2023: Lo Materno - Vol XLV nº 1

Alicia Fagliano: Doctora en Psicología (UBA). Miembro de la IPA y de FEPAL. Miembro Titular con función didáctica de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires. Profesora Titular de Clínica de Niños y Adolescentes de la Facultad de Psicología de la UdeMM. Profesora Titular de Clínica de Niños I, en el IUSAM. Ha sido Directora por Niñez del Departamento de Niñez y Adolescencia de APdeBA. Fue Vicedirectora de «Platerito», primera experiencia piloto de integración escolar (Buenos Aires, 1970-1976) de niños con deficiencia cognitiva en escuela primaria común y preescolar.

Resumen: El yo y el ello es considerada la última de las grandes obras teóricas de Freud, en la que nos trae un nuevo modelo de aparato mental, cuyas bases se pueden rastrear hasta el Proyecto de una psicología para neurólogos (1895). El cambio del modelo del aparato mental viene precedido por el cambio de teoría pulsional (Más allá del principio del placer, 1920). Se diferencian dos clases de pulsiones: de vida o Eros y de muerte o Tanatos. Esta nueva base teórica tiene como consecuencias la revisión de conceptos y su ampliación, dando lugar a pensar los funcionamientos mentales normal y patológico desde una perspectiva más amplia.

Descriptores: Segunda tópica, Ello, Yo, Superyó, Ideal del Yo, Identificaciones, Eros, Tanatos.

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Este trabajo es una mirada más sobre algunos de los temas teóricos que Freud aborda en este importante artículo y las modificaciones que hace de sus teorías anteriores sobre el modelo del aparato y las pulsiones*. Su permanente espíritu crítico lo lleva a contrastar los conocimientos establecidos con las nuevas hipótesis. Su obra sigue siendo para nosotros, los psicoanalistas, la fuente del lenguaje que nos permite dialogar y es a la vez motivo de nuevos interrogantes y de interés para seguir leyendo la obra freudiana. 

* Una vez más, quiero expresar mi agradecimiento a quien fuera nuestro maestro, Dr. Guillermo Brudny. Abordar Freud es una manera de dialogar con él, como lo hacíamos en sus clases. Agradezco a la Dra. Luisa Wettengel su atenta lectura de este trabajo.

Freud elaboró cuatro modelos del aparato psíquico. El primero apareció en el Proyecto de una psicología (1895) basado en la teoría de las neuronas. Luego, el de la Carta 52 (1896) en el que abandona el intento de explicación neurofisiológica y habla de representaciones Ic, Prc y Cc.

En el del Cap. VII de El Libro de los sueños (1900) se encuentra el modelo del “peine”, rectilíneo. El polo perceptual y el polo motor están uno en cada extremo de la recta en la que se ubican las huellas mnémicas del Icc y del Prcc. En 1917, en el Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños lo modifica, transformando el modelo rectilíneo en uno con forma de vesícula, en el que los polos perceptivo y motor están juntos. Este cambio precede al último modelo, el de El yo y el ello.

Sus ideas teóricas se basaron en dos hipótesis generales:

1) La funcional, en la que una fuerza reprimida intenta abrirse camino hacia la conciencia y la acción.

2) Desde el punto de vista estructural del aparato mental, plantea un inconsciente que se opone al yo y aparece la idea de que el yo tiene aspectos inconscientes.

Dos son los temas fundamentales de este artículo: La tesis de la triple división del aparato mental con el protagonismo centrado en el yo y la génesis del superyó.

Cap. I. Conciencia e inconsciente

Uno de los elementos que distingue las teorías freudianas es afirmar que el funcionamiento mental no se limita al devenir consciente, sino que existen funcionamientos inconscientes que lo determinan. Después de este descubrimiento apareció la necesidad de describir un aparato mental, donde tuviera cabida el inconsciente. Freud fue elaborando sus modelos de aparato y funcionamiento mental, según el momento teórico del que se trate.

 Estos temas, son retomados aquí al cambiar su teoría del aparato mental y redefinir los términos. Para Freud, el término inconsciente tuvo hasta ahora tres sentidos:

-Tópico (lugar o sistema del aparato)

– Dinámico: (implica la idea de conflicto que ahora ocurre entre el inconsciente y el yo oficial)

– Descriptivo: (cualidad de alguno de los procesos mentales para el sujeto: si son percibidos son conscientes, aunque después pasen a ser inconscientes).

