Adela Costas Antola: Psicóloga psicoanalista. Miembro titular de APdeBA. Fue Directora del Departamento de niñez y adolescencia, Directora del Centro de Estudios Psicoanalíticos, Secretaria científica de APdeBA, Directora de la Revista Psicoanálisis. Docente titular del Instituto de Salud Mental de APdeBA. Autora de Ecos de Narciso y de numerosos artículos presentados en publicaciones y congresos nacionales e internacionales.
Resumen: En esta conversación ficcionalizada con el creador del psicoanálisis, la autora le plantea su preocupación por las dificultades que podría acarrear la intrusión de lo institucional en la práctica del analista. La discusión se centra especialmente en la ética analítica. Las respuestas de Freud son, en mayor medida, expresiones textuales extraídas de distintos escritos de sus obras. Al despedirse del Prof. Freud, la autora expresa la necesidad de mantener siempre vigente la pregunta respecto del lugar de lo institucional en la transmisión del psicoanálisis.
Palabras clave: Formación psicoanalítica, Institución, Ética, Abstinencia, Transmisión psicoanalítica.
Apreciado Profesor Dr. Freud, me permito molestarle con cuestiones que, supongo, ya no son de su incumbencia, pero aquí en la tierra las cosas siguen su curso y nosotros los analistas necesitamos reflexionar sobre las dificultades que se nos van presentando en nuestra práctica. Pero antes de plantearle el tema específico sobre el cual quisiera que usted eche algo de luz, quiero congratularlo por el centenario de su escrito Psicología de las masas y análisis del yo. Congratularlo especialmente por la vigencia de sus ideas que, cien años después, aún nos ayudan a reflexionar sobre uno de los malestares que aqueja a sociedades de distintos países, me refiero a la fragmentación social, que aquí en la Argentina llamamos grieta. Para algunos analistas y aún para pensadores importantes de otras disciplinas, los textos suyos siguen siendo fuente de inspiración. Otros dicen que es ya letra muerta y recomiendan abocarse al estudio de autores contemporáneos.
Supongo, estimada señora, que deben ser aquellos que se suben al carro del progreso, como diría un lúcido lector de mi obra, Walter Benjamin, en su magnífico texto “Tesis de filosofía de la historia”.
No lo había pensado desde esa perspectiva Prof. Freud. Efectivamente, para quienes tienen esa posición respecto de la historia, el pasado solo existe para quedar enterrado bajo los monumentos que se erigen en memoria de los ganadores. Le ruego me disculpe que corte tan abruptamente el hilo de esta interesante conversación, pero no es precisamente el tema por el cual me atreví a interrumpir su descanso.
Resulta que en la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires se está llevando a cabo el XLIII Congreso internacional, vía online. Por supuesto, usted no sabe de qué se trata lo de online; ¡si hasta el teléfono le costó incorporar! Resulta que los participantes de este evento no estamos reunidos en un mismo espacio físico; se participa desde distintas ciudades de Argentina y de otros de países del mundo.
Aunque usted no lo crea, hoy son cientos o quizás miles las instituciones psicoanalíticas diseminadas alrededor del mundo, incluso las hay en Asia. Cuando usted escribió Psicología de las masas, las instituciones se contaban con los dedos de una mano y la cantidad de miembros serían algunas pocas decenas, supongo. Esto implica un cambio radical en cuanto a organización institucional se refiere y a los postulados y requisitos para pertenecer a alguna de las muchas asociaciones psicoanalíticas que se agrupan en filiales de todo el mundo. Aunque no todas son parte de la Asociación Psicoanalítica Internacional fundada por usted; algunas responden a otro líder inspirador, un tal Jacques Lacan.
Dada esta situación ¿no le parece pertinente, Dr. Freud, incluir al conjunto de las instituciones psicoanalíticas diseminadas por todo el planeta bajo la categoría de masa artificial, junto a la iglesia y el ejército estudiadas por usted?
Estimada señora, su propuesta ¡me resulta del todo inaceptable!1 De ninguna manera el psicoanálisis que yo cree, hice crecer y transmití a quienes me sucedieron, puede convertirse en una cosmovisión. Supongo que usted ha leído el artículo donde expresé mi posición respecto de las cosmovisiones y el psicoanálisis. Por si no lo tiene presente, puedo repetirle textualmente lo dicho por mí, ya que ahora mi memoria es inmortal. Escúcheme bien:
Cosmovisión [Weltanschauung] es, me temo, un concepto específicamente alemán cuya traducción a lenguas extranjeras acaso depare dificultades. Si intento una definición, es inevitable que les parezca torpe. Entiendo, pues, que una cosmovisión es una construcción intelectual que soluciona de manera unitaria, todos los problemas de nuestra existencia a partir de una hipótesis suprema; dentro de ella ninguna cuestión permanece abierta y todo lo que recaba nuestro interés halla su lugar preciso. Es fácilmente comprensible que poseer una cosmovisión así se cuente entre los deseos ideales de los hombres. Creyendo en ella uno puede sentirse más seguro en la vida, saber lo que debe procurar, cómo debe colocar sus afectos y sus intereses de la manera más acorde al fin.2
Si algo aprendió usted sobre la práctica del psicoanálisis, se dará cuenta que el concepto de masa alentaría el sometimiento a través de la instauración de ideales que impongan una misma solución para todos los que recurren al psicoanálisis. Los analistas responsables de la transmisión deben cuidarse muy bien de no imponer a quienes los consultan sus propios valores, sus preferencias teóricas, su propia concepción de la vida. A eso también llamo «abstinencia».
