2022: Inconsciente, esencialmente humano - Vol XLIV nº 1

Ignacia Moreno: Psicóloga Clínica de la Universidad Diego Portales – Chile. Magíster en Estudios Psicoanalíticos Tavistock and Portman, Londres. Diplomado en Pensamiento Contemporáneo, Especialidad Género y Sexualidad, Universidad Diego Portales – Chile. Actualmente dedicada a la atención de pacientes en consulta particular.

Valentina Chavarri: Psicóloga Clínica Pontificia Universidad Católica – Chile. Magíster en Estudios Psicoanalíticos Tavistock and Portman, Londres. Diploma curso Límites y Constitución Psíquica APCH – Chile. Fundadora de Maternar. Trabajando en Clínica Perinatal en el sector privado.

A partir de la crisis sanitaria que nos encontramos viviendo a nivel mundial, a propósito del COVID-19, es que nos preguntamos acerca del quehacer clínico situado desde una perspectiva psicoanalítica. En particular, investigamos aspectos técnicos y los desafíos que la pandemia ha traído en tanto se vuelve relevante detenernos a pensar sobre un nuevo encuadre para sostener el espacio y el trabajo de la consulta en un espacio otro; un espacio virtual.

A lo largo de este trabajo, nos interesa problematizar acerca del método de observación de bebés creado por Esther Bick en el contexto sanitario actual. Esto, en tanto la observación de bebés es pensada como fundamental para el trabajo psicoanalítico y el desarrollo de la capacidad analítica (Segal, comunicación personal, 10 de noviembre de 2020), como también para la identidad analítica (Lisondo, 2012)1.

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1 En dicho texto se hace hincapié en cómo la observación de bebés posibilita que el analista, a través de la experiencia emocional, aprenda a percibir y contener los estados mentales primitivos del bebé, la de los padres y los suyos propios, lo cual le permitirá a su vez, estar atentos a la de sus pacientes.

Nos preguntamos cómo ha sido posible sostener (o no) experiencias de observación infantil y bajo qué condiciones; qué de peculiar tiene esta experiencia de observación tanto para el observador como para el bebé y la familia; y si acaso la experiencia de observación virtual puede ser pensada como una adaptación a una situación de emergencia particular o más bien, una alternativa para incorporar dentro del método.

La propuesta consiste en la realización de cuatro entrevistas individuales de manera virtual a profesionales referentes en el trabajo con el método de observación como instancia de formación. Dichas entrevistadas fueron: Barbara Segal (Reino Unido), Hilda Botero (Colombia), Silvia Neborak (Argentina) y Alicia Dorado de Lisondo (Brasil).

Por medio de este texto, se intentará generar un diálogo de esos encuentros teniendo como objetivo no sólo problematizar el método en el contexto actual, sino también intentar dejar registro de esos encuentros entretejiendo las distintas voces en un continuo. Se pretende visibilizar, por una parte, lo transversal de la identidad del método y por otra, las particularidades y diferencias en su hacer(lo) y pensar(lo) propio.

¿Qué es el método y en qué consiste?

Para poder problematizar el método de observación de bebés en el contexto sanitario actual, es necesario detenernos en el método propiamente tal.

El método de observación de bebés fue introducido en 1948 en la Clínica Tavistock siendo, en un inicio, parte del curso de aprendizaje de psicoterapia infantil. En 1960, el método se incorporó en los cursos ofrecidos por el Instituto de Psicoanálisis en Londres (Bick, 1964), considerándose esencial en la formación como analistas sin tener pretensiones psicoterapéuticas ni diagnósticas.

El objetivo del método es que el estudiante, por medio de la observación de bebés, sea capaz de aprender desde la experiencia directa y vívida sobre el desarrollo emocional infantil en su ambiente natural intentando dejar entre paréntesis cualquier preconcepción teórica al respecto y así, desarrollar capacidades de escucha y de observación (y no de acción).

En palabras de Bick, la observación de bebés otorga al estudiante una “… oportunidad para observar, más o menos desde el nacimiento, el desarrollo de un bebé en el ambiente del hogar en relación con la familia inmediata, y de descubrir por sí mismo cómo se originan y se desarrollan dichas relaciones” (p. 25, 1964).

Se observa sistemáticamente el lenguaje corporal-preverbal del bebé, sus interacciones, sus relaciones y el impacto de su llegada respecto a la dinámica familiar. Ahora bien, Bick es clara en este punto y señala que la observación de bebés es un término equivocado ya que lo que se observa es a la familia donde el bebé ha nacido y los cambios de identidad que experimentan los diferentes miembros con el nacimiento de éste (Bick, 1986).