Hasta ahora y a partir del esquema del peine (Cap. Vll, Libro de los sueños) el aparato mental contaba con tres sistemas: inconsciente, preconsciente y consciente. A esto lo denominó Freud teoría tópica o sistemática, en tanto implica una noción de sistema, es decir un conjunto de partes que constituyen una totalidad relativamente estable y contribuyen al logro de una función. Aquí inconsciente nombra un sector del aparato mental. En cuanto al punto de vista dinámico, lo reprimido es lo que se corresponde con lo sistemáticamente inconsciente

En este primer capítulo aparece ya un cambio muy importante. Abandona el uso sistemático porque cambia el modelo del aparato. A partir de ahora lo denominará estructural, pero mantiene los usos dinámico y descriptivo.

En el uso dinámico hay tres términos: inconsciente (lo reprimido), preconsciente (lo que no es percibido, pero no está reprimido), consciente (lo que está presente en la percepción, pero se superpone con el sentido descriptivo). Las abreviaturas que usaba para el modelo tópico las va a usar ahora para el modelo dinámico: Icc, Prcc, Cc. En el uso descriptivo usará icc (el inconsciente reprimido y el que no está reprimido porque nunca fue consciente) y cc.

Con respecto al tema del yo, Freud fue perfilando sus características de acuerdo con los cambios en sus teorías, pero no pudo ubicarlo dentro de sus modelos del aparato mental. Hasta entonces, el yo era el conjunto variable de representaciones investidas por las pulsiones de autoconservación, definición que con pocas modificaciones, la mantiene hasta 1920. Necesitará una nueva definición ya que la anterior dejó de tener vigencia al abandonar la oposición entre pulsiones sexuales y de autoconservación.

En Más allá del principio del placer (1920), había afirmado que la teoría del conflicto, enunciado entre inconsciente y consciente no responde a los observables de la clínica. Considera más conveniente pensar el conflicto entre aspectos conscientes e inconscientes del yo.

Ahora le atribuye al yo sus antiguas características, pero le agrega una fundamental: la capacidad de organizar de modo coherente los procesos psíquicos, es decir la función sintética. Además, domina la motilidad, regula los procesos constitutivos del propio yo y de otras partes del aparato, el examen de la realidad, la censura onírica y relacionada con ésta, la represión. Hasta 1926 involucra en el término represión a todos los mecanismos de defensa. En 1926 (Inhibición, síntoma y angustia y en otros artículos metapsicológicos) los diferencia.

Cap. II. El yo y el ello

«El yo puede ser inconsciente en el sentido genuino», nos dice Freud y de lo inconsciente no podemos tener conocimiento directo. Se pregunta entonces, cómo explicar la conexión entre sistemas distantes, cómo recuerdos o huellas mnémicas lejanas pueden devenir conscientes.

Freud ya había estudiado el tema en Lo inconsciente (1915). Allí diferenciaba las representaciones —cosa, propias del inconsciente de las representaciones— palabra, propias del preconsciente. Un recuerdo o un pensamiento inconsciente pueden devenir conscientes por la conexión con la representación palabra. Si una huella mnémica inconsciente está investida, podría llegar a ser preconsciente y luego consciente. Sino está investida es como si no existiera. La pregunta apropiada entonces sería ¿cómo algo deviene preconsciente? Si un contenido inconsciente se hace preconsciente por la ligazón con la representación palabra, la investidura por parte de la atención (función de P-Cc) hace que se vuelva consciente.

Las representaciones palabra propias del preconsciente son restos de percepciones acústicas, lo cual le da un origen sensorial al preconsciente. Sólo puede devenir consciente lo que alguna vez fue percepción consciente. En este nuevo modelo, la conciencia está en la superficie del aparato. Desde la modificación del modelo rectilíneo en el Complemento metapsicológico… percepción y conciencia (P-Cc) están unidas. A partir de ahora serán funciones del yo.

Estas afirmaciones no excluyen la importancia de las huellas mnémicas visuales y habrá que considerar que según cada individuo, estas pueden revestir importancia en recuperar para la conciencia pensamientos preconscientes (sueños, fantasías inconscientes).

Freud se plantea una nueva pregunta: ¿cómo puede hacerse (pre)consciente algo reprimido? A través del trabajo analítico, disolviendo resistencias y levantando represiones secundarias. De ese modo se restablecen los eslabones intermedios que permiten que lo reprimido acceda al estado de conciencia.

Ahora bien, la relación entre percepción externa y el yo es evidente Pero no es tan así en el caso de la percepción interna. Desde dentro del cuerpo y del aparato mismo, llegan estímulos que invisten las representaciones palabra. Un estímulo pulsional ingresa y recorre un camino de huellas mnémicas en el preconsciente y desde allí se origina una descarga. Por ejemplo: una pulsión pregenital que se activa en el inconsciente de un sujeto adulto tiene impedida la descarga (represión primaria). Si el sujeto es normal, esa pulsión pregenital va a descargarse en un sueño, en una sublimación o en algún otro modo de funcionamiento.