1. En cursivas los momentos en que Freud, un poco ofuscado, levantaba la voz.
2. Freud (1933[1932]), Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. 35° conferencia. En torno a una cosmovisión, AE XXII. Buenos Aires, (p 146).
Justamente Profesor, la abstinencia es uno de los elementos que me lleva a preguntarle si la institución psicoanalítica puede pensarse como una masa organizada en torno a ideales. Durante los primeros años de mi formación, había tantas cosas que NO debía hacer o que SI debía. Algunas las recuerdo claramente: NO responder a las preguntas del paciente, interpretar siempre la transferencia en el aquí y el ahora de la sesión, NO acceder a un cambio de horario antes de interpretarlo, interpretar siempre la ansiedad de separación. Esas consignas funcionaron en mi como un mandato superyoico, lo cual me impedía arriesgar mi propia palabra en las sesiones con los analizantes. Aunque me avergüence, debo reconocer que algunas o muchas veces mis interpretaciones consistían en términos de la teoría o expresiones de los supervisores. ¿No le parece que el mandato de abstinencia se constituiría así en un impedimento a la singularidad del analista?
Le pido disculpas de antemano por lo que voy a decirle, puede resultarle muy duro. Lo que usted me plantea debe ser un problema personal. Su manera de comprender la abstinencia dista mucho del concepto acuñado por mi luego de largas cavilaciones respecto de las dificultades con las que me encontraba, casi a diario, en la clínica. Si fuese un simple “mandato superyoico”, como usted dice, no me hubiera demandado tanto trabajo, no sólo intelectual sino de debate con mis propias dificultades, para no regirme por los juicios de valor que también a mí me han sido impuestos. Es justamente por haber podido sortear las imposiciones morales que logré enunciarlo como concepto y no como mandato. Presté mucha atención al tono que empleé, a la emoción que expresé al escribirlo:
Esta vez me encuentro en la feliz situación de sustituir la imposición moral por unos miramientos de la técnica analítica sin alterar el resultado … La cura tiene que ser realizada en la abstinencia; sólo que con ello no me refiero a la privación corporal, ni a la privación de todo cuanto se apetece, pues quizá ningún enfermo lo toleraría. Lo que yo quiero es postular este principio: hay que dejar subsistir en el enfermo necesidad y añoranza como unas fuerzas pulsionantes del trabajo y la alteración, y guardarse de apaciguarlas mediante subrogados.3
La verdad, estimada señora, me resulta de todo punto de vista incomprensible cómo pudo usted transformar este concepto en una imposición moral!!
Tiene usted razón, ¿cómo pude transformar en mandato su claro enunciado? “… dejar subsistir en el enfermo necesidad y añoranza como unas fuerzas pulsionantes …”. Se me ocurre una respuesta. Su propuesta es extremadamente abierta ya que no dice cómo hacer para que subsista necesidad y añoranza. Entonces, la difícil tarea de cada analista es encontrar o crear sus propios modos de intervención. Cómo si esto fuera sencillo, lo debe hacer en función de cada analizante e, incluso, en cada momento particular. En cada una de nuestras intervenciones media una decisión ética, que no cuenta con ningún aval. Una tarea así sólo puede lograrse a través del trabajo en el análisis de cada analista.
Admirado profesor, a veces tengo la impresión de que se han consolidado tan férreamente unos «ideales institucionales» que resulta muy difícil elevarse por encima de los mismos para lograr esa «partícula de autonomía y de originalidad» de la cual usted habla en “Psicología de las masas”.
3. Freud, S. (1915[1914]). Puntualizaciones sobre el amor de transferencia. AE XII. Buenos Aires, 1978, p. 167.
Si me permite, quiero plantearle otra cuestión; es respecto a su posición en relación con el sufrimiento humano. Cuando usted afirma que la cura viene como efecto de hacer conciente lo inconciente, parece haber cierto desinterés por el dolor de quien consulta. Yo encontré una posición distinta en un analista valioso y apreciado por mí; creo que usted no alcanzó a conocerlo, aunque vivía en Londres cuando usted llegó a esa ciudad, me refiero a Wilfred Bion. Le voy a leer dos párrafos que me resultaron muy reveladores y hasta hoy me acompañan en mi clínica. Dice así: “Existen personas que sienten el dolor, pero no lo sufren y por eso no puede decirse que lo descubren. Aquel que deja de sufrir dolor, deja de “sufrir” placer. El sufrimiento del dolor implica respeto por el motivo del dolor, sea propio o ajeno.” Ese respeto le hace decir a Bion que “Hay en la vida de cada uno ocasiones en las cuales “cerrar los ojos” es prudente y no patológico. Tales situaciones se hacen patológicas cuando la “curación” que se obtiene por estos medios es vivida como más dolorosa que la enfermedad original.”
