Horacio Rotemberg: Miembro Titular con función didáctica de APdeBA. Profesor Titular del IUSAM de APdeBA. Profesor emérito de la USAL. Autor de los libros: Estructuración de la Subjetividad y Estructuras Psicopatológicas e Identidad. Director Principal de la Investigación Teórico-Clínica: “Estructuras psicopatológicas que subyacen en las consultas al Centro Liberman de APdeBA”. Asesor psicoanalítico en el Departamento de Investigación del IUSAM.
Resumen: Desde una perspectiva psicoanalítica lo íntimo, ese espacio vivencial que consolida lo específico y singular de cada subjetividad, incluye en su entretela dos dimensiones no siempre amalgamadas donde conviven discernimiento y mito. Ciertas dimensiones míticas, no integradas reflexivamente, pueden generar climas emocionales que, desde la intimidad subjetiva, promuevan consecuencias intimidantes para el propio sujeto o para su entorno. Dicha intimidad intimidante es la que puede incidir en el decurso de los procesos analíticos potenciando bastiones caracterológicos de difícil acceso, todo un desafío para el psicoanálisis didáctico.
Descriptores: Intimidad, Bi-lógica, Escisión del Yo, Mito, Baluarte.
La decisión racional se realiza siempre dentro del veredicto de la historia primordial.
Theodor Adorno, La dialéctica de la ilustración.
Desde un vértice psicoanalítico el concepto que habitualmente sostiene el significado del término intimidad incluye en su entretela una dimensión paradojal.
El diccionario define intimidad como aquella parte reservada, personal, que cada persona guarda en su interior.
Esta definición alude a que dentro de los confines que sostiene a la subjetividad habita un espacio de recogimiento personal desde el cual el Yo operativo puede consolidar los límites por los que transcurre su propia existencia.
En la medida que se va afianzando ese espacio íntimo el Yo estaría en condiciones de reconocer y evaluar una exterioridad que, de acuerdo a ciertos códigos de referencia, podrá ser admitida como válida o bien rechazada como ajena y perjudicial. Este proceso de autoafirmación se sostiene en lógicas que reconocen y delimitan a la realidad consensual y, en paralelo, reafirman al sujeto en un espacio personal que lo identifica. El Yo, una vez afirmado en su mismidad, puede operar a través de ciertas categorías que convaliden lo que le es apropiado, es decir, aquello que el sujeto puede reconocer como propio.
El psicoanálisis, al plantear como constitutivo de la estructura psíquica la presencia de una tópica inconsciente que subyace a toda dinámica subjetiva posible, postula que la lógica propia de la racionalidad cartesiana —aquella cuyas categorías instauran el denominado “principio de realidad” afincado en experiencias verificables— es precedida y coexiste con otra clase de operaciones lógicas que se asientan en pensamientos analógicos y en convicciones míticas.
Estas primeras operaciones van conformando un sentido íntimo, idiosincrático, gestor de una identidad básica vivencial que se construye a partir de aquellas primeras vivencias que han sido fijadas en los albores de la subjetividad.
El sentido de la propia existencia se va consolidando en el psiquismo antes que se desarrolle en el Yo incipiente la capacidad de discernir la realidad con criterios de verosimilitud. Estos sentidos primordiales se adscriben a lógicas relacionadas tanto con la realización de experiencias placenteras como con aquellas experiencias fijadas que se adscriben a vivencias dolorosas y sufridas.
La vincularidad inicial, promotora de estos procesos es la que, desde su impronta condicionante, construye los modos de ser propios de cada subjetividad singular.
Las bases míticas que sostienen a la subjetividad abrevan en dichas fuentes. La actualización fantasmática de las vivencias traumáticas devenidas mitemas son el origen de emociones impregnadas de tintes disruptivo<>evacuativos que tienden a ser actuadas más que pensadas.
Las fallas ambientales —los contextos insuficientemente buenos— sobredeterminan significativamente dichas consecuencias existenciales adversas de las cuales ningún sujeto está totalmente exento.
Las lógicas subyacentes a estos contenidos psíquicos disruptivos alientan una dinámica vivencial promovida por una cosmovisión animista, prejuiciosa, defensiva, omnipotente. La pregnancia inconsciente de estas lógicas animistas y las modalidades solapadas de su incidencia condicionan en el sujeto el surgimiento de emociones que distorsionan su capacidad reflexiva a lo largo de su devenir existencial.
La universalidad de esta configuración es la que le permite al psicoanalista chileno Matte Blanco afirmar que toda dinámica mental es siempre producto de una amalgama lógica que sostiene a las manifestaciones subjetivas tanto desde una base reflexiva como desde una cosmovisión mítica. Ambas lógicas operan desde una conjunción variable y relativa en función del devenir estructural histórico acaecido. Este devenir sostiene el argumento de la novela personal; aquella dimensión fantasmática que sobredetermina las estrategias relacionales posibles para un sujeto así condicionado.
