2022: Inconsciente, esencialmente humano - Vol XLIV nº 1

Verónica Ester Díaz: Magister en Estudios interdisciplinarios de la subjetividad de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), psicóloga (USAL), especialista en psicoanálisis (IUSAM-APdeBA), miembro de APdeBA. Docente universitaria (UBA-USAL). Actual Secretaria Académica de la Especialización en Psicoanálisis del IUSAM.

Introducción

Este escrito comienza con una intuición que luego se convirtió en búsqueda e investigación para finalizar en este trabajo donde entretejo los cuerpos de las mujeres, específicamente la historia de la noción de útero y su corolario en la categoría psicopatológica de histeria, la perspectiva psicoanalítica y una lectura de los estudios de género.

Busco realizar un trabajo de entrelazamiento interdisciplinario, desde la noción que propongo de “gesto de renuncia1, entre distintas perspectivas que pueden cooperar en deconstruir categorías del psicoanálisis que conlleven a ampliar los horizontes de abordaje tanto teóricos y clínicos. Para ello, trabajo específicamente con lecturas con perspectiva de género que conlleven a pensar un psicoanálisis atravesado por los movimientos socio-histórico-políticos de la actualidad y comprometido con ellos para aportar pensamiento propio desde esta disciplina en particular.

Ver artículo en PDF

1 Noción introducida en la tesis de maestría (2019) de Estudios Interdisciplinarios de la Subjetividad (Facultad de Filosofía y Letras – UBA): “Los procesos de subjetivación en las adolescencias desde una perspectiva psicoanalítica: una invitación para pensarlos a través de “en(tre)crucijadas””.

Pretendo visibilizar cómo las diferencias biológicas, según las cuales se clasifican de modo binario a los seres humanos en mujeres y hombres, proporcionan visiones binarias de la sexualidad en todos los órdenes del conocimiento. Correlativamente con esta argumentación, es posible visibilizar descripciones de la pretendida naturaleza femenina donde las mujeres quedan ubicadas en un lugar jerárquicamente inferior al de los hombres dado que cada par dicotómico del binarismo, coincidiendo con los planteos de Diana Maffia2, se encuentra sexualizado. Esta sexualización de los pares (naturaleza-cultura; subjetivo-objetivo; privado-público; emocional-racional; cuerpo-mente) implica que asociamos con uno de los términos del par con lo femenino y, el otro, con lo masculino. A su vez, siguiendo a Maffia, estos pares dicotómicos del binarismo pueden ser estudiados como pares del orden de lo exhaustivo, donde los dos términos forman una totalidad no habiendo nada por fuera de ese par; y de lo excluyente, lo que implica que si algo pertenece a uno de los términos del par no puede pertenecer al otro lado. Jacques Derrida entiende que: “la metafísica occidental se pasó la vida reduciendo la diferencia a oposición como si fueran sinónimos”3. Y, para deconstruir esta problemática, conceptualiza la noción de “diferencia no oposicional” como un modo de pensar la diferencia por fuera de lógicas binarias u oposicionales, lógicas con las que operamos en la lectura de múltiples aspectos de la realidad, de la ciencia y de nosotros mismos.

A partir de estas ideas es que considero que se vuelve importante la introducción de los estudios de género4 para pensar y deconstruir los modos en que históricamente nos referimos a las diferencias entre mujeres y hombres que fueron construidas culturalmente, las cuales varían dependiendo las épocas y, como es mi búsqueda en este escrito, pensar cómo el cuerpo de las mujeres fue trabajado en la ciencia para llegar a la noción de histeria que atraviesa al psicoanálisis.

2 Maffía, D., Contra las dicotomías. Feminismo y epistemología crítica». Disponible en: http://dianamaffia.com.ar/archivos/Contra-las-dicotom%C3%ADas.-Femi-nismo-y-epistemolog %C3%ADa-cr%C3%ADtica.pdf
3 Derrida, J. (1998). Políticas de la amistad, Madrid, Trotta.
4 Recordemos que Jean Laplanche sostiene que es importante incorporar el de-bate sobre género al psicoanálisis en su trabajo sobre “El género, el sexo, lo sexual” (2014). En este trabajo Laplanche sostiene que el género es atribuido a través de una asignación señalando la prioridad del otro en el proceso identificatorio. No me explayaré en las líneas en este trabajo dado que coincido con Laplanche sobre la importancia de la introducción de la noción de género en los debates actuales, pero aquí quiero trabajar acerca de otros entrelazamientos que, a partir de lecturas interdisciplinarias, pueden ser pensados.

Cartografía de género: un estudio posible para una noción conceptual

El género es definido como el conjunto de símbolos, representaciones, normas y valores sociales elaborados a partir de la diferencia sexual anátomo-fisiológica, dando sentido, en general, a las relaciones entre las personas. Siguiendo el análisis que hace Norma Blázquez Graf:

En el concepto de género se pueden identificar tres componentes distintos: un componente simbólico, resultado de un uso metafórico de dualismos sexuales en cosas e ideas que no necesariamente tienen que ver con el sexo. Un componente estructural que está en la base de la organización social y la división del trabajo en la sociedad y en la ciencia. El componente estructural se manifiesta en los conceptos normativos de la sociedad, transmitidos por medio de la religión, las leyes, la educación o la propia ciencia; y un componente individual, pues afecta la identidad de las personas5.

5 Blázquez Graf, Norma (2008), «Los conocimientos de las brujas», en El retorno de las brujas. Incorporación, aportaciones y críticas de las mujeres a la ciencia, México: Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades.

