2023: Lo Materno - Vol XLV nº 1

Luis Fernando Alcántara: Miembro titular de la Sociedad Psicoanalítica de México (SPM) y miembro adherente de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA). Profesor y supervisor en el Instituto de la SPM. Psicoanalista de niños, adolescentes y adultos en Ciudad de México y en línea.

 Resumen: Este trabajo reflexiona acerca de la guerra en Ucrania (2022) y el significado que dicho conflicto bélico tiene en la práctica psicoanalítica. A partir de las ideas de cercanía y distancia, se pregunta acerca de los efectos de la barbarie en la clínica y sobre la posibilidad de figurabilidad del terror. Finalmente, se intenta pensar psicoanalíticamente la idea de reparación y esperanza, mientras se señala la manera en que la interpretación psicoanalítica y, sobre todo, la escucha, pueden constituir un intento de alivio frente a los horrores de las guerras y la destructividad, sean interiores o externas.

Descriptores: Guerra, Figurabilidad, Terror Sin Nombre, Esperanza.

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Ucrania, hoy

En este momento está sucediendo una guerra en Europa1.

Esta afirmación, muchas veces repetida en estos meses, no debería dejar de sorprendernos. Seguramente habría quien, ya desde este momento, nos increparía. Nos diría que hay un sinfín de guerras con distintas características e intensidades sucediendo en muchos lugares y que, como diría Walter Benjamin, el enemigo no ha dejado de vencer2. Tendría razón: a pesar de la ilusión y el optimismo modernos, podemos constatar que aquello que convierte al hombre en su propio asesino, parece ser una invariante3 de nuestra “civilización”. Sin embargo, me parece que estamos nosotros, los de esta generación pandémica, frente a un horror que, al ser siempre el mismo, nos interpela con toda la novedad diabólica del primer vistazo que echamos a la barbarie. Ver de frente al peligro es siempre una experiencia nueva, aun si se repite continuamente.

Otro interlocutor aún más quisquilloso nos podría decir que aquí mismo, en México, suceden cosas comparables o, incluso, peores; que no hace falta irnos casi hasta el otro lado del mundo para encontrar causas que defender y crímenes que denunciar: Ayotzinapa, Tlatlaya, San José de Gracia, Ciudad Juárez… sólo por nombrar unos cuantos. En esto, tristemente, también tendría razón. Digámoslo entonces con claridad: todo asesinato, toda violación, toda desaparición, es igualmente dolorosa, lamentable y condenable. Y, sin embargo, hay nodos de violencia, focos de destrucción y momentos puntuales de trasgresión donde se nos presenta una nueva oportunidad para condenar, quizás con más sentido de urgencia, lo que es más familiar, honesto y monstruoso de la violencia, es decir, que amenaza con aparecer (o se resiste a desaparecer) por doquier.

La primera cuestión que es necesario considerar con toda honestidad es, por lo tanto, la siguiente: ¿tiene sentido escribir un texto científico, psicoanalítico, acerca de la guerra en Ucrania? ¿Tiene algún alcance el gesto simbólico de solidarizarnos con nuestros hermanos que enfrentan esta tormenta? ¿El gesto de denuncia, tiene algún efecto? Leo en los diarios sobre la gran cantidad de extranjeros que han ido a Ucrania con la esperanza de armarse, uniformarse, y combatir hombro con hombro contra el ejército invasor, y me parece descabellado4 Por otro lado, simplemente compartir imágenes de condena en Facebook, o cualquier otro gesto parecido, me es tan cómodo y tan trivial que lo siento como una falta de respeto para la experiencia radical de las víctimas. Entre el mero lamento distante y frío, y el unirse al combate sangriento ¿hay algo que podamos hacer desde aquí? No me refiero (sólo) a un “aquí” geográfico, sino el “aquí” del lugar psicoanalítico que nos une y desde el cual estamos obligados a pensar este presente que nos interpela cada vez con más fuerza.

1. Esta frase, tristemente, es cierta dicha en casi cualquier momento y en relación con cualquier lugar. Si bien este trabajo está motivado a partir de la invasión a Ucrania por parte de la Federación Rusa en 2022, su alcance, pienso, es más amplio.
2. Benjamin (2007), p. 68.
3. En un sentido bioniano. Bion (1965), p. 183.
4. Y, con cierta distancia, podemos decir con tristeza que muchos de ellos han sido condenados a muerte una vez detenidos por los rusos y sus aliados. De Vega, Luis (2022, junio 9). Un tribunal del Este ocupado de Ucrania condena a muerte a dos combatientes británicos y un marroquí, El país. Recuperado de https://elpais.com/internacional/2022-06-09/un-tribunal-del-este-ocupado-de-ucrania-condena-a-muerte-a-dos-combatientes-britanicos-y-un-marroqui.html#?prm=copy_link

Al comenzar a escribir este texto, tenía todavía la esperanza, motivada por cierta ingenuidad, desinformación y optimismo, de que algún tipo de “civilidad” se mantendría. Quería imaginar un conflicto entre ejércitos. No negamos el valor de la vida de cada soldado, es imponderable. Sin embargo, cada vez queda más claro, aunque se trata de un suceso en curso, que continúa5 tanto en su ejecución como en su desvelamiento y comprensión, que lo que se ha instalado en Ucrania es un estado de excepción: es decir, la prohibición del asesinato, degradación y tortura de otros hombres ha quedado suspendida. Lo discutiré un poco más tarde, pero la sombra de Auschwitz comienza a asomarse siniestramente.