Si esto ocurre en un sujeto histérico, la pulsión buscará conservar y repetir los caminos de descarga propios de la infancia. Si no estuviera interceptada la descarga por represión secundaria, percibiría la excitación en el preconsciente. Al estar interceptada la descarga sigue otro camino supletorio. Cuando Dora se excita por el abrazo del Sr. K siente asco. Debería sentir excitación sexual, pero se descarga como asco. En este caso, el significado de la excitación sexual es inconsciente, pero se hace consciente cuando ocurre la descarga como asco.

Estas descargas, sean originarias o interceptadas y desviadas por represión, movilizan masas de musculatura estriada (intervienen en la acción específica). Además, ocurren descargas en la musculatura lisa que acompañan la descarga muscular. Estas descargas y percepciones de descargas se denominan sensaciones o sentimientos. Son percepciones de descarga del sistema sensorial que van desde el cuerpo al aparato sin que medien representaciones.

Las descargas placenteras no promueven conflicto, las displacenteras sí y pueden ser forzadas a no arribar a la conciencia y comportarse como lo reprimido. Es en ese sentido que hablamos de sentimientos o sensaciones inconscientes. En realidad deberíamos decir «equivocados». La descarga de afecto se produce siempre pero el significado verdadero (ligazón con representación palabra adecuada) no accede a la conciencia y lo denominamos síntoma.

Entonces, toda percepción, provenga desde el mundo externo o desde el mundo interno es consciente. En el primer caso porque el aparato no puede dejar de prestar atención a aquello que excita la percepción (regla biológica) y en el caso de las sensaciones y afectos porque son descargas que van a la musculatura lisa o a la estriada. Por definición, toda descarga tiene cualidad consciente.

Los procesos de pensamiento se desarrollan en el preconsciente y pueden hacerse conscientes. Se piensa con palabras, el pensamiento en imágenes es propio de funcionamientos más primitivos. Con la misma zona del aparato mental se perciben lo interno y lo externo. Los estímulos internos se registran como externos al aparato.

Todo este recorrido teórico que hace Freud sobre nociones anteriores acerca del funcionamiento mental, tiene por objeto volver a explorar las relaciones entre el yo y la percepción interna y externa, así como la relación con el sistema P-Cc y el sistema Prcc. Ahora va a ahondar en las raíces inconscientes del yo.

Freud trae a continuación su nueva concepción del yo. Es un conjunto de huellas mnémicas aportadas por la percepción. Pero la mente de un individuo es en principio un ello, desconocido e inconsciente que va siendo modificado por la percepción. El sujeto viene al mundo con un ello y un aparato perceptual. La importancia de la percepción en la constitución del yo se ubica en las consecuencias que trae el aparato y son las huellas mnémicas.

La parte del ello que guarda las huellas mnémicas se va constituyendo en yo cuando se pone en marcha la función sintética. Las percepciones externas, las del propio cuerpo y de la superficie corporal contribuyen a formar la imagen corporal, parte esencial del yo. El yo es ello modificado por la percepción. La percepción es al yo lo que la pulsión es al ello. Así como el motor para el desarrollo del aparato es la pulsión, la percepción es el motor del desarrollo del yo.

A raíz del cambio en la teoría pulsional planteado en Más allá del principio de placer, el concepto de yo se diluía. Ahora aparece la nueva definición de yo: ello modificado por las percepciones del mundo externo y del propio cuerpo, dándole un lugar privilegiado al esquema corporal. Las huellas mnémicas más importantes son las de la superficie corporal.

El yo hunde sus raíces en el ello, lo reprimido es una parte del ello y ha sido separado del yo por represión primaria. Es desde el inicio un yo corporal, abastecido por las percepciones de la superficie y las percepciones de dolor agregan noticias sobre partes del cuerpo que no son conocidas.

En la formación y desarrollo del yo, precisamente a partir de la identificación, la percepción del objeto tendrá un tratamiento privilegiado. En Introducción del narcisismo (1915) y en Duelo y melancolía (1915) Freud describía cómo la encarnación en el mundo interno de las figuras de los padres llevaba a la formación de un ideal del yo y de una conciencia moral.

Freud concluye este apartado relacionando la autocrítica y la conciencia moral y el sentimiento inconsciente de culpa. Este sentimiento en sí no es el problema. El desafío es explicar que haya culpa inconsciente, cuando afirmó en páginas anteriores que los afectos son descargas y por lo tanto pasan por el P-Cc.

El examen del sentimiento inconsciente de culpa va a conducir el estudio del superyó y cómo se explica su formación. El sentimiento de culpa es algo que Freud conoce desde los inicios de sus experiencias clínicas, pero hasta ahora no había podido darle una explicación metapsicológica.

