Horacio Rotemberg: Médico Especialista en Psiquiatría. Miembro Titular con función didáctica de APdeBA. Profesor Titular del Instituto Universitario de Salud Mental de APdeBA. (Psicopatología Freudiana). Profesor Titular de la Facultad de Psicología de la USAL. (Psicopatología de la Adultez—Estructuración de la Subjetividad). Autor de los libros: Estructuración de la Subjetividad (Ediciones del Signo); Estructuras Psicopatológicas e Identidad (Nueva Editorial Universitaria de la Universidad Nacional de San Luis). Vicerrector Académico del Instituto Universitario de Salud Mental de APdeBA (años 2009-2010). Profesor investigador del IUSAM. Profesor emérito de la Universidad del Salvador.
La metapsicología no es una construcción agregada, facultativa, sino que pertenece a lo que Kant llamaría los juicios determinantes de la experiencia. La tópica misma tiene valor de descubrimiento: es la condición de posibilidad de un desciframiento real que alcanza una realidad.
Paul Ricoeur
Introducción
Este trabajo propone una reflexión sobre las bases teóricas que sostienen la práctica clínica psicoanalítica actual.
Dicha reflexión dialoga con el pensamiento de ciertas corrientes actualmente presentes en nuestra disciplina que excluyen de su teorización a la meta psicología freudiana. Para dichas corrientes la meta psicología freudiana ha sido superada por nuevas perspectivas que permitirían abordar de manera más apropiada la problemática psicológica. Su intención es delimitar un nuevo paradigma centrado en la revalorización de la dimensión vincular como sustento de la condición humana.1
Los fundamentos metodológicos de mi formación teórica me llevan a repensar mis bases conceptuales a partir de mis aciertos y mis desaciertos clínicos.
Wilfred Bion plantea que las concepciones que conforman el sustrato de los pensamientos ya establecidos pueden actuar, si el pensar es suficientemente flexible, como preconcepciones que renueven la capacidad pensante a partir de nuevos hechos seleccionados que amplíen los márgenes comprensivos previos. Ese acontecer permite sostener paradigmas epistémicos preexistentes en tanto la delimitación metodológica del objeto a investigar no varíe. La perspectiva bioniana da lugar a una ampliación del potencial comprensivo dentro de la propia base metodológica<>comprensiva del paradigma vigente.
Dicha perspectiva forma parte implícita del proceder teorizante freudiano.
Freud, al igual que Bion, hace honor a la diferenciación que establece Platón entre doxa y episteme: Doxa = opinión basada en la apariencia; Episteme = pensar discursivo basado en el razonamiento y en la intuición creativa de lo que subyace a lo aparente.
Freud, en un derrotero de más de 40 años, fue teorizando su práctica clínica a través de sucesivos modelos conceptuales complementarios con un común denominador: la estructura psíquica se gesta históricamente desde una dinámica libidinal psicosexual.
La meta psicología resultante de ese proceso constituye el paradigma epistémico legado por Freud: una tópica inconsciente desarrollada e integrada psicosexualmente.
1 Carlos Nemirovsky, psicoanalista argentino representante de la perspectiva relacional, cuestiona en su texto “Guía para el desarrollo de la perspectiva relacional de lo infantil” la vigencia de la producción conceptual freudiana. La considera un resto de la modernidad positivista cuyos paradigmas no se aplicarían a las ciencias humanas. En el texto citado, en su contrastación entre modernidad y posmodernidad, ubica al pensamiento freudiano dentro de la modernidad y por fuera de los cánones del pensamiento humanista propio de las denominadas ciencias histórico-hermenéuticas.
Este paradigma postula a la sexualidad humana —en su doble vertiente desiderativa y narcisista— como el artífice de la subjetividad. El mismo, a mi entender, mantiene un enorme potencial heurístico.
Los términos teóricos establecidos por Freud —topos inconsciente<>psicosexualidad— permiten operar sobre la base empírica que les dio origen: las complejas y disímiles manifestaciones de la conducta humana a las que el encuadre psicoanalítico les brinda una apropiada caja de resonancia.
La perspectiva freudiana tiene una estrecha relación con el círculo hermenéutico postulado por Schleiermacher en la primera mitad del siglo XIX. Este autor define a la hermenéutica como “el arte de la comprensión” “Se trata de comprender el sentido del discurso a través del lenguaje elaborado por un discurso interno” (Las frases en castellano fueron traducidas del alemán originario por Silvina Rotemberg).
El círculo hermenéutico planteado por Schleiermacher se amplía significativamente al incorporar en sus fundamentos el paradigma freudiano sobre la psicosexualidad tal como lo hace el filósofo y epistemólogo francés Paul Ricoeur.
Este autor subraya que como los representantes<>representativos de la pulsión son del orden del significado, y por lo tanto homogéneos al ámbito del habla, el inconsciente postulado por Freud es esencialmente cognoscible y descifrable.
