2024: El problema economico - Vol XLVI nº 1

Alejandro Klein: Doctor en Servicio Social por la Universidad Federal de Río de Janeiro- UFRJ- Brasil. Associate Professorial Fellow- Oxford Institute of Population Ageing- Oxford University. Profesor Titular-Universidad de Guanajuato Coordinador de la Red Larna (Latin American Research Network on Ageing). Oxford Institute of Population Ageing Co-Director del Centro de Adolescentes ASPADE (Actividades Socio-Pedagógicos para Adolescentes con Dificultades Evolutivas), centro de sostén socio-terapéutico para jóvenes vulnerables, dependiente a su vez de AAPIPNA, Asociación Aragonesa para la Investigación Psíquica del Niño y el Adolescente, cuya sede está en Zaragoza, España. Autor de libros, capítulos de libros y papers sobre subjetividad, clínica, procesos psicosociales y sociedad de envejecimiento. alejandroklein@hotmail.com

Resumen: Este trabajo busca ser una contribución en torno al debate sobre las subjetividades emergentes y ciertas formas de patología que llaman cada vez más la atención en la clínica contemporánea. Se denomina psiquismo precario- insuficientemente catectizado al tipo de subjetividad que aquí se presenta y se consideran como “graves” el tipo de patología asociada a aquélla. Se presenta como hipótesis central de que en estas situaciones la precariedad más importante subyace en la imposibilidad de autocatectización y la falla en definitiva en catectizar a la catexia, lo que genera enormes dificultades en la constitución del objeto y el aparato psíquico, el que aparece siempre expuesto y sin capacidad de tramitación libidinal.

Descriptores: Subjetividad, Patologías Graves, Clínica.

Ver artículo en PDF

Introducción: Clínica tradicional – Clínica contemporánea

Con relativa fortuna se podría decir que la clínica tradicional se organiza alrededor de algunos ejes que se entienden previsibles: presencia y capacidad organizadora del Edipo, padres que generan parentalidad, aparato psíquico consolidado, capacidad diferenciadora del preconciente, capacidad de regresión con modalidades de fijación, diferencia conciente-inconciente, diferencia sesión-no sesión, diferencia transferencia-contratransferencia, terapeuta suficientemente bueno, y capacidad de parte del paciente y el terapeuta de sostener un proceso terapéutico (De Cellis Sierra y Mendez Ruiz, 2019; Kächele y Thomä, 1989; Poch y Ávila-Espada, 1998).

La clínica contemporánea en cambio parece caracterizarse por: ausencia o imposibilidad del Edipo, ausencia o imposibilidad de estructuras organizadoras, untergang del aparato psíquico, (Freud, 1924b), desapuntalamiento de la capacidad de pensamiento, desintegración de la diferencia continente-contenido, anulación de la capacidad catectizadora de la libido, patologización de los espacios transicionales, terapeuta desconcertado y emergencia del proceso terapéutico como yuxtaposición de sesiones y/o citas y ya no como “proceso” en el sentido tradicional del mismo (Kohut, 1982). La lista es pues, suficientemente extensa como para generar un pleno debate en torno al tema.

Pero quizás el punto crucial de la clínica contemporánea es su fracaso en sostener un relato coherente, previsible, del malestar y el sufrimiento mental. Si la teoría psicoanalítica se vuelve previsible, el funcionamiento del aparato psíquico también se vuelve previsible. Así fue en otras épocas. Hoy, ya no tenemos un marco teórico previsible que por ende vuelva previsible (entendible) al dolor del sujeto contemporáneo. Y por ende, y aquí empieza el desconcierto del analista, ya no es posible prever qué sucederá con el paciente, la sesión, el encuadre y el proceso terapéutico (Bleichmar y Leiberman de Bleichmar, 1997).

Al mismo tiempo, parte del dolor y el malestar contemporáneos se relacionan al surgimiento de nuevas formas de patologías y subjetividad, que por el grado de desafío tanático que presentan, las dificultades terapéuticas que entrañan y sus enormes diferencias con la clínica de neuróticos, no pueden sino ser llamadas graves (Bleichmar, 2009).

Para comenzar a entender las patologías graves

Para comenzar a entender las patologías graves

A partir de las observaciones en torno a los llamados pacientes fronterizos, difíciles o de borde se comienzan a proponer desde diferentes autores, una serie de consideraciones teóricas y clínicas en torno a cómo entender mejor lo que en este trabajo se presentan como patologías graves (Kohut, 1977; Bleichmar, 1997; Fonagy, 2000). Sin duda uno de los autores contemporáneos relevantes al respecto es Green (1986, 1990), quien en diferentes partes de su obra propone una discusión pertinente referente a la diferencia entre el narcisismo del sueño y el narcisismo del dormir, las formas de constitución de la catexia, del objeto y el autoerotismo entre otros, señalando de esta manera un tipo de narcisismo que se organiza no a partir del objeto, sino desde la necesidad de no tener deseo (Aulagnier, 1975, 1994).

De esta manera, Green impulsa su hipótesis de un narcisismo de muerte o narcisismo negativo, con predominio de la pulsión de muerte, el cual estaría regido por la necesidad de la eliminación absoluta de la tensión, más que por la búsqueda objetal (Green, 1993, 1994).

Podría entenderse que en estos casos aparecen rasgos de organización mental que se alejan o se oponen al modelo psíquico de la mente, o al menos lo que podríamos entender como modelo libidinal de la mente. Lo que predomina ya no es la experiencia de satisfacción y búsqueda de placer, sino disminuir la energía libidinal hasta su eliminación. Así, el modelo homeostático de tipo neurótico es desplazado por un modelo diferente, de tipo nirvánico, regido por la perspectiva económica (Janin, 1989; Freud, 1924c; Braconnier, 1996).

