2023: Lo Materno - Vol XLV nº 1

De Samuel Arbiser. Buenos Aires: Biebel, 2021.

En 1962 Robert Watson, clínico e historiador de la psicología, en un escrito que presentó en la reunión anual de la American Psychological Association, sostuvo que historizar permite darnos cuenta de nuestra herencia, conocer nuestra ligazón con tiempos y lugares pasados, ver nuestro propio tiempo y lugar como parte de una gran progresión. Y advirtió también que la historia no puede ser negada, la opción es, en cualquier caso, entre hacer de ella un determinante consciente de nuestra conducta como psicólogos o permitir que nos influya de manera inconsciente(Watson, 1966). En este sentido, el esfuerzo de Samuel Arbiser con su nuevo libro La imperfecta realidad humana (Ed. Biebel) de reconstruir la trayectoria y la producción de sus maestros, recuperando y actualizando su legado, y a la vez inscribiéndose él mismo en una genealogía, la llamada vertiente psicosocial del psicoanálisis argentino, es un aporte valioso a la integración de nuestra disciplina, cada vez más necesaria y también afortunadamente inevitable. 

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En este nuevo trabajo, que profundiza y expande las reflexiones de su primera obra El grupo interno, psiquis y cultura (2013), el autor reflexiona críticamente sobre la evolución del padecimiento y las “imperfecciones” que nos constituyen tanto a nivel individual como social. Imperfecciones que, como él mismo señaló en un reportaje, son exclusivas de lo humano y a la vez un llamado a la humildad, ya que dan una medida más realista a nuestros logros y a nuestros fracasos y nos evitan caer en los extremos de la insaciabilidad o el conformismo.

A nivel teórico, Arbiser dialoga directamente con las fuentes y se mete con los conceptos freudianos clásicos, revisitándolos de una manera personal, atrevida y sin mediaciones, enfrentando sus complejidades y por qué no también sus limitaciones. Describe, por ejemplo, el pasaje de la primera a la segunda tópica con el alcance profundo que supone un cambio en la visión de hombre, de una mirada biologicista a una antropológica y cultural; revisa la noción del Complejo de Edipo como estructura biopsicosocial, dispositivo actual y vigente para la interiorización de normas y roles y no únicamente una entidad intrapsíquica; conceptualiza el «psiquismo» como órgano preponderante de adaptación a la vida en sociedad, pero adaptación activa y creativa que no elude la angustia y el conflicto, instrumentos posibilitadores de aprendizajes y no sólo instancias de lucha entre la biología y la cultura.

A lo largo de los capítulos Arbiser comparte una preocupación honesta y genuina, regada de interrogantes, sobre la persona del analista y la evolución de las nociones de transferencia y contratransferencia, migrando paulatinamente de la neutralidad del modelo arqueológico hacia el compromiso del hombre en situación. Sus reflexiones sobre la confidencialidad ilustran, con ejemplos clínicos de gran riqueza, la complejidad de este tema y las «zonas grises» en las cuales se impone una decisión ética que muchas veces trasciende la ortodoxia del encuadre. El dilema entre traicionar la confianza del paciente o preservar su seguridad e integridad, por ejemplo. O la pregunta sobre cuáles deberían ser hoy las metas de un tratamiento: ¿ahondar en el inconsciente, o abordar el «infortunio ordinario» ayudando a transitar el malestar? En relación a esto último, la pregunta central sobre qué define hoy la práctica analítica, el autor ofrece un programa que se organiza alrededor de dos nociones clave y a la vez superadoras: la noción de “self operativo”, como aquella parte de la personalidad del analista que se pone en juego en la interacción con el paciente, por un lado; y la especificidad de un “método indagatorio”, en tanto interrogación (y no ya supresión) del padecimiento, por el otro.

Particularmente interesantes resultan sus reflexiones sobre el papel de la familia como vehículo para la regulación de diferencias, instancia modeladora del encuentro con lo social. Y, a través de ella, la importancia de la crianza en el desarrollo de patologías de lo vincular, que son todas las patologías. Porque como tan bien subraya el autor, no hay psicoanálisis que no sea vincular porque no hay psiquismo sin un otro.

Su idea del síntoma como consecuencia del progreso humano (científico, económico), y de la vulnerabilidad psíquica como constitutiva de la identidad, nos lleva a reflexionar sobre nuestra época y los desafíos que representan las nociones de salud y enfermedad en términos de adaptación (¿o sobreadaptación?) a una realidad frágil, perturbadora y cambiante. Qué necesaria resulta hoy esta visión, cuando de la mano de los avances de la industria farmacológica, por ejemplo, sobran diagnósticos categoriales para separar y aislar estratégicamente a sanos de enfermos.

Si la reivindicación de Pichon Riviere como “hombre de la cultura” resulta en los textos de Arbiser reveladora de lo pujante y vital de la historia del psicoanálisis en nuestro país, igual o más interesante es la recuperación de David Liberman y sus aportes originales desde la teoría de la comunicación, el análisis del discurso y la pragmática del lenguaje como materia prima de la interacción terapéutica. Impacta particularmente, en el caso de Liberman, el rescate que hace Arbiser de un ferviente y temprano defensor de la sistematización conceptual del material clínico (el diálogo analítico) y de la investigación con rigor científico, que no implica renunciar a las peculiaridades del método ni a la singularidad del sujeto.

Finalmente, además de sus ideas, los lectores de Arbiser agradecemos la vivacidad y la elegancia de su escritura, ese “ganarle terreno a lo indecible”, como él mismo enuncia, que no es solo una búsqueda estética sino una valiosa herramienta terapéutica. Pero sobre todo agradecemos su mirada no ingenua, pero sí positiva sobre el género humano y su devenir… sobre una humanidad que no claudica, que no retrocede frente a la adversidad y que acepta el desafío de aprender y mejorarse. Esta cosmovisión profundamente humanista, en definitiva, es la que renueva las esperanzas sobre la posibilidad y el sentido de nuestra práctica. 

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Referencias

Watson, R. (1966). The Role and Use of History in the Psychology Curriculum. Journal of the History of the Behavioral Sciences, 2(1), 64-69.