Entre los factores propios de la teorización psicoanalítica se destaca desde los primeros textos freudianos el papel que juega lo vincular<>relacional en la constitución de lo subjetivo. En ese sentido esta dimensión, además de no ser novedosa, constituye una de las piedras basales del psicoanálisis: su sesgo particular es que se trata de una vincularidad atravesada por lo psicosexual.
Subjetividad, subjetivo, sujeto son términos que adquieren plena carta de ciudadanía psicoanalítica a partir del retorno teórico a Freud propuesto por la escuela francesa de psicoanálisis. Este retorno trajo como resultado delimitar claramente como objeto de estudio del psicoanálisis al Sujeto del Inconsciente.
El Topos Inconsciente condiciona que la existencia del sujeto esté sobredeterminad psicosexualmente. La instrumentación operativa de esta concepción se pone a prueba en la experiencia clínica. La práctica terapéutica psicoanalítica provee una base hermenéutica que puede develar un sentido previamente ausente del registro consciente del analizando. Este develamiento, al ser portador de una verdad subjetiva, puede transformar favorablemente la configuración sufriente que aqueja al sujeto en análisis.
En lo que sigue del texto voy a referirme a la base meta psicológica freudiana que, en sus sucesivas transformaciones, da rigor conceptual a la práctica psicoanalítica sosteniendo su plena vigencia.
El objeto de estudio del psicoanálisis
No son las relaciones reales entre “cosas” lo que constituye el principio de delimitación de los diferentes campos científicos sino las relaciones conceptuales entre problemas.
Max Weber citado por Bourdieu (2008)
El complejo objeto de estudio del psicoanálisis, la sobre determinación inconsciente de la subjetividad humana, fue adquiriendo desde sus orígenes hasta la actualidad consistencia teórica dentro del campo de la práctica clínica psicoanalítica.
Sigmund Freud delimitó una serie articulada de referencias conceptuales que permiten inteligir, a partir del diálogo analítico, los avatares singulares que jalonan el devenir humano. Estos avatares condicionan destinos específicos con la carga conflictiva o trágica propia de la existencia que cada sujeto construye y transita.
El abordaje terapéutico de ese mundo de universos disímiles, singulares, requiere de la formalización de ciertas categorías comprensivas que permitan su captación y decodificación.
La hermenéutica freudiana es la resultante de un delicado proceso de elaboración teórica que permite operar terapéuticamente, en transferencia, sobre aquellos factores que dificultan la libre comunicación dentro del diálogo analítico.
Esta dificultad es reflejo de aquellos obstáculos que le impiden al sujeto en análisis acceder fácilmente a un apropiado conocimiento de sí mismo.
Parte consustancial de la labor psicoanalítica es aquella que le facilita a la dupla analizando<>analista operante en el ámbito terapéutico el encuentro con un sentido esperanzador, veraz que emerge de restos significantes de existencias previamente conflictivas, con matices trágicos o con vivencias de vacuidad o infelicidad.
Las herramientas técnicas psicoanalíticas alientan a escuchar con una atención flotante, desprejuiciada y a intervenir cuando se presume que dicha intervención expande el sentido preexistente más allá de cualquier clisé teórico.
La práctica psicoanalítica requiere del psicoanalista una predisposición especial para su realización: la de contener el malestar existencial de su analizado y la de ayudarlo a develar y transformar el sentido que sostiene a dicho malestar.
Dicha contención facilita el encuentro con esa otredad conflictiva que habita en aquel que se analiza. Este encuentro se consolida a través de un diálogo que inicialmente se asienta en terrenos que pueden parecer yermos y que, no obstante, florecen en función de la creatividad puesta en juego dentro de una tarea conjunta.
El diálogo psicoanalítico requiere de una base vincular en la que: a) el analizando discurra asociando libremente —lo que equivale a un hablar que tienda a liberarlo de prejuicios—; y necesita de b) un analista que escuche con atención flotante —lo que equivale a tolerar la incertidumbre frente a un sentido todavía no develado cuyo significado es esquivo—.
La hermenéutica singular de cada proceso psicoanalítico se construye siguiendo las pautas antedichas.
La evaluación conceptual de los sucesos acaecidos durante el proceso terapéutico, en ese necesario segundo tiempo de la reflexión teórica, adquiere sentido desde las bases comprensivas que aporta la metapsicología freudiana.
La terapéutica psicoanalítica busca ampliar los niveles de conciencia preexistentes en el analizando. La concepción psicoanalítica que la sostiene opera como un ariete reflexivo que, sin concesiones, descentra al sujeto en análisis de aquellas convicciones e ideales que perturban su crecimiento.