A partir de esta noción de género es que podemos pensar que el sexo biológico y el género construido socialmente están relacionados, pueden modificarse y afectarse mutuamente en una relación dialéctica. Existe una búsqueda de que esta relación no sea jerárquica y, para ello, es pertinente el planteo que hace la misma autora cuando dice: “el sexo condiciona o afecta al género pero también el género afecta al sexo de dos modos: condicionando la interpretación científica de la manifestación del ser sexuado y condicionando la percepción individual de ese ser sexuado”. Es por ello que es pertinente comprender qué aportan los estudios de género a las lecturas psicoanalíticas, porque siguiendo a Marta Lamas: “Comprender qué es y cómo opera el género nos permite entender que es precisamente el orden simbólico, y no la «naturaleza», el que ha ido generando las percepciones sociales existentes sobre las mujeres y los hombres”6. Al ser del orden de lo simbólico lo que organiza la vida social podemos intuir que también radica allí algo del orden de lo prescripto para cada género en su especifidad. “Ignorancia, prejuicios y desinformaciones se apoyan en la lógica del género para prohibir ciertos comportamientos o elecciones a mujeres y hombres” continúa diciendo Lamas, visibilizando en su narrativa la inequidad que entre los géneros existe. Y, a su vez, podemos agregar que también condiciona la interpretación científica que se hace sobre las mujeres y los hombres, sobre sus cuerpos, y sobre cómo esto conlleva una forma de comprender lo que en psicoanálisis hemos acuñado bajo la noción de histeria.

6 Lamas, Marta (1998). “La violencia del sexismo” en Adolfo Sánchez Vázquez (Ed.), El mundo de la violencia, México: Facultad de Filosofía y Letras. UNAM, Fondo de Cultura Económica, pp. 191-198. Disponible en http://ru.ffyl.unam.mx/bitstream/handle/10391/1875/14_EMV_ASV_1998_La-mas_Marta_191_19 8.pdf?sequence=1&isAllowed=y

Entiendo el entrecruzamiento entre los estudios de género y el psicoanálisis como un trabajo interdisciplinario donde la tarea implica establecer trayectorias hacia otras disciplinas para poner en crisis las propias ideas y conjeturas con el objetivo de ampliar los horizontes de comprensión y, como corolario de esto, de abordaje clínico. Concibo que trabajar en interdisciplina implica un “gesto de renuncia” como posición que propongo tener en relación al saber y a la verdad; gesto que implica una renuncia a pretensiones totalizadoras o dominantes de las disciplinas en una búsqueda de convertir las fronteras en límites más permeables, porosos, y de encontrar respuestas creativas a las problemáticas actuales en el atravesamiento que conlleva explorar otras disciplinas; y también en relación a cómo entrar en el juego de diálogos, sin pretensión de jerarquías acerca del saber y del conocimiento, apelando a un modo de pensar “indisciplinado”, modo de pensar que recoge las ideas de Eduardo Grüner quien cuestiona la rigurosa división de las llamadas disciplinas.

Pero sí sería conveniente no enredarse en falsos dilemas ni en dicotomías forzadas: aunque desde hace ya un par de siglos se haya impuesto una burocrática división del trabajo intelectual que demarca con obsesiva rigidez los territorios de las “disciplinas” (y deberíamos empezar por escuchar las palabras que usamos: en términos personales, el que escribe esto es partidario de un pensamiento estricta y rigorosamente indisciplinado) se impone no confundir las cuestiones teóricas con las ¿cómo llamarlas? “gremiales”.7

La búsqueda es poner en crisis las propias ideas y conjeturas en una apertura que apela a un modo de pensar indisciplinado del “entre”. “Vivimos buscando coherencias mientras sólo nos enriquecen las aperturas y los interrogantes”8 dice Janine Puget. En coincidencia con ella, es que intento delinear trazos que no funcionen como barreras delimitadoras sino como caminos de apertura en un recorrido que atraviesa los estudios de género entrelazados con la teoría psicoanalítica buscando recorridos que muestren cómo estamos pensando algunas nociones con las que operamos y cuyo reverso reviste de una historia cargada de prejuicios de género.

7 Grüner, E. (2014). El psicoanálisis y sus “otros” …de lo mismo, en Calibán, 12(2), pág. 211 (el destacado es del autor).
8 Puget, J. (2018). Habitar espacios en el hoy o en un para siempre, en Psicoanálisis, 40(1/2), pág. 19.

El recorrido que en general se hace desde que se comienza con un escrito y una hipótesis a trabajar e investigar y se llega al final del mismo conlleva un tiempo significativo; tiempo donde presencié diferentes espacios con colegas que entiendo se sienten interpelados al igual que me siento yo sobre temáticas de género y sobre qué relación existe entre dichas temáticas y el psicoanálisis. Me sorprendió la recurrente frase de: “el psicoanálisis tiene que revisar conceptos”, “el psicoanálisis tiene que pensar con nuevos parámetros” y así, y se me formulaba la pregunta en mi fuero interno: “bueno, aquí estamos para eso. ¿Cuándo empezamos?” Y pensé que el diferir el tiempo del encuentro para pensar esos temas y el hacerlo efectivamente tendría que ver porque no sabemos muy bien cómo comenzar, desde dónde hacerlo y a partir de qué hacerlo. ¿Estamos realmente dispuestos a poner en crisis nuestras teorías para dejarnos atravesar por nuevos pensamientos? Mi propuesta de este escrito es ir al corazón del psicoanálisis y tocar su noción de histeria, noción entre otras que es fundante y cruza la obra de Freud9 a lo largo y ancho de sus escritos, con un “gesto de renuncia” que propongo a partir de un trabajo interdisciplinario. Esto invita a una búsqueda de una ciencia que piense sus argumentaciones con una lógica compleja, más cercana a la experiencia individual y menos prejuiciosa en sus definiciones y abordajes. Lo que conlleva a una ciencia más comprometida con los movimientos socio-histórico-políticos de la actualidad y, por ende, más cercana a cada sujeto en singular.