Frente a esto, nos situamos en una encrucijada. Podemos aventurar explicaciones y querer dar cuenta de las razones de esta tragedia. Podemos ir desde la psicología de Putin, tarea por lo demás inútil, hasta los intereses económicos inconfesables de uno u otro bloque geopolítico. Abundan las explicaciones que buscan dotar a las acciones de las que estamos hablando de cierta inteligibilidad, de cierto sentido.

5. El 28 de junio de 2022, al tiempo que revisaba la versión final de este texto, se conoció un ataque a un centro comercial, con decenas de muertos. Esto sólo por citar un ejemplo. Doncel Luis (2022, junio 27) El país, “Un ataque ruso a un centro comercial lleno de civiles deja al menos 18 muertos”. Recuperado de https://elpais.com/internacional/2022-06-27/zelenski-tras-un-ataque-ruso-a-un-centro-comercial-en-ucrania-el-numero-de-victimas-es-imposible-de-imaginar.html#?prm=copy_link

Sin embargo, mientras este tipo de intentos son muy útiles en otros contextos, nosotros, como psicoanalistas, sabemos que lo primero que tenemos que hacer frente al dolor es escucharlo. Sólo eso: escucharlo. Y muchas veces eso implica un radical compromiso con el no entender, con la capacidad negativa6, para dejar que las cosas se muestren tal cual son. Creo que nuestro entrenamiento nos prepara de manera extraordinaria para estar en contacto con la vida emocional, muchas veces dolorosa, de nuestros pacientes. Sabemos dejar que cobre forma, materia, que nos invada muchas veces y desde ahí comience el arduo trabajo del pensar compartido. Ahora bien, ¿podemos dejar que la guerra se nos muestre en el consultorio tal cual es? ¿Contamos con la capacidad de rêverie necesaria para soñar una guerra? No lo sé en relación con Ucrania, pero las guerras interiores de nuestros pacientes (y de nosotros mismos) son, a veces, igualmente violentas.

Volvámonos a preguntar: ¿qué está pasando en Ucrania? ¿Se trata de una guerra? ¿Es una invasión? ¿Es, acaso, una “operación militar especial de desnazificación”? Podríamos discutir sobre la nomenclatura y la tipología del conflicto, aunque no creo que como psicoanalistas podamos decir nada de utilidad sobre esta clasificación mortífera. Justamente, nuestra mirada tiene más que ver con lo que no puede pasar por el lenguaje ordinario. Nos debemos hacer cargo de las maneras en que la “guerra” se mete al consultorio, a nuestras vidas y nuestra capacidad de simbolización: se las tiene que ver con este otro tipo de nada, de vacío. En vez de evacuar simplemente el dolor7 y maldecir a los rusos, por ejemplo, tratemos de sentirlo, de pensarlo, de darle forma y de permitirnos escuchar.

6. López-Corvo define la capacidad negativa como “un estado mental de tolerancia a la ignorancia, hacia el cual el analista debe esforzarse (…). [Es] la capacidad de tolerar o crear un espacio mental para la incertidumbre, el misterio y la duda”. Rafael E. López-Corvo. Diccionario de la obra de Wilfred R. Bion. Buenos Aires: Biebel, 2018, p. 72.
7. La evacuación del dolor que tendría como principal mecanismo la identificación proyectiva masiva, en clave kleiniana. Carlos Moguillansky. (2016) El dolor y sus defensas. Una aproximación a la elaboración del dolor. Buenos Aires: Letra Viva, p. 173.

Cercanía y distancia

En algunas de las últimas sesiones que he tenido, y que me han llevado a estas reflexiones, se ha hecho presente la guerra. No es como en el inicio de la pandemia, hace dos años, donde lo que nos parecía dificilísimo era la cercanía, la simultaneidad de la experiencia: prácticamente los mismos efectos y ansiedades de la situación se repetían incesantemente. Cada sesión era idéntica a la anterior y saturaba muchas veces nuestra capacidad de ver que nuestra propia experiencia era, en sí, traumática. En esta situación, en cambio, he visto que la guerra ha aparecido en nuestra consulta (y en nuestra vida) bajo el signo de una distancia que tranquiliza, pero desconecta.

