2023: Lo Paterno - Vol XLV nº 2

Lisette Weissmann: Doctora en Psicología Social (USP), Master en Psicología Clínica (PUCSP), Especialista en psicoanálisis de parejas y familias (AUPCV). Miembro del departamento de Psicoanálisis del Instituto Sedes Sapientiae. Profesora de posgraduación CEP Centro de Estudios Psicoanalíticos en San Pablo. Autora de los libros: Familias Monoparentais, 2009; Atendimento Psicanalítico a família, 2014; Interculturalidade nos vínculos familiares, 2019 y varios artículos.

Resumen: A partir del poema Bodas de perlas de Mario Benedetti se discute la diferencia entre relaciones de pareja estables y duraderas a lo largo del tiempo y relaciones pasajeras, fugaces o relación de amantes. Se analizan las parejas de la época moderna y de la contemporaneidad con los valores predominantes. Se considera el pasaje del enamoramiento o momento inicial idealizado del vínculo de pareja al momento de aceptación del otro y del vínculo con sus conflictos a lo largo del tiempo. Llamamos a ese periplo como trabajo de vínculo que implica abandonar la idealización para aceptar al otro como sujeto total y diferente dentro del vínculo de pareja.

Descriptores: Pareja, Alteridad, Vínculo, Enamoramiento, Amor, Conflicto.

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Bodas De Perlas

Después de todo qué complicado es el amor breve
y en cambio qué sencillo el largo amor
digamos que éste no precisa barricadas
contra el tiempo ni contra el destiempo
ni se enreda en fervores a plazo fijo

el amor breve aún en aquellos tramos
en que ignora su proverbial urgencia
siempre guarda o esconde o disimula
semiadioses que anuncian la invasión del olvido
en cambio el largo amor no tiene cismas
ni soluciones de continuidad
más bien continuidad de soluciones

esto viene ligado a una historia la nuestra
quiero decir de mi mujer y mía
historia que hizo escala en treinta marzos
que a esta altura son como treinta puentes
como treinta provincias de la misma memoria
porque cada época de un largo amor
cada capítulo de una consecuente pareja
es una región con sus propios árboles y ecos
sus propios descampados sus tibias contraseñas

he aquí que mi mujer y yo somos lo que se llama
una pareja corriente y por tanto despareja
treinta años incluidos los ocho bisiestos
de vida en común y en extraordinario

alguien me informa que son bodas de perlas
y acaso lo sean ya que perla es secreto
y es brillo llanto fiesta hondura
y otras alegorías que aquí vienen de perlas….

Mario Benedetti

Me gustaría reflexionar sobre la pareja a la luz de las palabras de Mario Benedetti. El autor intenta describir el amor de una pareja en el llamado aniversario de perlas, o sea en sus 30 años de relación con su esposa. Describe el «largo amor» como una experiencia con una «continuidad de soluciones». La cotidianidad en la relación de pareja conlleva la fantasía de que se puede asegurar la continuidad en el tiempo, como si se pudieran establecer garantías dentro de la relación para que no se rompa. La pareja legitimada por lo social ofrece a los sujetos la fantasía de la perennidad, de permanencia en el tiempo, aquello que sólo la muerte puede separar, aquello que los dichos populares perpetúan como «la media naranja», «el pie cansado para la zapatilla vieja», «contigo, pan y cebolla», “hasta que la muerte nos separe”. Sabemos que la sabiduría popular ilustra de forma clara y certera aquello que el imaginario social contiene y que sostiene a la humanidad. Tal es la búsqueda de certidumbre, de un lugar seguro, de un intento de estabilidad, de la seguridad de la continuidad en el tiempo y en el espacio de dos sujetos que se nombran mutuamente como «pareja». Una fantasía que calma y aporta fuerza al anunciar un devenir social a perpetuar por los humanos a través del matrimonio. Un momento de unión de dos sujetos, basado en esta fantasía de continuidad, particular, vincular y también cultural.

Quizás Benedetti esté apuntando a los ideales sobre la pareja moderna, romántica, en la que sus bases eran: monogamia, fidelidad y complementación, con el fin de generar una instancia que mitigue el dolor por la diferencia y asegure una pertenencia y sostén centrados en la relación de pareja. Estas ideas también forman parte de la leyenda popular y del imaginario social en relación con el amor entre los seres humanos.

Norberto Inda describe:

La pareja de la modernidad fue planteada como un contrato civil, pero también como un sacramento, aun por fuera de lo religioso. Lo profano y lo sagrado coexisten […] El dispositivo moderno de pareja la describe como una unidad dadora de sentido y de apuntalamiento. No sólo como una instancia de placer sexual, sino como un reaseguro de lo más “propio” de lo autoconservativo. […]

El dispositivo social de pareja de la modernidad es un marco para el funcionamiento vincular que prescribe ciertas conductas: monogamia, cotidianeidad, proyecto compartido, relaciones sexuales y cierta vinculación con el armado de una familia (Berenstein y Puget, 1988). Estos parámetros enmarcan la cotidianeidad y apuntalan una modalidad determinada. En la modernidad occidental, además, dos personas deben enamorarse como pasaporte al armado de una pareja. Este requisito dará pie a numerosos excesos, y no pocos padecimientos, habida cuenta de la idealización que supone. A su vez, otras conductas o expectativas correrán el destino de la negatividad. (Inda, 2012, pp. 59-60)

Por otro lado, podemos pensar en parejas contemporáneas en las que estos ideales se modifican, formando otro tipo de vínculo. A pesar de ello, pensamos que aún operan en lo social varias resistencias a abandonar las ideas modernas, las cuales se irán deconstruyendo paulatinamente formando nuevas formas de intercambio en las parejas, que las alejen de los mandatos de la modernidad.

Para Joel Birman (2007) las parejas contemporáneas, o de hoy, como él las llama están impregnadas de

ciertos modelos privilegiados de subjetivación investidos por la cultura del narcisismo y por la sociedad del espectáculo, que enfatizan la exterioridad y el egocentrismo. […] El otro sirve sólo como instrumento para el aumento de la imagen de sí mismo, y puede ser eliminado como un abatimiento cuando ya no sirve a esta función abyecta. […] Sólo quedan para las subjetividades los pequeños pactos en torno a la posibilidad de extraer goce del cuerpo del otro, cueste lo que cueste. (Birman, 2007, p. 24-25)

Benedetti evoca en el poema el «amor largo, sin tener cismas […] con continuidad de soluciones», aludiendo a la fantasía de no rupturas con asiduidad en el tiempo. Tal vez relacione la fantasía que traen las parejas que, a su vez, sostienen el vínculo perpetuándolo en el tiempo. Pero teóricamente el psicoanálisis propone que las parejas necesitan ciertas rupturas y modificaciones para dar cuenta del paso del tiempo y de la inclusión de las transformaciones personales y vinculares en el devenir temporal.

