2024: El problema economico - Vol XLVI nº 1

Agustín Genovés: Médico egresado de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Psicoanalista Miembro Asociado de la Asociación Psicoanalítica de Madrid, Miembro Adherente de APdeBA, Miembro de la Asociación Europea de Psicoterapia Psicoanalítica. Profesor invitado de la Universidad Complutense de Madrid en la Maestría de Psicoterapia Psicoanalítica desde 1992 hasta 2014. Co-autor del libro Para leer a Ferenczi.

Resumen: El autor traza un panorama cronológico acerca del desarrollo de las ideas de Sándor Ferenczi que lo llevarán a introducir modificaciones en la técnica psicoanalítica practicada hasta entonces. Siguiendo la sugerencia de Freud de que investigara con la técnica activa y, más tarde, continuando ideas expuestas por el maestro Vienes en “Recordar, repetir y elaborar” (1914), incorporó a la reflexión psicoanalítica otro espacio que no era el de las neurosis sobre el que se trabajaba entonces, sino aquel que puso en duda la centralidad del complejo de Edipo: el espacio de lo pregenital.

Descriptores: Técnica, Etapa Genital Previa, Trauma Temprano, Pedagogía, Ternura, Abuso Sexual, Terrorismo, Sufrimiento.

Ver artículo en PDF

Para comprender las innovaciones que un autor introduce en relación a lo ya aceptado por su entorno conviene partir de la pregunta acerca de cuál es la base empírica sobre la que se han elaborado dichas novedades. A la vez es importante considerar que cualquier innovación provocará un choque, de gravedad variable, entre aquello que pretende ser instituido y lo que ya lo está. La incorporación de nuevos conceptos choca contra los anteriores ya afianzados y es necesario un trabajo arduo de elaboración para su incorporación, lo que supone un duelo no siempre fácil. Para entender las diferencias que fueron surgiendo entre Sigmund Freud y Sándor Ferenczi a raíz de los cambios que introdujo este último y que tuvieron importantes derivaciones tanto para la clínica como para la técnica, buscaremos la explicación en las mencionadas bases como uno de los factores que los condujeron a fuertes discrepancias. En la medida que la población de pacientes fue aumentando aparecieron casos refractarios a la técnica clásica que originaron nuevos problemas técnicos, como consignó Freud en el V Congreso Internacional de Budapest en 1918. Allí presento un trabajo titulado “Nuevoscaminos de la terapia psicoanalítica(Freud, 1919a-1918) donde planteaba la necesidad de encontrar nuevas soluciones para patologías refractarias a la técnica que se empleaba hasta entonces. Escribe Freud luego de describir dicha técnica:

Un último tipo de actividad por entero diverso nos es impuesto por la intelección, que poco a poco va cobrando certidumbre, de que las variadas formas de enfermedad que tratamos no pueden tramitarse mediante una misma técnica…nuestra técnica creció en el tratamiento de la histeria y sigue ajustada a esa afección. Pero ya las fobias nos obligan a sobrepasar la conducta que hemos observado hasta el presente. Difícilmente dominará una fobia quien aguarde hasta que el enfermo se deje mover por el análisis a resignarla; el nunca aportará al análisis el material indispensable para la solución convincente de su fobia. (Freud, p. 161)

El maestro vienés se refiere a la experiencia negativa obtenido con aquellos pacientes que son incapaces de seguir la regla fundamental de la asociación libre para llegar al recuerdo y levantar la amnesia infantil como meta. En ellos será necesario recurrir a posiciones más activas que las clásicas para lograrla.

El encargado de transitar este camino fue Ferenczi, el más cercano de sus discípulos, a quien Freud le encargó que se ocupara de investigar con la llamada técnica activa que él mismo había practicado en el caso de “Historia de una neurosis infantil” (Freud 1918a-1914). Ferenczi se ocupó del tema y comenzó en 1919 a experimentar con ella hasta 1926 año en que renunció con un artículo titulado “Contraindicaciones de la técnica activa” (Ferenczi, 1926a). Este fue el comienzo que lo convirtió en el analista de los casos difíciles, aquellos que muchos colegas consideraban inanalizables es decir que, desde ese comienzo, sus investigaciones se fundamentaron en una base empírica diferente de la aceptada hasta entonces. La aludida técnica consistía en extremar la regla de la abstinencia y la frustración a través de órdenes y prohibiciones. En la raíz de estas recomendaciones e imposiciones subyacía una concepción económica ya clásica que suponía que la excitación sexual en lugar de resolverse a través de fantasías era derivada hacia la descarga por vías sustitutivas que reclamaban al analista algo más que la interpretación.

En 1919 publica un trabajo inaugural titulado “Dificultades técnicas de un análisis de histeria (con indicaciones sobre el onanismo larvado y los equivalentes masturbatorios)” (Ferenczi, S 1919ª). En el describe, entre otros, el caso de una paciente cuyo tratamiento no progresaba a pesar que la enferma cooperaba, entendía lo que se le interpretaba pero no cambiaba. Observó en repetidas ocasiones que se recostaba en el diván con las piernas cruzadas actitud que le llamó la atención y le hizo pensar que ese gesto podría ser un equivalente masturbatorio. La paciente en lugar de hablar de sus fantasías sexuales se estaría masturbando en la sesión:

Debo confesar que necesité mucho tiempo……para pensar en prohibir esta postura a la paciente. Le explique que se trataba de una forma larvada de masturbación, qué permitía descargar subrepticiamente las mociones inconscientes y que no dejaba pasar más que fragmentos inutilizables en el material asociativo. (1919ª, p. 32)

Bajo los efectos de la prohibición emergieron recuerdos de sucesos infantiles vinculadas a experiencias masturbatorias, se restablecía de este modo la meta de la rememoración; se ponía así de manifiesto que estas descargas sustitutivas eludían el trabajo de asociación por parte del analizado. La meta, considerada como ideal hasta entonces por el conjunto de los analistas y por el propio Ferenczi, seguía siendo lograr la rememoración a través de la asociación libre.

El aparente éxito de este método lo animó a continuar y, así, un año más tarde presentó un informe, en el VI Congreso de la Asociación Psicoanalítica en la Haya en 1920, titulado “Prolongaciones de la <técnica activa> en psicoanálisis” (1921c) en el que pasó revista a su experiencia hasta el momento. Para disipar algunos malentendidos acerca de lo que se entendía por actividad aclaró que ella no concernía al analista sino al paciente al que se le pedía, además del respeto a la regla fundamental, un plus de trabajo establecido por el terapeuta. El rol de este último era de observar y analizar lo que surgiera.