9 No es mi interés discutir falsos dilemas acerca de la obra de Freud; no estoy discutiendo su obra que entiendo inmensa y fundamental para el psicoanálisis. Estoy discutiendo la época de Freud, sus nociones para pensar y cómo esto debe ser puesto en cuestión si queremos habitar los debates de nuestra (mi) época.

¿Por qué la idea de “gesto”? Porque intento dar cuenta de que es un estado de constante encuentro con las limitaciones personales y con las pretensiones personales que cada quien pueda y quiera tener con la disciplina que aborda y con la práctica que emplea. Las limitaciones son personales pero no son experiencias fáciles de alojar ni de saber llevar adelante. Por eso la idea de “gesto”, como algo que enuncia de forma singular un movimiento, una mínima acción pero una acción constante, frente a pretensiones de totalización, de completud, de “La Verdad”; para dar lugar a lo incierto, lo huidizo, lo poco definible y lo complejo de dar cuenta acerca de lo humano, sus experiencias y sus padecimientos. En esto, sostener, (re)pensar y seguir trabajando la noción de “histeria” como premisa para hablar acerca de psicopatología en psicoanálisis implica ese gesto de renuncia a certezas, a verdades reveladas de una vez y para siempre, un gesto a posicionarse en lugares de apertura, lugares incómodos de diálogo continuo, nunca acabados, nunca cerrados.

Breve historia sobre el útero. Revisión de una historia que el psicoanálisis aloja

En este apartado busco trabajar brevemente cómo fue descripto, estudiado y entendido el cuerpo de las mujeres, en especial el útero, para llegar al corolario que el mismo tiene dentro del psicoanálisis: la noción de histeria.
Comienzo en la antigua Grecia con la famosa frase de Platón cuando afirma en el Timeo que:

En las mujeres lo que se llama matriz o útero es un animal que vive en ella con el deseo de hacer hijos. Cuando permanece mucho tiempo estéril después del período de la pubertad apenas se le puede soportar pues se indigna, va errante por todo el cuerpo, bloquea los conductos del aliento, impide la respiración, causa una molestia extraordinaria y ocasiona enfermedades de todo tipo10.

10 Platón, Timeo, en Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, vol. 6, Madrid, 1872.

Para Platón, el alma estaba divida en tres partes. Esta división conlleva una jerarquía de tipo vertical (lo alto es superior a lo bajo); entonces la razón es superior al estar alojada en la cabeza, las emociones superiores estarían alojadas en el pecho, y los apetitos y deseos alojados en el vientre. El filósofo griego, a partir de este orden jerárquico que consideraba natural entendía que la razón debía gobernar sobre las emociones, los apetitos y los deseos. Dentro de esta jerarquía, el útero se encuentra a gran distancia del lugar de la racionalidad. Por eso es difícil que las mujeres sean racionales, porque ellas están determinadas por su matriz, “por ese animal que vive en ellas con el deseo de hacer hijos”. Como es bien sabido, la palabra histeria proviene del griego hysteron y significa “matriz”; noción que lleva, por ejemplo, a Hipócrates a pensar a la histeria como una enfermedad exclusivamente de las mujeres.

Avanzando en la historia, en la Edad Media, la histeria se traduce en un mal que se ha apoderado de las mujeres, son brujas que se dejan influenciar por el Diablo. En este momento, la patología deja de verse como una enfermedad y empieza a ser tratada desde el ámbito religioso. Es deber de la Iglesia deshacerse de las mujeres “endemoniadas”, persiguiéndolas e implementando castigos, como es el ejemplo más conocido de la hoguera. Siguiendo las ideas de Blázquez Graf, en el siglo XIV se desarrollaron tratados demonológicos para abordar la brujería y, siguiendo la investigación de esta autora, en ellos podemos leer ideas del tipo: «definen quiénes son las brujas, qué cosas hacen, y examinan los procedimientos judiciales que han de seguirse para condenarlas»11. Esas brujas, según la autora, eran mujeres que se dedicaban a tareas específicas cuyos conocimientos abarcaban:

[…] campos como la anatomía, la botánica, la sexualidad, el amor o la reproducción, y que prestaban un importante servicio a la comunidad. Conocían mucho de plantas, animales y minerales, y creaban recetas para curar, lo cual fue interpretado por los grupos dominantes del medievo como un poder del Diablo.12

11 Blazquez Graf, Norma. (2008). «Los conocimientos de las brujas» en El retorno de las brujas. Incorporación, aportaciones y críticas de las mujeres a la ciencia, México: Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, pág. 23.
12 Íbidem.

En el Renacimiento, la histeria pierde su contexto demoníaco, se desvincula de la Iglesia para volver al terreno de la medicina: ahora se buscará descubrir “el misterio de la mujer histérica”. Posteriormente, la histeria adquiere mayor poder como diagnóstico médico en el siglo XIX llenando los sanatorios de mujeres histéricas. La medicina describe una mujer quien poseyendo instinto sexual se ve necesitada de relaciones sexuales para mantenerse sana. Podría seguir haciendo historia, pero lo resume muy bien Camacaro:

El discurso médico demarcó el cuerpo femenino; todas las teorías hasta ahora señaladas conducen a un solo camino: la debilidad e inferioridad de la mujer, por haber sido ella considerada como un hombre imperfecto, defectuoso; por ser la mujer más fría que el hombre, de menor tamaño que éste, por tener menstruación y no semen; por tener un animal que vagaba dentro de su cuerpo; por poseer un cerebro más pequeño que el del hombre: por ser más vulnerable a la locura. La mujer quedó encerrada entre barrotes, por histérica, por su menstruación, por el aborto, el parto, el post parto, la menopausia, por su sexualidad y por su goce13.