El poeta diferencia entre «amor largo» y «amor breve», uno con una fantasía de continuidad y el otro pensado como límite de finalización, «ocultando o disimulando el adiós que anuncia el posible olvido». Podríamos pensar que el «amor breve», como él lo describe, señala un vínculo basado más en momentos fugaces y pasajeros que podrían incluir relaciones puntuales con poca complejidad en el vínculo y una sexualidad con predominio del placer. Y el «amor largo» como relaciones con una proyección en el tiempo de vínculos duraderos con una vida cotidiana compartida, que incluye la sexualidad y que puede llegar a transformarse en amor. Aludiendo por una parte al vínculo de los amantes y por otra a la pareja. La sexualidad ocupa un lugar importante en ambas situaciones, pero con características distintas.

Kleiner y Pachuk (1996) consideran que el lugar de la sexualidad en el vínculo de pareja encierra una difícil paradoja. Señalan que

Amor y goce se articulan y desarticulan en el curso de la conyugalidad. El amor implica una dimensión narcisista; la fascinación por el objeto exige completud y estabilidad. El goce, en cambio, es parcial, se deleita con algo del cuerpo; el goce erótico es siempre con una parte del objeto. Amor y goce parecerían incompatibles por estructura; el primero es totalizador, el segundo fragmentario; difícil arte el de conjugarlos. (Kleiner & Pachuk, 1996, p. 113)

Muchas son las preguntas que se plantean para intentar responder a esta intrincada trama que se dibuja en los vínculos con respecto a la sexualidad. Vemos cómo todo vínculo alberga un conflicto estructural en el que es necesario hacer coincidir el investimiento pulsional libidinal en un solo objeto, una búsqueda del otro como objeto de satisfacción sin perderse a sí mismo como resto autoerótico. Por lo tanto, todo vínculo de pareja presenta el reto de lidiar con esta conjunción de fuerzas que deben satisfacerse en este determinado «entre dos». Vemos cómo la sexualidad presenta en el vínculo de pareja una relación compleja entre amor y deseo con tendencia a conseguir un alcance totalizador. El vínculo de amantes o relación extramatrimonial parecería estar guiado por una búsqueda de goce y placer como aproximación fragmentada al otro, lo que podría categorizarse como un predominio de la búsqueda de un objeto parcial para la satisfacción.

Esta distinción conlleva matices peculiares en cada vínculo, imposibles de diferenciar o clasificar estrictamente, ya que cada relación se estructura según el deseo de los sujetos que la conforman, constituyendo su propia historia vincular. Nos encontramos ante varios tipos de relaciones guiadas por una búsqueda libidinal dirigida al otro: el otro, en la fantasía, opera como proveedor y como aquel que puede suplir el deseo sexual dentro del vínculo. Nos enfrentamos a la complejidad de la condición del amor, difícil de describir en su totalidad.

La cuestión que se plantea es cómo manejar el deseo sexual narcisista en el vínculo con el otro, que también tiene sus necesidades y deseos. Jurandir Freire Costa (1998) cita diferentes actitudes ante el amor que pueden arrojar luz sobre la cuestión. Dice que

A diferencia de Rousseau, que creía posible subordinar la sexualidad al amor por el otro, Freud afirmaba que tal subordinación nunca es completa ni acabada. A veces amamos a alguien a quien no deseamos sensualmente, a veces deseamos sensualmente a la misma persona, sexo y amor siempre acaban entrando en conflicto, dados los intereses narcisistas de cada uno. En resumen, para Freud, la solución de compromiso de Rousseau era ilusoria. Quedaba, pues, saber que en todo amor hay algo imposible, un resto que sustrae al imperio del imaginario narcisista y muestra al sujeto las marcas de la castración. […] El amor sigue el destino de la sexualidad, es decir, ocultar y revelar lo que tanto tememos: la «herida de la existencia no tiene cura» y vivir es vivir con el «dolor de existir». (Costa, 1998, p. 3)

Volviendo a la poesía de Benedetti, señala que las bodas de perlas aluden al «secreto», tal vez esté señalando aquí que tras la fantasía del matrimonio se esconde un secreto, que es el que determina que la fantasía de eternidad y certidumbre es caduca y necesita ser revisada y replanteada a lo largo de los años de la relación. Lo que podría del vínculo completar a los sujetos en un momento temprano de la vida de pareja, puede perder sentido y precisa ser reescrito en momentos posteriores. El secreto se basa quizá en que los sujetos siempre permanecerán en el cambio sin poder atarse a ninguna certeza; la incertidumbre, pues, habita en las parejas desde los mismos sujetos que la conforman. Benedetti describe a la pareja como «brillo, lágrimas, celebración, profundidad» señalando tanto la alegría y el amor, como el dolor por el desencuentro y el desamor. Este espacio necesita reconocerse en constante cambio para ser repensado y reescrito, no tenemos garantía de permanencia en el tiempo, ni de perdurabilidad; las parejas necesitan rearmarse y reescribirse según los momentos vitales que atraviesan. Pero si no pueden hacer este cambio quizás la separación sea una opción posible para salir de vínculos conflictivos que no ofrecen el placer que se espera.

El poeta parece subrayar que la fantasía social de la modernidad junto con el romanticismo apoya un amor largo y duradero con una prospección en el tiempo sin fin, y la fantasía social de la contemporaneidad el amor corto sin necesidad de «comprometerse en fervores a plazo fijo». Pero, ¿hasta qué punto esto es así, o sólo se mantiene en el imaginario social que necesita apoyar la cultura occidental monógama basada en el sostenimiento de la especie humana?