Esta perspectiva se diferencia tanto del ethos social de la denominada posmodernidad —con su tendencia a desestimar criterios éticos en los procesos de integración subjetiva— como de los condicionamientos metodológico<>ideológicos propios del pensamiento positivista, consolidado a partir de la segunda revolución industrial (Comte, 1840). Este pensamiento cuestiona toda práctica que se aparte de los cánones propios de las disciplinas físico/matemáticas que son los que convalidarían a la actividad científica en su conjunto.
Dentro de cierta corriente positivista, en la actualidad, se ha definido a los aportes freudianos vinculados al funcionamiento mental como anti científicos y oscurantistas por no seguir los cánones del denominado método científico 2.
2 Mario Bunge, epistemólogo y filósofo argentino, exponente de un pensamiento de tipo materialista<>positivista, desestima el psicoanálisis freudiano por considerarlo no científico. Lo define como una superchería que no cumple con los postulados metodológicos propios de la ciencia.
Jacques Derrida, epistemólogo y filósofo francés, valora significativamente el método freudiano. Lo considera el fundamento de su propia perspectiva deconstructivista<> hermenéutica desde la cual repiensa la complejidad de la condición humana desde referentes epistémicos renovados.
Pierre Bourdie, etnógrafo y sociólogo, desde la corriente sociológica “reflexiva” de la que es mentor, plantea una postura en la que incluye en su concepto de habitus la necesidad de indagar sobre las consecuencias promovidas por los condicionamientos inconsciente que subyacen a las diversas prácticas sociales. Reflexiona sobre el nivel de violencia subyacente a los diversos campos sociales ligado a la lucha condicionada por el usufructo del capital simbólico acumulado en cada uno de estos campos.
El filósofo francés Alain Badiou considera al psicoanálisis como uno de los dispositivos de producción de verdad junto a aquellos otros (el amor, la política, las artes) que operan en los diversos terrenos donde el sujeto se manifiesta creativamente. Este autor reelabora el concepto de verdad desde una perspectiva dinámica a partir de los dispositivos de producción mencionados. La verdad, desde ese vértice, deja de ser una esencia inmutable y emerge como un acontecimiento que sostiene el crecimiento humano debido a la expansión que promueve en el sentido común preexistente. Esta perspectiva arraiga en la concepción platónica de la verdad.
Sigmund Freud estableció en el decurso de su investigación clínica diversos modelos con los que fue metódicamente conceptualizando los avatares de su actividad terapéutica. La preconcepción que lo sostiene a lo largo de toda su tarea investigadora es aquella que considera a la mente humana con una capacidad innata de construir un reservorio de memoria que se amplía e integra con el devenir existencial. En ese proceso se va delimitando un sector significante dentro de ese registro que no tiene acceso directo a la conciencia. Esta perspectiva incluye al psicoanálisis dentro de las denominadas ciencias históricas.
La historicidad<>temporalidad de la vida cotidiana es la que, en los inicios, le va confiriendo entidad, identidad, sentido al infante a partir de las complejas funciones ejercidas por la parentalidad, cualesquiera sean las formas históricas que ésta adquiera. La cría humana requiere para su desarrollo de un contexto humano que la contenga (hetero parental, homo parental o bien tributario de una parentalidad comunitaria sobre la base funcional de una dimensión familiar ampliada).
Dichas funciones se encarnan en los vínculos primarios, aquellos que invisten en los inicios la vida emocional del infante. Estos vínculos, en su devenir, son los que al decir de Freud instauran en el sujeto el régimen psicosexual que condiciona el desarrollo subjetivo a través de sus dos vertientes: la desiderativa y la narcisista.
El imprinting desiderativo es promovido por la presencia aquiescente de aquel objeto que le augura al infante, con su propia actitud deseante (Lacan, Laplanche, Aulagnier), alcanzar algún nivel de realización posible a la búsqueda desiderativa que en él se despierta.
Esta disposición del objeto construye una escena emocional que habilita la operatoria del principio de placer<>displacer en la mente infantil.
La paulatina modulación vincular de este principio permite, en paralelo, dar cierto cause a la corriente desiderativa del infante lo que facilita que lo consensual se vaya instalando en la mente infantil en función de una realidad emocional compartida.
La modulación del principio de placer<>displacer en la mente infantil es siempre resultado de la interacción vincular. El contexto familiar es el que le aporta sentido, quién orienta las posibilidades de disfrute sobre la base del código significante que opera dentro de ese contexto particular.
Este tipo de influjo determina que, tanto la realidad consensual resultante como el “principio de realidad” que la sostiene sean siempre, en alguna medida, parciales y prejuiciosos.
Por ello siempre es posible una tarea reflexiva sobre lo ya establecido que agregue un plus de sentido al sentido inicialmente presente, en particular cuando dicho sentido ejerce un efecto perturbador en un sujeto en el que predomina el displacer.
