2023: Lo Materno - Vol XLV nº 1

Mónica Cardenal: Analista Didacta, miembro de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires. Profesora Asociada del posgrado de Psicología y Psiquiatría Infanto Juvenil, Instituto Universitario del Hospital Italiano. Coordinadora del Seminario de Observación de bebés, Modelo Tavistock, en dicho hospital. Chair del Comité de IPA dedicado a la Asistencia Psicoanalítica en Crisis y Emergencias. Consultora del Comité de Psicoanálisis de niños y adolescentes de la IPA. Desde hace 15 años es Supervisora y Asesora Académica del trabajo llevado adelante por educadores con niños y niñas de la calle y jóvenes refugiados en Puebla, México, Fundación JUCONI. Co-Editora y Co-Autora de los libros: Territorios Poskleinianos. Una actualización de la tarea psicoanalítica, Editorial Teseo, Buenos Aires, 2020 y The infinite Infantile and the Psychoanalytic Task, Routledge, 2023.

Resumen: La consideración sobre lo materno resulta muy cercana al psicoanálisis y su clínica, sin embargo su abordaje conceptual es complejo. Lo materno es cuerpo y es un estado mental, para el pequeño bebé, quien muestra un interés especial por la sensorialidad que produce tempranamente la presencia y la interioridad de ese primer objeto de relación. Una de las más valiosas experiencias sobre de que se trata lo materno es la que surge de la transferencia que se despliega en nuestro trabajo analítico. En este contexto vale reconsiderar de qué hablamos cuando nos referimos a la función mental de contención. La perspectiva sobre lo materno en este escrito es fundamentalmente poskleiniana y está acompañada con breves viñetas de observación de bebés y de análisis.

Descriptores: Relación de Objeto, Función Materna, Contención, Estados Mentales, Transferencia.

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La consideración sobre lo materno resulta muy cercana al psicoanálisis y su clínica, sin embargo su abordaje conceptual es complejo.

Hay diferentes vértices psicoanalíticos para comprender lo materno, aquí en este escrito tomaré uno posible. Me interesa trabajar la idea de lo materno entendido como una función psicológica con ciertas cualidades, la cual genera efectos claves en los estados mentales del infante humano y por lo tanto en el desarrollo de la personalidad y de los vínculos. La clínica, y la revelación de lo materno en la transferencia será otra de las perspectivas que incluiré en mis consideraciones. Me gustaría aclarar que mi perspectiva sobre lo materno es fundamentalmente poskleiniana. Acompañaré este trabajo con breves viñetas de observación de bebés y de análisis.

Lo materno es cuerpo y es un estado mental, para el pequeño bebé, quien muestra un interés especial por la sensorialidad que produce tempranamente la presencia y la interioridad de ese primer objeto de relación. Esto es aceptado por la mayoría de las teorías psicoanalíticas y demostrado por investigaciones empíricas y conceptuales desde nuestro campo. Quizás una de las más valiosas experiencias sobre de qué se trata lo materno sea la que emerja de la transferencia que se despliega en nuestro trabajo analítico con pacientes niños y adultos. Por otro lado, la observación de bebés según el método de Esther Bick, es una fuente clave de comprensión de estos estados y funciones mentales. Por lo tanto me gusta afirmar que lo materno podemos observarlo y describirlo, así como experimentarlo, para de esta manera llegar a comprenderlo.