Jurandir Freire Costa (1998) señala que

El amor romántico es una invención cultural europea […] contemporánea del individualismo burgués, que ha sufrido sucesivas transformaciones en la sociedad actual, transformaciones que repercuten directamente en la clínica, ya que atañen a las aspiraciones de felicidad y placer del sujeto. […] El vínculo entre sexo y amor es histórico, cultural y psicológicamente arbitrario. […]No existe nada obligatorio en el hecho de amar románticamente ni en asociar el amor con la sexualidad. Cuando pensamos de este modo, es más fácil comprender la historicidad del amor-pasión romántico y las razones de su declive. […] En su lugar, la sociedad de consumo ha entronizado el culto al cuerpo, los placeres físicos, la libertad de procrear fuera de las relaciones conyugales, la ingestión de drogas extáticas, la liberación sexual y, principalmente, la repulsión al sufrimiento. (Costa, 1998, pp. 1-4)

Continuemos con el poema

es cierto que treinta años de oleaje
nos dan un inconfundible aire salitroso
y gracias a él nos reconocemos
por encima de acechanzas y destrucciones

la vida íntima de dos
esa historia mundial …

Benedetti relata la historia de los ritmos intermitentes de cada pareja a lo largo de los años, como una experiencia que permite a dos sujetos reconocerse, más allá y más acá de búsquedas y destrucciones, tal vez sostenida en una «vida íntima» que contiene la sexualidad que colabora a restablecer, por momentos, los ritmos que permiten a los sujetos encontrarse. Plasma en sus palabras ese ir y venir de Eros a Tánatos que describíamos antes, en aquellas parejas que logran que los ritmos que otorgan continuidad sean capaces de sostener los vínculos a pesar de los «desamores», los desencuentros o las «guerras mundiales en la historia mundial» de las parejas y sus vínculos.

no podemos quejarnos
en treinta años la vida
nos ha llevado recio y traído suave
nos ha tenido tan pero tan ocupados
que siempre nos deja algo para descubrirnos
a veces nos separa y nos necesitamos
cuando uno necesita se siente vivo
entonces nos acerca y nos necesitamos

El poeta describe con sus palabras ese vaivén que se produce en las relaciones, pero con la posibilidad de abrir un espacio para la novedad que permita a los sujetos «descubrirse» de nuevo a sí mismos. Da cuenta de ritmos de separación que generan el deseo de estar juntos para volver a acercarse, como un camino de ida y vuelta del otro a uno mismo, del vínculo a la alteridad de cada uno. Sólo en este movimiento constante se crean espacios para los cambios y modificaciones individuales dentro de los vínculos, para reaccionar según las nuevas necesidades que tengan las parejas.

La sexualidad en la pareja también necesita de estas rupturas y distanciamientos para renovar el deseo que sólo aparece como producto de la falta y de aquello que nunca será conquistado en su conjunto, y también producto de las huellas inconscientes intersubjetivas que escriben una historia vincular a la que los sujetos siempre intentarán volver para satisfacer su deseo. Sartre, en su libro La sabiduría del amor dice que «el erotismo es movimiento» (1993, p. 22) que despierta la posibilidad de un resurgimiento del deseo como expectativa entre los sujetos del vínculo amoroso. Siempre en busca de lo inalcanzado, como promesa de lo descubierto; pero que implica un trabajo intersubjetivo constante, en la búsqueda de momentos de satisfacción, fugaces, nunca plenamente logrados, como intentos fallidos que abren a una búsqueda constante.

Benedetti describe vínculos en constante movimiento, que necesitan ser re-cuestionados para adecuarse a los momentos vitales que atraviesan en el devenir de la vida.

la vida de pareja en treinta años
es una colección inimitable
de tangos diccionarios angustias mejorías
aeropuertos camas recompensas condenas
pero siempre hay un llanto finísimo
casi un hilo que nos atraviesa
y va enhebrando una estación con otra
borda aplazamientos y triunfos
le cose los botones al desorden
y hasta remienda melancolías

siempre hay un finísimo llanto un placer
que a veces ni siquiera tiene lágrimas
y es la parábola de esta historia mixta
la vida a cuatro manos

El poeta concluye describiendo estas idas y venidas, estos encuentros y desencuentros, este mismo vínculo que los sujetos construyen siempre permeados por «un llanto muy fino, como un hilo que atraviesa», un «finísimo llanto, un placer que a veces ni siquiera tiene lágrimas». ¿Cuál sería esa línea de dolor trazada por el llanto que los atraviesa?

Creo que aquí estamos hablando de un momento de ruptura de una fantasía idealizada y narcisista que la pareja ofrece a los sujetos de la cultura. Casi podríamos llamarlo como un rito de pasaje del enamoramiento al amor, de una primera situación narcisista necesaria marcada por pactos inconscientes que luego permitirían el paso a un vínculo con la posibilidad de ver al otro como otro, lo que podría llamarse un vínculo amoroso. ¿Pasar de la búsqueda libidinal narcisista del otro como objeto parcial a verlo como objeto total y diferente?

¿Vínculos «duraderos» o «efímeros»?

En los ideales de las parejas contemporáneas aparece la necesidad de reconocer la presencia del otro, desde la indeterminación mutua que necesita dar espacio a las diferencias entre el yo y el otro, conformando una pareja que podríamos llamar de: «un ajeno con el otro privilegiado».

Sonia Kleiman describe el vínculo como un concepto que se mueve hacia lo indeterminado, lejos de la lógica binaria, de la identidad y de lo establecido. Señala que es necesario cambiar la lógica desde la cual escuchamos y pensamos psicoanalíticamente a los sujetos, movimiento que implica situarnos en otra perspectiva, que tenga en cuenta la subjetividad de los tiempos contemporáneos. Apunta que

Lo vincular transita por la tensión entre lo que empuja a las determinaciones y lo indeterminado, hacia el azar, hacia un hacer que implica a todos los que participan de una relación, no desde la sumatoria de sujetos, sino desde lo que producen. (Kleiman, 2020, p.15)

Esta perspectiva vincular incluye nuevos elementos para pensar los vínculos, hecho que contradice la fantasía que sostiene el amor romántico como garantía del matrimonio, que asegura la certeza de la permanencia en el tiempo de un vínculo inalienable. Pero en las relaciones contemporáneas, cuando se incluye la indeterminación, se abre la posibilidad de pensar en un vínculo «que se va haciendo» a lo largo de los años, lo que también contiene incertidumbres. Apela a la necesidad de pensar los vínculos en movimiento, con apertura a ser reescritos y modificados, lo que lo aleja del concepto de repetición de lo vivido. Esta nueva lógica para entender los vínculos permite pensar en un devenir en la historia vincular.