La sexualidad femenina viene ligada a la salud reproductiva sobre todo desde comienzos del capitalismo donde, siguiendo a Silvia Federici en su libro Calibán y la Bruja14 estudia cómo se dividió la producción de la reproducción para organizar la vida en sociedad, quedando así las mujeres en inferioridad de condiciones que los hombres. Lamas entiende que: “La condena a la sexualidad sin fines reproductivos, que se articula con el rechazo al control natal y al uso de anticonceptivos, es formulada dentro de un planteamiento general que denuncia el alejamiento de las mujeres de su destino «natural»: ser madres”15.

Todo esto me lleva a pensar en Freud y uso de ejemplo el texto de “La feminidad”16 cuando aboga por una salida normal del complejo de Edipo para la mujer en términos de la salida a la maternidad. La reproducción, la maternidad, el hijo, en definitiva, el útero como el centro de interpretaciones acerca de lo que las mujeres son, desean, buscan y, por lo cual, también enferman. Este breve y recortado resumen de la historia de las mujeres en relación a su cuerpo y, más específicamente, a su útero, busca simplemente visibilizar que, en la noción de histeria hay más historia que dentro del propio psicoanálisis. Lo que me interesa recoger de este apartado es que si no revisamos la noción de histeria, poco podremos pensar en términos de perspectiva de género y deconstruir el psicoanálisis a partir de un trabajo interdisciplinario entre ambas perspectivas.

13 Camacaro, D. (2007). Cuerpo de Mujer: Territorio Delimitado por el Discurso Médico, en Comunidad y Salud, v.5, nº1, Maracay.
14 Federici, S. (2004). Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, Autonomedia, Madrid.
15 Lamas, Marta, “La violencia del sexismo”, en Adolfo Sánchez Vázquez (Ed.), El mundo de la violencia, México: Facultad de Filosofía y Letras. UNAM, Fondo de Cultura Económica, 1998. pp. 191-198. Disponible en http://ru.ffyl.unam.mx/bitstream/handle/10391/1875/14_EMV_ASV_1998_La-mas_Marta_191_19 8.pdf?sequence=1&isAllowed=y
16 Freud, Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis. Lección XXXIII – La feminidad, 1932, trad. Luis López Ballesteros y de Torres, Argentina, Editorial Losada, vol. 23.

Voy a aportar algunas nociones interesantes que se adscriben a la medicina del siglo XVI y XVII. Londa Schiebinger17 sostiene que en esa época se iniciaron dos importantes revalorizaciones en relación a las mujeres. Una es la que se relaciona con los órganos sexuales femeninos. Y otra, es la cuestión del papel de la mujer en la generación. A partir de las investigaciones de los anatomistas del siglo XVI y XVII la mujer es considerada perfecta en su sexualidad, especialmente en lo tocante a la gestación y reproducción. El útero es un instrumento perfecto para la realización de la tarea principal de las mujeres: la reproducción.

Si el androcentrismo puede ser definido como una forma de ver y organizar el mundo y las relaciones sociales centrada en el punto de vista masculino lo que conlleva a pensar a los varones como sujetos de referencia de toda la humanidad, “el hombre” como definición de lo universal; ¿no es acaso la histeria una noción de la psicopatología que recoge lo que el androcentrismo pregona? ¿Acaso la histeria no es una formulación que pretende ser una producción de conocimiento científico que muestra su reverso sexista, androcéntrico y discriminador de la mujer a lo largo de la historia? Poder ubicar la experiencia personal, singular, tan valorada dentro de la perspectiva psicoanalítica y asignarle un valor epistémico18 a las experiencias de las mujeres, y de quienes porten una experiencia en singular a ser pensada, es una búsqueda que el feminismo intenta realizar dado que la categoría de «experiencia» tiene un lugar fundamental. Mis argumentaciones siguen de cerca las ideas de Marcelo Viñar, cuando él dice: “Si bien los modelos culturales y teóricos marcan nuestra práctica personal, hay algo que hay que decidir adentro de uno y en soledad. Cada psicoanálisis, cada proceso terapéutico es singular, uno de los misterios del descubrimiento freudiano es que el psicoanálisis es una disciplina de lo singular, de la diversidad, de lo específico.”19

17 Schiebinger, L. (2004). ¿Tiene sexo la mente? Madrid: Cátedra.
18 Dice Paul B. Preciado: “El feminismo queer situó la transformación epistemológica como la condición de posibilidad de un cambio social. Se trataba de poner en cuestión la epistemología binaria y naturalizada afirmando frente a ella una multiplicidad irreductible de sexos, géneros y sexualidades.” (el destacado es del autor) “Carta de un hombre trans al antiguo régimen sexual” En Un apartamento en Urano, 2019, Argentina, Anagrama.
19 Viñar, M. (2015). El vértigo civilizatorio y la clínica actual, Revista de la Sociedad Argentina de Psicoanálisis, número 19, pág. 21.

Entiendo que el lenguaje de la ciencia no es neutral. La noción de histeria tiene un recorrido que excede al psicoanálisis como corpus teórico pero que, en vistas de los aportes actuales de otras disciplinas, debe ser puesta en revisión. Siguiendo a Lucía Ciccia, cuando en pocas palabras dice: “[…] el motor para traducir una jerarquía explicada por un principio metafísico (falta de calor en la “mujer”) en términos físicos (falta de pene) fue el capitalismo emergente” llegando a concluir que: “La verdadera ruptura con el régimen patriarcal es interpretar las categorías “hombre” y “mujer” como construcciones políticas que, a través de la historia, cambiaron su “esencia”, supuestamente inmutable, acorde al contexto socioeconómico”.20

Es posible, luego de este breve recorrido histórico de la noción de histeria, que encontremos un sesgo sexista en la teoría psicoanalítica en relación a la conservación de histeria en su estatuto psicopatológico. Marta González21 en una charla Tedx retoma la idea de que, en la ciencia, lo que se decide ignorar es tan importante como lo que se decide conocer. A la luz de los aportes de los estudios de género en un trabajo interdisciplinario podemos pensar un psicoanálisis más plural, lo que implica un psicoanálisis más abierto a identificar puntos ciegos que son provocados por una única perspectiva parcial dominante que sea la que domine el campo tanto teórico como clínico.

