2022: Inconsciente, esencialmente humano - Vol XLIV nº 1

Marta Bergagna: Médica psicoanalista. Miembro titular con Función Didáctica (APdeBA-IUSAM). Magister en Familia y Pareja (IUSAM). Directora de la Especialización en Psicoanálisis (IUSAM)

…contemporáneo es aquel que mantiene la mirada fija en su tiempo, para percibir no sus luces, sino sus sombras. Todos los tiempos son, para quien experimenta su contemporaneidad, oscuros. Contemporáneo es quien sabe ver esa sombra, quien está en condiciones de escribir humedeciendo la pluma en la tiniebla del presente.

Giorgio Agamben

Hace ya muchos años que el psicoanálisis amplió su espacio terapéutico desde la singularidad a la reunión de dos o más individuos y ofreció así un marco para las relaciones que los sujetos establecen con otro u otros; relaciones necesarias, vitales y también atravesadas por sufrimiento psíquico.

Los tratamientos de grupos, de familias y de parejas se sumaron al campo de los análisis individuales y dieron lugar a nuevas conceptualizaciones que con el tiempo conformaron un nuevo cuerpo teórico que conocemos como lo vincular y en el que Isidoro Berenstein y Janine Puget tuvieron un lugar destacado.

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La noción de vínculo —término del que deriva lo vincular— necesariamente se destacó en el nuevo campo y fue sufriendo transformaciones. En los comienzos reflejaba el interés de los trabajos clínicos por las relaciones entre los sujetos y nombraba las relaciones entre las personas por fuera del parentesco y de otros espacios de pertenencia. Nuevas observaciones fueron cambiando las caracterizaciones de las configuraciones vinculares y fueron iluminando zonas oscuras y planteando otros interrogantes.

La introducción del concepto de presencia, de presentación —creación conjunta de Berenstein y Puget— produjo un verdadero corte epistemológico. El concepto se despegaba del sistema de representación que había construido Freud. La representación vuelve muy difícil el acceso al otro en tanto sujeto. Se accede a un objeto. Lo propiamente otro, lo ajeno, desaparece.

Luego surgió la función subjetivante del vínculo. Los encuentros entre los sujetos ofrecen algo que no estaba antes en ninguno de ellos; los sujetos se constituyen a partir del encuentro, de ese espacio-tiempo – entre – dado por ese encuentro vincular. El encuentro con otro/s entonces, inicia un proceso de subjetivación propio de ese vínculo donde lo pasado se encontrará con lo actual y el adentro con el afuera. Con esta idea de un sujeto que se constituye a partir de un vínculo Berenstein y Puget introdujeron una perspectiva que los distinguía de otros psicoanalistas como Bion, Pichón Riviére, Winnicott, los intersubjetivistas y algunos psicoanalistas que trabajaban con familias y parejas.

Para Puget lo vincular fue hacer con los vínculos, trabajar con ellos. Señalaba que estar entre otros impone hacer algo con esa alteración que las presencias producen. Ese hacer es imprevisible, siempre está por venir, es un devenir, aunque los encuentros con esos otros hayan existido muchas veces en el antes. Y en ese hacer se produce subjetividad; es el vínculo el creador de subjetividad, no es que las subjetividades se vinculan. “Cada vínculo…crea sus propios sujetos”1. Los vínculos se habitan y ofrecen pertenencia.

Puget presentó esta propuesta teórica como una suplementación que ampliaba la potencia explicativa de la teoría clásica que resalta la historia infantil, la identificación y el determinismo. Los encuentros entre los sujetos hacen lugar a la sorpresa, al azar, a la incertidumbre.

1 Puget, Subjetivación discontinua y psicoanálisis, p. 23.

Se había interesado muy tempranamente por construir hipótesis que le permitieran armar otro modelo de psiquismo en el cual la realidad externa y el otro y el conjunto —lo social— mostraran características diferentes a las que le asignaban las teorías dominantes en el campo psicoanalítico. Ella pensaba que el psicoanálisis debía ampliar su base de sustentación y dar cabida a nuevas ideas, aunque esto llevara a reformular algunos conceptos que tenían un lugar central en la teoría psicoanalítica como los de narcisismo e inconsciente, trauma y transferencia, para citar algunos.

El lenguaje que Puget usó en sus textos y presentaciones distingue su marco teórico y es posible descubrir sus lecturas y sus interlocutores: novedad, ajenidad, alteridad, diferencia radical, incertidumbre, acontecimiento, lo común. El espacio social y el lugar que este campo ocupa en la conformación de la subjetividad.

Discontinuidades. Lógicas heterólogas

“El presente no pudo ser pensado en un ayer; está hecho de otro material, ofrece nuevos derroteros: facetas propias según las cuales se instala una discontinuidad entre presente y pasado” (Puget, 2015, p. 9)

En esta frase Puget ponía énfasis en la importancia de lo actual, de la situación, del presente. El antes ya pasó, ya no está. No se trata de descartarlo sino de que deje lugar al hoy. En alguna de sus presentaciones sostuvo que el psicoanálisis descubrió la importancia del pasado, nos enseñó a descubrirlo y a considerarlo mientras que las teorías que ofrece la vincularidad ilustran el valor del presente.

