Elida Fernández: Licenciada en psicología (UBA). Residencia en Psicología Clínica en el Hospital José T. Borda, Instructora de residentes. Autora de: Diagnosticar las Psicosis, Las Psicosis y sus Exilios, Algo es posible, Umbrales, todos de editorial El Megáfono. Supervisora de residentes en Salud Mental. Coordinadora del equipo de investigación ganador del premio Ameghino 2010.
Resumen: Freud 100 años después. Su descubrimiento sobre las diferencias y parecidos entre neurosis y psicosis sigue vigente, sigue dando motor a muchas investigaciones que nos ocupan, sigue siendo el interrogante frente a cada delirio, a cada alucinación sufriente, a cada consulta hoy. La vigencia de las preguntas a las que nos enfrentó Freud hace cien años sigue iluminando nuestras búsquedas.
Descriptores: Freud, Sigmund, Historia del Psicoanálisis, Neurosis, Psicosis, Pérdida de la realidad, Delirio.
A manera de prólogo
Freud intenta armar a lo largo de su obra, un complejísimo rompecabezas del que desconoce su figura final. Los y las pacientes le van tirando vez a vez más y más piezas que él pretende unir para encontrar la forma que resulte confiable. Pero a veces las piezas lo confunden, se parecen, es necesario ser muy sutil en la observación de las diferencias: pueden ser solamente matices de color o luces engañosas, o parecidos que luego se demuestran falsos.
“No creo más en mi neurótica” le confiesa a Fliess, siendo “su neurótica” la teoría que había construido hasta ese momento.1
Pero no ceja, sigue investigando, sigue dejando que las histéricas lo bañen de palabras, que los obsesivos se vuelvan feroces en sus transferencias, que la letanía melancólica siga acusando veladamente al objeto perdido.
Escucha.
Y se pregunta, se pregunta a sí mismo, le pregunta al lector o se hace interrogar por un supuesto interlocutor crítico y perspicaz.
Es consciente de que está construyendo un cuerpo teórico nuevo, es consciente que es su responsabilidad lo que quede armado allí y esto hace que sea totalmente honesto en sus planteos: no titubea en decir de su equivocación cuando la descubre.
Va y vuelve con sus deducciones, sus preguntas, su clínica, quiere llegar al tapiz terminado, sabe que es imposible, tiene que dejar los hilos para que se pueda seguir tejiendo, agujeros donde se irá moviendo lo adquirido, pero sabe que está poniendo la piedra fundamental, que construye cimientos de algo que lo superará a su muerte, que deja herederos, que deja huellas, que hace surcos, que de alguna manera no morirá.
Por momentos lo atormenta la oscuridad de la materia con la que trabaja, quiere hacer luz, pero ésta aparece sólo en un abrir y cerrar de postigos.
Y la niebla persiste.
Trabaja como ningún científico antes: poniéndose él en el estudio, no investiga de afuera, no hay afuera que lo aloje, se sabe adentro, se incluye en la observación. Dora se encarga de traerlo a la escena a toda costa. Luego el Hombre de las Ratas le llamará “Mi capitán”.
El Hombre de los Lobos tomará, por haber sido su paciente, su nueva identidad. Quizás sea esto lo que lo distingue de todos los que lo siguieron, los que lo superaron, los que intentaron volverlo inútil.
1. Sanfelippo, Luis (2018). Trauma. Un estudio histórico en torno a Sigmund Freud, Miño y Dávila editores.
Hoy, a cien años de dos de sus escritos, seguimos pensándolo.
La relación de Freud con sujetos psicóticos o que lo parecen, es siempre intermediada. Sus trabajos clínicos son sobre protagonistas de textos escritos o de encuentros breves. –El delirio y los sueños en la Gradiva de W. Jensen2 sobre la novela. –Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente (1911)3 sobre Las Memorias del presidente Schreber.
– Un caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica (1915)4 dos entrevistas con la joven demandante que es traída por su abogado.
–Una neurosis demoníaca en el siglo XVII (1923)5 leído en un manuscrito proveniente del santuario de Mariazell que le hizo llegar el Dr. Payer-Thurn director de la biblioteca que hoy forma parte de la biblioteca Nacional de Austria. La historia del pintor Christoph Haizman.
Sin embargo, podemos afirmar que el tema de la psicosis lo interesó desde muy temprano: en “Las Neuropsicosis de defensa“ de 18946 nos dice:
Ahora bien, existe una modalidad defensiva mucho más enérgica y exitosa que consiste en que el yo desestima (verwerfen) la representación insoportable junto con su afecto y se comporta como si la representación nunca hubiera comparecido. Sólo que en el momento en que se ha conseguido esto, la persona se encuentra en una psicosis que no admite otra clasificación que “confusión alucinatoria”.
2. Obras Completas, Amorrortu, vol. 9, 1985.
3. Obras Completas, Amorrortu, v. 12.
4. O.C. vol. 14.
5. O.C. vol. 19.
6. O.C. vol. 3.
Más adelante, en el mismo trabajo aclara:
El yo se arranca de la representación insoportable, pero esta se entrama de manera inseparable con un fragmento de la realidad objetiva, en tanto el yo lleva a cabo esa operación, se desase también, total o parcialmente de la realidad objetiva.