Puedo acordar con la posición de Bion que usted menciona, aunque nunca lo hubiera podido expresar en esos términos…
Coincido con usted Prof. Freud. Fueron momentos distintos del desarrollo de la teoría psicoanalítica, usted estaba construyendo los cimientos y la estructura básica; Bion ya pudo habitar el edificio, usufructuar los beneficios de un análisis personal y del estudio de su obra y de otros analistas, como Melanie Klein, por ejemplo. Además, Bion sufrió duras experiencias en el campo de batalla de dos guerras mundiales.
Por favor, señora, explíqueme por qué le resultan tan valiosas las palabras que me leyó.
Hace muchos años, cuando empecé a estudiar algunos textos de Bion, yo pensaba que el psicoanálisis era algo así como un bien supremo, que podía curar y hasta prevenir casi cualquier mal relacionado con problemas psíquicos. Mi idea se vio profundamente cuestionada por la afirmación de que la vía de curación no puede ser más dolorosa que la enfermedad original. Entendí entonces la importancia de evaluar concienzudamente las posibilidades de análisis de cada persona que pidiera mi ayuda. Entonces, cuestioné el valor absoluto que le había dado al psicoanálisis como instrumento terapéutico; lo cual me permitió tratar de adecuarlo a cada situación particular y respetar el quantum de sufrimiento tolerable como un indicador de hasta donde se podía avanzar en un proceso terapéutico.
Efectivamente, se trata de momentos distintos, tanto respecto del desarrollo de la teoría psicoanalítica como de las experiencias de vida. Sin embargo, lo que usted señala es bastante afín a lo expresado por mí en la Conferencia “Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica”. Ahí afirmo que
Nos negamos de manera terminante a hacer del paciente que se pone en nuestras manos en busca de auxilio un patrimonio personal, a plasmar por él su destino, a imponerle nuestros ideales y, con la arrogancia del creador, a complacernos en nuestra obra luego de haberlo formado a nuestra imagen y semejanza. … no se debe educar al enfermo para que se asemeje a nosotros, sino para que se libere y consume su propio ser. 4
Esta afirmación es aún más enfática si la pienso en relación con los análisis de quienes están abocados a la práctica del psicoanálisis.
Apreciado Dr. Freud, le agradezco enormemente el tiempo que me ha brindado y sus esclarecedoras palabras. No puedo prometerle que no voy a volver a interrumpirlo con alguna otra cuestión, ya que en el Área freudiana de APdeBA leemos sus escritos y, obviamente, surgen interrogantes, confusiones, cuestionamientos, especialmente cuando nos encontramos en su texto con oscuridades y contradicciones.
Hasta siempre Prof. Freud.
Apreciados colegas: no quise demorar aún más al Prof. Freud con una cuestión que no pertenece a su época y que me resulta difícil de explicársela. Deseo, en cambio, comentarles a ustedes, mis contemporáneos que, aunque las palabras de Freud hayan sido muy esclarecedoras, sigo pensando que si pretendemos que el psicoanálisis siga vivo es fundamental que se mantenga siempre vigente la pregunta respecto del lugar de lo institucional en la transmisión del psicoanálisis, especialmente aquellos que tienen la responsabilidad mayor en la formación, los analistas con función didáctica.
4. Freud ([1918]1919), Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica. AE XVII. Buenos Aires, 1978. (p. 160).
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Uma conversa com Freud. ¿O institucional, um obstáculo na ética do analista?
Resumo: Nesta conversa ficcional com o criador da psicanálise, a autora manifesta sua preocupação com as dificuldades que a intrusão do institucional na prática do analista poderia causar. A discussão se concentra especialmente na ética analítica. As respostas de Freud são, em maior medida, expressões textuais extraídas de diferentes escritos de suas obras. Ao se despedir do Prof. Freud, o autora expressa a necessidade de manter sempre atual a questão do lugar do institucional na transmissão da psicanálise.
Descritores: Formação psicanalítica, Instituição, Ética, Abstinência, Transmissão.
A conversation with Freud. Can the institutional become an obstacle in the ethics of the analyst?
Abstract: In this fictionalized conversation with the creator of psychoanalysis, the author raises her concerns regarding the difficulties that could arise from the intrusion of the institutional into the analyst’s practice. The discussion focuses particularly on analytic ethics. Freud’s responses are, in large part, textual statements taken from various passages in his works. In her farewell to Prof. Freud, the author expresses the need to constantly question the role of the institutional in the psychoanalytic training.
Descriptors: Psychoanalytic training, Institution, Ethics, Abstinence, Transmission.