20 Ciccia, Lucía, «La dicotomía de los sexos puesta en jaque desde una perspectiva cerebral», en Memoria Académica, 2018.
21 Link a la charla: https://youtu.be/U9f_giDROv4

Una revisión crítica de la noción de histeria en psicoanálisis desde los estudios de género para realizar un “gesto de renuncia

Deconstruyamos un prejuicio que por ahí, querida amiga o querido amigo lector, estás teniendo al haber llegado hasta esta instancia de mi escrito. No por ser mujer soy feminista. No hay una continuidad entre el ser mujer y el feminismo. Sólo estoy proponiendo pensar, como psicoanalista que soy, que la noción de histeria está en vías de transformación y, en lo que atañe a nuestra disciplina, en nuevos modos de abordaje tanto teóricos como clínicos de estas presentaciones de afecciones cuyos mecanismos son de origen psicógeno. Deconstruyendo la noción de histeria devengo una analista distinta a la que fui. Advengo a pensar ahora también en perspectiva de género, en ubicar en los detalles los debates oportunos al tiempo histórico que me toca vivir porque en los detalles nos situamos los analistas.

Deconstruyamos otro prejuicio. Los varones también tienen género. Pero no lo ven, no lo piensan y no lo conciben, como yo tampoco concebía que era una mujer “blanca”, por tomar un ejemplo. Comparto una experiencia reveladora en este sentido. Michel Kimmel plantea que los varones viven como si no tuvieran género. Y ejemplifica dicha invisibilidad y su relación con la resistencia de los varones a transformar sus prácticas de género, a partir de una anécdota muy ilustrativa, sobre un encuentro entre una mujer blanca y una mujer negra. Ésta última pregunta: “Cuando te miras al espejo, ¿qué ves?”. “Veo una mujer”, responde la blanca. Es entonces cuando la mujer negra explica: “Ese es el problema, cuando yo me miro al espejo, veo una mujer negra. Para ti la raza es invisible, porque así funcionan los privilegios”. Kimmel ilustra con esto que los privilegiados no saben cómo o por qué lo son. Una de las características fundamentales de la masculinidad como estructura de poder es su invisibilidad como conjunto de normas, valores, expresiones, roles que definen lo que debe o no debe ser un varón en nuestra sociedad. La masculinidad es notoria cuando aparece en un cuerpo que no es el del varón blanco, heterosexual, de clase media.

El trabajo interdisciplinario busca la deconstrucción de pensamientos que se han vuelto prejuiciosos, inoperantes, y los cuestiona de forma crítica dado que se propone un trabajo donde el lenguaje se vuelve más poroso, más problemático y muestra en cada lectura un reverso de opacidad que exige una convivencia en tensión permanente. Entonces, vuelvo al tema de mi trabajo y lanzo la pregunta: ¿cómo utilizar la noción de neurosis para capturar lo que en la histeria se presenta sin tocar al útero como órgano responsable de la sintomatología? Y sigo, ¿por qué desligarlo al útero de las responsabilidades que ya los griegos le adjudicaban? Primero, porque descolonizar los prejuicios de género que están alojados en el lenguaje psicoanalítico que usamos sería una vía para conseguir una ciencia psicoanalítica aún menos prejuiciosa de la actual. Segundo, porque nos encontramos con colegas a pensar en temáticas de género una y otra vez, y decimos que tenemos que revisar conceptos. Ahí lanzada la propuesta. Y, tercero, porque la interdisciplina no se trata de leer otras disciplinas simplemente o de transformar la propia a imagen de la disciplina leída. Se trata de dejarnos atravesar en los horizontes oscuros que la propia disciplina tiene, de interpelarnos donde el mismo psicoanálisis no puede hacerlo y, con ello, realizar un “gesto de renuncia” para lograr transformaciones al interior de la propia disciplina que auguren movimientos que mejor se acerquen a la clínica actual, con los padecimientos actuales y con los pacientes que hoy en día tenemos. Nietzsche decía que:

Con todo, creo que al presente estamos ya curados de aquella ridícula inmodestia que sentenciaba que únicamente dentro de nuestro ángulo óptico era lícito trazar perspectivas. Por el contrario, el mundo se ha vuelto por segunda vez infinito para nosotros, por cuanto no podemos refutar la posibilidad de que sea susceptible de interpretaciones infinitas.22

22 Nietzsche, La gaya ciencia, Madrid, Sarpe, 1984, aforismo 343.

Un mundo infinito y una experiencia humana infinita. Con estas ideas se puede pensar que, siendo eliminada la hipótesis de la existencia de un fundamento último siguiendo las líneas de Nietzsche, el mundo es entonces posible de ser concebido como voluntades de poder. Esto implica que, para pensar, se tiene que tener presente que se está dentro de una perspectiva y de una interpretación histórica para acceder al conocimiento. La interdisciplina es, también, un “gesto de renuncia” a la verdad pretendida como fundamento último para dar lugar a pensar la verdad —o las verdades— que Nietzsche define como:

Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropo-morfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal.23

23 Nietzsche, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, trad. Alfredo Tzveibel, Buenos Aires, Miluno editorial, 2012, pág. 25.

