hombre como Freud.

Lo otro o lo extraño es aquello que no es refráctil de la imagen del sujeto único, es decir, aquel cuerpo no portador de falo, o que no es hijo del dios monoteista y de la sofía griega y sus mitologías, o aquel que no posee una nívea piel.

Ese otro es el enigma oscuro, la mujer, el analfabeto forjado en mitos arcaicos e ininteligibles, el que habla en lengua extraña o nos muestra imágenes donde no nos reconocemos de manera narcisa, ese otro es el misterio que opera desde la alteridad de una forma que excita tanto como repele.

¿Habrá mayor mestizaje que el amor en cualquiera de sus formas, olores o sabores?

¿No es nuestra existencia el cruce de dos linajes? ¿No es acaso la exogamia una forma de incitar a la búsqueda de otro que nos excita y nos altera?

Isabel Chimpu Ocllo encarna el relato de amor de la cautiva que se deslumbró con el conquistador y vencedor de su pueblo, el capitán Sebastian Garcilaso, padre del primer mestizo de las letras, el Inca Garcilaso; años después la repudiaría para casarse con una blanca española para acceder a los beneficios que la corona ofrecía por este hecho.

El continente americano ha sido una matriz o un crisol donde la mezcla racial es tan solo una metáfora de la diversidad de cruces de cuerpos y mentalidades. De hecho la palabra mestizo se refería en su origen al encuentro entre indígena y blanco, pero había otras formas de cruce con ese otro migrante forzado (el negro) en esta historia de nuestra geografía, como el mulato o zambo.

Metapsicología mestiza

El pensamiento es mestizo, es la acción mental de ir trenzando diversos hilos conceptuales para producir un nuevo tejido de ideas. Tomemos como ejemplo al propio psicoanálisis y a su creador: un médico neurofisiólogo descubre que sus pacientes le mienten sin ellas saberlo, para poder resolver el acertijo recurre no solo al saber de su ciencia médica sino que va rehaciendo la urdimbre de la trama histérica, gracias a la fusión de su disciplina naturalista con las ficciones literarias griegas y con las ideologías del romanticismo alemán.

La teoría que luego crearía para sustentar sus hallazgos, concentrada en su anhelada metapsicología, es fruto de la cocción de una pócima de ideas en las que revuelve algo de la física mecánica, con la antiquísima práctica de la topografía y la más reciente práctica arqueológica planteada por Winckelmann.

Muchas de las ideas fundamentales en Freud migraron desde otras disciplinas para mezclarse e intentar dar comprensión de las formaciones de lo inconsciente. Considero que todo autor, y como tal muchas de las teorías que configuró Freud, no fueron más que nociones que desde siglos anteriores venían tomando forma.

Construiré algunos ejemplos. Al desarrollar su idea de principio de funcionamiento psíquico ligado a las magnitudes de las excitaciones placientes y displacientes, Freud toma como referencia los estudios psicofísicos de Fechner; en su texto de los dos principios del suceder psíquico, esta noción empieza a enlazarse a conceptos literarios, como lo hace al citar en su diferencia del yo-placer y yo-realidad la frase de George Bernard Shaw en su novela El hombre y el superhombre: “Poder escoger la línea de la mayor ventaja en vez de ceder en la dirección de la menor resistencia”; de la misma forma el texto comienza con referencia al concepto psiquiátrico de función de lo real de P. Janet, y toma referentes geográficos o topográficos (la noción de parque natural citando a Yellowstone) para explicar la pervivencia de ciertas funciones primarias en nuestro aparato psíquico.

Artemidoro de Daldis, un geógrafo griego del siglo II D.C, fue quien prestó a Freud tanto el título de la obra, la interpretación de los sueños, como la idea del simbolismo onírico y su labor descifradora. Esta obra que comienza desde dicha idea, algo esotérica, termina tomando una forma más cercana a la ciencia positiva del siglo XIX en el capítulo de la psicología de los procesos oníricos, donde Freud empezó a hablar de instancias psíquicas, investiduras de energía y principio de displacer.