La relación entre ese pasado y este presente es concebida como una discontinuidad. La discontinuidad es una noción con la que ella pensaba una diversidad de situaciones del mundo social y de la clínica psicoanalítica. Y enfatizaba la importancia de sostenerla.

La temporalidad exhibe discontinuidades. Se producen rupturas en la linealidad del tiempo cronológico y tendemos a suturar las brechas para buscar continuidad. En el tiempo de Cronos, el pasado, el presente y el futuro se hilvanan y sugieren determinación y pasaje de uno a otro. Es el tiempo que prevalece en la teoría clásica.

Puget incorpora otras temporalidades además de la de Cronos; la de la oportunidad del Kairós y la del instante del Aión que producen desconcierto.

La discontinuidad pone el acento en algo distinto. Marca ruptura, pero sobre todo advierte que hay diferencias entre pasado y presente. “El presente está hecho de otro material2”. De manera que, no parece posible pensarlo con los mismos conceptos con los que se piensa el pasado. En uno hay efectos de presencia y en el pasado nos remitimos a los efectos de ausencia. Presentación y representación, novedad radical e identificación, vínculo y relación de objeto son cualidades de uno y de otro.

2 Puget, comunicación personal.

La vincularidad aporta un modelo más complejo que el que ofrece el modelo de aparato psíquico individual, el modelo clásico creado por Freud y desarrollado con aportes de numerosos autores. Puget introdujo la idea de lógicas heterólogas para caracterizar el funcionamiento de estos modelos, las lógicas del Uno y del Dos. No hay articulación posible entre ellas puesto que las articulaciones inducen semejanzas y aquí se parte de las diferencias. Hay discontinuidades entre ellas. Las discontinuidades se transitan a través de puentes que permiten intercambios entre los territorios —si pensamos en un modelo espacial—.

En el Uno se privilegia la representación, lo acontecido, el pasado, la historia, la ausencia, todas aproximaciones con las que se busca aprehender esa referencia a lo ya vivido, a lo que sabemos que nunca vuelve como tal sino a través de una copia, una reproducción, ya que el original se perdió para siempre. Se accede a nuevas versiones —siempre distorsionadas— de aquello que fue y ya no está, de aquello que alguna vez estuvo y así se activan los movimientos pulsionales y las identificaciones; las relaciones se establecen con otro que tiene las características de sujeto-objeto.

En el Dos se impone la presencia, la presentación con su condición de imprevisibilidad, de novedad, de alteridad mutua. Presente en el que conviven la estructura representacional y lo presentacional con su cuota de desconocimiento, de diferencia. La diferencia no es binaria sino múltiple. El Dos es el territorio en el que asienta el vínculo, la relación entre-dos. El mundo de la complejidad, de la historia y el devenir.

La propuesta de lógicas heterólogas es una transformación de aquella idea que pensaran con Leonardo Wender en 1982 — los mundos superpuestos— cuando se interrogaron por la curiosidad que sentían como analistas por los comentarios que sus pacientes —analistas en formación— hacían en sesión sobre conflictos institucionales. La teoría con la que trabajaban entonces —centrada en el mundo interno representacional— no hacía lugar a ese interés por el mundo social compartido con sus pacientes y sólo cabía considerarlo como un desliz de la técnica analítica porque el relato interfería con la atención flotante que requería el método. Ellos hicieron lugar a esa curiosidad y descubrieron que estaban muy implicados en esos relatos que la teoría no autorizaba. Hubo que encontrar otras hipótesis que les permitieran incluir ese interés y sumar a su condición de terapeutas la de analistas formando parte de una realidad actual.

La teoría vincular fue incorporando otros conceptos: la incertidumbre, lo social, el azar, lo desconocido, lo imprevisto, lo imprevisible, la diferencia, el espacio “entre”.

…lo inesperado de cada encuentro se diferencia de los encuentros concebidos en términos deterministas, sostenidos por movimientos identificatorios y por la activación de la historia de cada sujeto. Si bien no descarto esta propuesta le superpongo una constitución subjetiva que no depende del pasado sino tan solo de lo sorpresivo inherente a cada encuentro, que no tendría una historia previa. (Puget, 2015, p. 20)

En el universo vincular las relaciones proporcionan experiencias que no son reiteración de lo ya vivido, del pasado; en los encuentros con otros se resalta lo nuevo por sobre lo conocido, se trata de pensar en un hacer diario que cuestiona lo ya conocido. La subjetividad se va constituyendo en dos “territorios” diferentes, con lógicas diferenciadas. En uno de estos territorios el otro se va conformando en base a procesos identificatorios y en el otro —el correspondiente a lo vincular— ingresan la ajenidad, la alteridad, la diferencia radical y otras nociones que he citado antes.