Intentaré sintetizar un recorrido sobre la consideración de lo materno dentro del psicoanálisis; es necesario entonces comenzar por Freud. Para él la relación temprana entre la madre y el bebé es crucial en la formación de la personalidad y el desarrollo psicosexual. La madre con sus cuidados brinda la base necesaria para que allí se sostenga y apoye la pulsión sexual. Para Freud lo materno es fuente de estímulo libidinal y al mismo tiempo su regulador. El hedonista bebé freudiano dominado por instintos, entre ellos fundamentalmente el sexual, necesita de una madre que desempeñe un papel clave en la satisfacción de sus necesidades vitales, así como en su frustración, a través del amamantamiento y la atención emocional. Es a partir del cuidado que brinda la madre sobre el cuerpo del bebé que la posiciona como el primer objeto de amor, tanto para el niño como para la niña, altamente erotizado en principio. Esta relación sienta las bases para futuras relaciones amorosas y sexuales, y su devenir colorea la dinámica del Complejo de Edipo. Este objeto es también por lo tanto, de manera natural, fuente de fantasías, ansiedades y conflictos. El caso Juanito (1909) es un buen ejemplo del intenso efecto de lo materno en la vida infantil, en tanto es provocador de amores y odios incontrolables, y consecuentemente de las neurosis en los adultos, tal como lo piensa Freud.

Creo que me es ineludible seguir este desarrollo recordando las ideas de Melanie Klein, quizá una revolucionaria por su inclusión de lo materno en el psicoanálisis y su clínica. Para ella esta condición mental se juega fundamentalmente en la relación interna entre el infante humano y su primer objeto de amor. El crecimiento de un Self saludable depende de esa relación en la fantasía. El interés por el interior del cuerpo de la madre o de quien cumple esa función, refleja esto, así como el temprano “conocimiento” que el bebé desarrolla sobre lo materno, especialmente por el interior de su cuerpo como he señalado. En esta perspectiva lo materno y sus efectos son centralmente inconscientes y van más allá del reconocimiento del cuidado externo que el infante humano necesita para sobrevivir y que lo hace depender absolutamente del objeto, al ser el mas vulnerable dentro de las especies. Para Melanie Klein lo materno significa un objeto bueno interno, que resulta inspirador para equipar al Self de otros buenos objetos en relación dentro de la mente; aquellos objetos que son capaces, por sus funciones, de orientarnos hacia vínculos responsables, generosos, agradecidos y con predominio de amor a lo largo de nuestras vidas.

Hay posiciones teóricas psicoanalíticas que avalan el énfasis puesto en el sostén y cuidados concretos en su consideración sobre lo materno. Autores como Winnicott y Bowlby han hecho aportes extraordinarios a la comprensión de lo materno desde una perspectiva vincular, brindado luz al psicoanálisis sobre la importancia de los primeros momentos de vida del infante humano y su contacto concreto con el objeto que le es indispensable para sobrevivir en un mundo que le genera ansiedades muy primitivas y terroríficas, a las cuales el temprano Self debe hacer frente. Winnicott entre los pos-kleinianos, brinda valiosas consideraciones sobre lo materno, vinculando esta función al ambiente favorecedor o no, del desarrollo de la personalidad del niño/niña. El enfoque central no está puesto desde esta perspectiva en la sexualidad y sus vicisitudes, si no en las funciones concretas de sostén y cuidados brindados por la madre a su bebé; lo materno implica cumplir la función de un yo auxiliar a través de lo que Winnicott llama “preocupación maternal primaria” entendida como una identificación intensa con las necesidades del bebé, estar totalmente disponible para él, de manera consciente e inconsciente.1 La madre real “suficientemente buena” (con sus imperfecciones) en la teoría de Winnicott (1945) es quien encarna lo materno, ya que ayudará al bebé a transitar su desarrollo emocional primitivo desde el narcisismo primario (según Horacio Etchegoyen, un narcisismo menos estricto que el de Freud, 1986) hasta la relación de objeto. Este desarrollo emocional depende totalmente de las capacidades de la madre de brindar al bebé las satisfacciones y frustraciones necesarias. La vida pulsional es puesta a un costado en estas ideas, en tanto el desarrollo de la personalidad saludable dependerá de lo bien que esta madre lleve adelante su tarea, de esta manera madre y bebé comparten ilusiones y desilusiones; interesante perspectiva de concebir lo materno. Podemos vislumbrar que para Winniccott esta idea vinculada a lo materno es vital en la vida emocional del sujeto y en su perturbación.