Revisar el propio saber, pluralizar la idea de verdad e incluir la idea de verdades, es un ejercicio constante para permanecer abiertos a las coordenadas que cada paciente definirá y redefinirá en su análisis. Las verdades están siempre en movimiento, podamos acompañarlas en esos movimientos o no. Por eso, la idea de “gesto de renuncia” tiene como interés expresar lo difícil pero necesario que es, para la apertura al conocimiento y al saber, renunciar una y otra vez a las certezas establecidas de una vez y para siempre. La histeria nos acompañó en nuestros inicios y fue una noción psicopatológica fundacional. Creo que hoy en día podemos retomar la noción de neurosis y, desde allí, redefinir coordenadas de la psicopatología que nos permitan pensar sin prejuicio de género. Si el origen es psicógeno, ¿por qué seguir nombrando determinadas afecciones como un órgano del cuerpo? ¿Por qué no desplazar el conocimiento clínico al lenguaje llevándolo al terreno de la neurosis de conversión? Destaco algunos puntos a considerar. Neurosis es la: «afección psicógena cuyos síntomas son la expresión simbólica de un conflicto psíquico que tiene sus raíces en la historia infantil del sujeto y constituyen compromisos entre el deseo y la defensa».24

En este punto pienso que podrían abrirse una controversia importante sobre la diferencia entre neurosis25 e histeria, sobre lo simbólico del uso de esta noción para describir psicopatología, sobre que no es exclusivo de las mujeres sino que el mismo Freud hablaba de histeria en los hombres, etcéteras. Quiero volver a decir algo que creo fue dicho anteriormente con otras palabras: no estoy deconstruyendo la psicopatología sino que simplemente estoy pensando que es androcéntrica en su construcción de esta noción en particular. Y que, si el psicoanálisis quiere dejarse atravesar por la perspectiva de género, tiene éste y otros trabajos por hacer. Reformular la noción de histeria puede hacer entrar a las problemáticas psicógenas con otra escucha y acallar al útero que tantas interpretaciones ya ha tenido a lo largo de nuestra historia. El cuerpo de las mujeres, como todos los cuerpos, está atravesado por lo que Paul B. Preciado llama paradigmas científicos y políticos que consiguen que cada sujeto acabe generando una ficción de sí mismo cuya fuerza tiene solidez somática, es decir, que se acaban inscribiendo en el cuerpo y acaban tomando la forma de la subjetividad.

24 Laplanche & Pontalis, bajo la dirección de Daniel Lagache, 6f reimp., Buenos Aires, Paidós, 2004, pág. 236.
25 Entiendo que no está demás aclarar que no son intercambiables dos términos neurosis e histeria, por ejemplo, en lo tocante a la temática de la castración. Si bien excede la búsqueda de este escrito, no quisiera dejar de mencionar que no desconozco que dentro de esta discusión también debería incluirse dicha temática, como algunas otras más. En cuanto a la castración me interesa más recorrer este punto en términos ontológicos, siguiendo las líneas de Silvia Bleichmar, que en términos de una lógica binaria de fálico-castrado. Pero esta discusión da para otro escrito.

Willy Baranger decía que: “En nuestro campo la neurosis es inseparable de una idea de la neurosis” Su idea concebía desde tres vértices el análisis de esta formulación, uno de los vértices tomaba la idea de la neurosis como un producto cultural:

[…] inclusive como el término de un proceso de elaboración intelectual operado por la investigación psiquiátrica y aún psicoanalítica. Esto vale no sólo para el psicopatólogo, sino para el paciente mismo y las personas vinculadas con él. Se trata de un condicionamiento dialéctico entre la idea de la neurosis y la forma que ésta reviste. La observación del paciente contribuye a la elaboración de la idea del psicopatólogo, y ésta a su vez modela en parte la neurosis misma. Pensemos en las histéricas de Charcot. O pensemos en algunos de nuestros analizandos y en los esfuerzos que realizan a veces para confirmar nuestras expectativas teóricas26.

En nuestro campo, también, la histeria es inseparable de una idea de la histeria.

26 Baranger, W., De la necesaria imprecisión en la nosografía psicoanalítica. Revista de Psicoanálisis. Vol 1, 1992, pp. 6-7.

El estatuto epistémico que atraviesa al psicoanálisis

Comienzo con una cita de Fox Keller: “El supuesto tan extendido de que un estudio sobre género y ciencia sólo podría ser un estudio sobre las mujeres todavía me deja atónita: “si las mujeres se hacen, más que nacen, sin duda alguna lo mismo les ocurre a los hombres. Y también a la ciencia.”27 Tanto el género como la ciencia son construidos socialmente. La perspectiva de los estudios de género que abordo en este trabajo busca mostrar que el conocimiento científico no es objetivo, neutro o universal. Resalto la necesidad de considerar el contexto social, histórico, político, cultural y de género, haciendo énfasis en la posibilidad de construir una ciencia menos jerárquica, con nuevos y numerosos temas de investigación, que reconozca y permita la diversidad de formas de pensamiento y que tenga en cuenta tanto la subjetividad de quienes investigamos, teorizamos y atendemos en la clínica psicoanalítica como la subjetividad de cada uno de los pacientes que acuden a nuestros consultorios.

27 Fox Keller, Evelyn, Reflexiones sobre ciencia y género, Valencia, Ediciones Alfons el Magnànim, 1989, pág. 11.

Rancière habla de “pensar entre disciplinas”28 postulando que el planteamiento interdisciplinario tiene como función crear un espacio sin frontera de conocimiento lo cual supone además un espacio de igualdad en relación al conocimiento (y en la relación entre saber e ignorancia) Esto implicaría, en este “gesto de renuncia” que postulé al comienzo del escrito, un espacio donde psicoanálisis y otras disciplinas dialoguen en los bordes, se exploren en esos límites y que, a su vez, éstos no operen como fronteras delimitadas y cerradas sino en una apertura siempre existente y siempre permeable a lo que otros campos del saber puedan decir, cuestionar e interrogar.

28 Rancière, J. (2008). Pensar entre disciplinas: una estética del conocimiento, trad. Alejandro Arozamena, en Brumaria Prácticas artísticas, estéticas y políticas, Documento 268.