Kleiman (2020) propone en su visión psicoanalítica «abandonar la idea de la determinación y de la repetición como indelebles. La producción de tiempos inéditos, tiempos en movimientos no predecibles. Destituir la idea de continuidades, sin discontinuidades». (p. 21) Como una nueva lógica para hacer una lectura psicoanalítica de los vínculos.

Pero, por otro lado, me pregunto: ¿todas las parejas son capaces de incluir esta apertura a la incertidumbre y la indeterminación?

Pensaremos cómo definir el concepto de vincularidad o de lo vincular, para reflexionar sobre la variación de los relacionamientos en el tiempo. Kleiman apunta que

Lo vincular se piensa en devenir y las historias son narrativas, las cuales van construyendo otros sentidos, otros cuerpos, otras experiencias y que se ponen en juego en la singularidad de los vínculos que se van configurando. (Kleiman, 2020, p. 21)

La psicoanalista piensa el vínculo en constante construcción en el presente y en movimiento, incluyendo tanto lo vivido, guardado en las representaciones, como lo que está por ser vivido y creado, proporcionando una apertura a los cambios y al azar. Aporta una mirada sobre los vínculos en un constante devenir, en contradicción con las fantasías de continuidad y de perpetuación en el tiempo. Esta forma de pensar sobre los vínculos incluye tanto las determinaciones como las indeterminaciones en los vínculos.

Sabemos que el amor por elección es una experiencia bastante reciente, que en la antigüedad las parejas se constituían como resultado de una negociación, de un arreglo entre familias, por conveniencia económica y por poses, en las que no había espacio para las elecciones de los sujetos que la conformaban. En las parejas guiadas por el amor romántico, esto pone a los sujetos frente a una elección mutua que sostiene, en el mismo acto, tanto los motivos racionales como los inconscientes, como parámetros que aseguran la continuidad de ese vínculo. Por otro lado, también nos encontramos hoy con parejas que deciden casarse como un ejercicio de compromiso social, una alianza de conveniencia, un intento de establecer un arreglo como un contrato que, si no funciona, puede deshacerse sin dificultad alguna.

Estudios recientes realizados en la Universidad de Victoria (Canadá) por Danu Stinson revelan que el 66% de las relaciones de pareja comienzan como amistades duraderas. «La intimidad basada en la amistad puede preceder e incluso alimentar la intimidad basada en la pasión. Cuando esto ocurre, los amigos pueden decidir no actuar de acuerdo con su pasión o conformar una relación de «amigos con beneficios”.» (Stinson, 2021, p.2). Esta constatación anula la suposición de que las relaciones sólo empiezan con la atracción sexual de dos desconocidos. Stinson alerta sobre una mirada sesgada por parte de los investigadores a la hora de evaluar los inicios de las parejas, teñida de prejuicios, abriendo así a la posibilidad de contemplar los inicios de las relaciones de una forma más comprensiva y acorde con el siglo XXI. Muestra, por lo tanto, otra forma de crear parejas en la contemporaneidad, partiendo de la amistad que permite, poco a poco, que surja la pasión para acceder, posteriormente, al vínculo de pareja.

Tanto las investigaciones como la experiencia clínica indican cómo las parejas contemporáneas difieren en sus formatos, ideales y valores en su perspectiva de futuro; de las anteriores relaciones modernas basadas en un amor romántico idealizado con permanencia en el tiempo.

Centrándonos ahora en las relaciones de pareja, podríamos discriminar distintos tipos de vínculos entre dos personas de distinto o del mismo sexo: parejas estables, amantes, etc.

En las parejas con permanencia en el tiempo, es esperada y habilitada la sexualidad, el paso del tiempo en mutua compañía, con la creación de un proyecto vital compartido. Berenstein y Puget dicen que «el término “pareja matrimonial” designa una estructura vincular entre dos personas […] desde un momento dado, cuando establecen el compromiso de formarla en toda su amplitud, lo puedan cumplir o no» (Puget & Berenstein, 1988, p. 13).

Y añaden que «el vínculo de pareja, cuyo comienzo queda registrado para la conciencia como el momento del enamoramiento, ofrece el marco para disponer de un modelo ilusorio a fin de superar el dolor mental surgido de tomar contacto con la discontinuidad» (Puget & Berenstein, 1988, p. 16).

Podríamos centrar el «amor breve» que menciona el poeta Benedetti, en las relaciones casuales, que pueden empezar siendo ocasionales y esporádicas con un principio y un final; o como una relación de amantes, pero con el propósito de proporcionar satisfacción. Los amantes mantienen encuentros esporádicos, señal de un vínculo narcisista, más basado en la pasión, en momentos fugaces y pasajeros. En el vínculo de amantes, los encuentros sexuales son casuales, ocasionales y esporádicos. Si se comportan con cierta continuidad en el tiempo, funcionan como un vínculo alternativo, que puede no ser exclusivamente sexual, pero se caracterizan por no tener las exigencias del vínculo matrimonial.

Puget y Berenstein describen el vínculo de amantes como

La relación exogámica entre dos yoes, hetero u homosexual, con negación y/o desmentida de encuadre matrimonial […] con la posibilidad de recrear ilusoriamente una vivencia de incondicionalidad […] en la cual se fija la ilusión de un permanente placer sólo mantenido fuera de un encuadre estable.

(Puget & Berenstein, 1988, pp. 28-9)

El vínculo de amantes se articula en torno a encuentros fundamentalmente guiados por la ilusión de placer permanente en el que el otro aparece como aquel que satisfará narcisisticamente al otro, sin demasiada inclusión de éste como un todo, ajeno a sus necesidades. Moscona señala que «hoy en día los amantes ya no se prometen fidelidad eterna, pues en cierto sentido han internalizado, aunque la rechacen, la dura y realista ley de la inconstancia y precariedad del deseo amoroso» (Moscona, 2007, p. 140). Esta relación amorosa aparece quizás como una alternativa de mayor libertad, estableciéndose como un tercer espacio, lejos de las exigencias del matrimonio. El vínculo de amantes podría resumirse en encuentros esporádicos con principio y fin, y el proyecto que comparten se basa en la satisfacción del goce narcisista.