Hoy, Lacan mediante, seguimos usando el término verwerfung traducido como forclusión para referirnos al mecanismo fundamental en las psicosis.
Freud en este primerísimo articulo está muy influenciado por Meynert y su descripción del cuadro de amenciacaracterizado por la irrupción brusca de fenómenos psicóticos que nunca evolucionaban en demencia.
En nuestra actualidad diferenciamos locuras de psicosis y lo pensamos como una responsabilidad ética intentar ser muy minuciosos en su diferencia, y esto está en la preocupación inicial de Freud.
Hoy el pintor C. Haizman, a pesar de sus alucinaciones y delirios, sería pensado como un loco, un “pobre diablo” como ironiza Freud.
Sobre el interés de Freud desde los comienzos, en discernir lo característico de la paranoia, en el Manuscrito H, anexo a una carta a Fliess de 1895, leemos el primer acercamiento a sus interrogantes sobre esa defensa peculiar: narrando el delirio persecutorio de una joven que había vivido una escena de acoso sexual por parte de un pasajero de la habitación que alquilaban en su casa, sufre de alucinaciones y delirios persecutorios donde el vecindario habla mal de ella.
Dice Freud7:
Se ahorraba de ese modo el reproche de ser una “mala persona”. Luego hubo de oírlo desde afuera.
El juicio sobre ella había sido trasladado hacia afuera, la gente decía lo que ella habría dicho de sí misma.
Es muy interesante pensar que, muchos años después, y de la mano de Lacan, hablamos hoy de un superyó en lo real en las psicosis. En el manuscrito K en el apartado sobre Paranoia dice8:
El elemento que comanda la paranoia es el mecanismo proyectivo con desautorización de la creencia en el reproche.
7. O.C., vol. 1, p. 248.
8. P. 267.
Esto que puede parecer sencillo, da lugar a muchísimos desarrollos posteriores en Freud y en Lacan.
Lacan lo desarrollará como increencia.
Pienso que este intento insistente de diferenciar mecanismos es lo que lleva a Freud a escribir los dos artículos que nos convocan hoy.
Neurosis y Psicosis9
Freud acaba de escribir “El yo y el Ello” (1923) y el papel del superyó lo comienza a ocupar cada vez más y lo seguirá haciendo a lo largo de toda su obra.
Le dará muchas vueltas al concepto, admitirá que se equivocó y lo reformulará en El Malestar en la Cultura de manera magistral. De allí partirán los estudios de Melanie Klein diferenciando conciencia moral de superyó y los desarrollos de Lacan articulando el superyó con la ley y con lo no legislado dentro de la ley.
En El Yo y el Ello describe a los múltiples vasallajes del yo, acorralado entre las exigencias del mundo exterior y de las pulsiones del ello, tratando de conciliar, mediar, y hace esta analogía que sorprende:
En realidad, se comporta como el médico en una cura analítica, pues con su miramiento por el mundo real se recomienda al ello como objeto libidinal y quiere dirigir sobre sí la libido del ello. No sólo es el auxiliador del ello, es también su siervo sumiso, que corteja el amor de su amo.10
Formula su “primera diferencia genética más importante entre neurosis y psicosis”:
La neurosis es el resultado de un conflicto entre el yo y su ello, en tanto que las psicosis es el desenlace análogo de una similar perturbación en los vínculos entre el yo y su mundo exterior.
9. O.C., vol. 19, p. 153.
10. Idem, p. 57.
Pero esta solución le produce cierto escozor y dudas. Debería servir también para explicar la neurosis de transferencia:
El yo ha entrado en conflicto con el ello, al servicio del superyó y de la realidad; he ahí la descripción válida para todas las neurosis de transferencia.
Las psicosis, pensadas en ese momento también como amencia de Meynert, el delirio persecutorio y las esquizofrenias parecen resistirse a entrar dócilmente en su lógica. El delirio, nos dice, se presenta como un parche donde originalmente se produjo una desgarradura11 en el vínculo del yo con el mundo exterior.
Todo se complica por la existencia del superyó, que define como un arquetipo ideal de todo aquello que es la meta de todo querer-alcanzar del yo.
Freud sabe que aún no alcanza a inteligir el alcance y participación de esta instancia que ya se perfila como fundamental en toda la psicopatología.
Algo insiste en él sin resolver, el superyó (ideal del yo) tal como lo piensa a esta altura de su obra, no alcanza a dar cuenta de las psiconeurosis narcisistas ni de la melancolía.
Tendrá que separar superyó del Ideal del yo.
Tendrá que descubrir que la orden del superyó es paradojal e incumplible.
Tendrá que arribar a lo que más tarde Lacan llamará esa “figura obscena y feroz”.
Deberá llegar a El malestar en la Cultura: está en camino, pero arribará recién en 1930.
