2023: Lo Materno - Vol XLV nº 1

Melina Bronfman: Musicoterapeuta (Universidad del Salvador). Coaching ontológico (Newfield Network, Chile). Doula (Certificada por DONA, Doulas International). Terapeuta Corporal (Eutonista). Pedagogía Pikler (Pikler Lóczy Entézet, Budapest, Hungría). Diploma de Apego y Vínculos (Centro Aleph). Creadora y directora del Centro Materpater. Directora Docente de la Diplomatura Sobre Nuevos Paradigmas en Crianza y Desarrollo, IUSAM. Ofrece encuentros de Juego Libre para bebés de 8 meses a 4 años y sus familias. Brinda encuentros de Desarrollo y Crianza a familias y educadoras y asesoramiento a instituciones educativas. melinabronfman@gmail.com

Resumen: Lo materno es una matriz original que procura dar vida y sostenerla. Pero es tan delicada que si no se cuida y se sostiene adecuadamente puede generar exactamente lo contrario. Lo materno, su rol, su función, y su necesidad, es sumamente ideal pero no deja de ser agobiante, sobre todo en estos días, en donde las mujeres hemos perdido nuestros propios espacios de referencia, nuestros círculos de encuentro, y de mutua asistencia, por lo que nos encontramos maternando en absoluta soledad. Revisando diferentes puntos de vista, tanto biológicos como psicológicos hago un recorrido, a veces sinuoso sobre la importancia de maternar y la figura de apego.

Descriptores: Madre, Apego, Función Materna, Biología, Afecto.

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Cuando acepté escribir este artículo, estaba navegando las aguas de la ingenuidad, sin saber que por el sólo hecho de aceptar, corría el riesgo de meterme en profundidades correntosas de las que no siempre se tiene la idoneidad para sortearlas sin consecuencias.

Me tomé unas semanas para meditar sobre el tema y decidir qué abordaje darle.

¡Ay! ¡tantos!

Cuantos más días pasaban, más iban surgiendo en mi cabeza.

Así como “madre hay una sola” (cuya afirmación hoy en día también podría deconstruirse, dado que la tecnología nos posibilita tener una madre biológica, una madre de gestación y una madre de adopción), la visión de lo materno puede ser de una multiplicidad asombrosa.

Entonces, compartiré la mía.

Como puntos de partida, busqué el significado etimológico: Materno se refiere a la madre.

Continuando con esa búsqueda, madre viene de la matriz, la cavidad uterina que gesta a la cría y también, de mama, que alude a las glándulas mamarias que alimentan a la cría el tiempo que lo necesita hasta volverse una criatura totalmente autónoma.

Por lo tanto, lo materno es un término que alude no solo a la creación de la vida, sino al sostén de la misma.

Es curioso que cuando queremos saber sobre algo nos remitimos al origen de determinado tema y lo materno, justamente ¡remite al origen!

Entonces me dediqué a profundizar un poquito más acerca de lo etimológico y biológico.

La biología no se equivoca. La biología es la fisiología, es decir es el comportamiento del organismo luego de millones de años de optimización.

Hay una sabiduría en todo ese comportamiento y por lo tanto, una sabiduría en la maternidad. Enumeraré una serie de eventos que forman parte de esta sabiduría.

La oxitocina, el orgasmo y la concepción

Según las investigaciones de la Dra. Kersting Uvnäs Moberg nacida en Suecia, plasmadas en su libro Oxitocina (2009), la oxitocina conocida como la hormona del Amor, está presente en todos los eventos de la reproducción y tiene dos efectos bien definidos.

Uno de ellos es el de generar las contracciones mecánicas necesarias para lograr la concepción: la expulsión del semen, a través de contracciones generadas por la oxitocina, las contracciones uterinas que atraen a los espermatozoides hacia las trompas de falopio donde se encuentra el óvulo.

La oxitocina no sólo es protagonista de la concepción sino que también lo es del parto: cuando el bebé esté listo para nacer, serán las contracciones uterinas las que lo llevarán hacia el otro lado de la piel.

