2023: Lo Paterno - Vol XLV nº 2

Laura Borensztein: Lic. en Psicología (UB). Formación en Salud Mental en el Centro Oro y en la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados (AEAPG). Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires. Socia Activa de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados (AEAPG). Docente titular de Vínculo de Pareja I en la Maestría de Pareja y Familia del Instituto Universitario de Salud Mental de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (IUSAM). Directora del departamento de Pareja y Familia de APdeBA. Co-coordinadora del Área de Familias y Parejas de la AEAPG. Ha escrito en diferentes publicaciones nacionales e internacionales.

¿Cómo podemos observarnos a nosotros mismos?

La única manera de vernos a nosotros mismos que puedo sugerirles

se ejerce a través de los ojos de los demás.

Heinz von Foerster1

Somos juntos y sólo ahí, o así, podemos decir “yo”: yo no diría “yo” si estuviera solo

(otra versión: nosotros no diríamos “yo” si nosotros estuviéramos solo(s)…),

pues si yo estuviera solo no tendría nada de lo que hubiera de distinguirme.

Jean-Luc Nancy2

Resumen: Este texto interroga las lógicas que subyacen a los conceptos de Masculinidad – Masculinidades Paternidades. Se trata de intentar pensar desde lo vincular, considerando las complejidades que les son inherentes, como la producción social de subjetividad (interrogando desde ya la propia), los discursos epocales conjuntamente a los distintos planos y prácticas que se entrecruzan, o sea lo social, lo político, las relaciones de poder y la producción continua de lo vincular.

Descriptores: Vínculo, Masculinidad, Paternidad, Identidad, Subjetividad.

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1. Von Foerster, H. (2005). Visión y conocimiento: disfunciones del segundo orden. En Dora Fried Schnitman (Ed.), Nuevos Paradigmas, Cultura y Subjetividad. Paidós.
2. Nancy, J-L. (1999). Conloquium. En Esposito R. (2012), Communitas. Origen y destino de la comunidad. Amorrortu.

Interrogando Masculinidad

Masculinidad. Masculinidades. ¿Por dónde pensar? ¿Qué interrogar? ¿Desde dónde partir, cuando se trata de un territorio a considerar tan vasto? El desafío es arduo, no sólo por la complejidad y los múltiples pliegues que el tema en cuestión tiene, sino que exige, además, explorar sin dejar de preguntarse, como pensamos cuando pensamos, lo cual requiere mirarse desde la otra orilla, pues el problema no está en la luz que emitimos, sino en la sombra que proyectamos.

Intentar pensar entonces algo respecto a masculinidad/masculinidades, implica considerar toda una suerte de complejas cuestiones como la producción social de subjetividad (interrogando desde ya la propia), los discursos epocales conjuntamente a los distintos planos y prácticas que se entrecruzan, o sea lo social, lo político, las relaciones de poder y las vincularidades en su producción continua. En ese sentido, este texto interroga las lógicas de como pensamos para construir los conceptos de Masculinidad y Masculinidades.

Históricamente cuando decimos masculinidad, hay una suerte de mapa que cartografía de antemano, dado que masculinidad alude y remite a masculino, lo cual existe a partir de la paridad masculino/femenino. Se trata allí de todo un conjunto de términos, que se abroquelan y se entraman a partir de oposiciones binarias como, por ejemplo: hombre/mujer, pasivo/activo, femenino/masculino, identidad sexual, elección de objeto, identidad de género, diferencia generacional, que confluyen en la diferencia sexual.

O sea, en el centro de las construcciones de lo masculino, ser un hombre ha sido considerado no ser una mujer. Masculinidad supone un conjunto de actitudes propias de los hombres, asociado a la virilidad y a la capacidad de dominio.Cómo toda construcción binaria instituye una identidad de lo masculino desde lo que no es. Masculino al igual que femenino, refieren a oposiciones de categorías universales. Muy diferente a considerar la singularidad de la alteridad.