Hablaré un poco sobre mi experiencia. Durante varias sesiones, los manifestantes gritaban “¡Ucrania! ¡Ucrania!” a todo pulmón en la ventana del cuarto donde trabajo aún algunas veces desde casa. A mis pacientes, casi sin pensar, les aclaraba la situación: vivo junto a la embajada Rusa, y por ello hay manifestaciones afuera de mi casa. Se los digo para que no vayan a pensar, ellos o yo, que la guerra está más cerca. Ahí noto, por primera vez, el alivio de la distancia.

En otra sesión, no logro escuchar a un paciente por los ruidos tan fuertes del lugar donde se encuentra: camiones, cláxones y sonidos urbanos que me hacen pensar en un bombardeo. Y digo, muy desafortunadamente, con un pésimo chiste que revela más de mis ansiedades que otra cosa: hasta parece que estuvieras en Ucrania. Parece que, es lo importante. Pero claramente no está. Otra vez, el alivio en la distancia. Por último, en esta serie de anécdotas, que son mis intentos por figurar, se asoma el infierno mismo. Una tía muy querida le dedica un artículo a mi hija y a mi sobrina, las dos del mismo nombre propio, en el Reforma: “Para mis dos Ineses. Que nunca tengan que refugiarse en sótanos para protegerse de la violencia como las niñas ucranianas de hoy”8. Lo leo y siento una ambivalencia brutal.

8. Isabel Turrent. (2022, febrero 27) “Los mitos de Putin” en Reforma. Recuperado de https://www.reforma.com/aplicacioneslibre/preacceso/articulo/default.aspx?__rval=1&urlredirect=https://www.reforma.com/los-mitos-de-putin-2022-02-27/op221991?utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_campaign=promocion_suscriptor&referer=–7d616165662f3a3a613b767a3a–

Me conmueve que tenga presente a mi hija y que la quiera; me enfurece, y lo digo con todo cariño, que me obligue a pensar en que mi hija pudiera estar ahí. Y, sin embargo, me alivia, pues la comparación sólo es posible bajo el supuesto de que no está ahí. Una vez más, los horrores de la guerra sólo vienen bajo la forma de la distancia, de la diferencia y de la relativa seguridad en la que nos encontramos.

Pienso, por lo pronto, que la distancia es una manera de dar forma también. Es un intento de figurabilidad del terror, de trazar los márgenes de la elaboración simbólica de la catástrofe. Es una distancia que incomoda: como no puedo pensar lo que ahí sucede, lo que viven las víctimas de esta agresión, pienso en la distancia, en lo impensable de su experiencia y es ahí donde encuentro un lugar desde el cual reflexionar. Es, de cierta manera, lo negativo como recurso de la figurabilidad, pensar lo otro de aquello que nos interpela, la distancia en vez de lo inmediato. Sobre la distancia y la figurabilidad psíquica volveré más adelante, sobre tod,o desde la perspectiva de los Botella9, una vez que tratemos de pensar la relación entre Auschwitz y Ucrania.

El terror-sin-nombre y el exceso de realidad

Para tratar de definir esta encrucijada, quiero recurrir a un escritor que nos lleva ventaja frente a este problema tan hondo que implica nuestra capacidad de escuchar la experiencia subjetiva radical del otro, sobre todo, cuando nos referimos a los escenarios de violencia, suspensión de la ley y barbarie. Se trata de Giorgio Agamben (2005) quien, en Lo que queda de Auschwitz10, uno de sus textos más célebres, hace referencia a un prisionero de los campos de concentración durante la segunda guerra mundial, Lewenthal, cuyo testimonio es conmovedor y que transcribo a continuación:

Quizá no hay nadie que haya expuesto con mayor inmediatez esa divergencia y esa desazón, como Salmen Lewenthal, un integrante del Sonderkommando, que confió su testimonio a algunas hojillas enterradas cerca del crematorio III, que salieron a la luz diecisiete años después de la liberación de Auschwitz: “Ningún ser humano puede imaginarse —escribe Lewenthal en su sencillo yiddish— los acontecimientos tan exactamente como se produjeron, y de hecho es inimaginable que nuestras experiencias puedan ser restituidas tan exactamente como ocurrieron… nosotros, un pequeño grupo de gente oscura que no dará demasiado de hacer a los historiadores”11.

9. César y Sara Botella (2003), La figurabilidad psíquica. Buenos Aires: Amorrortu.
10. Giorgio Agamben, (2005). Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo Sacer III. Valencia: Pre-textos, p. 188.
11. Ídem, p. 8.