El vínculo de amantes también puede darse como relación paralela al vínculo matrimonial, con el fin de perpetuar las dos situaciones vinculares. El propósito de sostener los dos vínculos parecería ser que: uno operaría como garantía del otro, el vínculo de amantes preservaría la continuidad del vínculo matrimonial. Este tipo de vínculo podría sustentarse en la hipótesis freudiana presentada en el texto Sobre la degradación general de la vida erótica (1912) a propósito de la disociación de la corriente sensual por un lado y la corriente tierna por otro; ya que, según Freud, la pulsión sexual parece no poder satisfacerse plenamente. Spivacow aporta que

En algunas parejas ambos tienen aventuras con terceros, pero las tienen exclusivamente en el plano sexual, y lo que se percibiría como deslealtad y/o infidelidad a la pareja es una profunda unión emocional con el otro. (Spivacow, 2011, pp. 168-169).

Vemos cómo nos enfrentamos con la complejidad amorosa que los sujetos vivencian y diseñan.

Puget y Berenstein continúan caracterizando el vínculo de amantes

Consideramos como significante básico del encuadre de amantes el engaño al cual damos una significación particular. Emplearemos el concepto de engaño referido a los enunciados, cuando existe una zona conocida pero no dicha. Lo dicho divide el universo en permitido y prohibido, en tanto lo no dicho define el área de lo no permitido y lo no prohibido con lo cual se crea la ilusión de no transgresión. Cuando hay zonas claras, enunciadas y acordadas, se establecen zonas de permitido y prohibido, y la transgresión obtiene su lugar contrariando lo dicho por la ley. (1988, pp. 29-30)

Quizás el engaño, tanto consciente como inconsciente, indique un pacto que las parejas mantienen para no hablar de esta doble relación, pero que también implica no ser acusado por ello. Este pacto inconsciente parecería operar como continente del vínculo y estructura una forma de mantener el vínculo de pareja, sin que el engaño interfiera por ser socialmente condenable.

Las relaciones casuales o de amantes se configuran de manera distinta y con propósitos diferentes a los proporcionados por los vínculos de pareja asumiendo una modalidad formal y pensada para instaurar continuidad en el tiempo. Serían esas relaciones que Benedetti llama «amor largo».

Pero, ¿cómo se enfrenta esta fantasía de amor duradero a la realidad de las parejas que acuden a nuestras consultas? ¿Cuánto de esta fantasía sostiene los vínculos duraderos o los que acaban en desilusión porque no han sido capaces de reescribir la fantasía que subyace a esos vínculos? ¿Cuánta incredulidad y perplejidad aparece en la pareja cuando uno de los cónyuges no puede entender por qué después de 10 años juntos, el otro es incapaz de adivinar mensajes o sentimientos sin tener que ponerlos en palabras? Cuánto dolor aparece ante la necesidad de aceptar que el otro necesita de un tercero que opere entre ambos, un tercero que pueda satisfacer la necesidad de formular en palabras lo que le gustaría que se adivinara sin ese esfuerzo de terceridad1 que implica hablar y expresarse. Valdría la pena aclarar que estamos hablando de un tercero virtual, es decir, de alguna instancia que opera creando una separación y discriminación entre los dos sujetos que conforman un vínculo de pareja. Berenstein y Puget denominan a este tercero virtual como el «entre» de los sujetos que forman el vínculo.

1. Se refiere al lugar del tercero, del diferente, de aquello que se interpone y debe elaborarse en la relación de pareja.

Las parejas a lo largo del tiempo

Janine Puget e Isidoro Berenstein afirman que toda pareja se basa en 4 parámetros definitorios: la cotidianeidad, la sexualidad, el proyecto vital compartido y la tendencia monógama. Centrémonos aquí en el parámetro definitorio de la cotidianidad, para pensar la relación de pareja a lo largo del tiempo en el día a día.

Los psicoanalistas dicen que la cotidianeidad «designa el tipo de estabilidad basada en una unidad temporal y espacial caracterizada por los intercambios diarios.» (Berenstein & Puget, 1988, p. 17). Sin embargo, describen un tránsito de la pareja en el espacio y el tiempo, proponiendo ciertos lugares un tanto fijos. «Para el espacio vincular, la cotidianeidad es un organizador de los ritmos de encuentros y desencuentros de la pareja, susceptibles de convertirse en desencuentros». (Berenstein & Puget, 1988, p. 18)

Todas estas variables conforman el vínculo de pareja que incluye tanto los aspectos compartidos por los sujetos que integran la pareja, los no compartidos o susceptibles de ser compartidos y los que no pueden ser compartidos.

Los elementos compartibles son los que responden a la pregunta de por qué las parejas están juntas, una pregunta que generalmente no ofrece muchas dificultades para ser respondida, ya que alude a los elementos que están más cerca de la conciencia y que las parejas pueden responder.

Los elementos no compartidos y pasibles de ser compartibles necesitan de cierta mediación, ya que es un proceso que se elabora en la construcción mutua de acuerdos inconscientes que procesan el difícil proceso de compartir con el otro aquello a lo que ambos deberán renunciar para permanecer juntos.

Pero los elementos que no se pueden compartir son los que necesitan pactos inconscientes. Del mismo modo que dos adversarios, para izar la bandera blanca al final de una guerra, deben ceder para poder convivir en paz, del mismo modo las parejas establecen pactos inconscientes que a menudo sólo se hacen conscientes en el análisis de pareja. Estos elementos que no se pueden compartir son los que más dolor producen en las parejas, ya que van en contra de las promesas idealizadas de la relación de pareja y de la cultura, que las fantasías del amor romántico prometen. Estos elementos implican la necesidad de dar entrada a lo diferente dentro del vínculo, situación que distancia a los dos sujetos que forman parte del vínculo de pareja de aquella primera promesa.

Cuando hablamos de la vida cotidiana de una pareja aludimos a cierta estabilidad y a ritmos de encuentros y desencuentros que los sujetos del vínculo construyen creando estos momentos que remiten al predominio de Eros, en la estabilidad, y al predominio de Tánatos en las inestabilidades o desencuentros que surgen en las parejas. Pero, también esta estabilidad vivida como Eros puede transformarse rápidamente en un tipo de relación estancada en la repetición y convertirse en Thanatos, al transformarse en un vínculo paralizado, rígido y con falta de plasticidad y movilidad en el relacionamiento. Un movimiento puede convertirse rápidamente en otro en función de los giros y/o paralizaciones vinculares que son creados en las relaciones. Estos ritmos de idas y venidas entre estos dos opuestos que generan seguridad porque trazan una constancia, sería importante que también generen un espacio que permita cambios, que posibilite la entrada de lo nuevo en los vínculos. La novedad aparece como aquello que permitirá transformaciones en el vínculo, posibilitando una apertura a la creatividad, que colabora para que el vínculo evolucione en la construcción de nuevos significados y necesidades compartidas en la pareja.