Nos topamos allí con una primera sombra a considerar, que es la nominación de lo masculino. Los elementos que caben en ese conjunto se incluyen desde la semejanza que masculino describe, recorta y define como una identidad.

Se hace necesario también señalar, que el sostenimiento de una lógica binaria implica que quienes detentan un lugar dominante, valuado como positivo, consideran que tienen derecho a determinar que una subjetividad es más legítima que otra y quien ocupa un modo de ser diferente es considerado como lo extranjero, lo negativo ante lo cual es necesario defenderse, ya que su extranjería sólo puede verse como un intruso amenazante. Un ejemplo impactante y grotesco es lo que Le Bon escribió en 1890: “En las razas más inteligentes, como sucede entre los parisienses, hay gran cantidad de mujeres cuyo cerebro presenta un tamaño más parecido al del gorila que al del hombre. Esta inferioridad es tan obvia que nadie puede dudar ni un momento de ella; solo tiene sentido discutir el grado de la misma.

El deseo de darles la misma educación y, como consecuencia, de proponer para ellas los mismos objetivos es una peligrosa quimera…

Enunciación clara de una masculinidad de carácter universal que además no admite cuestionamiento alguno, al enlazarse a un fundamento racial.

Cómo postula María Laura Méndez (2022), enunciar masculinidad en singular, es un modo de pensar que puede “relacionarse con la convicción de que se pueden tener certezas inamovibles, que son las bases de las teologías, las teorías y las ideologías, pero que no son más que ilusiones imaginarias, según Spinoza, o ficciones útiles si seguimos a Nietzsche.” Es un pensar estático, que desde una lógica binaria determina de antemano y sirve como punto de origen para organizar los rasgos, las cualidades y las características, que determinan lo que se considera masculino.

Para decirlo de otro modo, la identidad cómo concepto, es una lógica de lo uno que excluye la multiplicidad, por eso cabe plantear Masculinidad cómo un universo genérico. Lo identitario no permite pensar, tal como señala François Jullien (2018), los dos rasgos básicos del vivir que son lo ambiguo y lo singular.

Masculino en singular, es una identidad. Un modo de pensar que desde la antigüedad nos ha llevado a pensar, a privilegiar la idea del Ser. Curiosa historia donde un verbo, ser, devino en sustantivo, el Ser. Y cuando un verbo se transforma en sustantivo, se nos cuela en uno como si fuera una cosa. Como, por ejemplo, lo Masculino. Sirviendo de ahí en más para considerar, un rasgo, una identidad, un género, un sexo.

Hemos aprendido a pensar desde Aristóteles, que lo que dice que algo es, es el sustantivo. Por ejemplo: inconsciente; luego puede uno agregar reprimido, originario, descriptivo, sistémico. Con este mismo criterio cabe decir: psicoanálisis y luego agregar de niños, de grupos, con familias y parejas, clásico, lacaniano, americano, etc. Presuponemos, siempre, una continuidad entre el sustantivo y sus atributos, forjada sobre una unidad de concepto que permite establecer sus umbrales de semejanza y diferencia, dentro de los cuales el concepto conserva su identidad. (Vaqué, 2014)

Tal vez, entonces sea necesario volver a insistir, detenerse y preguntarse: ¿cómo pensamos cuando pensamos? ¿Qué se presenta al alcance de lo percibido para producir un pensar? Y… ¿qué si no adquiere existencia y permanece, perdura como impensado al no percibirse y queda en sombras?

En un trabajo anterior, señalaba lo siguiente (Borensztein, 2015): una cuestión es que se haga presente una diferencia, otra cosa es el tratamiento que se le otorgue. En este nivel se pone en juego la disponibilidad y la hospitalidad para alojar toda posibilidad que interrogue la lógica identitaria que nos impide pensarnos a nosotros mismos como partícipes necesarios de los cambios y los mundos existentes. Aunque una condición se impone, que permanezca iluminado lo inasible propio y ajeno para que toda diferencia no vuelva a naturalizarse a la luz del día, en la figura de lo obvio como decía Laing (1970).