A mi entender lo materno se expresa, emerge, en la relación temprana del infante humano con aquel objeto que sea capaz de ejercer una función emocional receptiva, la cual supone una importante disponibilidad en cuerpo y mente. Desde esta perspectiva la madre no significa literalmente lo materno, aunque debemos reconocer que es el objeto más anhelado y el cual más interés despierta en el infante humano. Lo materno como función mental implica la capacidad de la madre o cuidador para estar en sintonía con el estado emocional del bebé, ayudarlo a regular sus emociones y para proporcionar un ambiente seguro y acogedor; centralmente para que el niño se sienta comprendido. De esta idea resulta evidente que lo materno puede desplegarse en relaciones no solo filiales, sabemos que así sucede con personas cuya capacidad receptiva emocional está presente y se expresa creativamente en diferentes vínculos y formas de estar en el mundo, aunque no hayan tenido hijos biológicos.

1. Es recomendable la lectura de los escritos de Christine Anzieu-Premmereur sobre la función materna en la teoría de Winnicott y su enlace con la función de la presencia del analista (2020).

Por lo tanto desde esta idea lo materno se acerca más a un tipo de función mental, como describe Bion, de receptividad y ensoñación, y a un estado mental, según lo piensa Meltzer. Para este autor lo materno se manifiesta a través de la aprehensión de la belleza experimentada muy tempranamente en la vida y sostenida a lo largo de nuestra existencia dentro de la mente. Este tipo de experiencia emocional humana es previa a las posiciones esquizoparanoide y depresiva descritas por Klein. Desde esta perspectiva estética la “madre devota” presente y su belleza exterior despierta en el bebé mucho interés, especialmente por lo que genera su interior misterioso; esto conduce a la mente del bebé a estados de descubrimiento y creación, estimula el desarrollo simbólico y fortalece aquellas funciones internas vinculadas a la búsqueda de la verdad emocional a lo largo de la vida. Si esta temprana experiencia con el objeto externo presente tuvo lugar, la mente del infante humano tendrá la capacidad de apreciar la belleza del mundo y extenderla a los vínculos gracias a lo que lo materno ha provocado. Este proceso supone fundamentalmente soportar el conflicto que implica la imposibilidad de saberlo todo sobre el objeto, en tanto naturalmente gran parte de su interior quedará velado y desconocido, no será accesible al Self. Este es el Conflicto Estético descrito por Meltzer (1990). Este impacto estético en el desarrollo del sujeto le permitirá captar lo materno y su potencia creadora desde temprana edad. De esta forma, la mente accede a estados en los que la tolerancia a la incertidumbre y al dolor, y un posicionamiento ético de la mente, serán posibles en el futuro de la personalidad. A partir de estas novedosas ideas psicoanalíticas nos acercamos a comprender las condiciones que necesita la mente para alcanzar estados cercanos a lo que llamamos creación, vinculados a la aprehensión de la belleza, no como una ambición banal sino como un tipo de estado mental que promueve procesos introyectivos y una transformación subjetiva, y desde allí favorece los lazos afectivos, los más interesantes (Cardenal, 2015). Estos procesos que yo considero clave para la mente, están promovidos en el encuentro con lo materno y sus cualidades Son cuestiones que, sin duda, los analistas estamos dispuestos a descubrir y trabajar en nuestros consultorios.

Podemos apreciar por lo descrito que para la concepción pos-kleiniana, lo materno es una función psicológica compleja y esencial en el desarrollo temprano, y no se limita a la biología o al género. Por lo tanto, surgirá aquí la cuestión que lo fundamental para el crecimiento emocional del infante humano es contar dentro de la mente con esa función ejercida por un objeto que tenga las capacidades emocionales necesarias. El énfasis estará puesto entonces en quien cumple esa función en la crianza temprana e inspira particulares estados mentales en el Self en crecimiento. Esta función es necesaria para que el bebé tenga una primera experiencia de continuidad y estabilidad emocional, lo que le permitirá desarrollar la capacidad de contactarse consigo mismo y con los demás.