Y acá viene el tercer Oscar, el rol de la Oxitocina en la lactancia: para poder ser alimentado serán las contracciones de las glándulas mamarias las que generarán el reflejo de eyección de leche, para no sólo mantener vivo a este bebé, sino para darle todo lo que necesita para crecer y desarrollarse.

El otro efecto de la Oxitocina es sentir un amor placentero, es sentir mucha confianza y paz, es percibir y autopercibirse en el lugar correcto y haciendo lo correcto.

Pareciera ser que la naturaleza quisiera que no solamente fuésemos gestados embebidos en oxitocina sino que además tiene como expectativa, dado que la lactancia humana tiene una perspectiva biológica natural unos 6 años (en promedio) de duración, que seamos criados durante esos primeros años de nuestra vida infusionados de los efectos de esta hormona del bien.

Para tener alguna idea acerca de lo que la Oxitocina produce en nuestro cerebro, sugiero un ejercicio: La próxima vez que tengas un orgasmo, ya sea a solas o compartido, presta atención a lo que te cuenta tu propiocepción. Inmediatamente luego de haberlo experimentado, probablemente sientas mucho placer a nivel genital, ya que fue el desencadenante mecánico. Luego probablemente sientas algo a nivel del vientre, como un latigazo interno que sube para finalmente llegar al centro de tu cerebro. Y allí… reseteo general del sistema. Con múltiples reacciones posibles (que dependen de tu historial oxitocínico). Risas, suspiros, ganas de hablar de pavadas, mimos, somnolencia placentera, como si cayeras bajo un encantamiento al que no deseas de ningún modo resistirte.

Tratemos de imaginar entonces el Limbo oxitocíclico en el que vive un bebé que tiene, a lo largo del día y de la noche, varios inputs de oxitocina a través de los distintos tipos de succiones y a través del contacto físico constante (también generador de oxitocina), porque sepamos esto: para hacer amamantado/a es necesario ser abrazado/a.

Entonces, la lactancia dura 6 años (sí, ya sé, ¡te explotó el cerebro!)

Cuando hablo de las expectativas de lactancia, uso exclusivamente datos biológicos que la antropóloga Catherine Dettwyller (1995) se ocupó de investigar con mucha rigurosidad.

Ella luego de observar distintos grupos de mamíferos, luego primates y también los humanos pudo determinar que la lactancia humana tiene una duración promedio de 6 años relacionada con varios factores.

Uno de ellos es la caída de los dientes llamados de leche porque justamente pertenecen al periodo de lactancia.

Otro de los factores es la disminución progresiva hasta la desaparición de la lactasa que es la enzima que digiere la lactosa presente en el intestino de bebé/niño/a.

Otro factor también habla de la activación definitiva del sistema inmune, es decir que los bebés/niños/a ya no necesitan de las inmunoglobulinas maternas, porque su sistema inmunológico responde de manera completa. Y además, al haber estado protegidos inmunológicamente por la lactancia, tuvieron las oportunidades necesarias para estar en contacto con muchos agentes patógenos y desarrollar anticuerpos sin necesariamente enfermarse.

Finalmente sus conclusiones nos cuentan que los mamíferos abandonan la lactancia de manera progresiva, espontánea y sin necesidad de coerción por parte de la madre u otros adultos a una edad que ronda la mitad de la edad en la que están biológicamente en condiciones de reproducirse.

Aporto estos datos para poder contextualizar la importancia de la duración de la presencia materna durante los primeros años de vida y sobre todo refiriéndome a la madre biológica.

Lo que deseo enfatizar con esto, es que una figura de apego es necesaria pero idealmente es la madre.

No es exactamente igual si no lo es, que si sí lo es, ya que la única persona que es capaz de amamantar a su cría con su código genético y con todo lo que viaja a través de la sabiduría de la lactancia es exclusivamente su madre biológica.

Por supuesto que estas palabras están expresadas desde un lugar de idealización, y sin tener en cuenta los distintos contextos y situaciones particulares que puedan atravesar las familias incluyendo las adopciones o situaciones en las que las madres no están.

Siempre una figura de apego va a ser salvadora y no estoy de ningún modo descalificando su rol o capacidad.