La noción de instinto o pulsión, que al parecer va transitando de un matiz biológico a un matiz psicológico, posiblemente debe su origen más a la filosofía que a las dos disciplinas inicialmente citadas, ya que sus antecedentes están enraizados en el concepto de voluntad sugerido por Schopenhauer. Para muchos analistas hoy en día es importante alejar esta noción de sus raíces biológicas y por ello se decantan por el término pulsión que nos hace menos animales aunque para Freud esta noción guarde su raíz más profunda en los elementos instintivos, como lo enuncia al final del capítulo VI de Lo Inconsciente: “Si en el hombre existe un acervo de formaciones psíquicas heredadas, o sea algo análogo al instinto animal, ello será́ lo que constituya el nódulo del sistema Inc” (Freud, 1915, p. 2077)

El mestizaje permite reconocer las dos caras, o las antípodas que todo concepto contiene, como de alguna manera Freud lo plantea en el doble sentido antitético de las palabras. Pero en muchas ocasiones como lo empezaba a indicar en el párrafo anterior, uno de los hilos se oculta en la trama. En los mestizajes hay orígenes claros, linajes claramente observables, pero también hay historias ocultas, paternidades no conocidas, o renegadas.

Freud, quien también rozó ciertos diálogos con prácticas ocultistas como la telepatía, tampoco estuvo lejano del ocultamiento de ciertos orígenes como lo demuestra su renuencia a aceptar la influencia directa de dos filósofos que le precedieron, Schopenhauer y Nietzsche.

Sobre la obra de Schopenhauer dirá en la historia del movimiento psicoanalítico:

Lo que ahí́ se dice acerca de la renuencia a aceptar un fragmento penoso de la realidad coincide acabadamente con el contenido de mi concepto de represión, tanto, que otra vez puedo dar gracias a mi falta de erudición libresca, que me posibilitó hacer un descubrimiento. (Freud, 1914, p. 1900)

Acerca de Nietzsche dirá otro tanto:

En cuanto a Nietzsche, el otro filósofo cuyas intuiciones e intelecciones coinciden a menudo de la manera más asombrosa con los resultados que el psicoanálisis logró con trabajo, lo he rehuido durante mucho tiempo por eso mismo; me importa mucho menos la prioridad que conservar mi posición imparcial. (Freud, 1925, p. 2791)

Tal vez donde aparentemente guarda un hilo casi puro es en su comprensión del núcleo de la tragedia humana, ya que ahí nunca se alejó del hilo unitario de la literatura, aunque para ese complejo se paseó por diversos momentos históricos del drama trágico, tanto así que desde el principio dudó en la referencia entre Edipo y Hamlet, y más tardíamente alcanzó a pensar que el mejor nombre hubiese sido Karamazov.

Como ejemplo de estos procesos de mezclas de nociones quisiera tomar el espacio del consultorio de Freud, donde bustos de mujeres de diferentes culturas, egipcias, chinas y griegas, oían silentemente las palabras que se escapaban de los cuerpos occidentales que reposaban sobre los tapices persas traídos de Heriz y Tabriz. En ese recinto también quedó el testimonio de una invasión bárbara de nuestros territorios amerindios, pues una escultura moche (peruana) también observaba silente la libre asociación de los pacientes de Freud.

En un tiempo dado de nuestra historia institucional, momento que no he podido ubicar en su origen, el movimiento de apertura de un proceso cuya metáfora era el juego de ajedrez y su multiplicidad de posibilidades de configuración referidas a “la diversidad de constelaciones psíquicas, la plasticidad de los procesos psíquicos y la riqueza de factores a determinar” (Freud. 1913, p.p 1661) devino un marco que encuadró un funcionamiento, hizo un centro pesado, inalterable, poco plástico en su configuración.

El llamado a la ética, que observo en algunos grupos hoy en día, pareciera ser un llamado a conservar el orden establecido que busca preservar las simetrías del orden central, por eso construye inquisidores de las marcas o márgenes, es decir, los marqueses. En un momento de la historia psicoanalítica la ciencia médica y el patriarcado tomaron un lugar central en el movimiento psicoanalítico, en ese momento la plasticidad devino rigidez y la diversidad, unicidad.

Es curioso esto porque algunos conceptos centrales que competen al psicoanálisis como lo inconsciente, la pulsión, la sexualidad, desconfiguran la idea de un centro simétrico que ordena un sistema con perímetros definidos. Esa trinidad conceptual plantea asimetrías o desconfiguraciones, no se organizan en torno a la idea de núcleo o centro.

Descentramientos

La teoría psicoanalítica con sus nociones de inconsciente y sexualidad infantil permea el saber positivista de principios de siglo, era como una fuerza erótica que iba perforando las fronteras-barreras del conocimiento racionalista. Pero mientras su Eros penetraba las disciplinas naturalistas, ella misma recibía el embate de la otra fuerza planteada por Freud, las manifestaciones destructivas de la Alemania nacionalista realizaban lo suyo.