El cuerpo de la madre es para el bebé “su mundo” los primeros días y meses de vida. En esa sensorialidad de lo materno se sostiene e integra el Self hasta poder interiorizar un objeto continente que cumpla esa función desde el mundo interno. La Sra. Esther Bick (1968), explicó muy bien este proceso, así como cuando esta introyección fracasa y el sujeto sea un niño, un adolescente o un adulto, queda atrapado en un mundo sensorial y de superficies, incluida la de las palabras, y fuera de la posibilidad de relaciones cercanas e íntimas. Si esta última es la situación para el Self, aparecen los fenómenos de segunda piel, presentes en un espectro amplio de psicopatologías, una perspectiva muy vigente para comprender la clínica de nuestro tiempo. Los desarrollos de Bick y Meltzer en este campo han ayudado a comprender las condiciones de superficialidad, fragilidad, y adhesividad del Self en relación a la experiencia de lo materno. Al inicio de la vida para Bick lo materno es un conjunto de sensaciones corporales: olores, ritmos, sonidos, tacto, que ayudan al bebé a sentirse integrado y unido corporalmente a través de la piel y mucosas. Esta experiencia la brinda centralmente el pezón dentro de la boca y la leche pasando por el tracto digestivo. Poco a poco, esta experiencia sensorial con el objeto se internaliza, como detallé previamente, y se transforma en un objeto continente interno que cumple la función de integración y sostén del precario Self que antes se integraba a través de la sensorialidad y condiciones externas que generaba su relación con el objeto. Esther Bick quien era discípula dilecta y amiga de Klein, propone un cambio muy importante en su teoría, en tanto está convencida que estos procesos que acabo de describir son previos a la posición esquizoparanoide. Ella considera que es necesario que el Self se encuentre integrado y con una experiencia de interioridad, para poder luego, poner en marcha la identificaron proyectiva que da lugar a una relación particular con el objeto.

Si quisiéramos ser más específicos al conceptualizar lo materno, vale en este punto de mi escrito reconsiderar de que hablamos cuando nos referimos a la función mental de contención: Una madre que tiene la capacidad de estar cerca emocionalmente de su bebé puede recibir esa parte asustada y desesperada de él y trata de aliviar ese sufrimiento. De esta manera el bebé siente que tiene un lugar en su mente y en su cuerpo porque ella está tratando de hacer lo mejor para él. El bebé tiene la experiencia de ser comprendido. Una buena experiencia sucede la cual da cuenta de una presencia maternal contenedora, en la medida que recibe de su madre la parte de sí mismo previamente intolerable, transformada, con una calidad diferente. El bebé tiene la experiencia de encontrar un lugar en la mente de su madre. El otro punto entonces interesante es como favorecemos los procesos introyectivos sin duda vinculados a este tipo de experiencia. Martha Harris (1978) ha hecho interesantes aportes novedosos sobre esto y muy cercanos a la experiencia de los bebés a través de la observación, partiendo de las ideas de Bion. Si un bebé o niño pequeño puede introyectar ese contenedor receptivo, empieza a contar dentro de sí mismo con un objeto interno que le permite tolerar los sentimientos que tiene sobre los eventos que le ocurren, por lo tanto va desarrollando la experiencia de un continente dentro de sí. Un continente interno tanto de las buenas como malas emociones (Cardenal, 2023). Entendido desde esta perspectiva lo materno es promotor de experiencias introyectivas, en tanto está vinculada a la capacidad mental de contención por la cual el bebé logra tener la experiencia no solo de ser sostenido e integrado, física y emocionalmente sino, de ser alojado y recibido en el interior del objeto más importante y valioso para él, en general su madre o cuidador sustituto. Lo materno implica interioridad, el bebé tiene cierto conocimiento de esto tal como piensan los Kleinianos y pos Kleinianos, porque ha estado dentro del objeto.

Les propongo acercarnos a cierta experiencia sobre lo materno, siguiendo hasta lo que aquí he planteado, a través de un material de observación y luego clínico.

Sofía, 18 meses, en cuarentena por pandemia de Covid. Observación online2

                                                                         

Mamá: Verónica, Papá: Juan, Hermana de 5 años: María.