Simplemente estoy solo destacando las características de lo materno desde el punto de vista biológico.

Entonces tenemos esta oxitocina que no solamente se recibe a través de la lactancia sino que además el bebé también la genera al succionar y al permanecer en contacto físico con su mamá.

Succionando ando

La succión es una de las acciones principales que realiza el bebé para tejer en su cerebro conexiones relacionadas con la Salud Mental, con el bienestar y con la regulación fisiológica.

(Abro un pequeño paréntesis para esclarecer este concepto: se trata de satisfacer necesidades esenciales, presentes en la base de la pirámide de Maslow, en donde esta satisfacción está dada por completo, y gracias a ello, no hay tensión interna ni estrés, ni percepción de catástrofe inminente, como lo percibiría un bebé si acaso una de sus necesidades estuviera sin cubrir. Ello explica esos accesos de llanto descontrolado cuando, por ejemplo se ha mojado, o cinco segundos antes emitió la primera señal de hambre).

Hoy se sabe que ese tipo de succión tiene un nombre, «succión afectiva» y es tan nutricia como la succión llamada nutritiva porque ambas nutren. Una, al cuerpo mecánico, que va a los músculos, huesos, órganos con el aporte de grasas, proteínas, calcio, etc. Y la otra, la succión afectiva, nutre al cerebro, posibilitando la generación de múltiples neurotransmisores que modelarán su modo de procesamiento, obviamente, desde el estado de regulación.

Parece una obviedad, pero no lo es. Esto es posible gracias a que hay una madre. Su cuerpo, sus secreciones, su presencia, su incondicionalidad, posibilitan estas experiencias regulatorias, cuyos efectos son a inmediato plazo, sacian en el aquí y ahora. Pero como se está en un periodo de configuración, estos efectos también serán a largo plazo.

Como lo expresa tan claramente el Dr. Carlos González en su libro sobre la lactancia, y desde el mismo título, llamado Un regalo para toda la vida (2006).

La lactancia, si es suficiente, regula para toda la vida, porque ha modelado un cerebro, ha generado un patrón oxitocínico y regulado.

Todas las leches son maternas

Es curioso, cómo nos hemos enredado en un sistema anti fisiológico, en el cual hemos renunciado alimentar a nuestras propias crías con nuestra esencia materna, y en cambio, hemos esclavizado otras especies para extraerles la suya, haciéndolas tener bebés, para luego quitárselos, y aprovecharnos del fluido de vida que ellas generan para sus propias crías.

La leche tiene una composición altamente compleja. Por un lado, los componentes nutricionales, que pueden ser torpemente imitados en un laboratorio, interviniendo groseramente la leche de vaca. Sin embargo, las proporciones de grasa, sodio y proteínas siguen siendo fallidas.

Por otra parte, la leche tiene hormonas de crecimiento. En la de vaca, bovino, esos vectores de crecimiento son para un bebé cuadrúpedo que tiene como expectativa pesar 200 kg en 2 meses.

Hay un código genético que el organismo tiene la expectativa de transcribir (imaginen lo que sucede cuando ingresa leche de otra especie. Si el metabolismo tuviese cara, sería muy gracioso imaginarla, si no estuviera en juego la salud).

El ejemplo más claro que se me ocurre, es éste: la leche, toda leche, se compone del plasma de la sangre. Diría que cada toma de leche es una transfusión oral de sangre, sólo que sin los glóbulos rojos. A nadie, de necesitarla, se le ocurriría hacerse una transfusión de sangre de vaca, o de cabra. La especie, es la especie.

¿Qué más tiene cada leche?

Células madre, estas células tan preciosas, que se ocupan de generar y reparar tejido, únicas para cada especie.

¡Inmunoglobulinas! La leche es un tejido vivo que tiene múltiples macrófagos que literalmente, persiguen como un pacman biológico, todos los agentes patógenos que detectan y los neutralizan, fagocitándolos.