Cuenta la historia que el Rey de Francia tenía un gusto particular por presenciar partos. Por eso, cuando su esposa, María Teresa de Austria, estuvo a punto de dar a luz, el Rey ordenó que lo hiciera acostada. Esto, básicamente, le daba una mejor perspectiva para mirar el parto. Claro que él no sabía que dar a luz acostadas provoca a las mujeres mayor dolor, retrasa las contracciones y alarga el trabajo de parto. Esta práctica llegó hasta nuestros días.

Cuenta otra historia que el feminismo llamado de la segunda ola norteamericano dio origen a un movimiento que se llamó “The women’s Health Movement” Un día, en un taller en Boston, 12 mujeres de entre 23 y 29 años se congregaron para compartir y discutir las experiencias personales que habían tenido con los médicos y las instituciones médicas. Los relatos compartidos tuvieron como denominadores comunes la infantilización de las pacientes, una actitud de condescendencia por parte de los médicos, una cantidad de prácticas que podían ser consideradas abusivas o violentas y la dificultad de acceso a la información sobre sus propios cuerpos y su salud. Las mujeres comenzaban a moverse, buscarse y encontrarse, para poder pensarse desde una perspectiva que hasta entonces no había sido posible. ¿Por qué comienzan haciéndolo en grupos conformados solamente de mujeres? ¿Por qué llegan a conclusiones e ideas diferentes de las que se tenían sobre sus cuerpos? Por un aspecto que Miranda Fricker define como “autoridad epistémica29. La autoridad epistémica es un concepto a través del cual se expresa la carga de aceptación que se le adjudica a un agente o grupo social en lo referido al valor de verdad de sus enunciados. Lo que nos muestra Fricker es que no valoramos las virtudes epistémicas intrínsecas de los enunciados que estudiamos, no juzgamos la autoridad epistémica de personas o grupos sólo en base a si los enunciados que expresan son factibles, verificables o adecuados. Por el contrario, en esa valoración se filtran actores extraepistémicos que actúan bajo la forma de sesgos inconscientes. Fricker sostiene que se cometen actos de injusticia epistémica cuando se causa un daño a alguien en su condición específica de sujeto de conocimiento y, por tanto, en una capacidad esencial para la dignidad humana. ¿Es la experiencia individual posible de ser pensada como portadora de una episteme individual que es acallada por ejercicios de poder y control que se posan sobre ella? Fricker habla de justicia e injusticia “epistémica” dado que es un tipo de injusticia cometida contra una persona como sujeto de conocimiento. ¿Quiénes son y quiénes no son sujetos de conocimiento para el psicoanálisis?

29 Fricker, M. (2017). Injusticia epistémica. El poder y la ética del conocimiento, Barcelona, Herder.

Entender quiénes son los sujetos de conocimiento, definirlos y darles voz a sus experiencias, es un modo de comprender en dónde se posiciona la ciencia del psicoanálisis. Porque si la epistemología es la rama de la filosofía que estudia el conocimiento; si estudia los principios, métodos y fundamentos del conocimiento humano y, el conocimiento que porta el psicoanálisis es de su casuística clínica, o sea, de cada paciente en singular, cuya experiencia es portadora de una verdad que se construye con el analista, la ciencia del psicoanálisis no puede pretender objetividad, neutralidad y saber totalizador porque entonces iría en contra de sus principios clínicos. Y, al verse motivada a teorizar principios clínicos comunes entre pacientes, no puede juzgar con nomenclaturas prejuiciosas, sexistas, normalizadoras a quienes en su condición de verdad personal contradigan dichos principios. Y no puede porque su misma episteme no le permite pero tampoco porque sus límites éticos no deberían autorizarlo. ¿Es ético, acaso, hablar de anormalidad? ¿Es ético patologizar las búsquedas del deseo? ¿Es ético nominar con el cuerpo problemáticas psicógenas? Y, ¿es ético utilizar al útero para demonizar a las mujeres? Al no haber sido las mujeres sujeto de conocimiento por muchos años, se les fue otorgado el lugar de escucha del padecer pero no el lugar de escucha del saber. De aquí en más, la histeria ha seguido siendo un diagnóstico posible.

Atravieso en este punto con una formulación a la que llega Pablo Farneda en relación a lo femenino como lugar de reivindicación histórica donde se pone en juego la primera persona del singular usándola como estrategia política y epistémica: “De la pretendida universalidad de las epistemes que hablan “sobre”, a la torsión escritural que pone en juego la singularidad de un cuerpo, esa ha sido y es una operación de deconstrucción en los discursos y saberes actuales que las epistemologías y teorías feministas han puesto en marcha”30.

30 Farneda, P. (2018). Lo femenino. Potencias de desclasificación, XL Simposio Anual de APdeBA, Lo femenino, http://simposioapdebalofeme-nino.blogspot.com/2018/08/

No puedo concluir sino simplemente mostrar por dónde seguir. No puedo menos que disculparme por todos los pensadores que han escritos sobre temas que atraviesan mi escrito y no los he citado. Se piensa con la época, se escribe haciendo recortes necesarios para poder deslizar en papel (que es finito) algo que es del orden del pensamiento (que es infinito). La interdisciplina es un modo de lectura, de pensamiento, de uso de las teorías y las categorías para trabajar. Es un ejercicio constante estar en tensión permanente y en revisión crítica constructiva de la propia disciplina de trabajo. La histeria sirvió para visibilizar dos cuestiones. La primera es el modo que propongo de trabajo en interdisciplina a través del “gesto de renuncia”. La segunda es para mostrar cómo, a través de las épocas, se filtran modos de pensamiento que al usar corrientemente no detectamos lo que ellos mismos detentan. Los estudios de género están corriendo velos pero muchos permanecen aún hoy en día. Entiendo que el psicoanálisis no sólo no puede estar ajeno a los mismos sino que debe dejarse atravesar por ellos para (re)pensarse. Porque la clínica está siempre viva, pero la teoría puede por momentos no estarlo. Seguir abriendo caminos es saber que nunca se concluye sino que simplemente un escrito termina para descansar… y continuar en el escrito que sigue y que nunca detiene su devenir.