María está acostada boca abajo en la cama, mirando la televisión y Sofía, a su lado, está de pie, balanceándose de un lado a otro. Unos segundos después, Sofía se sienta sobre su hermana. Ella pone cada una de sus piernas a los lados de la espalda de María e inclina su torso hacia adelante. Presiona las palmas de sus manos totalmente abiertas sobre la espalda de su hermana (parece estar empujando y presionando fuertemente su espalda. María se mueve y Sofía cae de lado. Entonces María salta sobre ella. La madre dice “están así todo el día” y les dice que pueden lastimarse. Ambas niñas juntan y chocan sus mejillas (parece que luchan por tener más espacio) entrelazan los brazos que quedan hiperextendidos (se observa tensión). Entonces Sofía empuja a su hermana y extiende los brazos hacia su madre, quien la toma en su regazo, pero pronto la niña se separa y se dirige hacia la cama. Las niñas saltan juntas sobre la cama.

2. Parte de este material de  esta observación y comentarios  pertenece a un artículo de Jeanne Magagna y Mónica Cardenal  publicado en el International Journal of Infant Observation and its Applications, (2020), vol. 23, issue 3.

Comentarios

Sofía logra salir de su tenso sostenerse sensorial, recurriendo al cuerpo blando de su madre, a su regazo, pero esto no dura mucho, teme la rivalidad de su hermana, a quien puede fantasear con la misma necesidad que ella de ser el bebé de mamá. De esta forma comprende y teme esos sentimientos de necesidad de espacios que tiene su hermana, porque los experimenta en ella misma. La cama de los padres parece ser el campo de batalla para dominar los espacios dentro de mamá. Sabemos que nadie ganará esta disputa por mamá, es necesario que el adulto funcione como contenedor de esas hostilidades, y ayude a digerir esos profundos celos entre ellas. Se requiere mucha predisposición mental. Para el niño pequeño, la mente y el cuerpo de la madre es un receptáculo continente para sus ansiedades y fantasías. Posiblemente la madre sienta que ya está ofreciendo su cuerpo al estar ofreciendo su dormitorio y ese gran colchón sobre el que las niñas saltan, bailan, descansan, todo el tiempo. Durante el encierro, la madre abrió espacios privados pertenecientes a la pareja, y los puso a disposición para mantener a las niñas “felices y entretenidas», promoviendo así mecanismos maníacos, excitantes, y con poca posibilidad de pensar.” (Magana & Cardenal, 2020)

Observación 2, junto al padre, sola Sofía, 21 meses

“La madre junto a Sofía finge ser su pequeña hija y dice: “Me he bañado”. Ella sonríe (Sofía) (observadora: automáticamente sonrío y creo que Sofía se ve muy hermosa) luego la madre la deja junto a su padre. Puedo ver que mira a su padre y puedo escucharla emitir ciertas vocalizaciones hasta que me “silencia” en el teléfono. Parece mover la boca como si estuviera hablando y mira a su padre. A veces, ella también parece estar mirándome. No puedo escuchar nada».

Una atmósfera edípica se está instalando, la cual evidencia una importante evolución en el mundo interior de Sofía y sus vínculos. Aquí, ella no es la niña atrapada en la lucha con su hermana mayor por un lugar dentro de su madre. Ha silenciado el móvil, podría ser su forma de mostrarnos el control que desea tener sobre otra pareja, la formada por la observadora y su padre. Quiere ser ella la única pareja de su padre, en ese momento en el cual justamente no lo está disputando con su madre y su hermana.

“Cuando vuelvo a ver al padre, tiene un pequeño muñeco de peluche en la mano. Luego se sienta en la cama. Sofía da unos pequeños saltos rápidos y luego comienza a moverse más lentamente, pero sigue bailando. Se detiene un rato, se acerca a su padre y lo abraza. Su cuerpo está en pleno contacto con el de su padre, su rostro descansa sobre su hombro. Se sostiene a él con ambos brazos. Sofía permanece un rato con su cuerpo laxo, descansando plácidamente en el abrazo de su padre».