La lógica que atañe a la noción de vínculo resalta la idea de espacio entre los sujetos que se amplía con el intercambio. El entre – dos se configura como un espacio potencial que se amplía a medida que se multiplican los encuentros.

Entonces en el mundo del Dos conviven las dos lógicas en forma superpuesta, convivencia que es discontinua y no armoniosa. En esta lógica la producción es conjunta y esta producción modifica a los sujetos que producen. Aquí el re-encuentro y el encuentro coexisten, no se excluyen, sino que se alternan.

Otra discontinuidad se advierte entre representación, presentación e impresencia: el cuerpo y el habla son dos categorías con las que Puget examina estas diferencias, ambas se imponen en la presentación.

En la presentación el otro adquiere cuerpo —no es sólo parte del mundo interno del sujeto— y es autor de su discurso, es pensado más allá de las cualidades con las que lo reviste el sujeto y tiene existencia más allá del sujeto.

La impresencia es lo no presentable ni representable. Lo que acompaña una situación, un relato sin tener entidad perceptible. No es aprehensible ni puede ser transmitido con palabras, pero tiene existencia. Son múltiples los elementos fragmentarios y dispersos que interfieren o impactan en nosotros sin que podamos distinguirlos, lo que nos modifica sin que acertemos a darnos cuenta. Compartía este concepto con Julio Moreno.

Estas ideas señalan la complejidad de una situación clínica en la que confluyen presencia, impresencia, no-presencia “me fui no sé a dónde” “está conmigo, pero es como si no estuviera, no me escucha”. Las muertes de los otros son no presencias, otros que están presentes en los relatos, pero ya no hay producción sino reproducción, representación.

Otra discontinuidad se observa entre lo esperado y lo imprevisible: lo anhelado muchas veces no se consigue y eso tiene efectos en los sujetos que son bien conocidos. El reproche, la queja, las discusiones son maneras de expresar la desilusión por lo que no aparece o dista mucho de lo esperado.

La discontinuidad entre espacios: habitamos diferentes espacios y nuestras pertenencias nos muestran las singularidades que mostramos en cada uno de ellos. No somos los mismos en distintos espacios institucionales y vemos diferencias en nosotros mismos de acuerdo con los grupos de amigos con los que compartimos nuestra vida. La subjetividad con su cualidad de múltiple explica estas vivencias que motivan reproches “te propuse lo mismo y me dijiste que no” o sorpresas “he sido muy responsable y dedicada en este curso, me sorprende porque no me venía pasando”.

De las nociones de discontinuidad y de lógicas heterólogas se desprende la complejidad de la subjetividad y nos permite reflexionar sobre las concepciones tradicionales y revisarlas. La tarea de pensar y conocer al otro cambia con los aportes de lo vincular y por lo tanto modifica no sólo la teoría sino también la técnica analítica.

Las discontinuidades y las lógicas heterólogas son dos conceptos que se prestan para pensar la actualidad. La coexistencia de lógicas que no se articulan, que implican ruptura y discontinuidad. La distinción entre pasado y presente, entre representación y presentación, entre ausencia y presencia, ofrece un campo de trabajo más diverso y complejo.

Janine Puget tuvo un pensamiento rizomático y dinámico, siempre en proceso. Habitó el campo de lo vincular y desde allí pensó el psicoanálisis; pensó con el psicoanálisis y para el psicoanálisis. Algunas ideas la obligaron a revisar conceptos tradicionales y generaron controversia, pero esto no la ubica por fuera del campo.

Sus contribuciones muestran el interés que tuvo por pensar la tarea clínica y también diferentes temas no clínicos; trabajó en los bordes junto con pensadores de otros campos con los que compartió intereses y ese navegar por otras aguas, menos convencionales, iluminó la tarea que fue realizando. La curiosidad fue un rasgo que la caracterizó como así también su disposición al debate de ideas.

Nos queda su legado.

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Resumen: Janine Puget pensaba que lo vincular era hacer con los vínculos, trabajar con ellos. Un hacer productor de subjetividad. La presencia de otros es imprevisible, siempre está por venir; es un devenir.
Puget presentó y defendió sus propuestas teóricas como una suplementación de las teorías más clásicas, con un lenguaje propio y a la vez fundante de lo vincular. Presencia, devenir, incertidumbre, insuficiencia,
En el escrito se describen y comentan las discontinuidades y las lógicas heterólogas dos ideas que ilustran su pensamiento.

Descriptores: Vínculo, Subjetivación, Devenir, Lógica, Subjetividad.

Referencias

Berenstein, I. & Puget, J. (1997). Lo vincular. Clínica y técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Paidós.
Puget, J. (1990). Entrevista a Janine Puget. Psicoanálisis, 13(2).
—(2010): Linealidad y discontinuidades. El poder y las relaciones de poder. Revista de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, 25(2). . (2015): Subjetivación discontinua y psicoanálisis. Incertidumbres y certezas. Buenos Aires: Lugar.
—(2018). Habitar espacios en el hoy, o en un para siempre. Psicoanálisis, 40(1/2).