La corriente libidinal narcisista, a su vez, va aportando al yo del infante una referencia existencial propia en la medida que va delimitando la mismidad del sujeto (procesos identificatorios mediante que condicionan psicosexualmente modos de ser desde una impronta inconsciente).
Las sucesivas transformaciones del narcisismo originario contribuyen a ordenar el régimen psicosexual y le permiten al sujeto alcanzar una identidad básica que opere psíquicamente como un bastión inicial para la autoafirmación.
El logro de que una perspectiva ética incida en la regulación de las conductas y la autoestima requiere de una nueva transformación de los representantes de la corriente libidinal narcisista.
Este nuevo estado subjetivo se alcanza en el momento en que la elaboración edípica instala los referentes representacionales del Ideal del Yo/Super Yo en la estructura.
La teoría del Complejo de Edipo freudiana, complementada con los aportes introducidos por Klein y Lacan, se asienta en una concepción vincular<>intersubjetiva de la construcción de la realidad psíquica en su intersección con la otredad.
La necesaria intrincación de las corrientes libidinales desiderativa y narcisista promovida por el Edipo delimita estructuralmente en el psiquismo una compleja base tópicamente inconsciente. El complejo representacional resultante se encarna en el corazón de las fantasías inconscientes<>fantasma que surgen en el devenir subjetivo singular. (Los términos antedichos surgen de teorizaciones, a mi entender, suplementarias provenientes de las escuelas inglesa y francesa respectivamente).
En el inconsciente estructural, una vez establecido, no sólo impera la lógica del todo o nada como sucede en los inicios de su desarrollo.
Las sucesivas transformaciones de esta tópica incorporan en su dinámica la contraposición de dimensiones disímiles en la comprensión de la realidad. Estas transformaciones cotejan al Yo con su Ideal a la par que lo enfrentan con sectores escindidos dentro del propio yo que, Represión Primaria y Desmentida mediante, operan con lógicas diferenciadas a la que, oficialmente, lo integra a la realidad consensual.
Esta dimensión conflictiva, propia de la existencia humana, alcanza nuevos ribetes a partir de la segunda tópica.
En este nuevo modelo tópico el conflicto no sólo abarca a lo intrapsíquico, escindido horizontal y verticalmente, sino que incluye también a aquellos vínculos conflictivos que se establecen con la realidad consensual por el predominio en el psiquismo de formas idiosincráticas en la simbolización de lo real.
Las apropiadas transformaciones de la capacidad comprensiva invisten al pensamiento con diversos ropajes lógicos que dan lugar a la operatoria de una conciencia reflexiva.
La conciencia inicial no discierne, siente. En los tiempos originarios lo afectivo es la brújula incierta de un devenir condicionado por la cosa. La cosa se inscribe impregnada de afecto y opera —sin la presencia de una conciencia en sí, reflexiva— desde el afecto que la afecta.
Los vínculos primarios son los que modulan paulatinamente este tipo de afección (Freud, Klein, Bion, Winnicott).
En los orígenes del psiquismo el afecto es el representante de la pulsión más consustanciado, como dice Freud, con la tendencia a la descarga.
Su arquetipo tiene doble faz: angustia automática<>pasaje al acto.
Los vínculos primarios, al generar acciones específicas que atenúan la tensión pulsional, aportan nuevos engramas de memoria que transforman a la estructura confiriéndole una mayor capacidad de ligadura y la habilitan, paulatinamente, a la reflexión consciente.
Esta capacidad integradora de los vínculos primarios depende, en la última y definitiva perspectiva freudiana sobre lo pulsional, del Eros. Esta tendencia amorosa promueve cambios que reordenan al Topos Inconsciente confiriéndole una mayor flexibilidad creativa desde una consciencia en sí y para sí si seguimos la perspectiva hegeliano<>freudiana.
El afecto modulado desde el Eros adquiere una tonalidad reminiscente que alienta una expectativa esperanzadora.
Los vínculos primarios también pueden promover improntas traumáticas. Si los mismos carecen de capacidad de reverie (Bion), de modulación de lo disruptivo, la tensión inicial se potencia y la dimensión tanática es la que va imperar en la escena de lo psíquico. En ese terreno la cosa impregnada de un afecto no modulado potencia imperativamente la tendencia a la descarga. Esta impronta influye disruptivamente desde las entretelas del inconsciente fantasmático promoviendo un malestar que atenta contra la cohesión de la propia estructura.
Estas nuevas categorías metapsicológicas que sostienen el concepto de “topos inconsciente” incrementa la capacidad heurística del psicoanálisis al nutrirla de una nueva perspectiva sobre lo pulsional (la del “Más allá del principio del placer”).
Esta perspectiva instaura la doble dimensión de lo erótico y de lo tanático en el funcionamiento psíquico.