La escena es muy emotiva, amorosamente edípica. En este segmento de la observación creo que podemos percibir un estado mental sexual infantil esperado en una niña de 20 meses hacia su padre, en el que prima la cercanía y la ternura, lejos de cualquier contenido sádico o intrusivo.

Luego de un momento entra la madre, coloca a Sofía en la cama y le dice que es hora de que le aplique la “crema para suavizar la piel”. Sofía corre hacia una de las esquinas de la cama y dice: “no, no, no”. Su madre le pasa la crema en ambas mejillas. Mamá le dice: “mira cómo mami se aplica la crema en las manos”, mientras lo demuestra. Sofía extiende una de sus manos. Su madre aplica la crema sobre ella. Sofía Mira a su madre, que se frota las manos y ella hace lo mismo. Luego sonríe y repite: “ma-ma-ma-ma” varias veces y vuelve a extender la mano. Sofía extiende suavemente uno de sus dedos sobre la tapa del pote y se unta crema en una de sus mejillas. La mamá dice: “Ahora, extendela así”. Hace círculos en su rostro con los dedos. Sofi hace lo mismo. «¿Puedo pedirte prestado un poquito?» La niña le pasa la crema a su madre y la mira, con un dedo en la boca”.

Podemos apreciar en esta observación la estrecha relación de Sofía con su madre. Su interés por su crema, ambas comparten algo ligado a la identificación con lo femenino y la belleza, como al comienzo de esta observación cuando la presenta “bella” para su padre. La función de contención de la madre ligada a lo femenino como estado mental, “embellece”, “suaviza”, de alguna manera contactando a Sofía con estas cualidades propias del vínculo con la madre, diferente del vínculo con el padre.

Material clínico

Antonio de 30 años, llegó a la consulta deprimido y con francas ideas de muerte. Sus padres son extranjeros y la familia se completa con tres hermanos varones mayores al paciente.3

Antonio leía ficción, estos relatos eran de una pobre construcción literaria. Las temáticas se referían especialmente a claustros juveniles, y pocas veces eran traídos a sesión, diría que eran leídos en “privado” de manera encerrada. Después de un tiempo de análisis en donde centralmente se trabajó la transferencia paterna, para mi sorpresa, Antonio comenzó a inclinarse hacia la literatura creativa de mayor calidad, entre los libros que eligió había uno muy interesante. La historia trataba sobre un padre que encerraba a su hijo sacándolo de cualquier posibilidad de «lenguaje» colectivo, con la intención de que pueda hablar su «verdadero lenguaje», mientras un “poeta deprimido detective» agobiado por su dolor y locura se dedicaba a investigar el caso. A partir de allí entraron en juego aspectos de sí mismo, su interés, y mi interés, por la literatura nos dio la posibilidad de analizarlos. Fue Antonio quien sugirió el camino, yo lo tomé, y siempre “leí” el libro que narraba el paciente, ningún otro. Antonio, poco a poco, dejó de leer “en silencio”, trajo los libros y los pensamientos y emociones que le evocaban como material de análisis. Seguramente mi interés fue percibido por él, ya no estaba deprimido y evitativo, sino que estaba dispuesto a ‘entrar’ en su interés hacia mí. Sus partes infantiles tenían menos miedo de experimentar en la transferencia algunos de los primeros contactos con su madre como un objeto interesante emocionalmente, un paisaje que el pequeño niño anhelaba conocer, de manera no exenta de conflictos y temores. En esta etapa del tratamiento Antonio no solo hablaba más y soñaba, sino que además era mucho menos evitativo en su mundo de relaciones y sus obsesiones habían disminuido notablemente. Siguió luego otro libro que un talentoso escritor había dirigido a su madre y que Antonio llevó al análisis. El paciente comentó que en ese libro el autor buscaba la subjetividad humana a través de la literatura y el lenguaje, diciéndome que le había llamado la atención el hecho de que habláramos de las mismas cosas en las sesiones y que usáramos muchas de las palabras que usaba el escritor. No fui yo quien dijo esas palabras. Posiblemente, él era el escritor que ahora estaba muy interesado en las palabras y sus enlaces. La belleza de las palabras y su posibilidad de vinculación estaban siendo descubiertas por el niño interior de Antonio. Sus partes infantiles inconscientes estaban interesadas en mi interés en sus libros. El ‘pequeño poeta detective’ estaba en medio de un trabajo subjetivo y yo, su analista, disfrutaba de su capacidad de investigación creativa desplegada en la transferencia. Como bien describe Meltzer (1992), el interior del cuerpo de la madre debe ser imaginado por el paciente y por el analista, protegiendo la intimidad de esa interioridad. Muy diferente es la omnisciencia producto de la intrusión omnipotente en ese interior, propia de la vida en el claustrum.