En términos concretos, el método consiste en la trilogía observación, registro y seminario de supervisión. Se observa semanalmente al bebé, durante una hora, en un período de uno a dos años en el ambiente natural donde éste se desarrolla. Tras realizada la observación, y no durante el transcurso de ésta, se registra de manera descriptiva y detallada lo observado. Sin embargo para que dicha experiencia pueda ser sostenida, pensada y metabolizada resulta fundamental que el observador participe semanalmente del seminario de supervisión ya que éste, en tanto grupo, cumple una función continente. Por una parte contiene las ansiedades que surgen de la observación misma y por otra, devela las proyecciones que son otorgadas por los miembros de la familia en el observador, evitando que éste represente roles que le son asignados (Bick, 1964).

El método Bick, a diferencia de otro tipo de observaciones, tiene como clave la emocionalidad del observador. Por medio de esta experiencia el observador se deja impactar emocionalmente; impacto que funciona como indicador de la experiencia del bebé (Briggs, 2002). Ahora bien, eso que aparece se mantiene al servicio de la comprensión y no de la intervención ni de la interpretación respecto al bebé y la familia. Se vuelve un desafío, lo cual también lo distingue de otros tipos de observaciones, el “tolerar lo que aún no se conoce”2. En palabras de Martha Harris (1987): “la experiencia de la observación ayuda (al observador) a soportar “vivir en la incertidumbre” (citada en Magagna, J. & Juarez, C., 2013, p. 12).

2 Alude al concepto de “Capacidad Negativa” desarrollado por Keats (1817), el cual se relaciona con la capacidad de estar en la incertidumbre, de recolectar hechos sin interpretación ni preconcepciones y donde lo real se sitúa en aquello que es experienciado. Bick, al considerar la importancia del desarrollo de la capacidad negativa en sus estudiantes, retoma el concepto de atención flotante de Freud y antecede el concepto de “sin memoria y sin deseo” de Bion (Briggs, 2002).

Desde el lugar en que se originó el método, Barbara Segal nos comenta que el método de observación de bebés es una forma de aprender sobre la naturaleza humana y su desarrollo, siendo este clave para aproximarse a la mente humana desde sus estados primitivos: “uno no va a aprender algo específico, sino que va con una mente abierta y con los propios sentimientos, emociones e intuición para aprender qué le pasa a otro ser humano respecto a la relación con su madre y sus principales relaciones. Sin juicio y sin moralizar” (comunicación personal, 10 de noviembre de 2020).

De este modo, es el observador con su propia historia, emociones, prejuicios y experiencia el instrumento para observar y aprender sobre el bebé y sus relaciones significativas. El observador aprende a través de una experiencia y no desde el saber. Se trataría de una experiencia emocional la cual es posible de reconstruir a través del registro de observación y de resignificar junto con el seminario de supervisión (Segal, comunicación personal, 10 de noviembre de 2020).

Acogiendo las palabras de Barbara, se trataría de “una experiencia particular porque involucra todo el self del observador …dejarse impactar y afectar por lo que sucede, recibir, acoger y metabolizar aquello que se observa. No se usa lo que eso le produce al observador, sino que éste sólo lo mantiene en la mente, lo contiene y trata de comprenderlo. No está al servicio de una intervención, sino de una comprensión” (comunicación personal, 10 de noviembre de 2020).

Ahora bien, no sólo el bebé y la familia impactan al observador sino que este último también cumple una función en ese bebé y en esa familia aunque este no sea un objetivo por sí mismo. Lisondo nos comenta sobre la función del observador como continente, como compañía viva, como posible receptor de las identificaciones proyectivas de los padres, como continente vivo de las angustias y de los temores y como mensajero implícito respecto a que la vida continúa en un lenguaje preverbal (comunicación personal, 11 de noviembre de 2020).

Por su parte, Hilda Botero también nos enfatiza que el observar es por sí una función. Es una función de contención en varios niveles: contención hacia el bebé, hacia la díada, la familia y al observador considerando el rol que cumple el seminario de supervisión en él/ella. Lo que propone es la idea de contención como cuidado y en eso, cómo en la observación al igual que en la relación madre-bebé y en la crianza, se ponen en juego los elementos de cuidado, protección y seguridad (comunicación personal, 2 de octubre de 2020).