El nuevo maridaje económico<> estructural permite inteligir más profundamente los diferentes aspectos propios de la vida emocional de un sujeto en la cual la pulsión es modulada desde una vincularidad introyectada con matices contradictorios, tensada entre lo erótico y lo tanático. Esta intrincación potencia la comprensión psicoanalítica acerca de la condición humana: sus ambivalencias, sus dobleces, la dimensión de lo absurdo propia del devenir existencial de nuestra especie.
Lo previamente desarrollado permite entender por qué la formulación freudiana del Inconsciente Tópico hace que la subjetividad del sujeto psicoanalítico requiera para su aprehensión y su abordaje terapéutico de categorías que exceden lo manifiesto de la presencia clínica.
Requieren de una dimensión meta.
De un meta análisis.
De una meta psicología.
A partir de Freud la explicación psicológica se asienta necesariamente sobre una base epistémica metapsicológica que tiene al Inconsciente Tópico —reservorio de una memoria vivencial subjetiva consolidada libidinalmente— como una referencia imprescindible.
Como anticipamos en la introducción: la Meta psicología permite categorizar al objeto del psicoanálisis: el Sujeto del Inconsciente 3.
3 Janine Puget, en el Cap. V de su libro Subjetivación discontinua y psicoanálisis. Incertidumbres y certezas, subraya el valor que la metapsicología freudiana posee para dar cuenta del campo intra subjetivo<>intrapsíquico. En ese mismo capítulo propone como tarea crear una meta psicología de lo inter subjetivo. (Intra, inter y trans subjetivo: terminología aportada al psicoanálisis por la dupla Puget-Berenstein)
Tarea fascinante que, a mi entender, implica como punto de partida reconocer los sentidos que la metapsicología clásica freudiana aporta sobre el campo de la intersubjetividad.
Isidoro Berenstein define el campo inter subjetivo como aquel espacio conceptual que incluye como objeto la interacción vincular entre dos yoes deseantes.
La sombra teórica que cae sobre la antedicha delimitación es aquella que abarca a la dimensión económico<> pulsional que subyace al deseo freudiano; deseo que, como Berenstein señala, circula en el concierto significante de lo vincular intersubjetivo. Si incluimos esta perspectiva la estructura que conforma al Topos Inconsciente Vincular estaría atravesada por baluartes narcisistas (Baranger) y por movimientos desiderativos, (Freud), que establecen, sobre una base pulsional significada una compleja dinámica de sentidos. Estos sentidos trascienden las fronteras intra psíquicas, hacen vínculo y, desde lo vincular, inciden sobre los fantasmas constituyentes de cada uno, como afirma Berenstein, de los Yoes deseantes involucrados en la dinámica intersubjetiva establecida.
Metapsicología
El modelo teórico es inseparablemente construcción y ruptura, ya que fue preciso romper con las semejanzas fenoménicas para construir las analogías profundas, y porque la ruptura con las relaciones aparentes supone la construcción de nuevas relaciones entre las apariencias.
Pierre Bourdieu
La metapsicología freudiana está sostenida por tres vértices interrelacionados: el económico, el dinámico y el estructural.
Según Freud esta insoslayable intrincación es la que permite arribar a una apropiada comprensión psicoanalítica de la complejidad del funcionamiento mental.
A continuación voy a destacar sólo algunos aspectos relacionados con cada uno de estos factores que permiten, en su conjunción, categorizaciones de índole metapsicológica que definen el objeto de estudio psicoanalítico.
Lo económico: El vértice económico en Freud permite dar cuenta, entre otras de sus consecuencias teóricas, de la raíz biológica de todo comportamiento humano.
Esta perspectiva se expresa en la definición misma de pulsión: concepto límite entre lo anímico y lo somático. El desarrollo subjetivo, cuando es apropiado, transforma la energía vital, de raigambre biológica, en energía libidinal, de cuño netamente psicológico.
La energía libidinal liga la experiencia, la fija en lo psíquico a través de diversos engramas representacionales que inscriben placenteramente lo pulsional<>vivencial dando lugar a lo mental.
Si este proceso transformacional falla puede producir, entre otros, una serie de manifestaciones relacionadas con los fenómenos psicosomáticos.
El cuerpo padece a consecuencia de un déficit en la capacidad de simbolización alcanzada lo que perturba la integración placentera de un soma que, al no estar significado, ve alteradas sus capacidades metabólicas básicas.
Si el proceso transformacional es exitoso la capacidad de simbolización se expande y amplia las fronteras de lo mental desde lo cultural sobre la base de un cuerpo integrado libidinamente.
Nuestra especie ha incorporado entre sus recursos operativos un complejo código de lenguaje por el que es capaz de acopiar y procesar diversas adquisiciones culturales que van jalonando la historia de la humanidad.