Masculinidades

Masculinidades, cada una de las singularidades a las que este término se refiere, ya sean consideradas desde el psicoanálisis, la antropología, la sociología, la historia, etc. configuran una amalgama que sólo cabe pensarla de modo rizomático, efecto de vincularidades y relaciones diversas. Masculinidades implica desechar un pensamiento arborescente, de lo uno. Masculino y femenino en tanto categorías universales y genéricas son un ejemplo de ello. Otro ejemplo es la hetero-normalidad, efecto de la imposibilidad de aceptar la diversidad o el movimiento, lo que supone fijación y determinismo.

Tortorelli se pregunta, invitándonos a interrogarnos con ella …en el caso de la diferencia sexual, si “sexual” fuese la diferencia específica que viene a especificar al género, el género sería la diferencia. Mas, ¿cómo podría una diferencia constituir un género? ¿Cuál sería la generalidad de la diferencia siendo que la generalidad es siempre del orden de las semejanzas? ¿Cómo habrían de establecerse las semejanzas de la diferencia? (Tortorelli, 2019)

Hablar de Masculinidades es intentar pensar cada una de las diferencias que ese término denota, es hablar de diferencia. ¿Pero cuál diferencia?

Cómo psicoanalista interesada en la teoría vincular, la noción de diferencia es de suma importancia, ya que está en relación directa con que es el otro. Diferencia no es un concepto psicoanalítico.

En la teoría psicoanalítica, la idea de diferencia opera para distinguir y categorizar los atributos de aquello sustantivado, para diferenciarlos identitariamente a partir de categorías valorativas, jerárquicas y comparativas, tal como señalaba al inicio de este texto, si se privilegia el termino Masculinidad. Es una concepción, donde algo se define por un género y una diferencia específica. La diferencia específica inscribe la diferencia en la identidad de un género, género femenino, género masculino, sexo femenino, sexo masculino. La identidad recorta entonces una diferencia por oposición a un conjunto de otros. Esta manera de pensar diferencia es pensar al otro desde la concepción del semejante.

¿Cómo cabe allí lo diverso? ¿Lo no semejante? La novedad radical que entraña lo otro. Elijo hablar de Masculinidades precisamente porque se trata de entrecruzamientos múltiples. Intentando interrogar y pensar cuales son las metáforas que nos piensan, tal cómo nos invita a interrogarnos Emanuel Lizcano (2019).

Por lo pronto, Masculinidades, al igual que cualquier otro término del lenguaje son producciones sociales de subjetividad. Y muchas veces tenemos dificultades para pensar los problemas porque intentamos pensarlos cómo objetos, cuando en realidad se trata de situaciones en movimiento. Por ejemplo, subjetividad social es un sustantivo al que social adjetiva. Lo que llamamos proceso de subjetivación es en constante devenir, no necesita un término ad hoc, como social, para destacar que se produce en relación. Es un boleto de ida sin destino, impredecible e inanticipable, de un viaje que sólo termina con la muerte.

Los desarrollos en la clínica y la teoría vincular han dado lugar a interrogar qué es el otro, a partir de las inconsistencias que hicieron evidente la dificultad para incluir lo radicalmente otro.

El otro es otro. Como diría Pessoa, el otro “otrea”. Otro es una diferencia radical. Como bien señala Puget (2017):

…la diferencia con otro es una diferencia radical, impredecible, irreductible al conjunto de los rasgos que caracterizan a cada una de las otras diferencias. Y la experiencia vincular revela que las dificultades para el trabajo no proceden sólo del escollo de la diferencia sexual o de la diferencia generacional, o de la diferencia temporal, o de la diferencia específica con un semejante. Sino que proceden, si se puede hablar así, del núcleo duro de la diferencia, la diferencia pura, la diferencia a secas, la alteridad o ajenidad sin predicados de otro que es otro y con el que me encuentro vinculado.

Entonces, Masculinidades es una nominación multívoca y no puede ser pensada sin preguntarse a que plano de la subjetividad en devenir se hace referencia. Considerando simultáneamente, que una y otra vez es la creación, la presentación de una singularidad, siempre efecto de lo que epocal, o sea aquello que las personas vamos produciendo al hacer y al decir.