Matte Blanco, en su conceptualización de este condicionamiento, destaca que el funcionamiento bilógico influye sobre la dinámica psíquica cualquiera sea el resultado estructural alcanzado.
El funcionamiento bilógico está presente en todo sujeto. Las consecuencias clínicas resultantes varían en función de la estructura clínica predominante.
Las paradojas conductuales observables en la clínica pueden ser interpretadas como un disbalance en la articulación de las lógicas concurrentes.
En ciertos sujetos el discernimiento del contexto real y la base mítica que consolida la identidad personal no se articulan y tampoco se contrastan; coexisten dando lugar a estados existenciales paralelos.
Esa escena disyunta expresa realidades idiosincráticas alternativas cuyos sentidos están condicionados ora por el discernimiento, ora por el mito. Ciertas dimensiones míticas disruptivas, no integradas, pueden asimilarse a lo que Bion denominó las partes psicóticas de la personalidad.
Lo íntimo de un sujeto puede manifestarse en acto, sin que la lógica que dé cuenta de ese acto sea fácilmente aprehensible por la conciencia del propio protagonista.
Desde esta perspectiva un sujeto, en función de su libreto existencial, podrá en ocasiones desconocer radicalmente las consecuencias de sus actos o, en otras, podrá justificarlas desde basamentos lógicos que no admitan contraste alguno con las consecuencias de lo realizado. Estos actos se avalan desde ciertas lógicas que afianzan una determinada posición mítica.
Estas lógicas pueden reforzar tanto una posición subjetiva grandiosa como una dimensión minusválida invalidante. El fantasma subjetivo subyacente siempre imprime consecuencias lógicas que trascienden los caminos reflexivos. Dicho fantasma es el gestor de configuraciones caracterológicas singulares en las que coexisten creatividad y rigidez en distintos grados de articulación.
Lo sintomal, cualquiera sea el sentido que represente, emerge desde una mismidad cuya dimensión íntima inconsciente está segmentada tanto en forma horizontal —siendo éste el origen del sustrato operativo del topos inconsciente, Represión Primaria mediante— como vertical —condicionante de esciciones dentro del Yo, renegación mediante—.
Debido a esta realidad interna desgajada el sujeto puede presentar una ceguera parcial o total en relación a ciertos contenidos íntimos establecidos a lo largo de su devenir existencial. Dicho devenir, asintóticamente, puede estar lejos de ser pensado<>reconocido como propio.
En ocasiones la cohesión que sostiene al sujeto puede ser abrumada y, potencialmente, disgregada por sentidos no integrados que se vivencian como totalmente ajenos al sí mismo. En otras, defensiva<>adaptativamente este sí mismo deviene otro al consustanciarse con un entorno que, inicialmente, lo amenaza en su integridad.
Estos diversos modos de funcionamientos subjetivos no integrados, sostenidos en sus bases por procesamientos bilógicos, se expresa en los diversos rasgos caracterológicos que sostienen cada subjetividad singular y también en las variadas manifestaciones sintomales propias de los diversos cuadros nosográficos.
En aquellos sujetos sobredeterminados por una estructura caracterológica psiconeurótica, estructura en la cual el campo de conciencia se ha integrado bajo la égida de un Ideal del Yo ordenador, la tramitación bilógica de ciertos contenidos míticos que han posibilitado un nivel de realización subjetiva plena convalidada por el Ideal puede verse amenazada cuando ciertas corrientes desiderativas no integradas al mito oficial invaden disruptivamente el campo de consciencia.
En estas circunstancias las convicciones que habitualmente sostienen el campo subjetivo se ven descolocadas, inhibidas, intimidadas por contenidos que obligan a reconsiderar reflexivamente el mito de origen actualmente amenazado.
En otro tipo de destino estructural, aquel que afecta particularmente la apropiada consolidación narcisista gestora de una identidad integrada, el mecanismo de la desmentida puede ser causa de mismidades dislocadas, sufridas sostenidas por significativas escisiones dentro de los engramas vivenciales que dan origen al Yo.
En este destino estructural, nosológicamente diferenciable tanto de las psiconeurosis como de las psicosis, coexisten campos de conciencia alternativos promovidos por rasgos identitarios no cohesionados desde un mito de los orígenes ordenador (¿parte psicótica de la personalidad?). Un sujeto así condicionado carece de una capacidad reflexiva que contenga apropiadamente los influjos disruptivos tanto internos como externos. La única salida de esa intimidad intimidante es evacuarla, por lo cual, desde ese movimiento defensivo, se transforma el contexto existencial en una realidad que no logra ser significada apropiadamente.
Lo interno y lo externo dejan de ser diferenciados reflexivamente y la amenaza, el influjo negativo, viene de afuera y allí es donde se intenta conjurarlo.