Específicamente respecto a la idea de observar como función de contención, Hilda nos señala: “Observar es un acunamiento” … “Se acuna, se hace una cuna. El acunamiento no es solamente para el bebé, sino que es un estado mental de contención para cualquier otro, en cualquier momento. Es un estado mental, es una mirada, es una respiración, es un olor… es un espectro completo” (comunicación personal, 2 de octubre de 2020).

Una ética de cuidado

Cuando hubo un gran terremoto se hicieron tiendas. Si bien las tiendas no era lo ideal, era lo mejor para ese momento y así pasar la situación de trauma y de crisis. Ahora, si nosotros vamos a transformar en permanente una tienda, eso es otra cosa.
(Lisondo citando metáfora de Bolognini, comunicación personal, 11 de noviembre de 2020).

Considerando la situación sanitaria actual es que nos preguntamos y le preguntamos a las entrevistadas sobre cómo se han podido sostener o no y bajo qué forma las observaciones de bebé en el marco de instancias de formación. Bajo este escenario, es que se intenta posibilitar el espacio para pensar en el método de observación de bebés de manera virtual.

Botero nos señala que la rutina de observación de bebés es posible de ser adecuada considerando que nos encontramos viviendo un momento de urgencia. La observación de bebés en formato virtual es pensada entonces como una medida de emergencia, transitoria, que intenta conservar las relaciones ya establecidas entre el observador, bebé y familia. Se intenta, mientras, adherirse a la lógica del vivir actual y así “mantener la observación dentro de los parámetros del cuidado” … “cuidar al método, al bebé, la familia, al observador, al seminario de supervisión, a los servicios de salud ya que pueden replicar ese cuidado…” (comunicación personal, 2 de octubre de 2020).

La puesta en práctica de la observación de bebés a través de un sistema remoto conlleva el previo acuerdo entre el observador y los padres respecto al cambio de encuadre. En relación a lo anterior, Segal nos comenta que muchas madres no sólo se acogen al nuevo formato sino que también lo solicitan, lo cual hace pensar en qué medida y cómo la figura de cuidado se beneficia y obtiene algo de la experiencia de observación. Se deja entrever cómo la familia valora al observador, desea contar con la continuidad de ese vínculo y quieren que siga teniendo en mente al bebé observado (comunicación personal, 10 de noviembre de 2020).

La observación de bebés de manera virtual implica que ahora sean las figuras de cuidado quienes escojan y delimiten el foco de lo que se “deja” observar, y lo que no, a través de la pantalla. Como señala Silvia Neborak, en este caso es la familia quien establece el encuadre…”la madre maneja el celular, ella es tus ojos y oídos” (comunicación personal, 12 de octubre de 2020). Bajo este formato, son los padres quienes intervienen al manejar y decidir el lugar en específico para colocar el dispositivo electrónico y depende de su estado mental para que cuiden y respeten el desarrollo de la observación y la ubicación del dispositivo (Botero, comunicación personal, 2 de octubre de 2020).

Lo anterior invita a preguntarnos sobre la importancia que cobra el estado mental de los padres o figuras de cuidado en tanto son ellos los que escogen el “enfoque” de la cámara decidiendo lo que queda dentro y fuera para la vista del observador. ¿Se configura así un recorte dentro de un primer corte (el de la pantalla)? Lo anterior, ¿vuelve parcial la experiencia del observador?

La virtualidad, tanto en la observación de bebés como también en la atención de pacientes, ha traído consigo un aumento en la gestualidad (para saludar y despedirse, por ejemplo) debido a que no existe una puerta de entrada que marque el inicio del encuentro y tampoco otra de salida que delimite un corte y separación (Neborak, comunicación personal, 12 de octubre de 2020). Pareciera que el lenguaje no verbal se acentúa por medio de la expresión de las manos, la mirada y los gestos de la cara; tal vez, en un intento por comunicar y sostener en compensación de lo que queda por fuera de la escena.

Ahora bien, existe consenso entre las entrevistadas respecto a que sacar conclusiones en relación con esta experiencia de observación de bebés es algo apresurado. Lisondo nos comenta que la experiencia de observación de bebés de modo remoto ha sido útil en un momento de emergencia, pero es necesario ser cautelosos y no simplificar las diferencias dando por sentado que todo es igual siendo que no lo es. Hace hincapié en que tenemos una responsabilidad ética muy grande respecto a saber por qué una observación, o también en el caso de un paciente, desea o no continuar de manera online ya que ese deseo está repleto de sentidos (comunicación personal, 11 de noviembre de 2020). Agrega:

Si trabajamos en una familia y nos hemos propuesto hacer una tarea, y hay una comunicación inconsciente…, nosotros nos tenemos que mantener en esa función. Cuando vemos que esa función está removida por las condiciones, tenemos que estar atentos para decir: en estas circunstancias hicimos esto, esto y esto. Pero cambiadas las circunstancias donde no tenemos más pandemia, ¿cuál es la justificación de continuar de esta forma?
(comunicación personal, 11 de noviembre de 2020).