En el devenir vincular, nos encontramos con varios matices propios de los vínculos afectivos. Veamos varias viñetas clínicas. Marta mencionó en la sesión de pareja que no había podido dormir desde que su pareja le dijo que no estaba seguro del amor que había entre ellos y esto se le hizo insoportable. ¿Soporte narcisista de supervivencia psíquica anclado en el vínculo con el otro? Citemos también a Pedro que mencionó la falta de interés y el vaciamiento de la razón para continuar en la relación de pareja, cuando lavarse los dientes un sábado por la noche implicaba una invitación a tener relaciones sexuales siempre de la misma manera. ¿Indica esto una pobreza vincular con vaciamiento libidinal y falta de creatividad en este vínculo? Cristina mencionó un episodio en el que su pareja consiguió escuchar su dolor y simplemente abrazarla para dar cabida a su angustia y aceptarla sin intentar racionalizar o aplacar su dolor. ¿Se trata de un momento de acontecimiento y cambio en el vínculo que indica el inicio de una relación diferente de la vivida anteriormente, con apertura a la diferencia y a la creatividad?

Son situaciones puntuales que indican diversos caminos vinculares para transitar y diseñar. Estos son momentos importantes para ser escuchados en las sesiones de análisis vincular, que es un espacio privilegiado para que el analista ponga en palabras estos escenarios y así brindarles a los pacientes la posibilidad de decidir cómo posicionarse en los vínculos.

Del enamoramiento al amor en la pareja

El pasaje de los tiempos iniciales del enamoramiento a los tiempos que perduran en el tiempo como un vínculo de amor, implica una fractura de un vínculo idílico y narcisista que necesita recomponerse, pero con otras características y en otro formato para constituirse en un vínculo de amor. Hablamos aquí de una ruptura entre dos momentos diferentes de la pareja: el del enamoramiento y el del amor. Estas instancias en el devenir de una pareja marcan dos caminos como las orillas de un mismo río, pero que producen efectos distintos y subjetivaciones diferentes.

Hagamos referencia en primer lugar al momento del enamoramiento. La elección amorosa del principio es una elección en sí misma que también está permeada por la idealización que permite a los sujetos de esta relación evitar ver aquello que no les haría elegirse, para privilegiar los elementos que les hacen elegirse. La dosis de idealización necesaria es proporcional a la dosis de negación que lleva consigo. Describimos un momento idílico ampliamente metaforizado y citado por poetas y escritores. Este momento es necesario para la conformación del enlace de pareja. Janine Puget solía decir en sus clases, que este momento del enamoramiento pasaba por un proceso que incluía un pacto denegativo, dentro del cual los sujetos veían elementos que les hacían elegirse, al mismo tiempo que anulaban y dejaban fuera de la conciencia los elementos que les hacían no elegirse. Del mismo modo que un viajero, al hacer su maleta, incluye determinados elementos que cree que necesitará en su viaje y excluye otros objetos que cree que no precisan estar en esa maleta. Esta posición subjetiva de elección es la misma que deben adoptar los sujetos en el momento del enamoramiento. Lo excluido y negado del vínculo también forma parte del vínculo, por definición y necesario para constituirse; lo elegido y lo excluido forman parte de la misma elección y la sustentan.

Miguel Spivacow afirma que el enamoramiento es una de las condiciones necesarias que permanecerán en la estructuración de las parejas. Fundamenta la persistencia del enamoramiento «porque hunde sus raíces en características de la vida afectiva del ser humano, en la búsqueda de un reencuentro duradero con las condiciones de la satisfacción libidinal infantil» (Spivacow 2011, p.197).

La clínica vincular aparece como el terreno prínceps para descubrir el lugar del otro como ser diferente en los vínculos. Puget y Berenstein exponen que

el vínculo de pareja, cuyo comienzo se registra para la conciencia como el momento del enamoramiento, ofrece el marco para disponer de un modelo ilusorio con el fin de superar el dolor mental que surge al entrar en contacto con la discontinuidad. (Puget & Berenstein, 1988, p. 16)

Vemos cómo la elección amorosa marcada en el momento inicial del noviazgo conlleva la necesidad de ocultar defensivamente el dolor que implica entrar en contacto con la discontinuidad, la contingencia de la vida y del propio amor. Formar una pareja lleva implícita la búsqueda de perpetuar en la fantasía la indisolubilidad del vínculo como pantalla para evitar el contacto con la fragilidad, el desamparo y la soledad humana. En el momento del enamoramiento, sin embargo, no hay lugar para las diferencias, ya que éste aparece como un tiempo de idealización necesario para la conformación de la pareja, en el que los dos sujetos forman parte de un espacio sin diferencias, basado en el narcisismo que lo sustenta.

Mackintach dice que

Si la pareja es el ámbito legítimo para encontrar un «reconocedor privilegiado» (Puget, 1993) y el espacio de elaboración del impulso pulsional, puede dar lugar a todo tipo de demandas. El vínculo se erige, así como un ideal de plenitud cuya pertenencia garantizaría la felicidad plena. La exigencia dirigida a la pareja es excesiva, y debe conjurar lo inconjurable (Mackintach, 2012, p105).

La clínica del enamoramiento

Claudia y Marcio comienzan su relación como amantes, engañando a sus respectivas parejas; más tarde, deciden separarse de sus anteriores matrimonios y casarse. Planificaron una boda «de ensueño», según sus palabras, en la que se contemplaron todos los detalles, para garantizar un momento idílico y único de su relación. Tiempo después recurren al análisis de pareja para tratar de entender por qué empiezan a tener peleas homéricas, hasta llegar a episodios de agresión física en los que necesitan a la policía para interceptar dicha violencia. No pueden entender por qué, después de haberse asegurado un paso de amantes a esposos «tan especial» en aquella maravillosa fiesta, esa fantasía se desmorona y acaban protagonizando interminables disputas.