Este tipo de condicionamiento estructural implica un desafío a la creatividad dentro de la labor analítica tanto en cuanto a su capacidad de contención como en su tarea transformadora de un mito de los orígenes subjetivos atravesado por una desgarradora dimensión tanática que produce una particular pérdida de la realidad consensual.
El vínculo analítico deviene terapéutico en la medida en que pueda desmontar ese tipo de vincularidad que se ha constituido en el vehículo de una violencia disruptiva. Es un tipo de vincularidad que salvaguarda a una estructura psíquica cuya interioridad se encuentra amenazada en su consistencia.
El funcionamiento bilógico es un universal que opera a lo largo de los procesos psicoanalíticos tanto en la mente del analizando como en la mente del analista.
Si su entramado es virtuoso se establece a lo largo del devenir analítico el ensamble entre la tendencia identificante propia de la dimensión mítica —aquella que busca la realización subjetiva a través del reencuentro con lo idéntico— y la dimensión creativo<>reflexiva —aquella capaz de renovar los sentidos preexistentes en la medida que se hace consciente lo inconsciente—.
El estudio y la práctica del psicoanálisis debería proteger al analista del uso de los clichés interpretativos permitiéndole operar por fuera de cualquier estereotipo tal como lo sugiere Bion —sin memoria y sin deseo— frente a las sorpresas que depara las manifestaciones de lo inconsciente.
La formación psicoanalítica, interminable en su devenir, incide sobre los dos planos en los que se ponen en juego tanto la capacidad de discernimiento como la dimensión mítica: el vivencial y el conceptual.
a) El plano conceptual: la teoría psicoanalítica, al ser una concepción que aborda la complejidad de la estructura y de la dinámica mental en sus distintas manifestaciones, alberga en sus formulaciones una diversidad de referentes que no son fácilmente integrables.
La producción conceptual de los diversos autores, en ocasiones, parece contraponerse. Las formulaciones teóricas en la escritura de un mismo autor cambian en la medida que su experiencia clínica le permite captar nuevos matices que previamente no habían sido reconocidos.
Estos nuevos matices no siempre son totalmente reconocidos en su potencialidad heurística.
El sentido de lo tópicamente inconsciente, en Freud, se fue transformando a lo largo de su escritura y estos sentidos se expanden aún más en los textos de los autores post freudianos. Esta expansión ha matizado la comprensión de lo psíquico de un modo exponencial dando lugar a la aparición de diversas estructuras clínicas y cambios en la comprensión y el abordaje transferencial<>contratransferencial de las mismas.
Una apropiada formación psicoanalítica debería facilitar la reflexión sobre los diversos aportes teórico-clínicos que, desde distintos vértices y desde distintas escuelas psicoanalíticas, han dado cuenta de la complejidad propia de la estructuración psíquica y de sus diversas variables dinámicas.
La elaboración integradora de estos diferentes aportes, siempre inconclusa y por ello interminable en la mente de cada analista singular, previene de la tentación de establecer, desde las pequeñas diferencias siempre presentes en las construcciones discursivas, perspectivas inconciliables que sostengan el mito del camino único de acceso a una verdad incontrastable que nos reasegure frente a las acechanzas de lo incierto. Este camino único lleva al anquilosamiento de la práctica psicoanalítica
La incertidumbre tolerada da acceso al conocimiento.
La tolerancia frente a la complejidad propia de la constitución subjetiva es una dimensión que sostiene la tarea de pensar psicoanalíticamente. Los diversos aportes metapsicológicos que se concatenan a lo largo de la fecunda historia vinculada a los procesos de elaboración psicoanalítica, dan un marco de referencia abierto a las sorpresas que depara la clínica.
b) El plano vivencial: el reconocimiento del condicionamiento bilógico de todo funcionamiento mental permite reflexionar sobre su incidencia en las diversas manifestaciones promovidas por su accionar en el contexto de los espacios institucionales en los que los analistas interaccionan.
Los puntos ciegos que coexisten en mayor o menor medida en la estructura psíquica de todo sujeto que se precie de tal acompañan en paralelo a la consolidación de la identidad psicoanalítica, identidad que no deja de estar condicionada a su vez por ciertos mitos personales de los propios orígenes. Este condicionamiento opera más allá de la capacidad analítica que el analista haya adquirido tanto a lo largo de su propio análisis como en el decurso de su práctica clínica.
La integración personal, por apropiada que sea, siempre está expuesta a aquellos acontecimientos disruptivos que signan los avatares personales y reavivan experiencias emocionales aparentemente superadas. Estos avatares se transfieren a los procesos psicoanalíticos y, en paralelo, inciden sobre los espacios institucionales que congregan a los psicoanalistas.
Los espacios institucionales, al decir de Bleger, albergan las partes escindidas, disociadas, “psicóticas”, de aquellos que conforman la institución.