Cap. III. El yo y el superyó (ideal del yo)

A partir de esta obra, Freud usa como sinónimos los términos ideal del yo y superyó. Más adelante propondrá otro uso. También es importante aclarar que no diferencia entre ideal del yo y yo ideal. En Introducción del narcisismo insinúa una diferencia, pero no la profundiza. También allí aparecen la conciencia moral y el ideal del yo.

Retoma el caso de la melancolía para mostrar en la patología lo que ocurre en los primeros momentos del desarrollo del aparato. La investidura de un objeto (elección de objeto concretada por el yo) es relevada por una identificación. Es decir, la pérdida del objeto provoca una introyección en el yo y los reproches dirigidos al objeto, ahora aparecen bajo la forma de autorreproches típicos de la melancolía. En este caso, considera la patología del adulto, donde el ello ya no inviste objetos.

El carácter del yo se va desarrollando a partir de las identificaciones. Al principio del desarrollo, cuando todavía no hay yo o el yo es muy débil, las pulsiones tienden a buscar un objeto para lograr la descarga. Es el ello quien inviste los objetos. Estas investiduras primarias motivadas por necesidades, también contienen componentes eróticos (libidinales). A partir del momento en que el yo comienza a diferenciar en forma rudimentaria a los objetos, se instalan las elecciones de objeto. El yo elige forzosamente los objetos que el ello invistió. La identificación permite conservar al objeto, éste se instala en el yo y el ello lo inviste libidinalmente.

Cuando inevitablemente el objeto se pierde, sea por muerte, ausencia o renuncia, la forma de conservarlo es la identificación. Este proceso tiene dos facetas dependiendo de los componentes narcisista y anaclítico de la relación con ese objeto:

1. La identificación parcial que contribuye a la formación del carácter del yo. El yo se modifica en algunos aspectos al incorporar aspectos parciales del objeto. 

2. Por otro lado, también se van a incorporar rasgos importantes del objeto que van a modificar de modo trascendente al yo. A esta clase de identificaciones Freud las denomina introyecciones, se hacen a partir del componente narcisista de la relación con el objeto. La introyección es una variante de la identificación y tiene que ver con la magnitud de la parte del objeto que se incluye dentro del yo. En este caso se van a incorporar aspectos importantes del objeto que van a ocupar de manera masiva al yo y que, al modo de una formación reactiva, se va separar del resto del yo. Las introyecciones son identificaciones secundarias que se hacen de un modo semejante a las identificaciones primarias.

En estos procesos hay que tener en cuenta los aspectos narcisistas involucrados. Toda relación de objeto tiene un componente narcisista y uno anaclítico. A partir de que se instala la elección de objeto (Freud la ubica entre las fases oral 2 y anal 1), las investiduras provenientes del ello son manejadas por el yo. La pulsión nace en el cuerpo, es recibida por el ello y manejada por el yo. Hablar de investiduras del ello, implica referirse a momentos tempranos del desarrollo en que el ello está en contacto directo con el sistema P-Cc cuando las identificaciones son primarias. A partir de la diferenciación entre yo y objeto, las identificaciones se consideran parciales.

La modalidad en que el yo resigna a sus objetos depende en gran parte del componente narcisista. A mayor predominio del narcisismo, más difícil le va a resultar al yo resignarlos. Cabe aclarar que toda relación de objeto tiene componentes narcisistas y anaclíticos.

Resumiendo:

A menor resistencia del yo + Predominio de los componentes narcisísticos à Introyección

A mayor resistencia del yo + Predominio de los componentes anaclíticos à Identificación

Freud describe un proceso por el cual la libido que inviste a un objeto (investidura del ello) pasa a investir las huellas rnnémicas de ese objeto que ahora forma parte del yo. La libido que al principio fue objetal se transmuda en libido del yo. El yo se constituye en el monumento del objeto perdido. En este sentido Freud se plantea si este proceso no es una sublimación. Si la pulsión de vida dirigida al objeto sexual es retirada del objeto, se desexualiza y esa libido es usada por el yo para otras funciones.

En Más allá del principio del placer (1920), Freud cambia la teoría pulsional. Pulsiones de auto conservación o del yo y pulsiones sexuales, pasan a integrar pulsión de vida. En su opuesto, postula la existencia de pulsión de muerte. Sublimación implica abandono de meta y objeto sexual. Si quedara la meta o el objeto no es sublimación, pero aquí Freud plantea que se pueden equiparar las identificaciones con las sublimaciones, teniendo en cuenta el punto de vista económico. La libido desexualizada permanece en la identificación manteniendo la ligazón con el objeto, pero se abandona la meta sexual y queda el vínculo de ternura con el objeto (pulsión de meta inhibida).