La fantasía de idealización es en gran medida necesaria para sostener el momento idílico inicial, ya que ofrece la posibilidad de sanar viejas marcas de apego de fracaso, dolor y dificultades relacionales en Claudia y Marcio. Pero, es necesario un proceso posterior de constitución y fortalecimiento de esa relación en sí que llamamos: trabajo de vínculo. Para construir este pasaje, toda relación necesita atravesar la herida narcisista que implica la caída de la fantasía de idealización para enfrentarse a la realidad del otro como alguien ajeno, diferente y con una subjetividad propia a ser contemplada en este vínculo. Esta brecha de pasaje está coronada por exigencias, que resumen el dolor por la ruptura del momento narcisista del enamoramiento y que dejan al descubierto la «discontinuidad» que siempre trata de ser ocultada. Las acusaciones y reproches aluden a un tiempo anterior que se rompió como un cristal y que, aunque intenten repararlo, nunca dejará de ser las marcas de fisuras indelebles de la relación.

Janine Puget nos dice en el artículo Tenemos que amigarnos con los conflictos que «las exigencias de la pareja son el indicador del conflicto y no su fuente». Los reproches, sin embargo, aparecen en el lugar de lo que un sujeto imagina que es el otro, pero que el otro no es. Puget señala que «las acusaciones siempre se dirigen a algo que un sujeto imagina que el otro debería ser o cómo debería ser el mundo, pero que no es» (Puget, 2018, p. 5). Las acusaciones señalan el dolor por la diferencia entre lo que cada uno imagina del otro y la realidad que el otro nos presenta, entre la representación interna que cada uno tiene del otro y la presencia del otro como realidad a ser contemplada.

Podemos afirmar que el enamoramiento como fase inicial de la relación de pareja es una trampa para la relación, porque ofrece algo que luego no se puede sostener. Los sujetos se quedan con la esperanza de perpetuar los momentos iniciales, pero que, en el recorrido vincular, luego tendrán que modificar para llevar a cabo el trabajo del vínculo y permitir el paso al tiempo del amor. Nos referimos a la constitución del vínculo entre dos sujetos que, desde un punto de vista kleiniano, se describiría como un objeto total, lo que incluye ver al sujeto tal como es, como objeto total, con aspectos buenos y malos, constituyendo ésta una operatoria difícil de lograr.

Una paciente comentó que le gustaría que su marido se despertase todos los días después de una noche de sueño: oliendo bien y sin mal aliento; en ese momento le pregunté cómo ella se levantaba todos los días, si se levantaba oliendo bien y sin mal aliento, y me contestó: cómo me despierto yo es diferente, te estoy diciendo cómo me gustaría que se despertase él; lo mío es otra historia. Lo que ella fantaseaba para el otro, no era válido en la percepción de su persona en su realidad cotidiana. El otro en su deseo aparece como exento de las pautas de realidad que ella considera válidas para sí misma.

Sin embargo, los sujetos tienen que lidiar con este dolor de la ruptura de una mirada parcial que sólo ve lo que se desea ver, para ver al otro en su totalidad. Muchas veces, las parejas llegan al análisis enfrentando la brecha insoluble que las reivindicaciones y reproches trazan en el vínculo y traen la fantasía de «volver a ser como antes». Pero, debemos decepcionarlos, ya que este momento anterior no volverá, deben construir un nuevo momento, dando cabida a la relación basada en el amor que considera o sujeto como un todo, o abdicar de la relación y separarse.

En su texto Ética e infinito, Emmanuel Lévinas se refiere a la relación amorosa y dice

Lo patético del amor consiste, por el contrario, en una insuperable dualidad de seres; es una relación con lo que siempre se sustrae. La relación no neutraliza ipso facto la alteridad, sino que la preserva. El otro como otro no es aquí un objeto que se convierte en nuestro o que se convierte en nosotros; al contrario, se repliega en su misterio (Lévinas, 1991, p. 58).

Cuando las parejas consigan atravesar este pasaje, darán cabida a la novedad dentro del vínculo. Lo nuevo en el vínculo es aquello que nunca antes se ha experimentado y que suscita perplejidad, pero que sólo se alcanza cuando se abre una brecha de incertidumbre y conflicto por resolver. El hallazgo de este trabajo sobre el vínculo permite despertar la curiosidad entre los miembros de la pareja, estableciendo un espacio para lo que está por venir, y la posibilidad de hacer un espacio para que se conozca lo desconocido del otro. Si los sujetos logran pensar al otro del vínculo con un signo de pregunta, implica que estructuran un tercer espacio, «de oxígeno», que permite sorprenderse frente al otro como alguien a ser siempre descubierto, abandonando las certezas, para dejarse habitar por las incertidumbres, tanto dentro del vínculo como sobre el partenaire.

Alejandra Makintach afirma que:

La vida de la pareja implica una paradoja: estar juntos y estar separados; que se origina considerando que lo que impide y se interpone es al mismo tiempo lo que impulsa el acercamiento entre uno y otro en la pareja. En todo vínculo hay una desarmonía constitutiva, un vacío, un real que sustrae la posibilidad y la inscripción, un real del que estamos exiliados (Makintach, 2008, p. 3)

En una consulta de pareja, el marido pregunta a la analista: «¿Por qué ella no adivina lo que pienso? Llevamos 15 años juntos, lo sé todo sobre ella, ¿cómo es que ella no sabe todo de mí y se queja?». En la respuesta, él tuvo que ser decepcionado para sacar a la luz los conflictos que habitaban entre ellos, pero que estaban velados por la fantasía de ser transparentes el uno para el otro. Como si se tratara de dos sujetos sin ajenidad que los constituyera a cada uno, tanto para sí mismos como para el vínculo.

Mackintash señala que

en el vínculo de pareja, la alteridad (la otredad) está siempre hackeada, ya que la proximidad y la cotidianidad refuerzan las representaciones fijas e intensifican las identificaciones en detrimento del vínculo que contiene a dos sujetos no incluibles en el imaginario simbólico. La dependencia vincular arrasa con las diferencias. Estar con otro en la modalidad de la estabilidad propicia la identificación y no el vínculo. (Mackintash. 2012, p. 102)

Janine Puget decía que las parejas llegaban al análisis de pareja con la fantasía de abolir los conflictos y se veían confrontadas en el devenir analítico con el hecho de que los conflictos estaban entre ellos para quedarse, no para ser resueltos y borrados. La psicoanalista decía que «hay que amigarse con los conflictos». La posibilidad de dar cabida a los conflictos implica un espacio de terceridad que albergue el ajeno del otro, el diferente, en su alteridad. Sólo permitiendo que los conflictos entren en los vínculos como un tercero, los sujetos están habilitados para modificar su relación, para constituirse como otros, con ese otro elegido dentro de la pareja. Esta posición implica una apertura al diálogo, como espacio de intercambio en el que el otro es escuchado, incluso cuando el otro enuncia cosas que producen dolor al ser escuchadas, lo que ocurre porque se posiciona como diferente.