Destaquemos especialmente que en esta búsqueda del cero nirvánico, el quantum de afecto necesario para la búsqueda y/o reemplazo del objeto, es desmantelado. Este deseo de no deseo retrotrae al psiquismo sobre sí mismo, al punto de que lo psíquico (como basamento final de la pulsión, el deseo y el objeto) termina por ser descatectizado, tal vez “despsiquiquizado”. Esta situación extraordinaria de un movimiento tanático extremo que expulsa a lo psíquico, a su vez hace inviable lo pulsional, con lo que nos encontramos en el punto crucial de las llamadas patologías del vacío o del déficit1 (Hornstein, 2013; Lyons Ruth, 2004).

Los datos clínicos nos hacen pensar que estas patologías de vacío son indisociables de configuraciones donde lo psíquico aterroriza, sea por sus orígenes (dando cuenta de lo psíquico), sea por sus efectos (dando cuenta del objeto). El objeto, huérfano de su basamento psíquico, aparece como invasor o ausente, confusional o generando odio y resentimiento. Y finalmente, el cuerpo pierde referencia erógena-libidinal para retrotraerse al cuerpo de las necesidades fisiológicas que no requieren representación psíquica (Jeammet, 2001; Jeammet y Birot, 1996).

Lo nirvánico que en un primer momento elimina la necesidad de la búsqueda de objeto, en un segundo momento (que puede ser también correlativo a aquél), actúa sobre sí mismo de forma radical, despojándose a sí mismo de lo pulsional. Un pulsional que desmonta a lo pulsional, que se destruye a sí mismo (Fonagy, 1999; Fonagy y Target, 1996). Como sea, todo parece desfallecer. El objeto aparece errante destrozado en miles de trozos y el Yo es despojado del reservorio narcisista que le es imprescindible como negociador y como artífice de acuerdos, duelos y catexias varias. El mundo mental apenas se resigna a yuxtaposiciones (imagos más que representaciones) que quedan inconexas entre sí (Bollas, 1991; Klein, 1928, 1952, 1957).

1. Observemos que la teoría de Green (1986, 1990) viene pues a auxiliar a entender cómo se configuran estos vacíos, imposibles ni siquiera de ser considerados desde la teoría kleiniana, donde siempre hay un exceso de objetos y un espacio mental siempre lleno y rebosante.

De esta manera, comprendemos que no alcanza con señalar a las patologías de vacío o de déficit para comprender cabalmente estas subjetividades y patologías. Sugerimos que estamos, de forma mucho más estructural, ante fallas ineluctables en la constitución del psiquismo, o mejor dicho, ante fallas que hacen inviable la constitución de lo psíquico como representante de la organización mental. Consecutivamente, al perderse el “adentro” como espacio psíquico que garantice las transformaciones libidinales, se pierde asimismo los bordes entre lo somático y lo psíquico y entre lo psíquico y el mundo externo como regulación de mutuo sostén, lo que incrementa aún más situaciones confusionales y de indiscriminación (Laplanche, 1987b).

De esta manera parece necesario indicar la presencia de un psiquismo precario e insuficientemente catectizado, donde los investimentos son extremadamente frágiles y evanescentes, con imposibilidad de constituir constancia de objeto, y ni hablar de la constancia del self. A partir de aquí cabe preguntarse desde donde recibe entonces investidura el objeto. Parece ser que o de los prototipos fisiológicos (el objeto se “degusta”, se “degulle”, se “evacúa”) o de las mociones de realidad (con lo que el objeto se vuelve insoportablemente invasor) (Meltzer, 1983). En definitiva, el psiquismo falla en su tarea primigenia de autocatectizarse, lo que a su vez imposibilita la fantasía estructurante de autoengendramiento, lo que termina por revelar demasiado perturbadoramente la incidencia y dependencia hacia el Otro en la constitución del aparato psíquico y la subjetividad (Lacan, 1983, 1984).

Todo lo anterior parece incidir en la aparición de situaciones clínicas de gravedad donde se instala una fractura innegociable entre libido de objeto y libido narcisista y la destructividad se apodera de una subjetividad que no la advierte como tal, revelando el retorno de la versión más terrorífica del mundo mental, en torno a objetos rotos y destructores, dificultades de pensamiento y anulación del yo señal ante situaciones de peligro preocupantes donde el sujeto pone en peligro su vida y se sabotea de una forma que sorprende por su violencia extrema (Klein, 1940, 1946; Freud, 1924).

Desde aquí parece ser que el sujeto intenta dominar al objeto y a lo real, desmintiendo cualquier dependencia con los mismos y extendiendo sus límites narcisistas de forma abusiva. Es lo que llamaríamos una vertiente de cuadros prepsicóticos. O el sujeto parece empeñado en tropezar, una y otra vez en sus propias y crueles trampas. Es lo que llamaríamos la vertiente de cuadros oniroides (Rosenfeld, 1988, 2008).

Psiquismo precario-insuficientemente catectizado

De esta manera podemos ir esbozando lo que se podría entender como psiquismo precario-insuficientemente catectizado. Hemos ubicado como punto nodal del mismo la fractura de un elemento esencial de la tópica: la catexia ya no puede catectizarse a sí misma, con lo que se instala una despulsionalización general de la mente que afecta además a las propiedades del fantasma, el yo y el objeto (Laplanche, 1987).

Poner en marcha la pulsión, posibilitar la pulsión, es hacer que la pulsión encuentre siempre más pulsión, como expresión de la pulsión de vida. Si la pulsión no encuentra más pulsión, generada desde la catexia, la ligazón, como hemos visto más atrás, se reemplaza por la descarga, generando condiciones propicias para la predominancia de la pulsión de muerte. La posibilidad neurótica de que el sujeto sea capaz de hacer “propio” el investimento primario (proveniente de la madre), apoderándose del mismo y transformándolo transubjetivamente, parece perderse, con lo que el aparato psíquico ya no es capaz de la ficción eficaz de que se autoengendra (Seligman, 2007; Wallerstein, 1988).