De lo que nos habla nuestro autor es de la imposibilidad de comunicar las experiencias limítrofes del campo de concentración a quienes no las vivieron. No se trata, desde luego, de las habituales dificultades a la hora de expresar lo íntimo, con las que nos las vemos cotidianamente los psicoanalistas, aunque éstas no son menores. Según él, Auschwitz y los horrores de la guerra llevan consigo un exceso de realidad que impide su representación. En nuestra disciplina, es el terror-sin-nombre al que hace referencia Bion, en un sentido bastante kantiano12, y que se define en el diccionario de López-Corvo como “el sentimiento que experimenta el bebé cuando la madre no es capaz de mentalizar la información sensorial que ha recibido de su bebé o, en otras palabras, que la capacidad de rêverie maternal no existe»13. Si esto sucede, “el bebé siente que su temor de muerte es real, lo que hace que reintroyecte no un temor de morir, hecho tolerable, sino un terror sin nombre (…)»14.

12. En sentido kantiano porque parece hacer referencia a las ideas de lo monstruoso y lo grotesco, tal y como son expuestas en la tercera crítica. Immanuel Kant (1992), Crítica de la facultad de juzgar. Caracas: Monte Ávila, p. 487.
13. Rafael E. López-Corvo, (2018). Diccionario de la obra de Wilfred R. Bion. Buenos Aires: Biebel, p. 353. Además, es importante notar cómo, tanto López-Corvo como Grotstein, en distintos textos, argumentan que el origen de este concepto (junto con el de “cambio catastrófico” y “terror talámico”) tienen que ver con la experiencia del propio Bion durante la 1a Guerra Mundial.
14. Ídem.

Ahora bien, ¿a qué se refiere nuestro autor, Agamben, con el exceso de realidad?

Por una parte, en efecto, lo que tuvo lugar en los campos les parece a los supervivientes lo único verdadero, como tal, absolutamente inolvidable; por otra, esta verdad es, en la misma medida, inimaginable, es decir, irreductible a los elementos reales que la constituyen. Unos hechos tan reales que, en comparación con ellos, nada es igual de verdadero; una realidad tal que excede necesariamente sus elementos factuales: ésta es la aporía de Auschwitz15.

La aporía de Auschwitz. La aporía de Ucrania. ¿Esto qué significa? Nosotros, los psicoanalistas, estamos en una buena posición para entender a qué se refiere. Los Baranger lo dicen de una manera clara y contundente: “Se podría decir que todo acontecimiento dentro del campo analítico se vive según la categoría del ‘como sí’”16. Y, más adelante, “es esencial para el procedimiento analítico que toda cosa o todo acontecimiento en el campo sea al mismo tiempo otra cosa. Si se pierde esa ambigüedad esencial, desaparece también el análisis”17. Es decir, nosotros no podemos trabajar con lo real en tanto tal. Cuando el paciente dice “hace frío”, nos convendría más pensar que dice “soñé que hace frío”. Esta distancia de la realidad nos permite pensarla. La figurabilidad, según los Botella, por ejemplo, les da forma a los pensamientos, pero siempre es un falseamiento, pues niega y crea simultáneamente. Según Rousillon (2012), en este mismo sentido, lo real es doblemente tramitado antes de devenir un pensamiento útil18. Lo que quiero decir con estas citas es que nosotros, en nuestra práctica psicoanalítica cotidiana, necesitamos asumir que la realidad objetiva no está en juego cada que pensamos o interpretamos.

15. Giorgio Agamben (2005). Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo Sacer III. Valencia: Pre-textos, p. 9.
16. Madeleine y Willy Baranger. (1961) “La situación analítica como campo dinámico”. Revista Uruguaya de Psicoanálisis.
17. Ídem.
18. Rousillon (2012), “Symbolisation primaire et identité” nen Agonie, clivage et symbolisation. Paris: PUF, pp. 217-235.

En los testimonios de la guerra, diría Agamben, no sólo se trata de las dificultades de comunicar lo real-objetivo y lo real de la experiencia subjetiva, sino lo absolutamente real, lo cual nos coloca en una situación de doble amenaza: no necesitamos solo la distancia habitual y propia a todo pensamiento (el falseamiento o el doble que viene junto con la figurabilidad)19, sino que ese procedimiento mismo, el distanciamiento necesario para el pensar, resulta amenazado en sus procedimientos.

¿Es interpretable la guerra? ¿La podemos pensar? No, pero creo que la podemos escuchar, si nos atrevemos. ¿A qué nos referimos? Creo que ahora se ve con más claridad el asunto que atrás comenzábamos a delinear: lo que pienso como distancia es, en verdad, la cercanía. Lo que pienso como la inquietante distancia con Ucrania y sus víctimas es en realidad la radical cercanía con aquello que amenaza con destruirnos, que no son los misiles ni los tanques. En la primera parte de este ensayo afirmaba que esta experiencia de la guerra desde lejos es por mucho, supuestamente, distinta a la de la pandemia de COVID. Me corrijo: lo que parece dificilísimo, en este caso también, es la cercanía, la simultaneidad de la experiencia: prácticamente los mismos efectos y ansiedades de la situación se repiten incesantemente, se satura muchas veces nuestra capacidad de ver que nuestra propia experiencia es, en sí, traumática. La experiencia traumática que desde aquí se vive no tiene que ver necesariamente (aun si la hambruna y los problemas económicos comienzan a expandirse como un tsunami que amenaza con afectar la frágil economía de los países en vías de desarrollo) con ninguna destrucción material. Sí, en cambio, estamos presenciando la muerte de la ilusión de un siglo nuevo20. Los que está sucediendo en Ucrania nos pone enfrente, radicalmente, que el futuro es, por decir lo menos, escandaloso. Y frente al espanto de la pérdida de la ilusión no hay distancia que valga, solo hay cercanía.