Se trata de estar invitados a explorar, a experimentar. Alejarnos de lo conocido, lo cual no nos resulta sencillo; particularmente cuando se trata de dejarnos afectar por discontinuidades, inconstancias de objeto, efecto de lo inanticipable que la novedad de lo otro ofrece sentir y hacer pensar.

Nancy (2016) lo expresa de un modo claro y bello: “experiencia significa salir a dar una vuelta, salir al afuera, no hay experiencia de lo mismo, de lo idéntico, no hay experiencia al quedarse en un adentro que es lo conocido familiar, un quedarse en la identidad de uno mismo, sólo se hace experiencia del borde.”

Es, en definitiva, una invitación a alojar y pensar lo intempestivo. Lo intempestivo, como señala Agamben (2011), es lo que irrumpe, disloca introduciendo una novedad radical y alterando las producciones subjetivas. Conlleva una posibilidad acontecimental al romper con las categorías existentes. Se trata de un salto que introduce una discontinuidad y una novedad radical que hasta ese momento no existía.

Lo intempestivo, emerge como un intruso inesperado, desestabilizando, trastocando las formas vigentes. Nos empuja a separarnos de lo que vamos siendo pues exige invención, creación. Muchos hombres, por ejemplo, (y no solamente ellos) se interrogan respecto a la irrupción que los movimientos feministas vienen generando en su subjetividad. ¿Cabría que pudieran no ser afectados? ¿Hay un yo sin un nosotros? ¿Puede no existir novedad radical o lo intempestivo, como se prefiera decir?

Masculinidades en juego…

Unos pocos ejemplos sirven para ilustrar la multiplicidad de sentidos que Masculinidades entraña, invitándonos a preguntarnos cómo se han instituido en el pasado y se instituyen en el presente modelos identitarios y hegemónicos que determinan como cabe lo singular y diverso. También denuncian, las dificultades que acontecen ante la caída de dichos modelos hegemónicos dejando en evidencia que las variables sobre las que se sostenían estaban dadas por una relación invariante masculino/femenino. Estos movimientos, efectos de relaciones, de un con-moverse, sacuden las relaciones de poder previas, posibilitando otros modos de subjetivación y existencia.

“Si un viernes les digo a mis amigos que no me voy a reunir con ellos para nuestros tradicionales asados porque me voy a quedar en casa cuidando a mis hijos, me dicen de todo. Qué soy un pollerudo, que no tengo carácter, maricón.”

“Ya no sé cómo acercarme a las mujeres. Si puedo darle o no un beso a una chica que me guste. Si le tengo que preguntar o no”.

Tiempo atrás un par de noticias en los diarios acercaban la siguiente pregunta: “¿Vamos a seguir hablando de lactancia materna?” Pregunta surgida a partir de hombres trans que gestaron y amamantaron a sus hijos que planteaban, “La idea de lactancia materna me dejaba afuera”.

“Soy varón trans y gay. Mi madre me decía, ¿para qué transicionaste si no te van a gustar las mujeres?”

“El otro día estaba con mi amigo Juan y decíamos que Gustavo debía ser gay por esa forma amanerada de moverse”

“Mi viejo decía que yo tenía mucho arrastre porque me veía siempre rodeado de mujeres. Cuando lo cierto es que a mí me gustaba más jugar con ellas que a la pelota con los varones.”

Una mujer lesbiana en sus cincuenta dice, “probablemente si hubiera nacido en el presente sería un hombre trans.”

Foucault (2002) había creado un neologismo, “acontemencializar” para referirse a una forma de proceder caracterizada por una ruptura, que permita hacer surgir la singularidad, adonde estaba la tentación de hacer referencia a algo que se impone como una evidencia. Como bien señalaba Foucault en la Historia de la Sexualidad, se trata de conmover, deconstruir un entramado de saber-poder-verdad que establece un sexo verdadero o atribuye un sexo auténtico que le corresponde al sujeto, disciplinando los cuerpos e instituyendo subjetividades inmunes a detectar inconsistencias.