En este artículo no hay yo desde el principio de la vida del recién nacido. Por lo tanto, si la libido está en el ello, desde allí inviste al objeto y desde el objeto va hacia el yo, el narcisismo es secundario por definición. Ahora nos dice que el reservorio de la libido es el ello.

Después de estas consideraciones sobre la constitución del aparato mental, Freud se va a ocupar de estudiar cómo, a partir de las distintas identificaciones, se constituye el superyó. Para poder describir estos procesos va a tomar los sucesos que ocurren en el tránsito por el complejo de Edipo en un varón. Advierte que el panorama se complejiza por dos condiciones: la bisexualidad constitucional y la triangularidad de la constelación edípica.

En el proceso de génesis del ideal del yo, la base se encuentra en las múltiples identificaciones primarias, aquellas que ocurren antes del momento en que el yo puede comenzar a elegir objeto. Cuando comienza a funcionar se inicia el trayecto donde el padre y la madre van a ser amados por el yo. Al principio, ambas corrientes de afecto coexisten sin entrar en contraposición.

Cuando comienza a aparecer el complejo de Edipo, estas corrientes amorosas entran en conflicto.

Lo que más interesa tener en cuenta, es que a causa de la conflictiva edípica, las investiduras sexuales deben ser abandonadas. Tiene que hacerse un trabajo de duelo por las figuras parentales. En el trabajo de duelo, las investiduras narcisísticas de la identificación con los padres vuelven al yo como introyecciones de esas figuras.

De los aspectos anaclíticos de la relación parten identificaciones parciales que refuerzan los aspectos femeninos y masculinos del niño/a. Este refuerzo proporcionado a las identificaciones primarias, por las introyecciones durante el desenlace del complejo de Edipo, pasan a formar un grupo funcional separado del yo. Se forma el superyó. Los aspectos anaclíticos de ambas investiduras van a formar el carácter del yo.

La intensidad y el destino del complejo de Edipo es diferente para cada sujeto, depende de las relaciones de objeto y de la disposición constitucional, uno de ellos es la bisexualidad que hace que el niño tome como objetos sexuales a ambos padres. Para Freud, en la pubertad se resuelve la elección de objeto sexual. La ambivalencia hacia las figuras edípicas es expresión de la dualidad pulsional, amor (pulsión de vida) – odio (pulsión de muerte) más que de la rivalidad derivada de las identificaciones.

El sepultamiento del complejo lleva a la formación de una nueva instancia, el ideal del yo o superyó. Es decir que provoca una alteración en el yo, que cumple la función de una formación reactiva que se opone a las elecciones del ello. El superyó es una formación narcisista, es el heredero del narcisismo original, predominantemente de las elecciones narcisísticas de objeto. Al constituirse, el superyó no sólo ocupa una parte del yo, por su propio origen entra en contacto directo con el ello y le transmite al yo las adquisiciones filogenéticas de la especie. Este aspecto es inconsciente, el yo percibe solamente las consecuencias de este funcionamiento. También comparten procesos conscientes que el yo percibe.

La rigurosidad del superyó tiene que ver con el sexo. La celeridad en abandonar el complejo de Edipo por la amenaza de castración se da en el varón: cuanto más rápido se abandona la situación edípica más notoria es la introyección del objeto y el mandato deviene más riguroso. El superyó en el varón se forma antes que en las niñas. Es así que el superyó también parte de investiduras del ello que luego se transforman en investiduras del yo. Esto hace que las tres instancias se encuentren profundamente enraizadas y conectadas entre sí. El superyó influye sobre el yo a través de la regulación de la autoestima y del sentimiento de culpa. El sentimiento de culpa rebaja la autoestima.

El yo evalúa su propio rendimiento. Si se considera por debajo de su ideal, la autoestima se rebaja. El ideal regula la autoestima del yo en función de la aspiración de lo que debe ser. La conciencia moral provoca en el yo sentimientos de culpa si este no hace lo que debe hacer de acuerdo con el ideal.

Freud retoma un problema que aparece relacionado con el superyó: la herencia. Señala al superyó como depositario y portador de valores que han sido adquisiciones filogenéticas. Las generaciones jóvenes conservan los valores de generaciones anteriores. ¿Cómo se hace esa transmisión de padres a hijos?

Es importante tener en cuenta esta hipótesis de que el superyó es el que adquiere, transporta y transmite las escalas de valor, por herencia cruzada. Estas ideas fueron ampliamente desarrolladas en Tótem y tabú (1913), donde teoriza sobre cómo se construyó la cultura. Freud sostiene que antes de ese acontecimiento, el ser humano vivía en tribus (hordas primitivas) gobernadas por el macho más fuerte, quien impartía las normas y las imponía por la fuerza. Se apropiaba de las mujeres de la tribu, incesto incluido. Los machos más jóvenes tenían prohibido el acceso a las mujeres de la tribu.