Pero en la medida que se incrementó su experiencia comenzaron a surgir inconvenientes que, finalmente, lo llevaron a abandonarla. En 1926 escribe “Contraindicaciones de la Técnica activa” (1926a) donde describe las dificultades originadas en el hecho de no haber considerado el efecto de estas prohibiciones en el campo resistencia-transferencia y concluye:

He provocado a veces otro tipo de dificultades concibiendo de forma demasiado rígida determinadas órdenes y prohibiciones. Pero he terminado por convencerme de que estas consignas representan un peligro; conducen al médico a imponer su voluntad al paciente en una repetición efectivamente parecida a la situación padre-hijo, o a permitirse actitudes más bien sádicas propias de un maestro de escuela. Finalmente he renunciado a imponer o a prohibir determinadas cosas a los pacientes… (1926a, p. 430)

Tomó conciencia de que se establecía una relación marcadamente asimétrica “parecida a la situación padre-hijo” o a “actitudes más bien sádicas de un maestro de escuela”. Aunque decidiera abandonar este proceder, extrajo conclusiones importantes que le señalaron el camino a seguir. De ellas aprendió lo que no hay que hacer y, también, lo que habría que hacer: flexibilizar el método para evitar esa posición del analista que perjudicaba el desarrollo de un vínculo necesario, de esa idea surge el artículo que tituló “La elasticidad de la técnica psicoanalítica” (1928c) que comentaré luego. Como consecuencia puso en un primer plano de la observación la relación entre ambos participantes. En segundo lugar, se produjo un desvió de su atención desde lo intrapsíquico hacia lo interpersonal y comenzó a observar el papel de poder en el que se ubicaba el terapeuta y sus consecuencias perturbadoras.

Para concluir la descripción de este breve pasaje por la técnica activa cabría agregar un comentario para entender el cambio que se producirá a partir de ahora y que, un estudioso de la obra ferencziana describe de este modo:

En este momento de su obra, Ferenczi consideraba que lo que el paciente debía repetir era la relación edipica. Más adelante, con la progresiva importancia del concepto de trauma en los trabajos del autor, esta noción cambiará de modo notable. Ya no será la relación edipica el núcleo del trastorno sino la vivencia traumática y por consiguiente, esta será la que deberá revivirse en el análisis. (Talarn, p. 282)

Las conclusiones que Ferenczi extrajo de estas experiencias tienen un antecedente que resulta interesante consignar aunque sea brevemente. En el año 1908, poco después de conocer a Freud, presentó un trabajo en el Congreso Internacional de Salzburgo titulado “Psicoanálisis y Pedagogía” (1908d) donde señaló la influencia del ambiente en el desarrollo de un niño que deberá recorrer el camino de su maduración asistido por un adulto que podrá favorecerlo o perturbarlo. La pedagogía aludida tiende a imponer por la autoridad del adulto la represión de lo que el niño piensa y siente, hecho que culmina en una descalificación y una perturbación de su desarrollo pulsional. El niño llevado por su desvalimiento inicial y necesitado, por lo tanto de protección y cariño, se pliega a la imposición de la autoridad, deformando su psiquismo. Dicha antigua idea desarrollada en los albores de su carrera psicoanalítica, la reencontró ahora a través del recorrido antes expuesto por la técnica activa y que no hace más que reproducir aquel modelo que en la infancia fue traumático. Ese descubrimiento resultó ser un punto de inflexión en la búsqueda de soluciones para aquellos casos que no respondían a la técnica clásica.

La conceptualización acerca del trauma precoz se va desarrollando y enriqueciendo, a partir de este punto a través de los próximos años y se puede rastrear recorriendo algunos de sus textos más significativos:

1928c “La elasticidad de la técnica psicoanalítica”

1928ª “La adaptación de la familia al niño”

1929b “El niño mal recibido y su pulsión de muerte”

1930 “Principio de relajación y neocatarsis”

1931 “Análisis de niños con el adulto”

1932b “Confusión de lenguas entre los adultos y el niño. El lenguaje de la ternura y de la pasión”

1932 Diario Clínico. Obra póstuma

El primero de los mencionados es una conferencia pronunciada en la Sociedad Húngara de psicoanálisis que marca la ruptura con el período anterior al que dedica algunas críticas y donde incorpora aquellas modificaciones técnicas sugeridas por la experiencia ya mencionada. Se trata de un magistral trabajo sobre técnica y es de lamentar el hecho que la marginación del autor impidiera su inclusión en los seminarios sobre técnica. Lo que en ella desarrolló contó con el beneplácito de Freud quien escribe a su discípulo:

El título es excelente y merece que se le señale un origen más destacado que el que usted le asigna, dado que las recomendaciones sobre técnica que yo he escrito hace tiempo eran esencialmente de carácter negativo. Consecuencia de aquella actitud mía fue que los analistas dóciles no percibieran la elasticidad de las reglas que yo había expuesto y se sometieron a ellas como si fueran tabúes. (Fr-Fer, carta 2940 del 4-1-1928)

En términos generales el artículo del 28 incorpora la hipótesis de que el papel del analista no debe ser entendido como el de una autoridad que formula sentencias sin apelación posible. Es el lugar de alguien que esboza hipótesis que tienen siempre un valor relativo cuyo contenido debe ser validado en el curso del proceso por lo que es necesario que el analista sea capaz de mantener un alejamiento crítico con sus propias hipótesis así como con las teorías sobre las que ellas se apoyan. Esta afirmación última alude a problemas técnicos, ya denunciados por él cuatro años antes en un artículo que comentaré luego “Perspectivas del psicoanálisis” (1924a) donde su posición es la de abogar por una toma de distancia crítica pensando que, con una teoría se puede encontrar lo que se busca pero sin una teoría pasa desapercibido aquello que se encuentra. Convicción que lo condujo a adoptar una postura progresivamente más receptiva a lo nuevo que puede surgir en ese encuentro frente a lo que, la sumisión a la teoría puede funcionar como una resistencia del analista, ya no del paciente.