Correlativo al desmantelamiento pulsional, la propia constancia de objeto se derrumba, con lo cual el objeto anuncia siempre el peligro de su extinción o de su estallido. El objeto de amor está ausente, o se ha perdido o no se ha constituido. Condiciones que facilitan la aparición de experiencias de tormento y agotamiento, en un mundo de carácter oniroide, plagado de sobresaltos y sensaciones persecutorias de catástrofe inminente (Klein, 1932).

A partir de lo anterior parece necesario ampliar el concepto de narcisismo herido o de trastorno narcisista (Bleichmar, 1981). Observamos una nueva cualidad narcisista no solo en relación a sujetos lastimados, inseguros y carenciados, sino también con un odio a sí mismos que no deja de sorprender no solo por su efecto devastador, sino además por su pertinaz resistencia a ser comprendido y elaborado. Green (1986) se pregunta sobre qué objetos les queda para amar a estos sujetos, a lo que tal vez habría que responder: ya ninguno.

Al mismo tiempo, y desde un ángulo diferente, es innegable que encontramos en estos sujetos mandatos, exigencias, deberes, los que parecen indicar un funcionamiento psíquico en torno al ideal, que no pocas veces se muestra extremadamente inflexible (Bleichmar, 1981). Sugerimos que una explicación posible de esta rigidez, no es tanto o tan solo por la presencia de elementos superyoicos, sino más bien porque lo desmesurado del ideal, intenta compensar y hacer balance al proceso también desmesurado de despulsionalización que atraviesa al sujeto (Chasseguet Smirgel, 1975).

Por ende, la presencia de este tipo de ideal no surge tanto por una operatoria por la cual el yo se evalúa y procura alcanzar la perfección, sino como parte más estructural de los precarios recursos (pero recursos al fin) de estos pacientes graves, intentando al menos asegurar mínimos apuntalamientos que impidan la entrada en la psicosis2, lo que indica lo desesperante que se podría tornar el perderlo (Sandler, 1993).

¿Por qué y de qué manera se instalan estas fracturas que dañan al psiquismo? Probablemente algunos autores pondrán el acento en factores endógenos y/o constitucionales, los que no deberían ser desechados a priori. Por nuestra parte constatamos en estos pacientes la presencia de figuras parentales desfallecientes en lo que se llaman funciones parentales y sin posibilidad, por ende, de brindar marcos organizadores adecuados. A falta de mayores datos habría que señalar que parecen ser padres que incentivan situaciones confusionales, fusionales e incestuosas. A esto se unen la vivencia de los padres desde situaciones de enorme violencia, que parecen recordar a escenas de padres combinados más que a configuraciones de tipo edípico3 (Klein, 1930; Winnicott, 1979, 1971; Berenstein, 1990, 1987, 1981).

2. Se advierte inmediatamente el peligro de anular de forma prematura esta actividad del ideal, cosa que se ha hecho clínicamente correcto en la clínica contemporánea que cree necesario desarticular lo que se entiende son exigencias superyoicas funestas.
3. Green (1990) señala explícitamente que para seguir considerando al Edipo como referencia estructural se ha de tener en cuenta a la escena primitiva como el fantasma isomorfo del Edipo. Pero, discrepando con esta opinión, estos pacientes parecen señalar más bien lo contrario: el predomino de escena primitiva indica el fracaso estructural del Edipo.

Quizás esto explique por qué la angustia de castración ya no pasa a ser el centro de las modalidades de angustia y pasan a prevalecer otras: angustia de la pérdida de amor del objeto, angustia ante la amenaza de la pérdida del objeto, la angustia ante el superyó y la angustia ante la pérdida de la protección del superyó (Freud, 1926).

Desde aquí, toda una serie de transformaciones se van imponiendo: la imposibilidad de manejar lenguaje simbólico, la presencia de un objeto invasor o ausente; pérdida del par contenido-continente, tanto como la disposición transicional; percepción de un mundo que se vuelve abrumadoramente real y finalmente un sujeto que se transforma más en un personaje (una cáscara) que en un yo con profundidad y biografía (Bion, 1962; Taylor, 2006; Winnicott, 1981; Bleichmar, 1984).

Por el lado del objeto, el mismo invade o desaparece o genera paranoia, miedo y pánico: habrá que destruirlo o destruirá. En todos los casos, la capacidad de negociación (en términos de posición depresiva), se pierde. Tanto como la permeabilidad limitada, que reconoce al objeto, impidiendo al mismo tiempo su intrusividad, revelando en definitiva el deseo de vengarse de un objeto que siempre golpea ahí donde justamente hiere (Kancyper, 1997, 1992).

Como indica Green (1990) habrá que suponer en estos pacientes la presencia de dos objetos simétricamente opuestos que no son sino uno: o malo (invasor) o bueno (ausente). El bueno (inaccesible) lleva a la depresión, mientras que el malo invasor (accesible), lleva al peligro del delirio de influencia (Tausk, 1977).

Asimismo se consolidan las patologías o dificultades de pensamiento. Blanco del pensamiento, que se acompaña restitutivamente de la desesperación por pensar, con lo que aparecen substitutos varios, como rumiaciones, estereotipos, efectos de divague, y tal vez es por allí que se deslizan los cientos de whats app semanales y mensuales que el terapeuta recibe en su celular (Green, 1984; Bleichmar, 2001; Ortiz Chinchilla, 2002, 2003; Rycroft, 1958).

Parafraseando a Green (1986), se trata de un sujeto vivo, pero con un psiquismo muerto y desvitalizado. Con lo que las transformaciones objetales, yoicas y libidinales pasan por transformaciones brutales (mutacionales). Estas transformaciones “brutales”, implican en el límite su contrario: nada se transforma. Situaciones de abismo sin fondo, donde, cómo no tiene de dónde agarrarse, el sujeto no puede sino caer, hundirse, tropezar todo el tiempo (Baranger, 1961).