Es necesario que la novedad se construya dentro del vínculo a lo largo del tiempo. Pensamos, sin embargo, en un vínculo siempre en construcción y deconstrucción, siempre habitado por la incertidumbre. Quizá haya que construir certezas a cada momento, para también derrumbarlas y cuestionarlas. Mencionamos un vínculo con espacio para las diferencias, ya que sólo en la certeza de la diferencia nace la creatividad en el vínculo mismo. Delineamos una creatividad en constante producción a lo largo de la vida de la pareja, que marca un hacer con el otro que siempre será recreado y repensado. Pensamos, por lo tanto, en un proceso de síntesis que es contestado por la antítesis, para crear juntos una nueva tesis. Dos sujetos habilitados por la diferencia para modificarse mutuamente y alterar así el vínculo.

Otorgar un espacio para el extranjero dentro del vínculo, un lugar para el extraño que posibilite la diferencia, dejando continuamente abierta la brecha que permita señalar un espacio siempre opaco, ajeno, desconocido para el otro, para seguir siempre conociéndolo.

Hasta aquí hemos señalado la búsqueda de la comprensión del lugar del otro como diferente y desconocido en la relación de pareja.

Puget nos invita a

abandonar la ilusión de estabilidad y continuidad y la certeza de que podemos lograr una comprensión plena del otro. Sólo así es posible incorporar aspectos de los vínculos interpersonales: […] el espacio inviolable de la alteridad, el efecto de presencia y las discontinuidades, entre otros (Puget, 2015, p. 42).

Sonia Kleiman nos instiga: «sólo desechando las certezas es que se pueden seguir pensando otras posibilidades de un hacer que las implique y nos implique». (Kleiman, 2020, p. 22)

       Sigamos pensando…

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O outro no casal. Vínculos duradouros ou efémeros?

Resumo: A partir do poema Bodas de pérolas de Mario Benedetti discute se a diferença entre relações de casal estáveis y duradouras ao longo do tempo e relações passageiras, fugazes ou relação de amantes. Analisa-se um paralelo entre os casais da época moderna e os da contemporaneidade com os valores predominantes. Considera se a passagem do namoro ou momento inicial idealizado do vínculo de casal ao momento de aceitação do outro do vínculo com os conflitos ao longo do tempo. Chamamos a este périplo como trabalho de vínculo que implica abandonar á idealização para aceitar o outro como sujeito total com suas diferenças dentro do vínculo de casal.

Descritores: Casal, Alteridade, Vínculo, Namoro, Amor, Conflito.

The other in the couple. Stable or brief bonds?

Abstract: Based on the poem Bodas de perlas by Mario Benedetti, we discuss about the difference between stable and lasting couple relationships over time and transient, brief and fleeting relationships or lovers’ relationships. An analysis is established between the couples of modern times and the contemporary couples, with the predominant values. Considering the transition from falling in love or the initial idealized moment of the couple bond to the moment of acceptance of the other and of the bond with the necessary conflicts over time. We call this journey as bonding work that implies abandoning idealization to accept the other as a total subject with its differences within the couple.

Descriptors: Couple, Otherness, Bond, Falling In Love, Love, Conflict.

Referencias

Benedetti, M. (2010). Bodas de perlas. En La casa y el ladrillo. Visor. (Trabajo original publicado 1976)
Berenstein, I & Puget, J. (1988). Psicoanálisis de la pareja matrimonial. Paidós.
Birman, J. (2007). Mal-estar na atualidade. A psicanálise e as novas formas de subjetivação. Civilização Brasileira.
Costa, J, F. (1998, 30 de outubro). Conferência proferida no 3º Fórum de Psicanálise do Instituto Brasileiro de Medicina e Reabilitação (IBMR).
Freud, S. (1973). Sobre una degradación general de la vida erótica. En Obras Completas (vol. 2). Madrid: Biblioteca Nueva. (Trabajo original publicado 1912)
Inda, N. (2012) ¿Un dispositivo obsceno? En Mendilarharzu, G., Eksztain, M, Inda, N, Moscona, S, Makintach, A., Lo Obsceno en psicoanálisis de pareja. Psico-libro.
Kleiman, S. (2020). La construcción de la separación desde lo vincular. En Ca-banzo De Ponce De Leon, R., Psicoanálisis vincular online: pareja, família. Outra cena. Ecoe.
Kleiner Y. & Pachuk C. (1996). Sexualidad y conyugalidad. En J. Puget, La pareja Encuentros, desencuentros, reencuentros. Paidós.
Levinas, E. (1991). Ética e infinito. La balsa de la Medusa.
Makintach, A. (2008). Amar al prójimo. Presentación del Departamento de Pareja de AAPPG.
(2012) Desnudando lo obsceno. En Mendilarharzu, G., Eksztain, M, Inda, N, Moscona, S, Makintach, A., Lo Obsceno en psicoanálisis de pareja. Psico-libro.
Moscona S. L. de. (2007). Infidelidades en la pareja. Amor, fantasmas, verdades, secretos. Lugar.
Puget, J. & Berenstein, I. (1994). Psicanálise do casal. Artes Médicas.
Puget, J. (2018, 12-13 de agosto). Hay que amigarse con los conflictos. Página 12. [entrevista].
(2015). Subjetivación discontinua y psicoanálisis. Incertidumbre y certezas. Lugar.
Sartre, J. P. (1993). La sabiduría del amor. Gedisa.
Spivacow, M. (2011). La pareja en conflicto. Aportes psicoanalíticos. Paidós.
Stinson, D. A., Cameron J., Hoplock L. (2021). The Friends-to-Lovers Pathway to Romance: Prevalent, Preferred, and Overlooked by Science. Social Psycho-logical and Personality Science, 13(2), 562–571. https://doi.org/10.1177/19485506211026992