Me pregunto cómo pudo haber sido que nos hayamos dejado engañar con tanta facilidad creyéndonos que un producto industrial iba a superar el producto original o el discurso de la liberación haciéndonos creer que gracias a la fórmula no tendríamos que ocuparnos de nuestros hijos. Esta es una falacia tan grande como el universo, porque de nuestros hijos nos tendremos que ocupar siempre aún si no nos ocupamos, ya que sus carencias pueden generar una dependencia tan grande y tan a largo plazo que podemos seguir el resto de nuestras vidas tratando de asistir a una persona que si hubiese recibido lo que necesitaba en tiempo y forma hace mucho ya que sería totalmente autónoma y feliz.

Hace unos años se publicó un video con un ejercicio muy interesante en donde se solicitaba un puesto de trabajo y los postulantes tuvieron una entrevista. En la misma se describían las condiciones de trabajo que eran 24 horas sobre 7 días, sin descanso y además sin sueldo. Cuando los postulantes atónitos preguntaban ¿Pero qué clase de locura es ésta? entonces el entrevistador decía «bueno es lo que hace una madre ¿no?».

Este ejercicio por un lado puso de manifiesto lo que hacemos las madres, lo que hoy llamamos trabajo no remunerado, que es un trabajo gigante. Si tuviésemos que pagarle a alguien para obtener, no los mismos resultados porque ya sabemos que la madre es irremplazable, pero por lo menos desde el punto de vista organizacional y logístico, necesitaríamos contratar una persona que cocine (haga las compras, cocine, sirva, retire, limpie la cocina, los utensilios etc.), una persona que limpie, una persona que se ocupe de la ropa, una persona que se ocupe de llevar y traer, y otra que esté presente 100% disponible para abrazar. Hago una pequeña pausa para mencionar un libro llamado Los que susurran (2009) que cuenta los estragos que causó el estalinismo en Rusia al separar a los niños de sus familias por considerarlos pertenecientes al estado, habilitando miles de orfanatos en donde los niños eran reclutados y educados sin tener en cuenta ninguna de sus necesidades emocionales. Sin embargo en uno de estos orfanatos una mujer reconoció que ella sintió la necesidad de abrazar a estos niños que tenía a su cargo. Y estos niños tenían una necesidad pasmosa de ser abrazados, tanto que cuando ella llegaba por la mañana a su lugar de trabajo era literalmente asaltada por los niños que se le colgaban del cuerpo ya que sabían que era la única persona corporalmente disponible.

Hoy conocemos, gracias a la Teoría del Apego de John Bowlby, que esta falta de contacto físico, presencia y disponibilidad, en principio materna, puede causar heridas profundas y perennes en la persona.

Pido disculpas por mis escritos sinuosos, no puedo dejar de recordar situaciones películas o libros que de alguna manera ilustran lo que yo quiero reflejar.

Y con esto voy a escribir el último fragmento de este artículo.

Todo lo que plasmado en torno a “lo materno”, su rol, su función, y su necesidad, es sumamente ideal pero no deja de ser agobiante como dije al principio del artículo, sobre todo en estos días, en donde las mujeres hemos perdido nuestros propios espacios de referencia, nuestros círculos de encuentro, y de mutua asistencia, por lo que nos encontramos maternando en absoluta soledad.

Resulta que al quedarnos atrapadas en una experiencia sumamente agotadora, el mercado irrumpirá con muchas tentaciones de liberación o independencia que solo conducen a mayor dependencia como todo aquello que no es genuino.

Urie Bronfrenbrenner se encargó muy bien de describirlo en su Teoría Ecosistémica (1979).

Pero aunque sea extenuante eso no quiere decir que las madres no necesitemos ocuparnos de nuestros bebés.

La biología siempre tiene un potencial que necesita ser expresado, cuanto más, mejor. Una flor necesita compartir todos sus pétalos y exhalar su mejor fragancia.

Una mariposa necesita desplegar sus alas y mostrarlas a su entorno.

Un león necesita rugir al viento y que toda la selva se entere de su presencia.

Cuando las mujeres nos convertimos en madres, nuestra realidad pega un volantazo muchas veces esperado pero también inesperado en cuanto a la intensidad de lo vivido y a las emociones que afloran. En medio de ese volantazo necesitamos asegurarnos de que nuestro bebé va a sobrevivir y haremos lo que esté a nuestro alcance para lograrlo.