No hay tiempo ni forma de negociación, de recorrido psíquico, de formación neurótica. Habría que pensar en «imagos» que están por fuera de lo psíquico, que lo eluden o lo anulan y que una y otra vez obligan al sujeto a remitirse al o los puntos fundacionales del psiquismo, que a su vez revelan al mismo tiempo, una y otra vez, su atormentante y desgarradora imposibilidad de constitución. No es pues de extrañar que nos encontremos con pacientes siempre agotados, confusos, erráticos y en estado oniroide (Bailly, 1997; Klein, 2023).

Sólo prevalece el sentimiento de un cautiverio que despoja al yo de sí mismo y lo aliena agotadoramente en una figura irrepresentable, que plantea permanentemente extremos imposibles y enloquecedores: “el todo radical versus la nada radical” (García Badaracco, 1985).

Derroteros clínicos

Si se desmantela lo pulsional como capacidad de organización que garantiza el mantenimiento y el contacto de los bordes y entre los bordes (somático-psíquico, interno-externo, fantasma-mundo externo), los bordes estallan, declinan, se confunden. Eso explica cómo la clínica contemporánea se juega tanto en el “entre”, en los bordes entre sesión y sesión. Un ejemplo, los cientos de whatsapp (y/o mails, y/o llamadas), que el terapeuta se siente obligado a recibir, responder, atender. Estos pacientes graves escriben breves notas, o largas narrativas, desde un estilo de escritura mediados por estándares tecnológicas que finalmente, de cualquier manera, terminan por empobrecer aún más lo que se querría transmitir (Fairbairn, 1952; Freud, 1912, 1914,1915).

Intuitivamente, quizás el clínico contemporáneo sabe que “ahí” es dónde está la clínica contemporáneamente, con lo que el terapeuta además de escuchar tiene ahora además que “leer”. Lo verbal ya no es suficiente para explicar y comunicarse. Por supuesto, las palabras siguen en la sesión, pero a su vez la sesión tampoco parece ser suficiente para mitigar estos dolores devastadores. Todo es pues insuficiente, y todo pues parece escaso. Siempre hay que recurrir a algo más: la no-sesión a los días entre sesión, a la escritura entre las no-palabras. La no-sesión y la no-palabra quieren llenar un vacío, tanto como al mismo tiempo, revelan el vacío de la palabra y más allá, el vacío tan lleno de destrucción del sujeto (Frankel, 2002; Marrone, 1998).

De esta manera, no pocas veces se instala transferencialmente un ritmo intenso donde el terapeuta recrea la ansiedad, el desconcierto, la fatiga que guía al paciente y su escritura, revelando la falta de tolerancia y el insight mínimo para acompasar los ritmos terapéuticos y los procesos regresivos concomitantes (Maldavsky, 1992).

Probablemente, y tal vez agobiado y desconcertado, el terapeuta de hoy se pregunta qué sucedió con aquello que era y constituía el “adentro” de la consulta, en términos de transferencia, encuadre, sesión y proceso terapéutico. Todo parece indicar que este paciente, está ahí, en los bordes de la sesión, pero ya no “adentro” de la misma. Intentando probablemente restaurar un andamiaje pulsional, que sin embargo le es imposible, pues el aparato psíquico, en definitiva, aquello que otrora garantizaba el espacio necesario para transformaciones, cambios, elaboraciones, se ha vuelto asimismo inasible (Laplanche, 1987a; Freud, 1923).

Diríamos que la clínica hoy se ha desneurotizado, tanto por la cantidad de cuadros prepsicóticos, como por las modalidades confusionales que presenta. Esto implica por un lado la amenaza permanente de lo desorganizado y por otro, la incapacidad de las palabras para dar cuentas de las emociones y la sensibilidad, especialmente en lo relacionado al odio, el amor, la angustia, la ansiedad difusa, entre otros (Shaw, 2003).

Una vez más, los prototipos fisiológicos han de ser tenidos en cuenta no solo en las peculiaridades de lo mental, sino además en los avatares del proceso terapéutico. Nos parece que además de pensar y elaborar en sesión, el paciente “huele”, “toca”, “saborea”, “pisa”, la sesión… Esto explica la fuerte presencia corporal en términos fisiológicos en las configuraciones de estos pacientes y por eso la clínica de hoy está llena de olores, piel, excrementos, bocas, dientes, destrucción y desgarramiento y todo eso además con las mínimas palabras (Jeammet, 1996).

Frente a estos aspectos fuertemente desorganizadores, sugerimos que el paciente no espera en primer lugar ni frases, ni palabras, ni semánticas que poco o nada lo pueden sostener o que poco o nada le significan, sino más bien encontrar en su analista antes que nada, aquellos estructuras que estructuran, todo aquello que de su analista le permita organizar, discriminar, priorizar, clarificar (Bollas, 1993).

Y entre lo que organiza, está principalmente el Edipo y el complejo de castración del propio terapeuta, capaces de generar estructura psíquica cuando el paciente sea a su vez capaz de introyectarlos y elaborarlos. De esta manera paradojalmente, lo edípico ocupa un lugar central en esta clínica que es sin embargo predominantemente pre-edípica4. Es decir, aparece contratransferencialmente como fundamental la forma en que cada terapeuta ha resuelto, de manera más o menos feliz, más o menos eficaz, sus dilemáticas frente al incesto, el objeto prohibido, el objeto permitido, el parricidio, el matricidio y la locura (Freud, 1913; 1937a; 1937 b, 1938).

4. De allí la importancia de la perspectiva kleiniana, pues la misma da cuenta justamente de una teoría donde el Edipo ya no es necesario ni está presente.

El paciente se abre pues a una posibilidad biográfica desde la genealogía edípica del terapeuta. En otras palabras, el Edipo del terapeuta ha de ser el continente de un contenido: la posibilidad emergente del Edipo del propio paciente (Bion, 1962; Hornstein, 2000; Tisseron et al., 1997). El Edipo, este Edipo del cual hablamos, de ninguna manera puede estar destinado al untergang5, en el análisis didáctico del terapeuta. Todo lo contrario, el análisis didáctico ha de permitir seguir utilizando el mismo para poder ponerlo a disposición del futuro paciente (Freud, 1924 b). En definitiva la terapia del paciente remite de esta manera a la terapia del analista. Y de esta manera, el ausente-presente capaz ahora de sostener procesos transicionales en este paciente, es el analista del propio analista (Green, 1990).