Lenguaje y cultura: dos referentes básicos en la concepción meta psicológica freudiana intrínsecamente articulados con los referentes pulsional y vincular.
El ingreso al mundo de la cultura, al uso pleno de los recursos simbólicos, habilita un reposicionamiento creativo y gozoso en comunidad.
No obstante, los hechos históricos que jalonan el devenir de la humanidad muestran tendencias contrapuestas: movimientos que tiende a la integración y a la expansión y otros que tienden a la destrucción de la especie misma.
El punto de vista económico de la metapsicología freudiana asentado en lo erótico abarca dos dimensiones diferenciadas e interrelacionadas entre sí: una de ellas describe los procesos de ligadura libidinal que conforman la mismidad del sujeto; la otra reflexiona sobre los procesos libidinales que cimentan la construcción del sujeto como ser social.
Ambas dimensiones eróticas son de raigambre histórica. La primera preside un proceso que establece lazos libidinales desiderativo narcisistas fundantes de un psiquismo que busca afianzarse en su singularidad y su autonomía. La segunda, en la medida que el proceso anterior se consolida, establece lazos libidinales con un entorno que opera a partir de las características<>regímenes/antropológico<>sociológicas que la definen. La inserción social del sujeto es un proceso complejo poblado de incertidumbres.
El primer estadio se desarrolla en un escenario predominantemente diádico; el segundo es claramente tributario de una terceridad que opera simbólicamente.
En ambos estadios los resultados logrados dependen de como operan las funciones ordenadoras dentro del tipo de vincularidad establecida.
La pulsión se liga de acuerdo a como se estableció el juego significante dentro de las relaciones instituidas.
En los inicios es el entramado familiar el que genera la libidinización del infante, tanto desiderativa como narcisista. Las funciones parentales orientan el deseo de su cría y brindan modelos identificatorios permitiéndole a la pulsión encontrar un cauce para su realización psíquica. Esta dinámica posibilita una consolidación subjetiva placentera cuando el contexto de frustración desiderativa que establece es óptimo.
No obstante, si lo que predomina en esa etapa del desarrollo infantil<>puberal dentro de los vínculos primarios es traumático, ya sea por déficit o por exceso, las consecuencias tópicas inconscientes resultantes tendrán un matiz adverso, perturbador para el destino existencial subjetivo.
El contexto socio-cultural, a su vez, podrá incidir sobre los resultados de los procesos de sublimación<>estabilización subjetiva alcanzados en la etapa de desarrollo psicosexual infantil afianzando los logros iniciales o bien incluyendo factores perturbadores<>hostiles que perturben la realización existencial adulta. La terceridad puede encarnarse socialmente en leyes despóticas aniquilantes de la subjetividad.
Las diversas influencias negativas, tanto la de los factores adscriptos a la crianza como la de aquellas promovidas por los avatares socio culturales, determinan que la subjetividad pueda estar condicionada en su realización por factores que obstaculizan el desarrollo de una mismidad armónica, equilibrada y creativa o bien por aquellos que, en la adultez, perturban la estabilidad subjetiva alcanzada y tienden a la forclusión subjetiva.
Como afirma Freud son diversos los amos que hostigan al yo<>sujeto; son diversas las fuentes de su sufrimiento.
La energía psíquica que subyace a estos condicionamientos es, como ya dijimos, la libidinal; energía que expresa psíquicamente a la pulsión a través de sus representantes: afectos<>representación cosa<>representación palabra<>representación objetal; esta última con sus diferentes niveles de integración y complejización (Integración de una imagen de sí y de los diversos otros que conforman su constelación afectiva).
Una buena integración permite una apropiada investidura del sí mismo (el sujeto se toma como un objeto preciado, merecedor de estima, de auto estima, resultado de una corriente afectiva cohesionante) y una apropiada investidura del objeto (al que se desea y se ama, con pasión y/o con ternura y que es, simultáneamente, tributario de otras corrientes afectivas como el respeto, la admiración, la compasión, la curiosidad, la empatía…).
Esta correspondencia virtuosa establecida desde una base pulsional<>libidinal pródiga es, desde la perspectiva freudiana, tributaria del Eros.
La condición humana expresa también series de conductas que amenazan a la subsistencia subjetiva.
El brote esquizofrénico revela una estructura psíquica con una escasa capacidad de integración por lo cual, ante ciertos estímulos imposibles de significar, se fragmenta y revela a la experiencia de lo siniestro como una amenaza que anticipa la muerte psíquica.
El mecanismo de la identificación proyectiva (Klein, Bion) puede, en diversas circunstancias imaginarias, operar en salvaguarda de la propia mismidad a costa de la integridad psíquica o física del semejante. La expulsión proyectiva de lo inasimilable está en la base de la construcción del ethos social; es el sostén de ideologías en las que diversas formas de violencia se ejercen sobre sectores de la comunidad a los que se priva de derechos básicos. La subsistencia queda enmarcada dentro de una polaridad tanática: supremacía<>sobrevivencia.