Así es que nos enloquecemos para lograr dormirle, pero luego que se ha dormido, en lugar de ponernos a descansar, nos quedamos mirando a nuestro bebé con cara de embelesamiento sin posibilidad de hacer ninguna otra cosa que observar cada gesto, cada pliegue y cada célula.

Es así, no nos estamos sacrificando en absoluto, estamos haciendo lo que deseamos hacer con todas nuestras fuerzas.

Viéndolo desde este lugar me atrevería a afirmar (obviamente es mi opinión), que el instinto materno sí existe.

Es un instinto en realidad de cuidado. Esas formas redondeadas de los cachorros, son así, porque nos activan ciertas partes del cerebro que nos llevan a desplegar nuestras habilidades de cuidado y protección.

Vemos un cachorrito por la calle y enseguida queremos abalanzarnos a acariciarlo. Vemos una foto de un gatito bebé, y nuestra cara se transforma en un catálogo de gestos oxitócicos (traducción; de amor y ternura).

Un bebé llega junto a su madre a una reunión o alguna sala, o clase, o supermercado y es blanco de todas las miradas. Y si la madre lo permitiera (y a veces, sin su permiso) el bebé andaría de brazo en brazo, satisfaciendo esa necesidad de los adultos de sostener por un ratito a un cachorro (¡pobre bebé!, no creo que disfrute de estar entre personas desconocidas que lo zamarrean y lo codician como si fuera el tesoro del momento).

Pero ¡atención! también puede suceder que los bebés generen rechazo.

Algo así como el anti instinto. Pero en esos casos particulares, si nos ponemos a pesquisar, es probable que encontremos situaciones traumáticas asociadas a la infancia de quien rechaza.

En un momento en donde la persona debía recibir incondicionalmente cuidados por parte de su entorno, ha sido traicionada, humillada, desvalorizada, maltratada y descalificada.

Cómo lo demostró Harry Harlow en uno de esos experimentos con monitos a los que separó de su madre, y los colocó en unas jaulas para demostrar que los monitos preferían a la madre felpuda (a la de alambre que daba leche), aunque no tuviese leche, es decir priorizaban el contacto al alimento.

Pero luego de demostrar esto que resultó ser de vital importancia para hablar del apego más adelante, también nos contó algo muy triste y cruel: esos monitos nunca pudieron ser padres, y si alguno tuvo crías no fue capaz de ocuparse de sus propios hijos. Algo se rompió en su interior con el trauma de la separación y la falta de atención materna.

Cuando me entero de historias devastadoras de niños y niñas agredidos por sus supuestas figuras de cuidado, además de entristecerme profundamente por la sociedad en la que vivimos también me pregunto qué le pasó a esa madre, a ese padre, que se volvió agresivo contra aquello que era lo que más tenía que cuidar.

Conclusiones: lo materno es una matriz original que procura dar vida y sostenerla. Pero es tan delicada que si no se cuida y se sostiene adecuadamente puede generar exactamente lo contrario.

Siempre hay una matriz. El tema es cuál generamos o ayudaremos a generar.

Gracias por el espacio.

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Referencias

DECEL. (s.f.). Materno. En Diccionario etimológico castellano en línea. http://etimologias.dechile.net/?materno
DECEL. (s.f.). Madre. En Diccionario etimológico castellano en línea. http://etimologias.dechile.net/?madre
Uvnäs Moberg, K. (2009). Oxitocina, la hormona de la calma, el amor y la sanación. Barcelona. Obelisco.
Stuart-Macadam, P. & Dettwyler, K. (1995). Breastfeeding: Biocultural Per-spectives. Transaction Publishers.
González, C. (2006). Un regalo para toda la vida, guía de la lactancia materna. Espasa.
Figes, O. (2009). Los que susurran, la represión en la Rusia de Stalin. Edhasa.
Bronfenbrener, U. (1979). The Ecology of Human Development: Experiments by Nature and Design. Harvard University Press.