El próximo paso a examinar, segundo en la construcción de su teoría acerca del trauma precoz se encuentra en su escrito “El niño ml recibido y su impulso de muerte” (1929b) que se puede considerar como el artículo inaugural de la teoría del trauma precoz, ocurrido con anterioridad a la situación edípica. Este fue el primer trabajo de aplicación de la segunda teoría de las pulsiones inaugurada por Freud en 1920. Ferenczi fue uno de los pocos discípulos que se adhirió a ella aunque esta adhesión durara poco. Pero ya desde el título se observa como el autor la desprende del innatismo que le otorgó Freud al poner en relación la suerte de dicha pulsión con el modo de acogida por parte del adulto. Escribe: “El niño debe ser llevado con mucho amor, ternura y cuidados, a perdonar a sus padres por haberlo traído al mundo sin consultarle, porque de otro modo los impulsos de destrucción despiertan pronto” (Ibíd., p. 88)

Pondrá el acento en el papel que juega el odio inconsciente de los padres en el destino de su vástago/a. Expone los casos de una serie de pacientes cuyo común denominador es un cierto disgusto por la vida y tendencias autodestructivas que pueden llegar hasta el suicidio. Cuadros que, hasta el momento, no se consideraban de origen psicológico sino constitucional y qué, como tales no eran pasibles de un tratamiento psicoanalítico. Los denomina “Neurosis defrustración” o neurosis de origen externo con lo que intenta diferenciarlos de aquellos otros cuadros que llama “neurosis endógenas” esta diferenciación apunta a destacar que no se trata de un origen en la fantasía sino en una real frustración exterior:

Quienes pierden precozmente el gusto por la vida aparecen como seres carentes de capacidad de adaptación, semejantes a quienes, en la clasificación de Freud sufren una debilidad congénita de su capacidad de vivir, siempre con la diferencia de que en nuestros casos el carácter congénito de la tendencia enfermiza es simulado, debido a la precocidad del trauma. (Ibíd., p. 89)

 No acepta ese límite trazado por Freud con el calificativo de “debilidad congénita”, y al rechazarlo inaugura un espacio no considerado hasta entonces. Para Ferenczi la idea de adjudicar a la naturaleza lo debido a un traumatismo exógeno muetra un camino sin salida para la investigación (Genovés y Gasparino, 2021, p. 66). Dicho de otro modo traslada la frontera y, al hacerlo, amplía el espectro de patologías consideradas tratables hasta entonces, Incorporación que traerá profundas consecuencias al enfrentarlo con dos problemas que exigían soluciones nuevas: pacientes que, a diferencia de los neuróticos, hacían profundas regresiones por un lado y, por otro ponían al analista en el límite operativo de la interpretación como medio de llegar a la rememoración. Ambas situaciones lo llevaron a adoptar innovaciones que crearon tensiones con Freud y demás colegas como veremos luego.

Toda la línea de pensamiento de Ferenczi, el interés que atribuía al fenómeno de la regresión, parece que hicieron pensar en Freud en una amenaza de desviación peligrosa y de consecuencias imprevisibles. (Dupont, 1981)

Este artículo de 1929 representa un parteaguas entre los desarrollos fundados en la fantasía como causa patógena y los que apunta al papel del ambiente sin descartar la teoría pulsional.

Siguiendo con sus descripciones clínicas explica el origen de las patologías mencionadas en que han sido niños no deseados, acogidos con poco cariño:

…he querido indicar la probabilidad de que los niños acogidos con frialdad y sin cariño mueran fácilmente por propia voluntad. O utilizan uno de los numerosos medios orgánicos para desaparecer rápidamente o, si escapan a este destino les quedará siempre cierto pesimismo y cierto disgusto por la vida. (Ibíd., p. 88)

De las observaciones efectuadas sobre este tipo de patologías precoces extrajo un aporte que conmovió algunos pilares considerados sólidos en la teoría aceptada: la centralidad del complejo de Edipo como núcleo fundamental de las neurosis. Refiriéndose a dichos pacientes escribe: Aquí como en los demás casos, el conflicto edipiano constituía una prueba de fuerza, no tenían altura para afrontarlo…” (Ibíd., p. 87).

Es decir que lo que se ocultaba detrás del rótulo de congénito era la prehistoria de dicho complejo, zona oscura hasta entonces. El foco de la terapia deja de ser el complejo de Edipo para desplazarse a su prehistoria. Una idea semejante ya había esbozado cinco años antes en el artículo ya citado de “Perspectivas del Psicoanálisis” (1924a) en el que dice:

Desde el punto de vista dinámico, el único justificado de la práctica, resulta a menudo muy difícil ver otra cosa en los modos de expresión del complejo de castración, tal como se manifiestan durante un análisis, que una de las formas de resistencia que el paciente elabora contra mociones libidinosas más profundas. Al comienzo de determinados análisis, la angustia de castración parece servir como medio de expresión de la angustia transferida sobre el analista con la intención de protegerse de un análisis más profundo. (p. 275)

Hay un espacio anterior al Edipo que se gesta en una relación dual, el trauma al que se refiere Ferenczi, y al que llamamos precoz, es un suceso ocurrido en un momento anterior al complejo de Edipo que va a perturbar su construcción pero una idea muy interesante se deduce de lo afirmado en 1924: este Edipo perturbado no es el último nivel de análisis, algo quedó por detrás de él a la vez que se integra en un juego dinámico defensivo para no profundizar el análisis a niveles más arcaicos, “mociones libidinosas más profundas”, como las llama. El Edipo no es solo lo reprimido también puede ser la defensa. Con lo expresado hasta aquí abre un territorio inexplorado, el de lo pregenital.

Semejantes ideas chocaban con lo conocido e instituido en aquel entonces. Por un lado conducían a una revisión de la técnica oficialmente aceptada y, por lo mismo lo enfrentó con el núcleo duro de sus colegas. Estas afirmaciones escritas en 1924 constituían en aquella época una herejía que generó inquietud, en especial en Karl Abraham quien le escribe una carta a Freud en la cual expresa su alarma: “Tras un estudio muy minucioso he detectado en las Perspectivas…muestras de una regresión científica que coincide incluso en algún pequeño detalle con la deserción de Jung…” (Carta 432ª del 26/2/1924)

No sería este el único choque con el “establishment” de entonces, otros sobrevendrían más tarde. En realidad Ferenczi no abandonaba el psicoanálisis lo que hacía era, como quedó dicho, ampliarlo al inaugurar un nuevo espacio no considerado hasta entonces: el de lo pregenital.

Abrir este nuevo territorio, no era inofensivo desde ningún punto de vista, ocasionaba nuevos problemas que reclamaron soluciones distintas a las ya ensayadas porque son pacientes que hacen regresiones muy profundas que requieren improvisar nuevas técnicas para su abordaje.