Sobre las dimensiones y espacialidades

El encuadre corresponde al fragmento del espacio que capta el objetivo de una cámara, y por extensión, el plano mismo obtenido a través de dicho objetivo:

«Los encuadres se definen por la posición y la distancia de la cámara respecto a la realidad«. (Diccionario Oxford Languages)

Dentro de los principales aspectos que llaman a reflexionar en torno a los cambios sucedidos es la pregunta por el encuadre, concepto que hoy se ha visto fuertemente sacudido. Lisondo (2012) indica que lo primero es diferenciar, al menos, dos niveles diferentes cuando abordamos el concepto. En primer lugar, existen las “dimensiones folklóricas” (2012), aludiendo a características como el horario, día, espacio y sujeto a observar. Es decir, aquellas características concretas y de mutuo acuerdo. Por otro lado, existe un segundo nivel, el cual tiene que ver con el encuadre en tanto función psíquica: contener, reflexionar y metabolizar la experiencia dado que la mente del analista -aquí del observador- es el encuadre mismo. Encuadre que se caracteriza por ser firme y flexible, sostenido por un ejercicio que es metapsicológico3. La autora sugiere, incluso, que este encuadre interno puede ser objeto de múltiples ataques y cambios. Sin embargo, es tarea del observador de bebés reconstruirlo una y otra vez (2012).

Una de las cuestiones que aquí puede cambiar es la posición del observador, que por lo demás es siempre un lugar por encontrar y que se refiere tanto a una posición interna como externa (Lisondo, 2020). Encontrar ese lugar, que no está dado per sé, requiere hoy un nuevo movimiento.

Desde la clínica Tavistock, Segal (comunicación personal, 10 de noviembre de 2020) señala que la experiencia de la observación a través de cámaras es aún una experiencia de la que todos estamos aprendiendo, dejando entrever que hay que ir comprendiendo los fenómenos de manera cautelosa y reflexiva.

3 Que implica la capacidad de poder contener y luego elaborar los sucesos en medio del devenir de las experiencias emocionales que ocurren; poder ser un receptor que internamente acoge y procesa la experiencia (Lisondo, 2021).

Ahora bien, cabe preguntarse: ¿en qué consiste esta “experiencia otra” cuando el marco que sostiene el posible encuentro entre observador y familia se ha visto transformado?

En contraposición con la observación tradicional, la construcción de un espacio virtual implica nuevos desafíos, que a la vez proporciona ciertas ventajas4. Podemos mirar la relación emergente entre los distintos elementos que están en juego. Por un lado, tenemos la díada y el contexto familiar. Por otro lado, se encuentra el observador. Y como tercer elemento está la cámara, que hace de mediador y posibilita el encuentro.

Dado que la labor analítica, sea en relación con un paciente o en relación con un sujeto a observar, implica necesariamente desplegar funciones de contención y reflexión; sugerimos que las diferencias en este ejercicio ocurren en varios niveles respecto del quehacer habitual.

En primer lugar, nos detenemos en lo que parece ser un aspecto simple, pero que adquiere importante relevancia hoy. Por definición, la esencia del encuadre es delimitar la extensión del territorio a observar, como precisa la cita anterior. Pero, ¿qué pasa con los cortes y límites cuando no hay “puertas de entrada ni de salida”?

Como sugiere Silvia Neborak (comunicación personal, 12 de octubre de 2020), nos veríamos empujados irremediablemente a aumentar la expresión a través de la corporalidad y mayor gestualidad para suplir en la comunicación aquello que la cámara “deja fuera”. Quizás, las expresiones corporales pueden actuar como códigos de contacto y despedida; como niveles más superficiales para entrar en contacto. Lo importante es no quedarse sólo en ese plano, sino utilizarlos como un medio para generar un encuentro —postura en la que coinciden Botero y Neborak (2020)—.