Esta situación clínica implica sin duda una ampliación generalizada de la contratransferencia cubriendo todo el mundo mental del analista, indicando además que la misma precede a la transferencia, al menos en sus aspectos organizativos. Desde allí, si la transferencia se puede volver operativa lo será desde la capacidad de disponibilidad que presente la contratransferencia del terapeuta (Heimann, 1992; Green, 1997). Esta ampliación de la contratransferencia, incluye la capacidad del terapeuta por interesarse en su posible paciente. Lo que sugerimos retomar como la capacidad catectizadora del terapeuta hacia su paciente (Aulagnier, 1994).

Pero, ¿qué se catectiza?: ¿al paciente, a la sesión, al encuadre, o al espacio entre cada sesión (¿los whatsapp?). La respuesta probablemente radica en que se ha de catectizar todo, lo que en definitiva señala un proceso de sobre-catectización. Una vez más se impone la operatoria de las compensaciones, pues esta sobre-catectización compensa los investimentos siempre frágiles del paciente, indicando la precariedad de un proceso terapéutico, que en realidad no pocas veces no es sino, una yuxtaposición de citas (Volling y Notaro, 1998).

5. El Edipo del untergang es el Edipo del neurótico. La terapia debería dar por finalizado el mismo, haciéndole tramitar lo simbólico y la castración (Lacan, 1975, 1979).

Entre otras cosas, este investimento frágil del paciente grave se relaciona a la observación de Winnicott de la imposibilidad de utilizar al terapeuta como objeto. Esta imposibilidad, al dificultar la introyección del terapeuta como objeto psíquico, agudiza situaciones de dependencia hacia el terapeuta en términos de orientación, guía y estructura. No pocas veces no hay términos medios: el terapeuta genera las máximas expectativas o las inmediatas desilusiones (Winnicott, 1981).

La opción es ir generando como se pueda, grosor constitutivo al aparato psíquico del paciente. Es, si se quiere, una promesa: “un día pensar no dolerá, no golpeará, no confundirá”. La credibilidad de esta promesa hará a la credibilidad del terapeuta, pero más importante aún, a la credibilidad constitutiva del propio aparato psíquico del paciente (Bleichmar, 1999, 1999b).

Sin duda, para el terapeuta el esfuerzo es enorme: sostén del encuadre, garantía de continuidad de presencia, capacidad regresiva aún mayor que la del paciente. Y aun así, recalcamos, parecería que nunca es suficiente. El peligro es justamente caer o actuar esta sensación de que siempre algo falta, que se relaciona además con que más allá del mayor esfuerzo que se haga, el encuadre siempre se encuentra en peligro o de la deserción o de que el paciente incurra en un acting “brutal” que implique un daño o una desgracia (Ferenczi, 1997; Lacan, 2005).

Este encuadre ya no tiene el “uniforme” tradicional del encuadre, pues está lleno de manchas, heridas y agujeros. Al encuadre ya no se lo propone ni se lo sostiene, más bien se lo reconstruye permanentemente, trabajándose desde un encuadre siempre a punto del colapso (Lichtenberg y Shapard, 2001). El encuadre sirve entonces en tanto emerge como constancia del encuadre, con la expectativa de que esto a su vez sostendrá, en algún momento, constancia de objeto y constancia de aparato psíquico (Green, 1990).

Entonces, ¿qué permite pues el análisis?: ¿pensar?; ¿la constancia de objeto?; ¿generar condiciones de tolerancia de la ausencia, la instauración de una posible representación entre la ausencia y la pérdida?; ¿construir algún tipo de decurso biográfico?, ¿consolidar un espacio mental no agobiante y tranquilizador?; ¿pasar de una angustia inconcebible a una soportable? Sin duda, todas estas opciones son válidas. Pero aun así, insuficientes. Parece necesario además constatar que tan importante como la sesión, es como se opera a partir de su ausencia. Parafraseando a Green, podríamos decir que si hay un espacio potencial Yo-No Yo, lo hay también como Sesión-No Sesión (Green, 1986; Bromberg, 1996).

Green (1990), ya señalaba de forma certera cambios que venían ocurriendo en la forma de constitución del encuadre y también en la posición del analista frente a los mismos. Su observación sin duda es inobjetable6. Pero lo que venimos exponiendo señala que los cambios de la clínica no están subordinados, simplemente a la capacidad de comprensión del analista. Sea o no sagaz el analista, sea o no sensible y/o perspicaz, comprenda o no, los datos clínicos patentizan que estos cambios existen más allá del psicoanalista (Klein, 2021; Suttie,1988).

¿Qué la situación de la clínica actual requiere escuchas nuevas y más que nuevas, audaces? Sin duda. Pero esto es insuficiente. A la concepción tradicional de lo terapéutico entendido como escucha, continente-contenido, holding, ofrecimiento de un vínculo, entre otros, parece necesario que se agregue además la de brindar ayuda, como forma de responder atinadamente a estas difíciles y a veces desgarradoras problemáticas.

6. Por otro lado, tampoco habría que descartar que la mejor escucha hacia los pacientes graves se relaciona con la capacidad del analista, en su análisis didáctico de aceptar y tolerar mejor sus aspectos más desestructurados y desestructurados. Se trata de una hipótesis a profundizar.

Conclusiones

Los desarrollos teóricos y clínicos que aquí se presentan parecen importantes para comenzar a entender mejor la situación de estas subjetividades insuficientemente catectizadas, junto con los desafíos que plantean las patologías graves. El término elegido por Green (1990): fronterizos, se muestra cuestionable teniendo en cuenta que ya no es posible determinar las “fronteras” entre lo normal y la patología, o entre la “neurosis” y la “psicosis”. La precisión diagnóstica de otros tiempos parece ir diluyéndose a situaciones de mayor ambigüedad.