 La dificultad en lograr la meta de la rememoración con esos pacientes se debía que el suceso traumático habría ocurrido en: “… estadios del desarrollo en los que al no estar el órgano del pensamiento completamente formado, solo están registrados los recuerdos físicos…” (Ferenczi, 1930, p. 107)

Dos cosas habría que poner de relieve. Por un lado, destacar que en el momento en que ocurrió el trauma el aparato psíquico no contaba aun con estructuras secundarizadas y por lo tanto no pudo entrar en procesos de representación, solo existe como “representación-cosa” (Freud, 1915e) cuya expresión solo se muestra a través de manifestaciones sensoriales, los “recuerdos físicos” mencionados.

No está apuntando al inconsciente reprimido sino al escindido que Freud inauguró en “Recordar, repetir y elaborar” (Freud, 1914g), aunque no lo denominara así:

Si nos atenemos al signo distintivo de esta técnica respecto de la anterior, podemos decir que el analizado no recuerda nada generalmente de lo olvidado, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo sino como acción: lo repite1 sin saber que lo hace… (Freud, 1914g, p. 152).

1. Cursivas de Freud.

Y más adelante refiriéndose a ciertos procesos psíquicos que “Aquí sucede, con particular frecuencia, que se “recuerde”2 algo que nunca pudo ser “olvidado” porque en ningún tiempo se lo advirtió, nunca fueron conscientes…” (Freud, p. 151)

No es posible rememorar algo que nunca perteneció al sistema consciente sino que las marcas del suceso vendrán a través de la repetición, de la vivencia y cada vez más ese hecho ocupó el centro de sus reflexiones. No es una patología de la represión sino de la escisión. Son pacientes a los que, la llamada técnica clásica, no solo es inútil sino contraproducente: “…no puede negarse que la fría objetividad del médico puede adoptar formas que enfrenten al paciente con dificultades inútiles; deben existir medios para hacer perceptible al paciente nuestra actitud amistosamente benévola durante el análisis…” (1930g-P.99) necesitan una mayor flexibilidad de las reglas clásicas del análisis: la abstinencia y la frustración. Pasa así al primer plano la necesidad del trabajo sobre la repetición antes que con la rememoración. Segundo hecho que provocó nuevos enfrentamientos con sus colegas y marca el comienzo de su distanciamiento de Freud quien temía que Ferenczi quisiera dejar de lado aquella meta en beneficio de la repetición. Lo no advertido por Freud es que su discípulo no hacía más que continuar con las novedades que aportó en 1914.

En su afán de encontrar soluciones a los problemas que originaba la regresión, ensayó sus próximas técnicas: “Por último se ha impuesto una situación que solo puedo describir de este modo: hay que dejar actuar al paciente, durante cierto tiempo, como un niño”. (Ferenczi, 1929b, p. 89)

En consecuencia dirá en un trabajo posterior: “…he tenido que atenuar considerablemente la oposición tan grande hasta ahora entre el análisis infantil y el análisis de adultos.” (Ferenczi, 1931, p. 110)

Llama análisis por el juego a su nueva manera de proceder en la que destaca la necesidad de benevolencia por parte del terapeuta a la vez que señala la importancia de una actitud de sincera empatía hacia el paciente.

2. Cursivas de Freud.

Piensa que trabajar con pacientes en regresión obliga a dejar de lado aquellas recomendaciones clásicas del analista como espejo o aquello de la frialdad del cirujano (Freud, S 1910d). La contransferencia se muestra como algo cada vez de mayor importancia en la experiencia de Ferenczi y lo conduce a postular la necesidad de mejores análisis para los futuros terapeutas: “…quien desee analizar a los demás debe primero ser el mismo analizado”. (Ferenczi, 1928a)

Uno de sus discípulos definió así la forma de trabajar de Ferenczi:

En su esfuerzo de lograr algún progreso con los casos <perdidos> que acudían a él desde todos los rincones del mundo, Ferenczi trató de adaptar la atmósfera de la situación analítica a las necesidades del paciente. Creía que el analista debía dar amor a esos pacientes difíciles quienes podrían resolver sus dificultades patológicas más fácilmente si lograban acceso a sus experiencias pretraumáticas (Ferenczi, 1968)

La técnica que cada vez más propugnará será la de favorecer la regresión para alcanzar esos niveles pretraumáticos pero será consiente de los peligros que supone ese estado de mayor dependencia del paciente:

Es importante no abusar de este estadio para impregnar al psiquismo sin resistencia del paciente de las teorías y formaciones fantasiosas propias del analista; conviene utilizar más esta influencia para aumentar en el paciente la actitud de elaborar sus propias producciones. (Ferenczi, 1931, p. 117)

Dos años después del citado artículo de 1929 agregará un elemento más a la reflexión al escribir:

…quisiera formular la hipótesis de que los elementos de expresión emocional del niño, básicamente libidinosos, se remontan en el fondo a la tierna relación madre-hijo, y que los elementos de malicia, de arrebato pulsional y de perversión son muy a menudo consecuencias de un trato desprovisto de tacto por parte del entorno. (1929a, p. 115)

 Anteriormente había escrito que estaba cada vez más convencido que, además de darle importancia al complejo de Edipo “…actualmente siento la tentación de atribuir una enorme importancia a la tendencia incestuosa de los adultos rechazada bajo la máscara de la ternura.” (Ferenczi, 1930, p. 104)

Con lo que da una pista más acerca de lo nuevo que enfrenta, pacientes que no desarrollaran la misma forma de transferencia que los neuróticos, en los que la relación madre-niño reemplaza a la transferencia paterna. La madre hace su aparición en el campo de la técnica y obliga al analista a ubicarse en una posición diferente de lo considerada adecuada entonces.

La regresión del paciente le supuso exigencias mayores de las enfrentadas con los neuróticos, una de ellas es la de estar atento a su contratransferencia porque:

No hay nada más fácil que descargar sobre los pacientes y sobre los niños, bajo la apariencia de ser una exigencia de la frustración, la satisfacción de las tendencias sádicas inconfesables de cada cual; por el contrario maneras y cantidades excesivas de ternura respecto a los pacientes y a los niños pueden servir más a las propias tendencias libidinosas, posiblemente inconscientes, que al bien de aquellos…(lo que) impone al analista un control riguroso de su contratransferencia y de su contraresistencia. (Ferenczi, 1928, p. 107)

A esto agrega en “Principio de relajación y neocatarsis” (1930): “La posición analítica no exige del médico solo el control riguroso de su propio narcisismo, sino también la vigilancia extrema de las diversas reacciones afectivas.” (Ferenczi, 1930, p. 67)

Con lo dicho introduce un factor de crucial importancia que es el de transformar al analista de mero observador de la vida psíquica del paciente a ser un observador de un vínculo en el que, él, también está incluido. Desde una psicología unipersonal se pasó a otra bipersonal y como consecuencia de la incorporación de la vida emocional del analista a la reflexión, sostiene que:

Estas condiciones difíciles proporcionan un argumento, aún más decisivo, a lo que he expresado muy a menudo y con insistencia: la necesidad que tiene el analista de realizar un análisis que llegue hasta los sitios más profundos, en forma que le permita controlar sus propias particularidades de carácter. (Ferenczi, 1930, p. 107)

Como se deduce de lo expuesto, para él no era suficiente el autoanálisis ni tampoco un análisis breve, su experiencia con pacientes muy graves lo conduce resaltar la importancia de la participación emocional del analista y de sus resistencias lo que impone como consecuencia ineludible la del análisis exhaustivo del analista.