19. César y Sara Botella. La figurabilidad psíquica. Buenos Aires: Amorrortu, 2003.
20. Y, si se permite un comentario de orden político, de una transición donde millones de mexicanos pusieron/pusimos nuestra esperanza e ilusión, sin que hasta ahora, tristemente, los muertos hayan dejado de aumentar.

Para dar paso a lo siguiente, quiero incluir una cita de las Tesis sobre la historia de Walter W. Benjamin, a quien ya mencionaba al inicio de este texto:

[…] Se sabe que a los judíos les estaba prohibido investigar el futuro. En cambio, la Thora y la plegaria los instruían en cuanto a la memoria. Esto los liberaba de la fascinación del futuro, al que sucumben aquellos que buscan información en los adivinos. A pesar de esto, el futuro no se convirtió para los judíos en un tiempo homogéneo y vacío. Porque en dicho futuro cada segundo era la pequeña puerta por la que podía entrar el Mesías.21

Quiero, pues, repetir una pregunta que planteaba al inicio y que nos volveremos a hacer al final del este texto: ¿tiene sentido hacer una reunión científica o escribir un texto psicoanalítico acerca de la guerra en Ucrania? ¿Tiene algún alcance el gesto simbólico de solidarizarnos con nuestros hermanos que enfrentan esta tormenta? ¿El gesto de denuncia, tiene algún efecto? Pienso que sí, en tanto nos permita dejar abierta esa puertecita de la que habla W. Benjamin, y que es la esperanza y la posibilidad de la redención. Ahora, trataremos de ir pensando qué puede significar la redención, frente al horror de la guerra, en clave psicoanalítica.

Distancia y desilusión

Cuando hablábamos de la distancia en la primera parte de este texto, inadvertidamente enfatizamos su aspecto territorial que, si bien es muy pertinente al hablar de conflictos armados y lógicas de seguridad o inseguridad físicas, es un aspecto insuficiente cuyas limitaciones surgen al darnos cuenta de la expansividad de la violencia. Me parece, entonces, que temenos que plantear la distancia en un sentido doble: por un lado, en sentido literal, como la distancia geográfica que puede librarse fácilmente con el desplazamiento; por otro lado, en un sentido metaforico, como la diferencia entre lo propio y lo ajeno, lo íntimo y lo extríseco. Como cuando nos referimos a la cercanía en la violencia en función de la percepción sobre su inquietante amenaza.

21. Benjamin, Conceptos de filosofía de la historia. La Plata: Derramar, 2007, p. 76.

No se trata, por lo tanto, de una cercanía que se mida en metros. Esto podríamos también plantearlo como la simultaneidad espacial y temporal de la experiencia: lo que sucede allá sucede acá, en un “allá” o “acá” que son siempre arbitrarios. Las fronteras del espacio y el tiempo propio son siempre contingentes. Cuando yo digo “aquí estoy seguro”, o “aquí es peligroso” me puedo referir a mi casa, a la Condesa, el país o el hemisferio, por solo poner un ejemplo. Es decir, no se trata (el “aquí” o el “ahí”) de términos absolutos con un significado fijo, sino que su valor semántico está dado, al menos en principio, por el contexto.

Además, hay otro acortamiento de la distancia que es importante considerar. Tenemos que pensar en la cercanía histórica, genealógica o temporal. No predominantemente espacial o geográfica. Esto significaría algo así como afirmar que lo que sucedió entonces sucede ahora; y que lo que sucederá en el futuro sucede también ahora. Así, ampliamos las coordenadas de la experiencia subjetiva, puesto que no es impensable plantear la posibilidad de que lo que yo sufro ahora proviene de todos los lugares, porque todos los lugares se representan en el interior de la psique y, en cada lugar que se ha dicho “aquí” se ha sembrado el germen de la violencia; y lo mismo podrá decirse de todos los tiempos, porque soy heredero y transmisor de todos los afectos, sentimientos y emociones. Es decir, como lo sabemos bien los psicoanalistas, las raíces de la subjetividad no están en un presente inmediato, sino que se extienden, en un sentido genético, más allá de la propia concepción biológica, hacia atrás y hacia adelante. Cuando tratamos de pensar en la guerra, me parece que esto es fundamental, porque la agresión y la violencia son invariantes.