La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis12
Freud no está conforme con su anterior trabajo sobre neurosis y psicosis: la neurosis perturba también el nexo del enfermo con la realidad, en casos graves comporta una huida de la vida real.
11. La cursiva es mía.
12. P. 193.
Pero si pensamos, nos dice, el proceso de las neurosis en dos pasos, primero el yo al servicio de la realidad emprende una represión de la moción pulsional, pero esto no es todavía la neurosis misma.
La represión fracasa y aquí aparece el aflojamiento del nexo con la realidad.
Con respecto a las psicosis también se perfilan dos pasos de los cuales el segundo presenta el carácter de reparación, pero este segundo paso también quiere compensar la pérdida de la realidad, más no a expensas de una limitación del ello, sino por creación de una realidad nueva que ya no ofrece el motivo de escándalo de la abandonada.
…en la neurosis se evita, al modo de una huida, un fragmento de la realidad, mientras que en las psicosis de lo reconstruye. Dicho de otro modo: en la psicosis a la huida inicial sigue una fase activa de reconstrucción; en la neurosis, la obediencia inicial es seguida por un posterior (nachtraglish) intento de huida. O de otro modo todavía: la neurosis no desmiente la realidad, se limita a no querer saber nada de ella; la psicosis la desmiente y procura sustituirla.
Y aquí llegaríamos al punto central de este trabajo que no pasa por la pérdida de la realidad en neurosis y psicosis, sino en cómo se la sustituye.
Del mundo de la fantasía toma la neurosis el material para sus neoformaciones de deseos. El recurso del neurótico es apuntalarse en una fantasía, mientras que en el psicótico el primer paso es rechazar (forcluir) el fragmento de realidad insoportable, ya que el vínculo con la realidad nunca se ha terminado de instalar, y el segundo paso es sustituir esa realidad por delirios y alucinaciones. Aunque ambas manifestaciones no son patognomónicas de las psicosis como el propio Freud nos advierte en La Gradiva.
Hoy, con Freud, con Lacan, con Klein, con Winnicott, podemos aseverar que ambas sustituciones: la neurótica y la psicótica, fracasan, ya que traen mucho sufrimiento a los que vez a vez luchan por sostenerlas, sin dejar de distinguir que el sufrimiento neurótico es el que encuentra más rápido alivio en un tratamiento psicoanalítico, mientras que los tratamientos posibles en las psicosis no tienen la misma eficacia comprobada. Quizás porque se ejercen hace mucho menos tiempo, quizás porque no hay evaluaciones al respecto, lo cierto es que la dirección es muy distinta y los resultados no están consignados.
La atención de los pacientes psicóticos se realiza en nuestro país fundamentalmente en los hospitales, a donde concurren básicamente los residentes que ganaron el concurso para entrar.
Los residentes médicos y psicólogos, atienden en “supuesto” equipo y digo supuesto porque no siempre se logra ni se incentiva el trabajo entre ambos.
Llegan en su mayoría recién recibidos y con muchos deseos de aprender y de “curar”.
El contacto abrupto con la realidad de la tarea hospitalaria, las exigencias de internaciones cortas, el exceso de pacientes, la falta de redes de los pacientes, la ausencia de instituciones que alberguen a estos pacientes luego de la internación, la falta de formación específica de los profesionales sobre psicosis y tratamientos posibles, da lugar a infiernos y /o a creaciones valiosísimas.
Por mi trabajo como supervisora de residencias en Salud Mental he sido y soy testigo de esto que afirmo.
Una de las respuestas más fértiles en los residentes que salen de la universidad y entran a trabajar al hospital, es que pueden, desde su clínica, animarse a cuestionar las teorías que estudiaron como texto sagrado.
Muchos se han “atrevido” a preguntar: ¿para qué le sirve a fulano el delirio de persecución, si sufre como un condenado?
Y volvemos a Freud 1924: podemos decir que el narcisismo del paciente psicótico no se ha constituido, no se ha sentido amado, mirado, falicizado por el Otro, su lugar en el mundo se sostiene precariamente. Su delirio de persecución, por el que sufre muchísimo, también lo convierte en alguien que los otros buscan porque tiene algo valioso, hablan de él porque es alguien que importa, lo vigilan todo el tiempo porque interesa, e interesa a muchos.
Lo que se reconstruye es un narcisismo que nunca tuvo lugar, por eso, aún al precio de un sufrimiento atroz, el psicótico ama a su delirio como a sí mismo.
Pienso que, en este intento freudiano de insistir en no quedarnos aferrados a una supuesta verdad ya obtenida, este volver a pensar cada concepto para permitir abrirse camino en las obscuridades de la clínica, habla de la ética de todo psicoanalista que se precie.
Su descubrimiento sobre las diferencias y parecidos entre neurosis y psicosis sigue vigente, sigue dando motor a muchas investigaciones que nos ocupan, sigue siendo el interrogante frente a cada delirio, a cada alucinación sufriente, a cada consulta hoy.
La vigencia de las preguntas a las que nos enfrentó Freud hace cien años siguen iluminando nuestras búsquedas.