En conclusión, en el adulto perturbado hay un niño preedípico que aspira a manifestarse y requiere ciertas condiciones por parte del analista para que ello ocurra: “Lo que necesitan estos neuróticos, es ser verdaderamente adoptados y que se les deje por primera vez disfrutar de las excelencias de una infancia normal”. (Ferenczi, 1930, p. 107)

 Después de este recorrido a lo largo de los años en que nuestro autor va perfilando su teoría del trauma precoz, se llega así al año 1932 en que se realizó el XII Congreso Internacional en Wiesbaden. Para esa oportunidad Ferenczi preparaba una ponencia en la que resumía sus puntos de vista. Su título fue “Confusión de lenguas entre el adulto y el niño. El lenguaje de la ternura y de la pasión”.

En ese tiempo, Freud veía con preocupación el apartamiento de Ferenczi de la regla de la abstinencia a lo que consideraba un desborde maternal (Genovés, 1998, p. 255). Las circunstancias que rodearon la preparación de la mencionada ponencia fueron sumamente conflictivas. En mayo de 1931 Ferenczi le envía a Freud un primer borrador de su trabajo. El maestro no ocultó su desacuerdo y le contestó que el artículo ocultaba la función de la fantasía en el recuerdo; ambos discutieron sus puntos de vista y Freud le pidió que reflexionara y modificara sus conclusiones. Finalmente, en agosto Ferenczi vuelve a Viena para llevarle la versión final pero la respuesta que recibió fue conmovedora para él dado que Freud le pidió que no lo leyera. Estas tensiones quedan claramente anotadas al comienzo de la lectura del trabajo:

Sería un error querer introducir a la fuerza, en un informe al congreso, el amplio tema del origen exterior de la formación del carácter y de la neurosis. Por ello me contentaré con ofrecer un extracto de lo que hubiera querido decir. (Ferenczi, 1933b, p. 139)

“Confusión de lenguas” es algo así como el remate de su edificio teórico-técnico y una síntesis del recorrido de sus ideas desde la técnica activa hasta ese momento, incluyendo diversas referencias a los errores cometidos en esta andadura, su argumento se apoya en torno a la seducción y sus efectos traumáticos pero sobre todo es “sin duda la más significativa contribución a la teoría del trauma después de Freud”3 (Kirshner, 1993).

 El concepto de seducción produjo en Freud una acerba crítica porque lo interpretó como una regresión a una teoría que él había abandonado años atrás junto con la catarsis.

Según comenta Sabourin P. (1984) en alemán, el concepto de seducción apunta a la idea de desorientación, a la desviación del deseo del niño, por el adulto y no a la de despertar el deseo del otro. Y esta desviación y sus consecuencias será lo que Ferenczi pondrá de manifiesto.

3. Traducción mía.

En una primera parte da cuenta de una serie de fracasos en los que, la repetición transferencial dice: “…surgía demasiado bien” (Ibíd., p. 140), a continuación de la sesión se producía una cierta mejoría pero al día siguiente el paciente volvía con un agravamiento de los síntomas y angustias aparentemente resueltas en la sesión de la víspera. Convencido de que no hay pacientes incurables sino técnicas inapropiadas se decide a escuchar las quejas de sus analizandos que lo acusaban de ser “frio e insensible…” (Ibíd., p. 142) Otra observación le permite complementar a la anterior, la de que esas quejas no eran lo más frecuente sino que lo más habitual era que los pacientes las encubrieran y se sometieran con docilidad a sus interpretaciones hecho del que extrajo una importante conclusión:

“…me hizo sospechar que estos pacientes dóciles experimentaban en secreto impulsos de odio y de cólera…” (Ibíd., p. 140) cuya consecuencia, según explica era:

Llegue poco a poco a la convicción de que los pacientes percibían con mucha finura las tendencias, las simpatías y antipatías y el humor del analista incluso cuando este era inconsciente de ellas. En lugar de contradecirle y acusarle de flaquezas o de cometer errores, los pacientes se identificaban con él. (Ibíd., p. 141)

Intuye que detrás del recrudecimiento de la sintomatología, se escondía la transferencia negativa del analizado, quejas y protestas respecto de su analista que no se atrevían a expresar por temor; en su lugar, los síntomas reactivados son una vuelta contra su propia persona de la agresión rechazada. No hay que confundir una transferencia positiva con una de sumisión, son críticas que se refieren a la frialdad, a la distancia afectiva del terapeuta con la técnica clásica o a los efectos agresivos de la T.A. junto a lo que denomina la “hipocresía profesional(Ibíd., p. 141). Con lo que alude a un analista que interpreta toda queja del paciente como una proyección transferencial al que, su narcisismo no le permite cuestionarse, o bien que simula una empatía de la que carece. Estos pacientes, dice, tienen una gran capacidad de percibir lo que el analista siente y piensa. Cree detectar algo de considerable significación, que una gran parte de esa hostilidad no es solo de raíces infantiles sino que es respuesta actual a la inflexibilidad del encuadre clásico donde la actitud del analista espeja la de los adultos significativos de la infancia. No todo es transferencia en el campo analítico; hay elementos que provienen del propio vínculo actual y se gestan en la relación que no es neutra, por lo que es necesario que el analista reconozca aquello que él introduce en el campo y genera efectos indeseables o perjudiciales. Sostiene que, aquí, nos encontramos con las resistencias del analista, tema importante qué exigirá todavía más un mejor análisis del analista. Con estas intuiciones intentó explicarse que pasaba en lassesiones.