Si bien entre México y Ucrania podemos trazar un sinfín de analogías y comparaciones, llega un punto donde nos damos cuenta de que se vuelven irrelevantes, porque de lo que estamos hablando es de la naturaleza humana22, de la omnipresencia de la agresión y la capacidad destructora. Como decía Levinas23, el rostro del otro que me suplica es el fundamento ontológico de toda ética. Pero que la súplica sea fundamental es interesante, porque apunta a la universalidad de la posibilidad del asesinato. Es decir, en cada mirada y en cada encuentro se juega la posibilidad de la violencia.

Reparación y esperanza

Si bien es cierto que el plantear la omnipresencia de la violencia parece tener un toque un tanto pesimista, no somos los primeros psicoanalistas en enfrentarnos a esto. En Freud mismo podemos ver una trayectoria de desilusión, mesianismo y esperanza. De acuerdo con Eli Zaretsky (2015)24, toda la reflexión social freudiana, sobre todo lo que tiene que ver con la relación entre ilustración y religión, es, en realidad, una reflexión profunda acerca del antisemitismo y el inicio de la guerra. No es casual, entonces, que tanto en el frente ilustrado como en el frente religioso se trate de revivir el fantasma del nacionalsocialismo (acusándose unos y otros de ser los verdaderos nazis).

Al final, nosotros, los psicoanalistas, sabemos que lo inconsciente es atemporal. ¿Realmente hemos asumido la radicalidad de esta postura? Me parece que normalmente actuamos con la esperanza de que, con una cierta inevitabilidad histórica, la experiencia de la realidad de los objetos alcance a tocar los rincones más profundos de lo inconsciente, y con ello actualizan sus contenidos o suavizan sus partes más afiladas y sanguinarias. Es decir, creo que muchos de nosotros ingenuamente pensamos que la experiencia de la segunda mitad del siglo XX, en su radicalidad, habría modificado esta propensión humana a la violencia. Sin embargo, creo que esto es una ilusión. Me parece que la pregunta es: ¿puede una experiencia, por más intensa que sea, remediar o reparar lo que durante siglos se ha fraguado?25

¿Pueden los siglos de discriminación borrarse con un simple gesto reparador? En lo consciente, quizás sería pasar del menosprecio al reconocimiento26. Sin embargo, ¿qué tan hondo efecto puede tener la experiencia presente frente a la acumulación histórica?

Creo que esto nos obliga a plantearnos cuáles son los límites de la reparación. Para tratar de entender estas experiencias abismales de reparación, me parecen buenos ejemplos los relatos de contacto con lo divino, las experiencias místicas. Si bien durante muchas décadas el psicoanálisis ha tenido una cierta renuencia a pensar con seriedad estas cuestiones27 más allá de los lugares comunes, creo que hay algo de utilidad en pensar esta relación. Cuando hablamos de la “reparación” mística, ¿es sólo una experiencia psicótica? Estas experiencias de transformación son interesantes porque son justamente la contraparte del trauma. En los dos casos se trata de un algo instantáneo que derrumba, en el caso del trauma, o repara, en el caso del encuentro místico.

22. Winnicott (1993), La naturaleza humana. Buenos Aires: Paidós, p. 270.
23. Emmanuel Levinas, (2016). La huella del otro. México: Taurus, p. 116.
24. Eli Zaretsky (2015), Political Freud. Nueva York: Columbia University Press, p. 228.
25. Pienso, por experiencia personal, en lo altamente significativo pero a la vez irrelevante, si se permite la paradoja, del monumento en memoria de los chuetas/judíos asesinados, quemados vivos, por la inquisición en Palma de Mallorca en el siglo XVII, recién instalado en 2018. Frente a siglos de discriminación, prejuicios y todo tipo de crímenes, una placa conmemorativa parece poca cosa.
26 En el sentido trabajado por Axel Honneth en un extraordinario artículo donde establece una relación entre su teoría crítica de la sociedad y las posturas de Winnicott. Axel Honneth. “The Work of Negativity A Psychoanalytical Revision of the Theory of Recognition” en Critical Horizons 7:1 (2006). Leiden.
27. Al respecto véase el excelente libro: Carlos Domínguez Morano (1992), Creer después de Freud. Madrid: San Pablo, 3a edición, 360 pp.