En determinado momento los varones se rebelaban y mataban al padre. Uno de ellos ocupaba su lugar y se repetía la cadena. Cuando los machos hacen el primer pacto social, renuncian a matarse entre sí, renuncian a las mujeres de la familia (incesto) y se impone la exogamia. Ese pacto es incorporado al patrimonio genético de los varones y las mujeres lo reciben por herencia cruzada. La fuerza bruta es reemplazada por los acuerdos. El origen de la cultura está en este pacto, que en definitiva es una frustración pulsional.

Cap. IV. Las dos clases de pulsiones

Freud se está planteando la relación de su nueva teoría pulsional con el nuevo modelo de aparato y con los principios del funcionamiento mental. En la primera parte sintetiza las nuevas hipótesis acerca de las pulsiones. Las vincula con dos procesos biológicos: anabolismo y catabolismo. A partir de Más allá del principio de placer (1920) Freud distingue dos clases de pulsiones: las de vida, que reúne a las pulsiones sexuales, no inhibidas, las sublimadas y las de meta inhibida y también las de autoconservación. La segunda clase de pulsiones se manifiestan claramente en el sadismo. Es la pulsión de muerte que tendería al ser vivo al estado inorgánico del inicio de la vida.

Ambas pulsiones se relacionan entre sí, mezcladas, fusionadas. Los conceptos de mezcla y desmezcla pulsional y la relación con la vida del sujeto, es una aplicación del concepto de apuntalamiento o anaclisis que Freud viene usando desde Tres ensayos de teoría sexual (1905). En esta nueva teoría que formula en 1920 dice que el primer movimiento del organismo es descargar la pulsión de muerte para sobrevivir. El bebé descubre el objeto (objeto de pulsión) a través de la descarga muscular. En la teoría anterior esto era pulsión de autoconservación. Sobre estas operaciones donde la pulsión de muerte encuentra al objeto, se suma la pulsión de vida que también se vale de la musculatura para lograr sus metas.

La fusión pulsional sería un logro del desarrollo efectuada por el yo. Cada avance del desarrollo implica un mayor grado de mezcla. La regresión conlleva la desmezcla pulsional y el acrecentamiento de la ambivalencia. La desmezcla no siempre revela patología: si la desmezcla es producida por una regresión a raíz de un proceso represivo, probablemente aparezca la patología. Si la regresión es producto de una enfermedad orgánica, es normal porque está al servicio de la conservación del yo. En la neurosis, en que la ambivalencia está en la disposición constitucional, se puede considerar un “mezcla pulsional no consumada”.

La pulsión de muerte es neutralizada por la pulsión de vida, dirigiéndola hacia el exterior por medio de la musculatura en forma de agresión hacia el mundo exterior y hacia los demás seres vivos. En las anteriores teorías, pulsional y del aparato, la musculatura era el efector de las pulsiones de apoderamiento (pulsiones del yo).

Prosiguiendo con el trabajo de contrastar las hipótesis anteriores con las nuevas teorías pulsionales y de estructura del aparato mental, menciona la relación entre los principios, reguladores del funcionamiento mental hasta ahora, y las dos clases nuevas de pulsiones de vida y muerte. Con respecto al principio de placer, afirma que los principios regulan el funcionamiento del aparato, pero todavía no puede contestar cómo es la relación entre éstos y las pulsiones. Freud venía sin poder dar respuesta a una contradicción entre la definición del principio de placer-displacer y la observación directa: hay descargas displacenteras como la angustia y acumulaciones de tensión que son placenteras (placer preliminar). Más adelante va a retomar este tema al reformular la teoría de la angustia como señal de defensa del yo.

En este momento, Freud cambia la noción del origen de la ambivalencia. Antes, amor y odio eran reacciones del yo ante la satisfacción o la frustración. En este momento dice que amor y odio son manifestaciones de pulsión. No hay mudanza de amor en odio y viceversa, son afectos que reconocen orígenes diferentes. Lo que existe desde un comienzo es la ambivalencia y la aparente mudanza de amor a odio o viceversa, ocurre por desplazamiento de investidura.

Sin embargo, tomando el ejemplo de la paranoia persecutoria, Freud enuncia una hipótesis ad hoc, al hablar de una energía indiferente que permitiría aceptar la idea de la transformación de amor en odio y viceversa. Esta hipótesis no la va a volver a utilizar por que contradice lo que antes afirmó: amor es expresión de pulsión de vida y odio expresión de pulsión de muerte. Amor y odio pueden desplazarse uno al otro, pero no transformarse uno en el otro.