El analista con la posición de poder descripta genera un nuevo traumatismo en el campo intersubjetivo, semejante a aquel que en su infancia lo hizo enfermar. El problema es entonces no considerar que este presente reproduce el pasado traumático sino que el presente provoca un nuevo trauma semejante al del pasado. Para evitarlo el analista debe tomar otra actitud que se diferencie de aquella del origen. La consecuencia extraída es que el análisis intrapsíquico que deja de lado el trabajo sobre el vínculo no es operativo y puede incluso ser contraproducente al no reconocerse el analista como participante del campo. Una importante observación extrae de lo mencionado: la diferencia entre repetir y rememorar. Un pasado traumático no puede ser revivido como tal porque la situación actual es semejante a la originaria, no se repite en la fantasía sino en la realidad actual. Para que pueda elaborarse la situación traumática tiene que haber un gradiente diferencial que permita diferenciar tiempos y objetos diferentes. Ferenczi ha sido un pionero al poner de manifiesto los efectos que la contratransferencia puede generar en el campo transferencial.

“El parecido entre la situación analítica y la situación infantil incita, pues, a la repetición mientras que el contraste entre ambos favorece el recuerdo” (Ibíd., p. 106).

De sus observaciones clínicas extraerá la hipótesis que, el niño, en su evolución transcurre por un momento que llama “período de amor objetal pasivo o estadio de ternura” (Ibíd., p. 144) antes de llegar al de “amor objetal” (Ibíd., p. 144). En el primer período el niño es sumamente frágil y desvalido por lo tanto un lapso de la evolución en el que sus sistemas defensivos no están suficientemente maduros para defenderlo de las agresiones exteriores más que deformándose tal como lo advertía en los pacientes sumisos. Frente a este niño está el adulto con su vida pulsional, con sus represiones o carencias de ellas, es decir con su inconsciente: el lenguaje de la ternura por un lado y el de la pasión por otro. Describe así a este encuentro entre dos mundos:

Las seducciones incestuosas se producen habitualmente de este modo: un adulto y un niño se aman; el niño tiene fantasías lúdicas, como por ejemplo desempeñar un papel maternal respecto del adulto. Este juego puede tomar una forma erótica pero permanece siempre en el ámbito de la ternura. No ocurre lo mismo en los adultos que tienen predisposiciones psicopatológicas…Confunden los juegos de los niños con los deseos de una persona madura sexualmente y se dejan arrastrar a actos sexuales sin pensar en las consecuencias. (Ibíd., p. 144)

Se produjo, de este modo la confusión de lenguas aludida en el título que conduce a un abuso sexual agravado porque en muchos casos la persona que abusa es alguien que previamente tenía la confianza del niño que se ve así sorprendido. El niño no puede defenderse, no tiene una reacción aloplástico de rechazo, en consecuencia adopta una autoplástica, se pliega a los deseos del adulto, se identifica con el agresor como medio de conjurar el peligro exterior. Desarrolla más aun esa idea en el párrafo que transcribo a continuación:

“Pero cuando este temor alcanza un punto culminante, les obliga a someterse automáticamente a la voluntad del agresor, a adivinar su menor deseo, a obedecer olvidándose totalmente de si e identificándose con el agresor. Por identificación, digamos que por introyección del agresor, este desaparece en cuanto realidad exterior, y se hace intrapsíquico, pero lo que es intrapsíquicio va a quedar sometido… al proceso primario” (Ibíd., p. 145).

Como consecuencia no podrá ser secundarizada y quedará escindida por fuera del nivel representacional y nunca emergerá como recuerdo.

También en lo que sigue afirmará con rotundidad:

Lo que importa…en esta observación es la hipótesis de que la personalidad aun débilmente desarrollada reacciona al displacer brusco no mediante la defensa sino con una identificación ansiosa y con la introyección con lo que la amenaza o la agrede. (Ibíd., p. 146).

Ya están planteados dos de los elementos conducentes al trauma, ellos son imprescindibles pero no suficientes, tiene que intervenir otro factor adicional que depende ahora de la respuesta del adulto significativo con su capacidad o falta de función de paraexcitación. Sucede en muchas ocasiones que el abusador es alguien que anteriormente ha contado con la confianza del niño que se ha visto sorprendido por la agresión. El factor sorpresa es fundamental en esta ecuación, como ya quedó dicho, antes el mundo era confiable, ya no. Escribe:

 Casi siempre el agresor se comporta como si nada hubiera pasado…En general las relaciones con una segunda persona de confianza, por ejemplo la madre, no son lo suficientemente intimas para que el niño pueda hallar ayuda en ella; algunas débiles tentativas en este sentido son rechazadas por la madre calificándolas de tonterías…La desaprobación por la madre de lo que ha podido pasar hace al traumatismo patógeno. (Ibíd., p. 145)

 La desmentida materna, o de quienquiera que ocupe esa función y a quien el niño acude en busca de auxilio, se convierte en el elemento que consolida el trauma.

 Tenemos delineada entonces una estructura en la que el niño es objeto de un abuso sexual que se articula con la acción del adulto que, o bien desmiente lo ocurrido o bien lo hace sentir culpable:

Pero el cambio significativo provocado en el espíritu infantil por la identificación ansiosa con su pareja adulta es la introyección del sentimiento de culpabilidad del adulto: el juego hasta entonces anodino aparece ahora como un acto que merece castigo. (Ibíd., p. 145)

En estas circunstancias la respuesta infantil consiste en intentar regresar al momento pretraumático en su afán de sostener el vínculo dado su condición de desamparo, el psiquismo infantil ha sufrido un desgarro: la escisión psíquica que por un lado impide la elaboración del acontecimiento y, por otro la introyección del agresor como medio de restablecer un cierto equilibrio pretraumático. Pero el intento de regresar a la situación pretraumática implica una seria alteración de su sentido de realidad.

La introyección del agresor supone un tipo particular de introyección, una introyección forzada que llamará “intropresión” (Martín Cabré, 2001) para marcar la violencia que la ha producido:

La intropresión conllevará un efecto descalificador y desmentidor de las representaciones y pensamientos del niño…que termina perdiendo toda la confianza en el valor de la interpretación que hace de la realidad psíquica. (Martín Cabré, 2011)

Pero no siempre el abuso es de índole sexual. Menciona otras dos formas en que el adulto puede traumatizar a un niño como son los castigos pasionales” y el “terrorismo delsufrimiento” (Ibíd., p. 147) Con el primero apunta a la acción de un adulto que bajo el pretexto de educar da rienda suelta a su sadismo lo que eleva a la categoría de delito algo que solo fue una travesura o un juego por parte del niño: “…lo que supone para un niño hasta entonces no culpable, todas las consecuencias de la depresión…La personalidad regresa hacia una beatitud pre traumática, intenta creer que nada ha sucedido” (Ibíd., p. 147)

La segunda situación es aquella a la que se ve sometido un niño cuando el adulto significativo lo toma como confidente de sus sufrimientos y lo convierte en un sustituto materno” (Ibíd., p. 148). El efecto que puede desencadenar es que el niño adopte prematuramente la posición de un adulto cuidador en lo que llama “progresión traumática o pre maduración” (Ibíd., p. 147)

El resultado final siempre es un trauma con el resultado de la escisión del psiquismo. Dicho de otro modo, el trauma no es únicamente un problema de exceso de excitación desligada. Sino que se produce en un encuentro intersubjetivo en el que el abuso, cualquiera que sea, requiere de la renegación del adulto que debió funcionar como auxiliador pero que obligó a descreer de la realidad de sus percepciones.