ᴪ ᴪ ᴪ

Resumen: el presente escrito pretende ser una reflexión crítica de la noción psicoanalítica de histeria a la luz de los aportes de los estudios de género para visibilizar cómo, a partir de un entrelazamiento interdisciplinario desde la noción que la autora propone de “gesto de renuncia”, distintas perspectivas pueden cooperar en deconstruir categorías del psicoanálisis que conlleven a ampliar los horizontes de abordaje tanto teóricos y clínicos. El objetivo es realizar un trabajo interdisciplinario con el fin de buscar una ciencia psicoanalítica que piense a partir de lógicas complejas y más comprometida con los movimientos socio-histó-rico-políticos y de género de la actualidad.

Descriptores: Interdisciplina, Histeria, Género, Psicoanálisis, Epistemología.

Um trabalho interdisciplinar para (re) pensar a noção de histeria na psicanálise

Resumo: este texto pretende ser uma reflexão crítica da noção psicanalítica de histeria à luz das contribuições dos estudos de gênero. Torna visível como, a partir de um entrelaçamento interdisciplinar a partir da noção que o autor propõe de » gesto de renúncia», diferentes perspectivas podem cooperar na desconstrução de categorias psicanalíticas ampliando os horizontes tanto da abordagem teórica quanto da clínica. O objetivo é realizar um trabalho interdisciplinar em busca de uma ciência psicanalítica que pense a partir de lógicas complexas e esteja mais comprometida com os atuais movimentos sócio-histórico-políticos e de gênero.

Descritores: Interdisciplina, Histeria, Genero, Psicanálise, Epistemologia.

An interdisciplinary work to (re) think the notion of hysteria in psychoanalysis

Abstract: this writing aims to be a critical reflection of the psychoanalytic notion of hysteria in light of the contributions of gender studies. It makes visible how, from an interdisciplinary intertwining from the notion that the author proposes of » renunciation gesture», different perspectives can cooperate in deconstructing psychoanalytic categories broadening the horizons of both theoretical and clinical approach. The objective is to carry out an interdisciplinary work in order to seek a psychoanalytic science that thinks from complex logics and is more committed to the current socio-historical-political and gender movements.

Descriptors: Interdiscipline, Hysteria, Gender, Psychoanalytic, Epistemology.

Referencias

Baranger, W. (1992). De la necesaria imprecisión en la nosografía psicoanalítica. Revista de Psicoanálisis, 1(internacional), 83-97.
Blázquez Graf, N. (2008). Los conocimientos de las brujas. En El retorno de las brujas. Incorporación, aportaciones y críticas de las mujeres a la ciencia. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades.
Camacaro, D. (2007). Cuerpo de Mujer: Territorio Delimitado por el Discurso Médico. Comunidad y Salud, 5(1).
Ciccia, L. (2018). La dicotomía de los sexos puesta en jaque desde una perspectiva cerebral. Memoria Académica.
Derrida, J. (1998). Políticas de la amistad. Madrid: Trotta.
Díaz, V. (2019). Los procesos de subjetivación en las adolescencias desde una perspectiva psicoanalítica: una invitación para pensarlos a través de “en(tre)crucijadas””. Tesis de maestría de Estudios Interdisciplinarios de la Subjetividad. Facultad de Filosofía y Letras-UBA.
Federici, S. (2004). Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Madrid: Autonomedia.
Fox Keller, E. (1989). Reflexiones sobre ciencia y género, Valencia: Alfons el Magnànim.
Freud, S. (1932). Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis. Lección XXXIII – La feminidad, 1932. En Luis López Ballesteros y de Torres (trad.), (vol. 23), Buenos Aires: Losada.
Fricker, M. (2017). Injusticia epistémica. El poder y la ética del conocimiento. Barcelona: Herder.
Farneda, P. (2018). Lo femenino. Potencias de desclasificación. Em XL Simposio Anual de APdeBA, Lo femenino, http://simposioapdebalofeme-nino.blogspot.com/2018/08/
Grüner, E. (2014). El psicoanálisis y sus “otros”… de lo mismo. En Calibán, 12(2).
Maffía, D. Contra las dicotomías. Feminismo y epistemología crítica. Disponible en: http://dianamaffia.com.ar/archivos/Contra-las-dicotom%C3%ADas.-Fe-minismo-y-epistemolog %C3%ADa-cr%C3%ADtica.pdf
Lamas, M. (1998). La violencia del sexismo. En Adolfo Sánchez Vázquez (Ed.), El mundo de la violencia. México: UNAM, Fondo de Cultura Económica.
Laplanche, J. & Pontalis, J. (2004). El género, el sexo, lo sexual (6ª reimp.). Daniel. Lagache. Buenos Aires: Paidós.
Nietzsche, F. (1984). La gaya ciencia. Madrid: Sarpe.
__. (2012). Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Buenos Aires: Miluno.
Preciado, P. (2019). Carta de un hombre trans al antiguo régimen sexual. En Un apartamento en Urano. Buenos Aires: Anagrama.
Platón (1872). Diálogos. Timeo. En Patricio de Azcárate (ed.), Obras completas, (vol. 6). Madrid: Losada.
Puget, J. (2018). Habitar espacios en el hoy o en un para siempre. Psicoanálisis, 40(1/2).
Rancière, J. (2008). Pensar entre disciplinas: una estética del conocimiento. Brumaria Prácticas artísticas, estéticas y políticas, Documento 268.
Schiebinger, L. (2004). ¿Tiene sexo la mente? Madrid: Cátedra.
Viñar, M. (2015). El vértigo civilizatorio y la clínica actual. Revista de la Sociedad Argentina de Psicoanálisis, 19.