Vale aclarar que el enamoramiento y la empatía, estados emocionales que también se sostienen por mecanismos proyectivos, son manifestaciones donde el Eros integra mancomunadamente a las subjetividades vinculadas.
Estos distintos avatares señalan la ineludible articulación de lo pulsional —sostén del vértice económico de lo metapsicológico— con el estructural, ya que la estructura es la que aporta la base significante para que la subjetividad adquiera sentido o bien la que, por padecer de una distorsión en su capacidad de significación, impele a la subjetividad a transitar derroteros particularmente escabrosos.
Lo estructural y lo dinámico: A lo largo del desarrollo del apartado anterior fui incluyendo la referencia a los diferentes modelos estructurales freudianos que transforman la impronta pulsional a lo largo del devenir de la consolidación subjetiva.
-Primer modelo tópico: en este modelo el topos inconsciente va modificándose en su base representacional a lo largo de sucesivas transformaciones que no anulan la atemporalidad que lo define.
El valor que el código de lenguaje asume, en la concepción freudiana, merece en su teorización, un espacio tópico propio, el preconsciente. Este topos representa el contacto con la realidad desde una lógica que delimite las diferencias propias del mundo contextual que el sujeto tiene que aprender a reconocer a lo largo de su devenir existencial.
En la dinámica propia del primer modelo tópico ambos espacios pueden entrar en una sinergia que permita algún nivel de realización al movimiento desiderativo arcaico o bien ser fuente de conflicto por ausencia de una apropiada conjunción de los procesos relacionados con la psicosexualidad y aquellos que determinan la inclusión social del sujeto.
-Narcisismo: La introducción del narcisismo, a mi entender, plantea un nuevo modelo en la intelección de la psicosexualidad ya que esta corriente es la que origina el sentimiento de mismidad a partir de engramas inconscientes que condicionan destinos subjetivos a partir de modos de ser estereotipados.
Narcisismo y deseo son dos polos que pueden expresarse sinérgica o conflictivamente en el contexto de una subjetividad atravesada por una psicosexualidad que libidiniza tanto al sujeto como a los objetos, polaridad en la que Tánatos muchas veces hace sentir su impronta.
Esta duplicidad gesta dinámicas complejas en su comprensión y fascinantes en su capacidad heurística en la disyunción<>conjunción narcisismo<>socialismo (Bion).
-Segundo modelo tópico: la delimitación de tres instancias psíquicas complejiza la tópica inconsciente<>preconsciente facilitando la comprensión de distintos niveles de conflictividad. El Complejo de Edipo adquiere un protagonismo central en el reordenamiento de la dinámica subjetiva. La capacidad de la conciencia de captar las cualidades psíquicas queda adscripta a una ética superyoica que puede tener niveles de fijación inconsciente abrumadores o pródigos, condicionados por la dicotomía Eros<>Tánatos.
Estos diversos modelos se complementan y dan cuenta de la complejidad del mundo psíquico tanto en su potencialidad creativa cuanto en su tendencia destructiva.
Me interesa hacer referencia, dentro del devenir de la teorización psicoanalítica, a dos modelos introducidos por autores post freudianos que amplían la perspectiva vincular de acuerdo al tipo de relación que el sujeto establece con la realidad.
Ambas perspectivas, a mi entender, se complementan y son tributarias de la concepción freudiana sobre la realidad.
La concepción freudiana de la realidad la ubica como un producto transaccional resultante de la interacción de una serie de influencias moduladoras provenientes del mundo exterior con el conjunto de aquellos deseos de cuño narcisista, atravesados por Eros y Tánatos, que pueblan el Topos Inconsciente.
En la formulación winnicottiana la realidad va cobrando forma a partir de la interacción activa del infante con el medio exterior. Esta interacción es experimental y va dando forma a lo que este autor denomina el espacio transicional, reflejo momentáneo de un estado dinámico, interno<>externo, en continua evolución. No sólo el niño habita en ese espacio. También lo hace el adulto. El difícil problema a resolver que se le plantea al sujeto es el tener que aceptar que la realidad no es otra cosa que creencias que dan cuenta de ciertos aspectos de lo real de un modo plausible. Los adultos, en muchas circunstancias, somos personas de fe a las que nos cuesta relativizar nuestras creencias, en particular si somos poco creativos o si hemos sido adoctrinados.
En la formulación lacaniana la realidad se construye en un anudamiento que enlaza a un Real incognoscible en sí mismo a los registros representacionales que proveen aquellas capacidades humanas relacionadas con lo Imaginario y lo Simbólico. Lo Real sólo se aprecia indirecta, parcialmente. Es un término que alude a “eso<>ello” incognocible que subyace a las Escrituras. Este registro, para su delimitación, requiere necesariamente de una imaginación que compense el irremediable déficit simbólico que acompaña a toda existencia.