El psiquismo precario y la patología grave que aquí buscamos presentar no alude a una problemática objetal, ni narcisista, ni meramente a la presencia de lo tanático. Se ha señalado que en estos cuadros se pierden toda una serie de aspectos que el psicoanálisis ha considerado esenciales para la constitución del aparato psíquico: autoerotismo, cuerpo erogenizado, procesos transicionales, alucinación negativa de la madre, Edipo, entre otros. Parece ser que en estos pacientes y por diferentes motivos, se hizo casi imposible las condiciones esenciales, para que la organización psíquica derive en estructura: conservación del objeto; mantenimiento de investiduras de modo duradero; inhibición de meta de pulsión; logro del autoerotismo, con aprehensión completa de la madre, pasaje al sentimiento de autonomía, y unificación del yo.

Es decir, toda una serie de procesos complejos que se entrelazan y coapuntalan entre sí.

Se desarrolla así la hipótesis de que en estos pacientes la precariedad más importante subyace en la imposibilidad de autocatectización y la falla en definitiva en catectizar a la catexia, lo que genera enormes dificultades en la constitución del objeto y el aparato psíquico. En otras palabras: estamos ante aparatos psíquicos que nunca se terminan de cerrar, siempre abiertos, siempre expuestos, sin posibilidad de un grosor impermeable transubjetivo (Laplanche, 1987b, 1987c; Kaës et al., 1996, 1977) y ante subjetividades que pierden el sentido del yo, por no decir del self. Objeto, pulsión y aparato psíquico son, en el mejor de los casos, y si el proceso terapéutico se consolida, punto de llegada y no punto de salida

Esta “despulsionalización” de la pulsión podría relacionarse a una tendencia mental alrededor del cero nirvánico, pero de forma más estructural parece revelar una pulsión de muerte que se hiperboliza desde la propia pulsión de muerte…Como sea, se trata de comenzar a reflexionar sobre realidades clínicas, que nos enfrentan a situaciones de agotamiento y estupor, y donde no pocas veces se corre el peligro de que el proceso terapéutico abdique ante tanta confusión y desconcierto.

ᴪ ᴪ ᴪ

Psiquismo Precário – Insuficientemente Catequizado.

Notas sobre patologias graves

Resumo: Este artigo pretende ser uma contribuição para o debate sobre as subjetividades emergentes e certas formas de patologia que têm vindo a merecer uma atenção crescente na prática clínica contemporânea. O tipo de subjetividade aqui apresentado é designado como psiquismo precário – insuficientemente catequizado – e o tipo de patologia que lhe está associado é considerado «grave». Apresenta-se como hipótese central que nestas situações a precariedade mais importante reside na impossibilidade de auto-catequização e na falha de catequização do catequizando, o que gera enormes dificuldades na constituição do objeto e do aparelho psíquico, que aparece sempre exposto e sem capacidade de processamento libidinal.

Descritores: Subjetividade, Patologias Graves, Clínica.

Precarious Psychism – Insufficiently Catechised

Notes on severe pathologies

Abstract: This paper aims to be a contribution to the debate on emerging subjectivities and certain forms of pathology that are attracting increasing attention in contemporary clinical practice. The type of subjectivity presented here is referred to as precarious psychism – insufficiently catechised – and the type of pathology associated with it is considered as «severe». It is presented as a central hypothesis that in these situations the most important precariousness lies in the impossibility of self-catechisation and the failure to catechise the catechism, which generates enormous difficulties in the constitution of the object and the psychic apparatus, which always appears exposed and without the capacity for libidinal processing.

Descriptors: Subjectivity, Severe Pathologies, Clinical Work.