Seguido de lo anterior, nos enfrentamos al desafío que remarca Botero, quien puntualiza que muchas de las cualidades sensoriales que permiten articular la comprensión de la experiencia quedan fuera. El olor, las distancias, el tacto, el sentir, los sutiles movimientos, pequeños suspiros y miradas, están ausentes en este nuevo formato, lo que hace más complejo poder configurar la escena completa (comunicación personal, 2 de octubre de 2020). Así, desde su perspectiva, hay que ser cautelosos e ir incorporando la experiencia para generar una comprensión en conjunto, sin apresurarse.

4 Sostener la continuidad a pesar de las más diversas dificultades: distancia, enfermedad, pandemia, etc.

Neborak, agrega que la relación a través de la pantalla “impone una nueva exigencia al psiquismo, porque nos presenta una experiencia en dos dimensiones y debemos transformarlo en nuestra mente a tres dimensiones” (comunicación personal, 12 de octubre de 2020). Nos encontramos con lo que pueden ser confusiones y limitaciones importantes, ya que la exclusión de elementos sensoriales impone un trabajo elaborativo de “hacer sentido” enorme. Son demasiadas las conjeturas que pueden surgir. Neborak lo refiere como “la teoría de las cabezas cortadas”5 (comunicación personal, 12 de octubre de 2020), y pensamos que esto es un eje central de la problemática de lo virtual.

Dicha idea permite evocar aquello de lo que habla Meltzer en relación con la bidimensionalidad6, donde no se ha gestado un “adentro”, un espacio interno para poder procesar la experiencia emocional. Nos quedamos, pareciera ser, con fragmentos de la experiencia, con “pedazos” menos conectados y más distanciados entre ellos. Algo así como si comparamos la fachada de una casa versus una maqueta que cuenta con sus delimitaciones y espacialidades. Así, en tanto, puedan construirse y posicionarse los muros y vigas estructurales podemos hablar de una casa; de lo contrario tenemos un dibujo que presenta una sola cara de un potencial espacio. La fachada anuncia el potencial, pero no da cuenta de la experiencia de espacialidad que permite el habitar. Espacialidad —entendida aquí como volumen con una forma definida— que otorga la posibilidad de contener dentro de sí los elementos que constituyen la experiencia y que éstos, a su vez, puedan ser interrelacionados. Sin la ligazón de las partes, no podemos generar un sentido (Meltzer, 1995).

5 Esta expresión es nombrada por la entrevistada, aludiendo a que el contacto virtual, ya sea con pacientes o en una observación, generalmente implica interactuar viendo la cara y parte superior de los hombros. Así, queda “fuera” de la experiencia poder acceder a la imagen y gesticulación corporal completa. No nos es posible registrar lo que pasa en el cuerpo, más allá de lo que el marco de la pantalla permite ver.
6 El espacio bidimensional será la sede de las identificaciones adhesivas que marcará una relación superficial con los objetos y el self, incapaz de albergar un pensamiento que procese la experiencia vital más allá de la experiencia sensorial. El tiempo será vivido de forma circular y el acceso al “aprendiendo de la experiencia” bioniano está vedado (Meltzer, 1995).

Bick explica la importancia de generar una experiencia de contención en el mundo interno a través de la experiencia de “una piel psíquica” (1968). Este continente interno es lo que posibilita luego la vida psíquica, permitiendo las relaciones de los objetos entre sí y de los objetos con la realidad externa. Sabemos también, por la misma autora, que la carencia del desarrollo de espacio interno puede derivar en funcionamientos primitivos que incluyen el predominio de lo psicosomático, las defensas autísticas e incluso estructuras psicóticas. Por último, pero no menos importante, las dificultades de poder entretejer la experiencia en un espacio tridimensional —interno— permiten que adquiera mayor protagonismo la actuación y la repetición. Poder consignar y recurrir a la experiencia previa nos cuida y protege de la repetición (Neborak, comunicación personal 12 de octubre de 2020).

Como vemos, adentrarnos en el análisis de la experiencia de una relación psicoanalítica a través de lo virtual, requiere una mayor reflexión. Porque de lo que estamos hablando es que la posibilidad de pensar, en el sentido que propone el psicoanálisis, es lo que puede verse afectado por las limitaciones mencionadas. Aquí, el observador está tras una pantalla donde puede ser más difícil proponer una experiencia de contención tan propia de la actividad misma. No es sólo un uno a uno, sino una comunicación mediada por la virtualidad. ¿Qué es aquí lo virtual? ¿Acaso es como una cortina invisible que desde el anonimato mantiene una distancia inabordable?7 ¿Qué tipo de comunicación ofrece la virtualidad?