En conclusión, la confusión de lenguas a la que alude representa un choque entre un niño que necesita y espera ternura pero que se encuentra con la desmesura pasional del adulto patológico. En este recorrido desde aquel lejano 1908 hasta la actualidad, lo que ha hecho Ferenczi es explorar y denunciar lo nocivo que pueden tener las relaciones de poder ya sean entre un adulto y un niño, entre un analista y su paciente o entre un maestro y su alumno con lo que abrió otro espacio además del ya consignado: la relación entre el infans y el espacio social en el que surge a la vida. Verdaderas relaciones de dominio en las que la renegación de la realidad por parte de quien ostenta una posición de poder perturba el desarrollo del sentido de realidad del niño, del paciente o del alumno.

Sin situarnos en estos extremos patológicos existe una condición estructural que hace que el encuentro entre aquel que llega a la vida y el mundo de los adultos sea potencialmente traumático y que, aquello de la confusión de lenguas, sea una bella metáfora para describirlo Es lo que, Ferenczi, desarrollará en 1928 en un artículo titulado “La adaptación de la familia al niño” (1928a) donde explora los problemas que surgen en este encuentro en el que, no es solo el niño que debe adaptarse a la familia, sino fundamentalmente esta también a él, factor que no se ha resaltado lo suficiente porque como escribe “Hasta ahora parecía seguro que los padres sabían por naturaleza educar a sus hijos… “(1928a, p. 34) Es decir que los padres parten de un supuesto saber sobre los niños que forma parte de la estructura de desconocimiento debido a: “El primer error de los padres consiste en haber olvidado su propia infancia…Esta falta de comprensión de su propia infancia es el principal obstáculo que impide a los padres comprender las cuestiones esenciales de la educación”. (Ibíd., p. 34)

Olvido que conducirá a una negación de la sexualidad infantil en todas sus manifestaciones así como de la sensibilidad infantil. Ceguera que hará que ignoren: “…hasta qué punto son sensibles los niños; pero los padres no lo creen; no quieren admitir la extrema sensibilidad de sus pequeños y se conducen en su presencia como si los niños no sintieran nada ante las escenas existentes a las que asisten”. (Ibíd., p. 38)

La característica estructural ya comentada condiciona esta “Confusión de lenguas” entre unos progenitores que creen saberlo todo de sus hijos: “Debido a esta ceguera que perjudica nuestra comprensión de todo lo que está vinculado a la actividad sexual del niño…esperamos de los niños una confianza ciega y el desprecio de sus propias experiencias físicas y psíquicas”. (Ibíd., p. 42)

Como se ve no aceptaba un supuesto instinto parental que funcionara como una brújula que indicaría el camino de la educación y la adaptación a su progenie. Sino qué, más bien los padres deben experimentar una suerte de transformación para que la adaptación se produzca según lo que escribe en la siguiente cita:

“La adaptación de la familia al niño solo puede iniciarse si los padres comienzan a comprenderse mejor4  y llegan de ese modo a adquirir cierta representación de la vida psíquica de los niños.” (Ibíd., p. 34)

Y, también: “En la adaptación de la familia al niño, lo que aparece como traumático se produce en el tránsito de la primera infancia primitiva a la civilización: y no se trata solo de limpieza… debe añadirse la sexualidad”5 (Ibíd., p. 40)

A lo largo del artículo describirá los diferentes momentos evolutivos con sus correspondientes dificultades: el nacimiento, el destete, la enseñanza de la limpieza pero pondrá el acento en las dificultades de los padres para aceptar la sexualidad infantil:

Otros traumatismos… conciernen a la entrada del niño en la sociedad de sus semejantes y a ese respecto el instinto de los padres suele fallar. Debo hablar del traumatismo del destete, de la limpieza, de la supresión de los <malos hábitos> y por ultimo del más importante de todos: del paso del niño a la vida adulta. (Ibíd., p. 37)

Nuestro autor tuvo siempre una preocupación muy grande por la infancia. En la primera parte de este trabajo de 1928 podemos leer:

Debemos reconocer que los niños nos han permitido arrojar luz sobre la psicología y la manera más consecuente de pagar esa deuda (tanto en su interés como en el nuestro) consiste en esforzarnos por comprenderlos cada vez mejor a través de nuestros estudios psicoanalíticos. (Ibíd., p. 34)

Dejo de lado ahora este muy breve comentario de tan interesante trabajo y que ya no tiene que ver con la patología del adulto sino que, como quedó dicho, describe una condición de estructura previa al encuentro fundante de un nuevo ser humano.

4. Cursivas de Ferenczi.
5. Ídem.

Tomando otro punto de reflexión, me referiré a un tercer nivel en el que una “confusión de lenguas” podría suceder entre analista y paciente, temas que recorre “Perspectivas del psicoanálisis” (1924a). Artículo que representa una crítica a la forma en que trabajaban algunos colegas. Es un trabajo conjunto con Otto Rank como respuesta a la propuesta que formalizó Freud en el congreso de Berlín de 1922 de instituir un premio para el mejor trabajo sobre técnica que se presentara. Propuesta inspirada ante la carencia de trabajos técnicos que cada vez más se iba notando en los congresos psicoanalíticos (Makari, 2008) en contraste con los abundantes sobre teoría. El título propuesto por Freud para esta investigación fue: “Las relaciones entre la teoría y la técnica para poder saber en qué medida se favorecen o se causan perjuicio”. Título sumamente sugestivo de los problemas con que se encontraban a esa altura de la práctica. Finalmente dicho premio quedó desierto por el conflicto que suscitó entre algunos de sus colegas por las mencionadas críticas.