Referencias

Aulagnier, P. (1994). Los destinos del placer: alienación, amor, pasión. Buenos Aires: Paidós.
. (1975). La violencia de la interpretación. Del pictograma al enunciado. Buenos Aires: Amorrortu. Baranger, W. (1961). El muerto vivo: estructura de los objetos en el duelo y en los estados depresivos. Rev. Uruguaya de Psicoanálisis, 4(4), 586-603. Bailly, D. (1997). Angustia de separación. Barcelona: Masson. Berenstein, I. (1990). Psicoanalizar una familia. Buenos Aires: Paidós. . (1981). Psicoanálisis de la Estructura Familiar- Del destino a la significa-ción. Buenos Aires: Paidós.
. (1987) Psicoanálisis de la Estructura Familiar. Buenos Aires: Paidós. Bion, W. (1962). Learning from experience. Londres: Tavistock. Bleichmar, H. (2001). El cambio terapéutico a la luz de los conocimientos actua-les sobre la memoria y los múltiples procesamientos inconscientes. Recu-perado el 30 de diciembre de 2023, de http://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=178 . (1999). Del apego al deseo de intimidad: Las angustias del desencuentro. Recuperado el 20 de diciembre de 2023, de www.aperturas.org/2bleichmar.html
. (1999b). El tratamiento de las crisis de pánico y el enfoque “Modular- transformacional. Recuperado el 10 de diciembre de 2023, de www.aperturas.org/3bleichmar.html. . (1997). Avances en psicoterapia psicoanalítica. Hacia una técnica de inter-venciones específicas. Buenos Aires: Paidós.
. (1981). El narcisismo. Estudio sobre la enunciación y la gramática Incons-ciente. Buenos Aires: Nueva Visión. Bleichmar, N. y Leiberman de Bleichmar, C (1997). El psicoanálisis después de Freud. Teoría y Clínica. Ciudad de México: Paidós. Bleichmar, S. (2009). El desmantelamiento de la subjetividad. Buenos Aires: To-pia. . (1984). En los orígenes del sujeto psíquico: del mito a la historia. Buenos Aires: Amorrortu.
Bollas, C. (1993). Fuerzas de destino. Psicoanálisis e idioma humano. Buenos Aires: Amorrortu.
. (1991). La sombra del objeto. Psicoanálisis de lo sabido no pensado. Bue-nos Aires: Amorrortu. Braconnier, A. (1996). La depresión en la adolescencia, un avatar de la transfor-mación del objeto del amor. Revista de Psicoanálisis de Niños y Adolescen-tes, 9, 55-67. Bromberg, P.M. (1996) Standing in the spaces: The multiplicity of self and the psychoanalytic relationship. Contemporary Psychoanalysis, 32, 509-536. Chasseguet Smirgel, J. (1975). El ideal del yo. Buenos Aires: Amorrortu. De Cellis Sierra, M. y Mendez Ruiz, J. A. (2019). La eficacia de la psicoterapia psicoanalítica: rumores, certezas y controversias una década después de Shedler. Recuperado el 10 de diciembre de 2023, de http://www.aperturas.org/imagenes/archivos/ap2020%7dn063a5.pdf Fairbairn, R. (1952). Psychoanalytic studies of the personality. Londres: Tavistock. Ferenczi, S. (1997). Sin simpatía no hay curación. El diario clínico de 1932. Buenos Aires: Amorrortu. Fonagy, P. (1999). Persistencias transgeneracionales del apego: una nueva teo-ría. Recuperado el 10 de noviembre de 2023, de http://www.aperturas.org/3fonagy.html . (2000). Apegos patológicos y acción terapéutica. Recuperado el 15 de noviembre de 2023, de http://www.aperturas.org/4fonagy.html.
Fonagy, P., Target, M. (1996). Playing with reality: I. Theory of mind and the nor-mal development of psychic reality. Int. J. Psycho-Anal, 77, 217-233.
Frankel, J. (2002). Explorando el concepto de Ferenczi de identificación con el agresor. Su rol en el trauma, la vida cotidiana y la relación terapéutica. Recu-perado de www.aperturas. org/11frankel.html.
Freud, S. (1980). Sobre la dinámica de la transferencia. En J. L. Etcheverry (Tra-duc.), Obras completas (Vol. 13, pp. 93-106). Buenos Aires: Amorrortu. (Traba-jo original publicado 1912)
. (1980). Tótem y Tabú. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras completas (Vol. 13, pp. 1-164). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1913). . (1980). Recordar, repetir y reelaborar. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras completas (Vol. 12, pp. 145-154). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1914).
. (1980). Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (Nuevos conse-jos sobre la técnica del psicoanálisis, III. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras completas (Vol. 12, pp. 159-174). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1915). . (1980). El Yo y el Ello. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras completas (Vol. 19, pp. 1-64). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1923).
. (1980). El problema económico del masoquismo. En J. L. Etcheverry (Tra-duc.), Obras completas (Vol. 19, pp. 161-174). Buenos Aires: Amorrortu. (Traba-jo original publicado 1924). . (1980). El desactivamiento del Complejo de Edipo. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras completas (Vol. 19, pp. 177-188). Buenos Aires, Argentina, Argentina: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1924 b).
. (1924c) 1980. El Yo y el Ello. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras comple-tas (Vol. 19, pp. 1-64). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1924 c). . (1980). Inhibición, síntoma y angustia. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras completas (Vol. 20, pp. 73-164). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original pu-blicado 1926).
. (1980). Análisis terminable e interminable. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras completas (Vol. 23, pp. 211-254). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo ori-ginal publicado 1937a). . (1980). Construcciones en el análisis. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras completas (Vol. 23, pp. 255-270). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1937 b).
. (1980). Esquema del psicoanálisis. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras completas (Vol. 23, pp. 25-112). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original pu-blicado 1938). García Badaracco, J. (1985). Identificación y sus vicisitudes en las psicosis. La importancia del “objeto enloquecedor”. Rev. de Psicoanálisis, 42(3), 495-514. Green, A. (1984). El lenguaje en el psicoanálisis. Buenos Aires: Amorrortu. . (1986). Narcisismo de vida. Narcisismo de muerte. Buenos Aires: Amorror-tu.
. (1990). La nueva clínica psicoanalítica y la teoría de Freud. Aspectos fun-damentales de la locura privada. Buenos Aires: Amorrortu. . (1994). De locuras privadas. Buenos Aires: Amorrortu.
. (1993). El Trabajo de lo Negativo. Buenos Aires: Amorrortu. . (1997). Las cadenas de Eros-Actualidad de lo sexual. Buenos Aires: Amo-rrortu.