Al final de este capítulo, Freud enuncia una modificación en la teoría del narcisismo. Al no haber yo desde el inicio, la libido inviste objetos desde el ello. Por lo tanto, recién cuando aparece el yo, la libido retirada de los objetos inviste al yo. Esto es narcisismo secundario y constituye un cambio importante porque desde Introducción del narcisismo (1915), el narcisismo era primario. No había yo desde el inicio, pero sí un período de autoerotismo al cual seguía el del narcisismo primario. En Pulsiones y destinos de pulsión (1915), hay yo de desde el inicio y narcisismo primario. En próximos artículos, Freud va a volver a modificar estas hipótesis.

Al diferenciar entre objeto del ello y objeto del yo es que en el primer caso se reconoce al objeto como fuente de estímulos, pero no como distinto del yo. Este proceso lleva su tiempo. Cuando el yo puede reconocer al objeto, decimos que el objeto es del yo. La transformación de la energía sexualizada (libido) proveniente de las investiduras del ello, en energía desexualizada, se produciría por intervención del yo. Este sería el proceso de sublimación. Otro caso en el que ocurre una desexualización que trae una alteración del yo son las identificaciones.

Cap. V. Los vasallajes del yo

A través de la nueva teoría del aparato mental y de las pulsiones, Freud está mostrando como piensa que nace el aparato y se van desarrollando luego el yo y el superyó. El ello es el lugar por donde ingresan y se alojan las pulsiones, luego verá el yo qué hace con esto.

Lo novedoso es la inclusión del superyó. Esta instancia está más cerca del ello que del yo, debido a que comparte en su origen las identificaciones primarias y además es el heredero del Complejo de Edipo. La parte del superyó sumergida en el yo es consciente. La sumergida en el ello es inconsciente.

El superyó depende de lo oído (representaciones palabra), en tanto es una parte del yo y desde allí permanece accesible a la conciencia. Pero la energía de investidura proviene del ello. Freud destaca de qué manera el superyó se relaciona con el yo cómo influye sobre él y esto ocurre a través del sentimiento de culpa. Estudia las modalidades de esta relación:

-El sujeto sabe que hizo algo mal, siente culpa por ello y es consciente. El yo es condenado por su instancia crítica.

– El sujeto percibe sentimientos de culpa, pero no sabe por qué. Muchas demandas pulsionales no acceden al yo porque están reprimidas, pero el superyó se entera y castiga al yo por esto. En el neurótico obsesivo, el superyó acusa al yo de tener deseos que el yo desconoce. En la melancolía ocurre algo análogo pero el castigo del superyó se dirige contra el objeto que ha sido introyectado por el yo.

– El sujeto no percibe la culpa pero actúa buscando castigo. Reacción terapéutica negativa, neurosis de destino, síntomas histéricos, delincuencia juvenil.

– Hay pacientes que dan manifestaciones de sentimiento de culpa inconsciente pero es prestado, por identificación temprana con un objeto investido eróticamente, más que por ataque del superyó al yo. En el hombre de las ratas, por ejemplo, la identificación con la vida torturada de su padre lo hacía sentir culpable sin saber por qué. 

El funcionamiento del superyó se exterioriza como sentimiento de culpa. Pero este en realidad es manifestación de la crueldad o dureza de la crítica que despliega sobre el yo. En la melancolía, el sujeto se identifica con el objeto odiado. La ambivalencia en la elección de objeto es máxima y además la relación tiene un componente predominantemente narcisístico. De manera que cuando el objeto se pierde, el sujeto lo introyecta en su yo y los reproches dirigidos al objeto recaen en el propio yo. Allí dice Freud, el superyó es puro cultivo de pulsión de muerte que en caso extremo puede acabar con la propia vida.

El neurótico obsesivo nunca llega a tales extremos porque en la relación de objeto ha predominado la corriente anaclítica. La regresión a la fase anal, de intenso sadismo y ambivalencia hace que la pérdida del objeto provoque la intensificación del odio por encima del amor. Esto provoca el automartirio interminable y el martirio del objeto cuando se encuentra «a tiro».

En la normalidad, las pulsiones de muerte son neutralizadas por los componentes de la pulsión de vida, en parte se dirigen hacia el exterior como agresión y en otra parte permanecen en el interior haciendo lo suyo. La carga de la pulsión de muerte dirigida a un objeto puede tener diferentes destinos. Por ejemplo, en el masoquismo va hacia el yo.

Hasta ahora Freud estuvo hablando de sublimación en relación con la libido. En una investidura de objeto están presentes las dos pulsiones. Cuando la investidura es retirada, la libido se desexualiza y se retrae sobre el propio yo.

Cuando Freud describe patología y normalidad, se encarga de mostrar cómo el yo usa los mecanismos de defensa frente a la culpa. La culpa es desde el punto de vista del funcionamiento mental, un enorme displacer. Ante esto, el yo pone en juego los mecanismos de defensa: algo pasa a ser reprimido, desplazado o proyectado y se hace inconsciente.