El centro geográfico de nuestros pensadores iniciáticos fue desbordado por la fuerza de la guerra que logró deshacer el centro gravitatorio del psicoanálisis enraizado en la antigua capital imperial, provocando el desplazamiento, el éxodo, de sus pensadores iniciáticos. No solo Eros, Tánatos pareciera no respetar ni límite ni forma.
Fruto de las guerras el centro geográfico se fue desdibujando. El trabajo integral de los miembros del centro analítico se dispersa, migra hacia otros centros, cruza fronteras, mares, se ubicua de forma multicéntrica, Inglaterra, Estados Unidos, Francia, Argentina. Hoy en día debería decir que esa fuerza se viralizó.

¿Qué acontece cuando una disciplina migra? ¿Qué pasa cuando un concepto potencia cruza una frontera? ¿Buscan ellas un nuevo cuerpo-forma en cual acomodar su sentir? ¿Son los traductores una especie de vigilantes que cuidan la forma de esa transmigración? ¿O unos cirujanos plásticos que transforman la apariencia de un ser para resaltar su significación?

Todo cruce de fronteras implica una traducción, desde la cosa inconsciente a la palabra preconsciente, desde el decir teutón al decir inglés. Todo nómada, desplazado, migrante exiliado no solo cruza una línea geográfica, cruza un código cultural en el cual algo de su mismidad deja de ser, donde las palabras, incluso en el mismo idioma, llevan coloraciones connotativas diferentes.

Todo término al abandonar su territorio, termina con su significación, adquieren una nueva nocionalidad, podría seguir jugando con las palabras y decir que adquieren nuevas concepciones, concebir y conceptuar guardarían una relación homofónica.

Alguna vez escuché que el origen de la técnica silenciosa se debía a esa migración de analistas alemanes originales a nuevos territorios, en particular a su dificultad de traducir las significaciones del nuevo lenguaje. Pasar a un nuevo territorio implica un caminar más lento por los códigos en los cuales los propias caminan de forma más rauda.

El mestizaje y la migración en nuestro continente

Intentar sostener una identidad remite a la necesidad de deshacer la sensación de fragmentación que la diversidad genera, pero en muchas ocasiones la integración opera como represión o negación de las diversas mezclas que alquímica e ilusoriamente constituyen la unidad.

Ese ideal coagulado como una identidad, muchas veces no permite reconocer los procesos fluyentes y migratorios que nos atraviesan. Si seguimos reconociéndonos en ese espejo europeo colonizador, no podremos darnos cuenta de nuestra intimidad.

Nuestro reconocimiento latinoamericano se funda en las ideas de un alter-europeo, heredamos sus guerras que se hacen evidentes en la nominación de dos o tres Américas con lenguas diversas. Heredamos de Europa sus ideas reformistas y contrareformistas que viajaron con las imposiciones de poder y el sometimiento institucional por un lado y con las traducciones de textos prohibidos, revolucionarios, que poco a poco se fueron viralizando con las luchas independentistas. Heredamos sus credos y sus anatemas, sus morales y sus demonios.

Aprendimos a reconocernos a partir de lo ex, ya sea en su forma de extranjero o de exiliado que viaja y retorna. No solo lo ibero nos pobló con sus estructuras católicas y sus conflictos imperiales, poco a poco fueron llegando los migrantes árabes ávidos de nuevos territorios comerciales, junto a exiliados de las guerras que escapaban del fratricidio europeo, o de evangelizadores que traían verdades para ilustrar y culturizar un universo subdesarrollado.

En la constitución de la cultura podría observar dos movimientos descritos en la mecánica clásica, el centrífugo y el centrípeto. En ocasiones percibo que la constitución de una ciudad y de una teoría guardan ciertas similitudes, en los márgenes de la ciudad tienden a ubicarse los recién llegados, los que no son aceptados por la centralidad cultural urbana. Pero poco a poco estos extranjeros, exiliados, extraños, van siendo devorados por el crecimiento centrífugo que empieza a fagocitarlos, a incorporarlos de manera precaria. Ellos, los extranjeros, en su movimiento migrante, también van acercándose al centro y permeando son sus saberes y sabores los centros imperiales.

Algo de esta marginalidad que alimenta centros, o de estos crecimientos que devoran lugares liminares, habita al psicoanálisis. Freud un extranjero, dada su cuna judía, en el centro del imperio, va permeando un ideario con la idea extraña para la ciencia de su época de una sexualidad que nos habita desde la infancia desde otros lugares diferentes a la poderosa idea de la genitalidad centralista.

El psicoanálisis es un crisol de migraciones y diversas fluencias, que permite articular la ciencia y el fango, las oscuras profundidades del ser humano y sus superficiales apariencias.