Heimann, P. (1992). Contratransferencia. Revista Uruguaya de Psicoanálisis,4(1), 137-176.
Hornstein, L. (2000). Narcisismo autoestima, identidad, alteridad. Buenos Aires: Paidós.
Janin, B. (1989). Aportes para repensar la psicopatología de la infancia y la ado-lescencia. Revista Argentina de Psicología, 40, 103-124.
Hornstein, L. (2013). Las encrucijadas actuales del psicoanálisis. Subjetividad y vida cotidiana. Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económico.
Jeammet, Ph. (2001). Enjeux actuels des thérapies à l´adolescence. L’autre, 4(2), 29-51.
Jeammet, Ph y Birot, E. (1996). Estudio clínico-estadístico de la psicopatología de las tentativas de suicidio en el adolescente y el adulto joven. Revista de Psicoanálisis de Niños y Adolescentes, 9, 164-190.
Kächele, H. y Thomä, H. (1989). Teoría y práctica del psicoanálisis. Barcelona: Herder.
Kaës, R. et al. (1996). Transmisión de la Vida Psíquica entre Generaciones. Buenos Aires: Amorrortu.
Kaës, R. (1977). El aparato psíquico grupal. Construcciones de grupo. Barcelona: Granica.
Kancyper, L. (1997). La confrontación generacional. Buenos Aires: Paidós.
. (1992). Resentimiento y Remordimiento. Estudio psicoanalítico. Buenos Aires: Paidós Klein, M. (1928). Estadios tempranos del complejo edípico. En Contribuciones al Psicoanálisis. (pp. 193-204). Buenos Aires: Hormé. . (1930). La importancia de la formación de símbolos en la formación del Yo. En Obras completas, (Vol. 2, pp. 219-232). Buenos Aires: Paidós.
. (1932). Psicoanálisis del niño. Obras completas, (Vol. 2, pp. 23-39). Buenos Aires: Paidós. . (1940). El duelo y su relación con los estados maníaco-depresivos. Obras completas (Vol. 1, pp. 346-371). Barcelona: Paidós.
. (1946) Notas sobre algunos mecanismos esquizoides. Obras Completas (Vol. 3, pp. 10-33). Buenos Aires: Paidós. . (1952). Some theoretical conclusions regarding the emotional life of the infant. In: The Writings of Melanie Klein (Vol. 8, pp. 61-94). Londres: Hogarth.
. (1957). Envy and Gratitude. Londres: Hogarth. Klein, A (2023). Acerca del terapeuta suficientemente malo. Notas sobre alcan-ces, sentidos y límites de la clínica contemporánea. Revista de Psicoanáli-sis-80(3-4), 218-242. . (2021). Tanatopolítica, neoliberalismo y coronavirus, un recorrido por los excesos. Intersticios Sociales 11, 99-124.
Kohut, H. (1982). Introspection, empathy and the semi-circle of mental health. International Journal of Psychoanalysis, 63, 101-170.
. (1977). The restoration of the self. Nueva York: International Universities Press. Lacan, J. (2005). La dirección de la cura y los principios de su poder. En Escritos 2. Ciudad de México: Siglo XXI. . (1984). Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanáli-sis. Barcelona: Paidós.
. (1983). El Seminario Libro 2 EL Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica (1954- 55). Buenos Aires: Paidós. . (1979). Las formaciones del inconsciente. Buenos Aires: Nueva Visión.
. (1975). Escritos 2. Buenos Aires: Siglo XXI. Laplanche, J. (1987a). Cubeta, la trascendencia de la transferencia. Problemáticas V. Buenos Aires: Amorrortu. Laplanche, J. (1987b). El inconsciente y el ello. Problemáticas IV. Buenos Aires: Amorrortu. . (1987c). Problemáticas III. La sublimación. Buenos Aires: Amorrortu.
. (1987). Nuevos Fundamentos para el Psicoanálisis. Buenos Aires: Amo-rrortu. Lichtenberg, J. y Shapard, B. (2001). El odio rencoroso y vengativo y sus recom-pensas: una visión desde la teoría de los sistemas motivacionales. Recupe-rado el 10 de diciembre de 2023, de http://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=0000157 Lyons Ruth, K. (2004). La disociación y el diálogo infanto-parental: una perspecti-va longitudinal a partir de la investigación sobre apego. Recuperado el 1 de octubre de 2023, de http://www.aperturas.org/17lyons.html. Maldavsky, D. (1992). Teoría y clínica de los procesos tóxicos. Buenos Aires: Amorrortu. Marrone, M. (1998). Attachment and interaction. Londres: Jessica Kingsley Pub-lishers. Meltzer, D. (1983) Vida onírica. Madrid: Tecnipublicaciones. Ortiz Chinchilla, E. (2002). Las palabras para decirlo. Un enfoque intersubjetivo de la comunicación en psicoterapia. Recuperado el 04 de octubre de 2023, de http://www.aperturas.org/12ortiz.html . (2003). El diálogo colaborativo y el cambio psíquico. Recuperado el 10 de octubre de 2023, de http://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=0000269
Poch, J. y Ávila-Espada, A. (1998). Investigación en Psicoterapia. La contribución psicoanalítica. Barcelona: Paidós.
Rosenfeld, H. (2008). On the psychopathology of narcissism: A clinical approach En Rosenfeld in Retrospect: Essays on his Clinical Influence (pp. 106‑115). New York: Routledge/Taylor & Francis Group.
. (1988). On the treatment of psychotic states by psychoanalysis: An historical approach. En Essential Papers on Psychosis (pp. 147‑176). New York: New York University Press. Rycroft, C. (1958). Investigación acerca de la función de las palabras en la situa-ción psicoanalítica. Revista Uruguaya de Psicoanálisis, 4(2), 333-349. Sandler, J. (1993). On communication from the patient to the analyst: not every-thing is projective identification. International Journal of Psychoanalysis, 74(6), 1097-1107 Seligman, S. (2007) Mentalización y metáfora, reconoci-miento y dolor: formas de transformación en el espacio reflexivo. Recupe-rado el 10 de octubre de 2023, de https://aperturas.org/articulo.php?articulo=0000609ya=Mentalizacion-y-metafora-reconocimiento-y-dolor-formas-de-transformacion-en-el-espacio-reflexivo. Shaw, D. (2003). On the therapeutic action of analytic love. Contemporary Psychoanalysis, 39(2), 251-278. Suttie, I. D. (1988). The origins of love and hate. Londres: Free Association Books. Tausk, V (1977). Trabajos Psicoanalíticos. Barcelona: Gedisa. Taylor, Ch. (2006). Fuentes del yo, la construcción de la identidad moderna. Bar-celona: Paidós. Tisseron, S. et al. (1997). El psiquismo ante la prueba de las generaciones-Clínica del Fantasma. Buenos Aires: Amorrortu. Volling, B. L., Notaro, P. C. (1998). Adult attachment styles: relations with emo-tional well-being, marriage, and parenting. Family Relations, 47(4), 355-367. Wallerstein, R. (1988). One psychoanalysis or many? International Journal of Psychoanalysis, 69(1), 5-21. Winnicott, D. (1981). El proceso de maduración en el niño. Madrid: Laia. . (1979). Escritos de Pediatría y Psicoanálisis. Madrid: Laia.
__. (1971). Playing and reality. Londres: Tavistock.