Cuando los analistas practicantes se conectan transferencialmente con lo revulsivo del método analítico en su búsqueda destituyente de las verdades canónicas están en mejores condiciones de desactivar aquellos baluartes íntimos en juego en cada uno de los espacios mencionados al hacerse evidentes los obstáculos que lo canónico genera en todo intercambio vincular.
Los movimientos transferenciales negativos, en cualquiera de sus expresiones, están condicionados por bastiones que sostienen una intimidad mítica personal que hace síntoma en el terreno de las relaciones interpersonales instituidas. Dichos bastiones inciden en los intercambios que se producen entre los integrantes de una determinada comunidad psicoanalítica y esto puede dificultar la creación de climas emocionales creativos que faciliten la integración y coexistencia de los diversos puntos de vista concurrentes.
El grado de articulación de la dimensión mítica constituyente de lo psíquico con aquellas lógicas reflexivas que la renuevan creativamente confiere diversos grados de permeabilidad a los espacios de intimidad reflexiva establecidos en los contextos vinculares institucionales. Su apropiada articulación da cauce, dentro de los marcos instituyentes habilitados institucionalmente, a procesos abiertos de transformación del narcisismo vigente en cada uno de los miembros involucrados en el intercambio ampliándose así el discernimiento grupal e individual posible.
Esta dinámica creativa puede verse dificultada cuando en los contextos grupales habilitados para la reflexión compartida inciden aquellos bastiones caracterológicos personales que desvían el discernimiento compartido en función de asegurar la supremacía de determinada posición subjetiva.
Dentro de ese contexto el espacio transferencial institucional puede poblarse de arrogancia y malos entendidos solapados, factores que perturban la construcción de un clima de intimidad reflexivamente compartida.
¿Qué sucede cuando en un clima de intimidad compartida el espacio institucional deviene caja de resonancia de aspectos grandilocuentes que dificultan la capacidad de pensar?;
– Cuando ciertas dimensiones yoicas están condicionadas por construcciones míticas que dan un sentido épico a la existencia del que es difícil apartarse…?
– Cuando el acting es el reaseguro de un posicionamiento existencial….?
– Cuando en el devenir analista se mantiene un baluarte impregnado de tensiones difíciles de transformar….?
– Cuando la única forma de mitigarlo es advenir analista soslayando el doloroso proceso que implica transformar ciertas regiones del fantasma constitutivo….?
– Cuando ese fantasma emerge inmodificado en alguno de sus fundamentos luego de atravesarse un proceso analítico….?
– Cuando esta dimensión fantasmática incluye ciertos puntos ciegos que perturban a la identidad psicoanalítica alcanzada….?
– Cuando al asumirse funciones analíticas institucionales el estilo de transmisión del psicoanálisis adquiere características dogmáticas como un modo de sostener cierta pertenencia a una determinada progenie de origen….?
– Cuando las ideas psicoanalíticas establecidas responden más a ciertas estrategias de poder dentro de la dinámica institucional que a facilitar una elaboración conceptual institucionalmente compartida?
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Intimidade intimidante
Resumo: O íntimo, de uma perspectiva psicanalítica, é esse espaco vivencial que consolida o específico e singular de cada subjetividade. Esse espaço pode incluir na sua entretela dimensões cindidas, gestoras em potencial de climas intimidantes que afetem o próprio sujeito ou seu entorno. Essa intimidade intimidante pode incidir no decurso das análises didáticas potenciando bastioes caraterológicos de difícil acesso. Seu processamento se torna todo um desafio para os processos psicanalíticos em andamento.
Descritores: Intimidade, Bi-lógica, Mito, Discernimento, Análise Didática.
Intimidating intimacy
Abstract: The intimate, from a psychoanalytic perspective, is that experiential space that consolidates the specific and unique of each subjectivity. Said space may include divided dimensions in its interlining. They are potential managers of intimidating climates that affect the subject himself or his environment. This intimidating intimacy can affect the course of didactic analysis by enhancing characterological bastions that are difficult to access. Its processing becomes a challenge for the ongoing psychoanalytic process. Descriptors: Intimacy, Bi-logic, Myth, Discernment, Didactic Analysis.
Referencias
Baranger, W. (1969). Mala fe, identidad y omnipotencia. En Problemas del campo psicoanalítico. Kargieman
Bion. W. (1982). La tabla y la cesura. Gedisa.
Freud, S. (1981). La escisión del Yo en el proceso defensivo. En Obras Completas (vol. 23). Amorrortu. (Trabajo original publicado 1937)
Matte Blanco, I. (1994). Expresión en lógica simbólica de las características del sistema Icc. o la lógica del sistema Icc. Revista Latinoamericana de Psicoanálisis, 1(1), 131-135. (Trabajo original publicado 1956)