3. Parte de este material clínico fue publicado en The infinite Infantile and the Psychoanalytic Task, editors: Anzieu-Premmereur, Cardenal, Parada Franch and SalomonssonIPA Psychoanalytic ideas and applications series, Routledge, 2023, London.

La capacidad del niño pequeño de llevar adelante procesos de identificación con los objetos continentes tempranos y especialmente con las cualidades receptivas del vínculo primario lo ayudarán con aquellas emociones conflictivas, las menos toleradas y los impulsos que surgen en el curso de la vida día a día. Como señala Martha Harris (1978), ayudarán a que el sujeto sea quien es y sienta emocionalmente aquello que le sucede en el mundo, favorecido esto por lo que considero lo materno, experiencia muy cercana a nosotros los analistas cuando los aspectos infantiles inconscientes de nuestros pacientes se despliegan en la transferencia.  

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Referencias

Anzieu-Premmereur, C. (2020). Desarrollos poskleinianos sobre la función materna. En M. Cardenal y M. Redonda (eds.), Territorios poskleianos. Una actualización de la tarea psicoanalítica. Teseo.
Bick, E. (1987). The Experience of the Skin in Early Objects Relations. In M. Harris Williams (ed.), Collected Papers of Martha Harris and Esther Bick. Karnac. (Trabajo original publicado 1968)
Bion, W. (1962a). Learning from Experience. Karnac.
(1962b). A theory of Thinking. International Journal of Psycho-Analysis, 43.
Cardenal, M. (2015). Belleza, creación y misterio. El conflicto estético. Revista de Psicoanálisis de Guadalajara, 9(9), 65-72.
(2023). Introjective processes: work on the infantile as a mental state. En The Infinite Infantile and the Psychoanalytic Task. Routledge.
Etchegoyen, H. (1986). El análisis de Juanito y la teoría sexual. Psicoanálisis, 8(1), 51-64.
Freud, S. (1909). Análisis de la fobia de un niño de 5 años (el pequeño Hans). En Obras completas (vol. 10). Amorrortu.
(1910). Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci. En Obras completas (vol. 11). Amorrortu.
(1915-1916). Conferencias de Introducción al Psicoanálisis. En Obras completas (vol. 15). Amorrortu.
Harris, M. (2011). Towards learning from experience in infancy and childhood. The Tavistock Model. En M. Harris Williams (ed.), Papers on child devel-opment and Psychoanalytic Training. Martha Harris and Esther Bick. Kar-nac. (Trabajo original publicado 1978)
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Magagna, J. & Cardenal, M. (2020). A video-linked professional development event in Argentina, discussing infant observation in the style of Esther Bick. International Journal of Infant Observation and Its Applications, 23.
Meltzer, D. & Harris Williams, M. (1990). La aprehensión de la belleza. El papel del conflicto estético en el desarrollo, la violencia y el arte. Spatia.
Meltzer, D. (1992). The Claustrum. An Investigation of claustrophobic Phe-nomena. The Roland Harris Trust Library.
Winnicott, D. (1975). Primitive Emotional Development. En Trough Paediatrics to Psychoanalysis. Basic Books. (Trabajo original publicado 1945)