¿Cuál es la relación psicoanalítica, entonces, entre esperanza y reparación? Hay condiciones de posibilidad que hacen posible que una experiencia emocional sea reparadora. Eso, me parece, es lo que tendríamos que pensar. Y, en ese sentido plantearnos, frente a la guerra, la barbarie y sus horrores, cómo es posible lograr, si es el caso, una reparación lo suficientemente “grande”. Está claro que nuestra herramienta, que es la interpretación, es francamente modesta frente a esto. No podemos, sin embargo, abandonarla. Quizás la renuncia a la mística y a la esperanza religiosa de reparación en nuestra disciplina se deba a un asunto de proporción o dosificación. Frente a la “timidez” de la interpretación, tenemos la violencia de la experiencia. Me explico: en un sentido negativo tenemos el trauma, y en uno positivo, la mística. Se trata de sendas experiencias violentas donde lo que ocurre es una “penetración” en los tejidos de la subjetividad más o menos involuntaria, sea salvífica o disruptiva. Por eso, me parece que los psicoanalistas hemos tenido que mantenerlos a raya de las propuestas de experiencias de transformación radical instantáneas, porque nosotros sabemos que es con el pensamiento que poco a poco podemos ir nombrando el terror-sin-nombre. Para esto, la figurabilidad es un recurso invaluable.

Conclusión: figurabilidad y las guerras interiores

Para acercarnos al final de este texto, necesitamos hacer una breve digresión explicando un concepto que ya hemos venido anunciando a lo largo de este ensayo, sin el cual nos quedaríamos en una situación demasiado ambigua frente a lo que hemos ido puntuando. Me refiero al concepto de figurabilidad. Si bien se trata de un término que con algunas variaciones pueden rastrearse en varios autores y escuelas de pensamiento psicoanalíticas, nosotros lo incluiremos en el sentido preciso explicado por los Botella y retomado, a partir de ahí, por distintos pensadores. La pregunta que habrá de guiarnos, y con la que pretendemos dar por concluido este ensayo es: ¿podemos pensar la guerra? ¿Podemos figurar el terror-sin-nombre de la no representación de la guerra?

Creo que en este punto la teoría de la figurabilidad psíquica de los Botella viene a nuestro auxilio y nos muestra que existe una negación de la realidad intrínseca a su posibilidad. Es decir: para pensar la realidad, para que ésta exista psíquicamente, hay un “resto” que tenemos que perder:

Para hacer esto [reconocer la realidad], esta es nuestra hipótesis, la prueba de la realidad debe pasar por la paradoja de negar la realidad. En el mundo del pensamiento anímico, la percepción del objeto, que es un factor facilitador de la indistinción, debe sufrir un enérgico desmentido a fin de “creer” en su existencia solamente en la representación; sin lo cual su control es aleatorio y el desamparo de la ausencia, equivalente anímico de la propia desaparición del sujeto, acecha permanentemente.28

Este pensamiento, más dialéctico que simplemente paradójico, al implicar un desarrollo y un crecimiento, explica que la “realidad” es resultado de una función análoga al sueño. Si bien es importante señalar desde ahora la similitud con el pensamiento de Bion, pues ambas posturas, aun desde lugares teóricos distintos, concuerdan con la idea de una “producción” previa de la realidad, en cuyo ejercicio debe entrenarse el infante y cuyas fallas explicarían la radicalidad de las patologías tempranas, para nuestros autores, “esta destrucción del objeto en la percepción gracias a la omnipotencia del pensamiento anímico es el único medio de preservar la capacidad de representar, de pensar»29. Por lo tanto, “todo acto de pensar es en última instancia el culpable de la muerte del objeto»30.

Según los Botella31, entonces, el concepto de figurabilidad tiene su origen en el pensamiento freudiano. Su punto de partida está en la Interpretación de los sueños y aparece al lado de otras ideas que resultaron mucho más frecuentemente desarrolladas por el mismo Freud y los post freudianos: condensación y desplazamiento. Los Botella definen la figurabilidad en un sentido amplio como “el producto de un trabajo psíquico diurno comparable al del sueño con su recorrido regrediente que desemboca en una percepción interna cercana a la alucinación del soñante»32.

28. César y Sara Botella. (2007) “Pensamiento anímico, convicción y memoria” en Más allá de la representación. Valencia: Promolibro, p. 5-6.
29. Idem. p. 6.
30. Idem. p. 6.
31. César y Sara Botella (2002), La figurabilidad psíquica. Buenos Aires: Amorrortu, p. 63.
32. César y Sara Botella. “Notas clínicas sobre la figurabilidad y la interpretación” en Más allá de la representación. Valencia: Promolibro, 2007, p. 1.