Detalla los modos en que un analista puede retraumatizar a un paciente si no tiene suficiente conocimiento de su contratransferencia o tiene una excesiva adherencia a la teoría que sostiene.  Apunta una crítica acerca del “…el excesivo saber6 del analista(Ferenczi, 1924a, p. 270) refiriéndose al uso que se hacía de ese saber cómo lo aclara en el siguiente párrafo:

La verdadera tarea analítica ha sido descuidada en algunos casos en provecho de la búsqueda de los elementos constitutivos de la teoría sexual…Se ha constatado una vez más que el interés teórico no coincidía siempre con el interés practico en el análisis. (Ibíd., p. 275)

Situación que puede deberse a distintas causas entre ellas el narcisismo del analista invistiendo la teoría, escribe:

“Esta propensión a la especulación parece que no fue sino un medio de esquivar dificultades técnicas penosas.” (Ibíd., p. 277)

 Con estos breves comentarios pone el dedo en la llaga acerca de cómo la teoría puede ser utilizada defensivamente y transformarse en un impedimento para no dejarse asombrar por lo nuevo y distinto ni cuestionar lo ya instituido y señala el peligro de la canonización de cualquier teoría.

6. Cursivas de Ferenczi.

Para terminar mi comentario no puedo dejar de pensar, por todo dicho, que el conflicto que se produjo, entre ambos analistas tuvo, quizá, una raíz en una suerte de confusión de lenguas particularmente desde 1924 que se intensifico hasta llegar al clímax en el Congreso de Wiesbaden de 1932. Pero a las diferencias teóricas se fueron sumando conflictos institucionales ya muy intensos entre los miembros del Comité, en los últimos años de la vida de Ferenczi, que se fueron acrecentando hasta la ruptura final en 1932 y que condujo a su lamentable exclusión de la historia del psicoanálisis.

ᴪ ᴪ ᴪ

O trauma precoce nos escritos de Sándor Ferenczi e suas inovações na técnica e na clínica

Resumo: O autor traça um panorama cronológico sobre o desenvolvimento das idéias de Sándor Ferenczi que o levarão a introduzir modificações na técnica psicanalítica praticada até então. Seguindo a sugestão de Freud de que pesquisasse com a técnica ativa e, mais tarde, continuando idéias expostas pelo mestre vienense em «Recordar, repetir e elaborar» (1914), incorporou, à reflexão psicanalítica, outro espaço que não era o das neuroses sobre o qual se trabalhava então, mas aquele que pôs em dúvida a centralidade do complexo de Édipo: o espaço do pré-genital.

Descritores: Técnica, Estágio Genital Anterior, Trauma Precoce, Pedagogia, Ternura, Abuso Sexual, Terrorismo, Sofrimento.

Early trauma in the writings of Sándor Ferenczi and his innovations in technique and in the clinic

Abstract: The author designs a chronological overview of the development of  Sándor Ferenczi’s ideas that will lead him to introduce modifications in the psychoanalytical technique practiced until then. Following Freud’s suggestion that investigates with the active technique and, later, continuing ideas, exposed by the Viennese Teacher in “Remember, repeat and elaborate” (1914), included to the psychoanalytic reflection, another space that was not of neuroses about the one they worked on then, but the one that questioned the centrality of the Oedipus Complex: the space of the pregenital.

Descriptors: Technique, Previous Genital Stage, Early Trauma, Pedagogy, Tenderness, Sexual Abuse, Terrorism, Suffering.

Referencias

Dupont, J. (1981). Introducción. Sándor Ferenczi. Psicoanálisis (v. 3, 1-6). Espasa-Calpe.
Genovés, A. (1998). La teoría del trauma en la obra de Ferenczi. En Para leer a Ferenczi. Biblioteca Nueva.
Genovés, A. (2021). Reseña de Confusión de lenguas. Alternativas psicoanalíticas, 62.
Genovés, A. & Gasparino, A. (2021). El giro de los años veinte. Sándor Ferenczi. Lo instituido y lo instituyente. Ricardo Vergara ediciones.
Ferenczi, S. (1908). Psicoanálisis y Pedagogía. En Psicoanálisis (vol. 1, 53-58). Espasa-Calpe.
. (1919). Dificultades técnicas de un análisis de histeria. En Psicoanálisis (vol. 3, 21-28). Espasa-Calpe. . (1921). Prolongaciones de la técnica activa. En Psicoanálisis (vol. 3, 137-156). Espasa-Calpe.
. (1926). Contraindicaciones de la técnica activa. En Psicoanálisis (vol. 3, 427-438). Espasa-Calpe. . (1928). La adaptación de la familia al niño. En Psicoanálisis (vol. 4, 33-48). Espasa-Calpe.
. (1929). El niño mal recibido y su pulsión de muerte. En Psicoanálisis (vol. 4, 85-90). Espasa-Calpe. . (1931). Análisis de niños con adultos. En Psicoanálisis (vol. 4, 109-124). Espasa-Calpe.
. (1933). Confusión de lenguas entre los adultos y el niño. El lenguaje de la ternura y la pasión. En Psicoanálisis (vol. 4, 139-153). Espasa-Calpe. . (1933). Obra póstuma. Diario Clínico.
Freud, S. (1910). Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica. En Obras Completas (vol. 11, 133-142). Amorrortu.
. (1914). Recordar, Repetir y elaborar. En Obras Completas (vol. 12, 145-156). Amorrortu. . (1918). De la historia de una neurosis infantil. En Obras Completas (vol. 17, 1-109). Amorrortu.
. (1919). Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica. En Obras Completas (vol. 17, 151-163). Amorrortu. . (1920). Más allá del principio del placer. En Obras Completas (vol. 18, 7-62). Amorrortu.
Freud, S. (Ed. Caparros, N.). Correspondencia. El ocaso de una época. Biblioteca Nueva.
Freud, S. & Abraham, K. (2001). Correspondencia Completa (1907-1926). Síntesis.
Kirshner, L. A. (1993). Concepts of reality and psychic reality as illustrated by the disagreement between Freud and Ferenczi. Int. J. Psychoanal., 20, 1-10.
Lorand, S. (1968). Ferenczi. En Historia del psicoanálisis (vol. 2). Paidos.
Martín Cabré, L. (2011). De la introyección a la intropresión. En P. Boschán, Sán-dor Ferenczi y el psicoanálisis del siglo XXI (pp. 301-310). Letra Viva.
Sabourin, P. (1984). Prefacio. Psicoanálisis (vol. 4, pp. 1-19). Espasa-Calpe.
Talarn, A. (2003). Sándor Ferenczi: el mejor discípulo de Freud. Biblioteca Nueva.