Una vez que dicha trama visibiliza la marca de poder de base que conlleva, ya no hay los “otros” que exigen existir. A partir de alli se derrama la multiplicidad. Pasa a existir simplemente sexualidad. Dice Tortorelli (2019): “No hay sexo sin diferencia, como no hay, no puede haber, relación sin diferencia, pero tal diferencia ya no admite ser ella misma diferenciada y, menos aún, diferenciada binariamente según una constante de base.

Hay una reconocida anécdota de Kimmel (2008), que relata lo acontecido en un seminario sobre feminismo.

“…cada semana, once mujeres y yo nos reuníamos, leíamos algún texto de teoría feminista y hablábamos de ello. Y durante una de nuestras reuniones fui testigo de una conversación entre dos de las mujeres que cambió la forma en que vi esto para siempre. Una de las mujeres era blanca y la otra negra. …La mujer blanca dijo: «Todas las mujeres tienen la misma experiencia como mujeres. Todas las mujeres se enfrentan a la misma opresión como mujeres. Todas las mujeres están situadas de manera similar en el patriarcado. Y por lo tanto», dijo, «todas las mujeres tienen una especie de solidaridad intuitiva o hermandad». Y la mujer negra dijo: «No estoy tan segura. Déjame hacerte una pregunta». Así que la mujer negra le dijo a la mujer blanca: «Cuando te despiertas por la mañana y te miras al espejo, ¿qué ves?» Y la mujer blanca dijo: «Veo a una mujer”. «Y la mujer negra dijo: «Ves ese es el problema, porque cuando me despierto por la mañana y me miro en el espejo», dijo, «veo a una mujer negra. Para mí la raza es visible, pero para ti es invisible. No lo ves». Y luego dijo algo realmente sorprendente; dijo: «Así es como funciona el privilegio. El privilegio es invisible para aquellos que lo tienen». Es un lujo diría yo, para los blancos sentados en esta habitación que no tengan que pensar en la raza en cada momento de su vida. Ese es el privilegio. El privilegio es invisible para aquellos que lo tienen. Ahora recordaran que yo era el único hombre en este grupo, así que cuando fui testigo de esto, puse mi cabeza en mi mano y gemí y dije, oh no. Alguien me vio tener esa reacción y me preguntó qué me pasaba y yo dije: «Cuando me despierto por la mañana y me miro en el espejo. Veo a un ser humano. Soy una especie de persona genérica. Sabes, soy un hombre blanco de clase media. No tengo raza, ni clase, ni género. Soy universalmente generalizable».3

Dicha experiencia lo lleva a Kimmel a realizar la siguiente reflexión: “en ese día me convertí realmente en un hombre blanco de clase media.”

3. Traducción propia.

Es decir, pese a ser alguien que trabajaba en relación a estudios de género lo cual probablemente lo llevara a interrogarse sobre su propia condición de género y los efectos en sus interacciones, esta experiencia creó un impensado, algo no existente para él hasta ese momento. Al desacoplarse los elementos heterogéneos que hasta ese momento funcionaban como un conjunto integrado llamado “hombre”.

Ahora bien, ¿a qué otras cuestiones, invita esta breve anécdota a pensar? ¿Se trata de “hermanar” a las mujeres por el hecho de ser mujeres? ¿por el hecho de ser el segundo sexo? Tal vez la riqueza de la viñeta ilustre, por ejemplo, que no es posible o al menos suele ser bastante difícil pensar sobre lo que hasta cierto momento no haya devenido inconsistente para perturbar y dislocar lo suficiente, para hacer nacer otros afectos y otras ideas, evidencia de la relación entre subjetividad y producción epocal. Como, por ejemplo, que el otro no por negro, blanco, judío, cristiano, hombre, mujer, joven, viejo, hetero, homo, trans, cis, etc. es radicalmente otro. Qué sólo le cabe presentarse, al igual que uno, y ser excedentario a toda representación.