En el texto titulado “Pensamiento anímico, convicción y memoria” de 1985, nuestros autores relacionan este proceso psicológico con la convicción y proponen a las teorías sexuales infantiles como un modelo “paradigmático” de su funcionamiento: “aunque aparentemente está apuntalado en datos objetivos, nos apercibimos que en las condiciones más subjetivas es donde la convicción se produce con la mayor fuerza; es decir, en las teorías sexuales infantiles, los recuerdos encubridores y los delirios”33. Es decir, parece que en estos tres casos es donde la convicción (a diferencia del descubrimiento o esclarecimiento) se ve con más fuerza:

En nuestra opinión, la convicción, ya llegue bajo la forma de teoría sexual infantil, de recuerdo o de simple intuición, está provista a la vez de las cualidades del afecto y de la representación sin ser ni uno ni otra. Vivida como sentimiento, se impone como la imagen del sueño; venida del interior, provoca el impacto de una percepción. Así el pensamiento anímico se revela intrínseco a la convicción; nuestros recuerdos más banales comportan una fuerza alucinatoria.34

Por lo tanto, vemos que hay una relación íntima entre ciertos conceptos: convicción, figurabilidad, memoria, teoría sexual y percepción. Las teorías sexuales infantiles son, desde este punto de vista, el lugar privilegiado de la articulación plena de estos conceptos: “El niño creerá en la amenaza de castración constreñido más por la creencia en su teoría sexual infantil que por la percepción objetiva. La realidad es siempre creada-reencontrada en la encrucijada de las conexiones originadas en una teoría sexual infantil y de un trabajo de memoria».35

34. Ídem, p. 5.
35. Ídem, p. 7.

Lo que nos importa es la idea de la realidad psíquica co-creada a partir del trabajo del doble. Esto es relevante para los fines de este trabajo puesto que nos permite interrogar la función del pensamiento en la aprehensión de una realidad aparentemente objetiva. Esto es, hay una relación entre la fuerza de la convicción y lo subjetivo de su origen. La realidad, aun la más traumática —la guerra, por ejemplo— debe pasar por este proceso de negación/destrucción antes de poder ser pensada. No se trata de trivializar la barbarie, pero nosotros sabemos del efecto catastrófico que ver a la mujer sin pene puede tener, por ejemplo, en ciertos perversos. No es lo mismo que una guerra, desde luego, pero mucho hay de las cualidades de la experiencia emocional de la realidad que dependen más de la coloratura bajo las cuales el aparato psíquico se las representa.

Si bien, debemos evitar a toda costa la tentación de caer en un idealismo radical —que no sería reacción extraña frente al abismo de la pandemia y la guerra— sí creo que es pertinente apuntar que quizás el punto más débil, pero el más honesto, de la esperanza psicoanalítica está justamente en esta diferencia: no nos las vemos con la realidad tal cual es. Esta pequeña diferencia, este margen que a veces parece cautela metodológica, nos permite pensar que, quizá, cada interpretación que hacemos frente a la barbarie y el horror sea una pequeñísima puerta por la cual pueda entrar, no el Mesías como diría Benjamin, sino el consuelo de saberse escuchado.

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Resumen: Este trabajo reflexiona acerca de la guerra en Ucrania (2022) y el significado que dicho conflicto bélico tiene en la práctica psicoanalítica. A partir de las ideas de cercanía y distancia, se pregunta acerca de los efectos de la barbarie en la clínica y sobre la posibilidad de figurabilidad del terror. Finalmente, se intenta pensar psicoanalíticamente la idea de reparación y esperanza, mientras se señala la manera en que la interpretación psicoanalítica y, sobre todo, la escucha, pueden constituir un intento de alivio frente a los horrores de las guerras y la destructividad, sean interiores o externas.

Descriptores: Guerra, Figurabilidad, Terror Sin Nombre, Esperanza.

Falar de guerra no tempo presente: reflexões psicanalíticas sobre a barbárie

Resumo: Este estudo reflecte sobre a guerra na Ucrânia (2022) e o significado que esta guerra tem para a prática psicanalítica. A partir das ideias de proximidade e distância, pergunta-se sobre os efeitos da barbárie na consulta e sobre a possibilidade de figurabilidade do terror. Finalmente, tenta-se pensar psicanaliticamente sobre a ideia de reparação e esperança, ao mesmo tempo que se aponta a forma como a interpretação psicanalítica e, sobretudo, a escuta, podem constituir uma tentativa de aliviar os horrores da guerra e da destrutividade,

Descritores: Guerra, Figurabilidade, Terror Sem Nome, Esperança.

Talking about war in the present tense: psychoanalytic reflections on barbarity

Abstract: This paper reflects on the war in Ukraine (2022) and the meaning of this event for psychoanalytic practice. From the ideas of closeness and distance, questioning about the effects of barbarity in the practice and about the possibility of figurability of terror. Finally, there is an intention to think psychoanalytically about the idea of reparation and hope, pointing to the way in which psychoanalytic interpretation and, most importantly, listening, can constitute an opportunity for relief in the face of the horrors of war and destructiveness, whether internal or external.

Descriptors: War, Figurability, Nameless Terror, Hope.

Referencias

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Artículos periodísticos
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Doncel, L. (2022, junio 27). Un ataque ruso a un centro comercial lleno de civiles deja al menos 18 muertos. El país. https://elpais.com/internacional/2022-06-27/zelenski-tras-un-ataque-ruso-a-un-centro-comercial-en-ucrania-el-numero-de-victimas-es-imposible-de-imaginar.html#?prm=copy_link
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