La apropiada conjunción de estos registros se apuntala en y apuntala a la capacidad subjetiva creativa, capacidad esquiva, siempre renovable en su fugacidad.
En la perspectiva lacaneana, siguiendo a Freud, lo interno y lo externo tiene una continuidad cuyos límites son inciertos (lo grafica a través de la banda de Moebius). La realidad humana transita estos espacios sin solución de continuidad; la identificación, la identidad, por lo tanto, siempre incluyen una dimensión proyectiva.
Lacan y Winnicott son dos autores creativos. Tienen la fortuna de haber leído a Freud y, sin renegar de él, aprender de él y, a partir de él, emprender su propio camino.
Hay muchos autores creativos dentro del mundo psi. Bion es otro cofrade de la misma grey.
Dichos autores toman a lo vincular como matriz de su pensamiento y todos ellos incluyen también a lo pulsional como referencia. Winnicott, en Realidad y Juego, se refiere a la pulsión como aquello que amenaza al Verdadero Self, a la integración del Sujeto, al Sujeto integrado.
Freud, Winnicott, Lacan y Bion son criaturas que no pertenecen a una época determinada.
Son universales. Sus pensamientos dan origen, en quienes los transitan, a renovados modos de pensar.
Algo similar ocurre con Newton y Einstein; con Beethoven, Piazzola y Lennon, con Shakespeare, Joyce y Borges, con Platón, Kant, Schleiermacher y Marx.
Siguen siendo contemporáneos en función de la atemporalidad que cobija sus creaciones; creaciones éstas que siguen impregnando nuestros pensamientos y nuestra capacidad de goce.
A pesar de ello, en algún momento, cualquier componente de nuestro acervo cultural puede velarse o apagarse de acuerdo a como Eros y Tánatos vayan definiendo su eterna partida. En cada uno de nosotros y en las instituciones que nos albergan.
El círculo metódico no es un círculo lógico: el progreso de la teoría del objeto trae aparejado un progreso del método cuya aplicación adecuada exige un refinamiento de la teoría que es la única capaz de controlar la aplicación del método y de explicar en qué y por qué el método tiene éxito.
Pierre Bourdieu
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Resumen: Este trabajo propone una reflexión sobre la capacidad heurística que posee la metapsicología freudiana en su función de dar consistencia teórica a la práctica psicoanalítica actual. Esta perspectiva se contrapone a la de ciertas corrientes de pensamiento que, dentro de nuestra disciplina, cuestionan la validez de la conceptualización freudiana y plantean, como paradigma alternativo, el de la vincularidad, paradigma supuestamente ausente en el psicoanálisis tradicional. El presente texto sigue el derrotero metapsicológico freudiano el que, en su desarrollo, construye una original perspectiva de lo relacional a la par que delimita como objeto de estudio propio de la teoría psicoanalítica la sobredeterminación tópica inconsciente de la subjetividad humana.
Descriptores: Inconsciente Tópico, Metapsicología, Psicosexualidad, Subjetividad, Vincularidad.
Subjetividade e metapsicología. Apontamentos epistêmicos
Resumo: Este trabalho propõe uma reflexão sobre a capacidade heurística que oferece a metapsicologia freudiana na sua função de dar consistência teórica à prática terapêutica psicanalítica atual.
Esta perspectiva se contrapõe com a de certas correntes de pensamento que, dentro de nossa disciplina, questionam a vigência da conceitualização freudiana e propõem, como paradigma alternativo, o da vincularidade supostamente ausente na psicanálise tradicional.
O presente texto segue o roteiro conceitual metapsicológico freudiano que, em seu desenvolvimento, delimita uma original perspectiva do relacional ao passo que consolida como o objeto de estudo próprio da psicanálise a sobredeterminação tópica inconsciente da subjetividade humana.
Descritores: Inconsciente tópico, Metapsicologia, Psicossexualidade, Subjetividade, Vincularidade.
Subjectivity and metapsychology. Epistemic notes
Summary: This work proposes a reflection on the heuristic capacity that Freudian metapsychology provides in its function of giving theoretical consistency to the current practice of psychoanalytic therapy. This perspective is opposed to that of certain currents of thought that, within our discipline, question the validity of the Freudian conceptualization and propose, as an alternative paradigm, that of linkage, supposedly absent in traditional psychoanalysis. This text follows the Freudian metapsychological conceptual path which, in its development, delimits an original relational perspective while consolidating the unconscious topical overdetermination of human subjectivity as the object of study proper to psychoanalysis.
Descriptors: Topical unconscious, Metapsychology, Psychosexuality, Subjectivity, Bonding.
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