Pensar que el otro es otro, no un semejante, es ir al encuentro sin anticipación, sin tratar de “hermanar” lo que no admite “hermanación” posible. Siendo entonces, la diferencia radical, un criterio otro de construir la idea de “derechos”.

La breve anécdota, nos invita también a resaltar que pensar es efecto de una producción desde lo vincular. La novedad radical se crea. Es lo que para una teoría vincular es “el entre”. Se trata de pensar desde lo vincular, (no de convertir lo vincular en una representación), desde la experiencia. No se trata pues de pensar lo no sabido desde lo ya sabido. Se trata más bien de pensar de nuevo, de dejar venir lo no sabido, de crear nuevos conceptos, de pensar nuevas formas de pensar. Desde lo vincular, la noción de propiedad respecto de uno mismo y de ajenidad respecto del otro parecen desvanecerse. (Tortorelli, 2017)

Es un continuo bordear, que constantemente instituye y destituye, no fusiona, no colabora con una identidad, es una identidad que se va modificando Con un pensamiento de borde sólo cabe un jugar con la intervención de uno-otro, no hay cada uno en su lugar porque cada uno toca al otro y ese tocar abre una diferencia.

Si se toman las preguntas del inicio del texto, ¿por dónde pensar? ¿qué interrogar? ¿desde dónde partir, cuando se trata de un territorio a considerar tan vasto?, claramente lo expuestono disminuye ni simplifica la consideración sobre la cuestión. Tal vez, cuando se desanclan fijezas y determinismos explicativos, lo que cabe es simplemente sumar riqueza y complejidad.

Masculinidades, parentalidades, familiaridades

Lo intempestivo de la contemporaneidad sacude y disloca fuertemente. Por lo tanto, invitados a pensar considerando lo expuesto hasta aquí, como pensar al pensar Masculinidades y Parentalidades, implica no hablar de lo que se sabe sino de lo que se ignora, pensar desde la ignorancia. Ser ensayistas del presente, pensar en movimiento lo que va ocurriendo.

Para intentar construir un puente entre masculinidades y paternidades, tal vez sea necesario decir que hace tiempo que la institución familia está convulsionada. En un trabajo con Gloria Abadi (2022) planteábamos que quizás quedó desactualizado, el título del excelente libro de Roudinesco (2003) “La familia en desorden”. De éste se desprende que habría un orden que marcaría lo esperable, una norma cuyos desvíos entran en la categoría de lo desordenado. Sabemos que lo desordenado, siguiendo esta lógica puede deslizarse hacia lo patológico al desobedecer la norma.

Algunos breves testimonios intempestivos para atrevernos a pensar:

“Una foto en los medios muestra a un varón trans embarazado…”

“Tres personas que conviven solicitan una filiación pluriparental.”

“Una madre deviene padre en el transcurso de la crianza.”

En un trabajo anterior, incluí una pregunta que Julio Moreno (2018) se formulaba, y que vuelvo a plantear aquí, ¿cómo es que se cría a los niños para un futuro que obviamente aún no existe?

Jugando con la pregunta, podríamos formular lo siguiente ¿cómo pensar lo que pueda entramarse entre masculinidades y paternidades si involucra pensar en devenir?

Por un lado, para pensar dichas preguntas, resulta un obstáculo si se intenta hacerlo desde modelos fijos y, además, nuestros marcos referenciales se evidencian limitados. “A veces se nos parecen y con eso nos dan la primera satisfacción”, canta Serrat en Esos Locos Bajitos. Poco dura tal alegría, en realidad mejor esperar que “ellos” no se nos parezcan y sean genuinamente otros.

Lo cual nos lleva a considerar el problema que plantea la idea de modelo y la de lugares. Por lo pronto, ambas ideas son un pensamiento de lo previo. Ni modelo, ni lugares se instituyen desde lo vincular, pues sería un pensar de antemano. Implican sujeción y jerarquía, determinando las condiciones del ser. Desde ya lo mismo vale considerar al pensar Masculinidades y Paternidades si se intenta producir algún tipo de modelización.