Lo que hace medio milenio descubrieron unos navegantes provenientes de la península ibérica, fue la exuberancia de un territorio difícil de representar en sus mentalidades pobladas de dogmas católicos romanos. En su discurso de recepción del Nobel, García Márquez nos relata lo que uno de esos navegantes iba anotando: “Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo”.

Esas monstruosidades generaban reacciones que oscilaban entre la fascinación y el exterminio. Somos lo otro para la cultura dominante.

Siempre me causó impresión esa nominación de países del tercer mundo. El término proviene de Alfred Sauvy, un economista francés quien acuñó el concepto para diferenciar a un mundo que era distante de los dos grandes bloques imperantes en la época (el conjunto de naciones capitalistas y el bloque de países socialistas). Aunque en la lengua francesa no tenía una denotación despectiva, los países y los continentes englobados a ese concepto hacían parte del mismo conjunto considerado con otro término despectivo, subdesarrollados. Pero ese tercer mundo se convirtió en la opción de aquellos que en sus territorios originarios se sentían extraños, para aquel que se sentía otro, un territorio alternativo como nuestro continente se convertía en una opción.

En ese flujo de exiliados migrantes, buscando nuevos territorios nos llegaron personajes que escapaban a los demonios nacionalistas de Europa como Angel Garma o Marie Langer. Este par de médicos iniciados en las lides del psicoanálisis no solo se encontraron con colegas locales tan ávidos como ellos en ese ejercicio de la filosofía de la sospecha psicoanalítica, sino que también se encontraron con personajes con otros orígenes disciplinares y geográficos como los esposos Baranger. Resalto este encuentro porque me parece que, gracias a ese entrecruzamiento, el pensamiento rioplatense se permitió un pensar más analítico y humanista y no tan médico-biologicista como en el contexto norteamericano.

¿Cuántas tramas diversas no hemos tejido en el curso de este siglo al interior de nuestra disciplina?

Hay una cierta pretensión que desde Latinoamérica digamos algo diferente, hecho contradictorio cuando la mayor parte del tiempo hemos sido seguidores e imitadores de nuestros colonos, cuando por siglos ocupamos una posición altero-especular en relación a los centros racionales ubicados en otras latitudes.

Pero acercamos y fusionamos sabores y saberes diversos, acercamos geografías distantes y fusionamos historias con diversas temporalidades. Para hacer estos mestizajes se necesita de un Eros fusional, el mestizaje así lo requiere:

Un hombre proveniente de Siria llamado Nacib, en una de las novelas de Jorge Amado, aprovechando la bonanza del cacao del 20, instala un negocio en la región Ilheus en Bahía, donde se tropieza con una joven criolla llamada Gabriela y para describir la belleza de la mulata local usa nominaciones de las especies cercanas a su tierra de origen:

“Pero alguna cosa tenía, algo que hacía imposible olvidarla. ¿El color de canela? ¿El perfume del clavo? ¿El modo de reír? ¿Cómo iba a saberlo? Un calor tenía, que quemaba la piel, quemaba por dentro, como una hoguera”.

Porque es con fuego como se cuecen y se mezclan los sabores diversos en el mestizaje.

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Resumen: El objetivo de este escrito es plantear la hibridación como una dinámica que constituye el pensamiento, en particular como una acción que ha organizado el cuerpo conceptual del psicoanálisis.
Para cumplir este objetivo se toman ejemplos de la forma en como conceptos de diversos orígenes fueron tramitados por Freud para construir su metapsicología o su teoría de la técnica.
Esta idea de la mixtura no sólo ocurre en la construcción de la teoría, también acontece con la forma en cómo se organizan nuestras identidades institucionales y, en particular, en la manera en cómo se da nuestro pensamiento psicoanalítico en Latinoamérica.

Palabras Claves: Hibridación, Identidad, Diversidad, Psicoanálisis.

Abstract: The aim of this paper is to propose hybridization as a dynamic that constitutes thought, in particular as an action that has organized the conceptual body of psychoanalysis. To achieve this objective, examples are taken of the way in which concepts of various origins were processed by Freud to build his metapsychology or his theory of technique. This idea of mixture not only occurs in the construction of theory, it also occurs with the way in which our institutional identities are organized and, in particular, in the way in which our psychoanalytic thinking occurs in Latin America.

Key Words: Hybridization, Identity, Diversity, Psychoanalysis.

Referencias

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García Márquez, G. (1984). La soledad de América Latina. Recuperado de https://e00-elmundo.uecdn.es/especiales/cultura/gabriel-garcia-mar-quez/pdf/discurso_gabriel_garcia_marquez.pdf