El yo hace con la culpa lo mismo que con las pulsiones del ello. El sujeto normal aceptaría la culpa si fuera consciente y en el caso de una moción del ello, si considera que es viable, planearía la acción específica de acuerdo con el principio de realidad y la ejecutaría.

Frente al mundo externo, el yo percibe los hechos, estos pasan a ser huella mnémicas con los que se construyen procesos de pensamiento en los cuales hace jugar el principio de realidad. Con lo que viene del ello y del superyó pone en juego el principio de placer.

Esto nos muestra cuál es el concepto de funcionamiento mental de ahora en más. Antes era la oposición entre preconsciente (yo) e inconsciente El funcionamiento mental está centrado en el yo quien tiene que compatibilizar lo que viene del ello, del superyó y de la realidad externa. De acuerdo con la capacidad de compatibilizar esas demandas habrá patología o no.

El yo es el almácigo de la angustia. El desarrollo de angustia es función del yo ante la amenaza interna o exterior. Aquí manifiesta el cambio en la teoría de la angustia. En la primera teoría la angustia, ésta se originaba por descarga de libido estancada por represión, en el sistema inconsciente. En el final de este apartado, Freud trae una idea nueva: si desde ahora el yo es el centro del funcionamiento mental, el yo es el lugar donde se produce la angustia. (2ª. Teoría) La aparición de angustia da lugar a la aparición de la represión. Cuando se estudian los vasallajes del yo, cada demandante es fuente de peligro para el yo y desarrolla la señal de alarma que le permite huir del peligro.

En función de sus vasallajes, el yo está expuesto a sufrir tres tipos de angustia. Ante el ello, la realidad externa y el superyó. La angustia ante superyó la denomina culpa. Freud puede dar ahora una explicación metapsicológica de los sentimientos de culpa. A estos los conoce desde el inicio de su clínica, pero no podía ubicarlos metapsicológicamente. En este trabajo Freud nos presenta el nacimiento de la última versión del aparato mental, que irá completando en posteriores escritos, que no va a ser modificada y lo llevará a hacer revisiones importantes a la luz de sus nuevas concepciones metapsicológicas.

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Resumo: O ego e o id é considerado a última das grandes obras teóricas de Freud, na qual ele nos traz um novo modelo do aparelho mental, cujas bases remontam ao Projeto de Psicologia para Neurologistas (1895). A mudança no modelo do aparelho mental é precedida pela mudança na teoria pulsional (Além do princípio do prazer, 1920). Existem dois tipos de impulsos: vida ou Eros e morte ou Thanatos. Esta nova base teórica tem como consequência a revisão de conceitos e sua ampliação, fazendo com que se pense o funcionamento mental normal e patológico de uma perspectiva mais ampla.

Descritores: Segundo tópico, Id, I, Superego, Ego Ideal, Identificações, Eros, Thanatos.

Abstract: The ego and the id is considered the last of Freud’s great theoretical works, in which he brings us a new model of the mental apparatus, whose bases can be traced back to the Project for a Psychology for Neurologists (1895). The change in the model of the mental apparatus is preceded by the change in drive theory (Beyond the pleasure principle, 1920). There are two kinds of drives: life or Eros and death or Thanatos. This new theoretical basis has as consequences the revision of concepts and their expansion, giving rise to thinking about normal and pathological mental functioning from a broader perspective.

Descriptors: Second topic, Id, I, Superego, Ego Ideal, Identifications, Eros, Thanatos.

Referencias

Freud, S. (1990). Inhibición, síntoma y angustia. En Obras Completas (vol. 20). Amorrortu. (Trabajo original publicado 1926)
El yo y el ello. En Obras Completas (vol. 19). Amorrortu. (Trabajo origi-nal publicado 1923)
Más allá del principio de placer. En Obras Completas (vol. 18). Amo-rrortu. (Trabajo original publicado 1920)
Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños. En Obras Completas (vol. 14). Amorrortu. (Trabajo original publicado 1917)
Introducción del narcisismo. En Obras Completas (vol. 14). Amorrortu. (Trabajo original publicado 1915)
Duelo y Melancolía. En Obras Completas (vol. 14). Amorrortu. (Traba-jo original publicado 1915)
La interpretación de los sueños. En Obras Completas (vol. 5). Amo-rrortu. (Trabajo original publicado 1900)
(1994). Carta 52. En Obras Completas (vol. 1, pp. 274-279). Amorrortu. (Trabajo original publicado 1896).
Proyecto de psicología. En Obras Completas (vol. 1). Amorrortu. (Tra-bajo original publicado 1895)