Sería una pretensión que anularía la condición que lo epocal conlleva. Epocalidad acontece, llega sin ser esperada. Es otro nombre para lo intempestivo.

Por ende, intentando pensar sobre Masculinidades y Paternidades sólo les cabe acontecer y desde allí pensar la singularidad de lo que se presente. Desde allí podemos aventurarnos a dejar venir los modos posibles que las masculinidades y paternidades vayan instituyendo.

Interrogando Desafíos

¿Cómo pensar las multiplicidades existentes con otras lógicas y crear nuevos conceptos para ello, descentrándonos entonces de polaridades radicales tal como a veces se intenta pensar?

Tal vez, para nosotros psicoanalistas formados mayormente en una cultura identitaria y también para todos los que trabajan con otros, el desafío resida en interrogar cómo hacer para que, si nuestra mente opera con representaciones, éstas tengan movilidad y capacidad deconstructiva para habitar lo incierto y discontinuo.

Un paso no menor es pensar que intervenimos en situaciones inmanentes de las que formamos parte y no caben entonces, intervenciones que no sean instituidas desde allí. Si no recogemos el guante, forzamos al presente con ficciones viejas que servían para pensar otra epocalidad. El desafío es intervenir desde lo vincular, en lo que pasa, con intervenciones producidas allí. Pues sino toda intervención será fallida o disciplinadora.

María Laura Méndez (2022) se pregunta, ¿Qué nuevas posiciones conceptuales necesitamos para habitar los tránsitos, cuando ya los conceptos ligados a la certeza y lo inmutable no nos sirven? Toda respuesta deber ser necesariamente ambigua y provisoria, para evitar nuevas fijaciones y nuevos dogmas.

Trabajar desde lo vincular implica que no hay sujeto previo, si no fuera así, el sujeto no es vincular. Es una invitación a jugar el juego de la diferencia que se presentará una y otra vez de las maneras más imprevisibles.

Quienes trabajan en disciplinas que abordan temáticas sociales, históricas, antropológicas saben hace tiempo lo difícil que resulta conmover instituidos, pese a que, en los ámbitos académicos, los encuentros científicos, los intercambios entre colegas, circulen ciertos conceptos que irían en esta misma línea de lo intempestivo, de la “acontemencialización”, como: acontecimiento, inconsistencia y novedad radical como se nombró antes. ¿Bastan para instituir la continuidad de toda discontinuidad, romper el entramado de saber-poder-verdad e instituir un pensar otro sobre la producción subjetiva?

Por ejemplo, solemos pensar cambio como una transformación de lo previo. Cuando cambio se refiere a la creación de algo otro. ¿Cómo pensar esto mismo en relación con el psicoanálisis? ¿qué vuelve tan dificultoso pensar la diferencia y la irrupción de las inconsistencias, y que aún una vez aparecidas se las ignora hasta que ya no es posible tapar el sol con las manos?

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Masculinidades e Paternidades em movimento. Movimentos intempestivos

Resumo: Este texto interroga as lógicas subjacentes aos conceitos de Masculinidade-Masculinidades-Paternidades. Trata-se de tentar pensar a partir do vínculo, considerando as complexidades inerentes, como a produção social da subjetividade (questionamento da própria autoria), os discursos de época junto aos diferentes planos e práticas que se cruzam, ou seja, o social, o político, as relações de poder e as vinculações em sua produção contínua.

Descritores: Vínculo, Masculinidade, Paternidade, Identidade, Subjetividade.

Masculinities and Paternities moving. Untimely movements

Abstract: This text interrogates the logics underlying the concepts of Masculinity-Masculinities-Paternities. It is about trying to think from the link, considering the complexities that are inherent to them, such as the social production of subjectivity (questioning one’s own), that is, the epochal discourses together with the different planes and intersecting practices, the social, the political, the relations of power and the continuous production of the link.

Descriptors: Bond, Masculinity, Paternity, Identity, Subjectivity.

Referencias

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