7 Es interesante señalar que la RAE define lo virtual como “aquello que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente, frecuentemente opuesto a efectivo, real”. Y “que tiene existencia aparente y no real” (recuperado el 15 de marzo de 2021 de https://dle.rae.es/virtual?m=form).

Pareciera ser que hay un riesgo de quedar expuestos a captar fragmentos de la experiencia que a poder fluir con ella como un continuo. Lo virtual pareciera que abre otros códigos para poder pensar la experiencia psicoanalíticamente hablando. ¿Qué nos queda entonces? Según lo que propone Darío Sor (citado en Lisondo, 2012), es central que la conciencia del analista-observador pueda recoger una amplia gama de estímulos sensoriales. Ello, para que puedan ser transformados —pensados— por la mente analítica. Con esto, llegamos a la posibilidad de trabajar en el camino del crecimiento de una conciencia ampliada, que pueda interrelacionar y hacer dialogar los elementos de la experiencia, dándole a ésta sentido (Lisondo, 2012). Por el contrario, situarse en la superficie nos hace correr el riesgo de quedarnos con la fachada de la experiencia, sin poder generar realmente un contacto significativo con ella.

Lisondo nos propone entonces que el seminario de supervisión y el propio análisis del observador se constituyen como espacios aún más importantes, porque otorgan la posibilidad de pensar tridimensionalmente la experiencia registrada. “Darle voz, textura, grosor y peso a una experiencia que se registra desde el lente de la cámara” (Lisondo, comunicación personal 11 de noviembre de 2020). El pensamiento tridimensional implica la capacidad para poder generar vínculos entre el sujeto y otros dos o más objetos. Ello habla de la capacidad de interrelación que se desarrolla, producto de que se genera un espacio interno donde desplegar aquellas relaciones (Burhouse, 2014).

Proponemos que para rescatar y proteger la identidad del Método Bick como método de investigación que utiliza el psicoanálisis, se requiere poder prestar atención a estas variables. Quizás, vale la pena incluso extender la reflexión para toda práctica que aspire llamarse psicoanalítica. Es decir, que incorpore la idea de una metapsicología, que busca ir más allá de la expresión concreta y conductual.

Por otra parte, vemos que la relación entre el Observador y los padres se desdibuja respecto de su función original: “se pierden conexiones más cercanas y de contención (…), los padres quedan fuera y son casi auxiliares del Observador para trasladar el dispositivo” (Botero, comunicación personal, 2 de octubre de 2020). En contraste a la observación tradicional, donde la presencia física del Observador en la escena familiar funciona por sí mismo de continente, “no es ni necesario hablar…los cuidadores también se sienten contenidos” (Botero, comunicación personal, 2 de octubre de 2020).

Ahora bien, dentro de la discusión también ha surgido el reconocimiento de puntos relevantes que hacen de la experiencia de observación virtual un aporte enriquecedor a la práctica discutida. Este formato permite la continuidad de la experiencia y ampliar los alcances de la clínica psicoanalítica. Además, ha favorecido que los vínculos significativos de trabajo puedan sostenerse a pesar de los obstáculos y circunstancias, y eso en sí mismo puede tener un gran potencial terapéutico y reparador. Tanto Botero, Neborak, Lisondo y Segal coinciden en que la nueva modalidad ha permitido abrir nuevos modelos de trabajo, acercando y facilitando el contacto con sujetos de distintos ámbitos geográficos, lo cual permite pensar que el alcance e impacto que puede tener el Método puede ampliarse.

Conclusión

A partir de los cambios acontecidos en todo el mundo producto del COVID-19, hubo que transformar, no sin resistencia, nuestro modo de vivir. En él, prácticamente todos los niveles que componen lo que somos y nuestro quehacer, se vieron fuertemente sacudidos por el nuevo contexto. En este escenario, sabemos que la práctica del psicoanálisis no ha sido la excepción. Las vicisitudes nos han obligado a adaptar los conocimientos y las aplicaciones al contexto para seguir adelante.

Bajo esa premisa es que nos detuvimos a reflexionar sobre el Método de Observación de Bebés de Esther Bick, y los cambios a los que se ha visto sometido. Para ello, intentamos articular un diálogo entre cuatro referentes sobre el Método Bick configurándose éste como un recorrido que, de alguna manera, terminó por asemejarse al recorrido que hace el Observador. Primero, escuchamos, luego registramos y transcribimos, y por último discutimos y fuimos profundizando en conjunto. Fue algo que surgió innatamente; quizás a propósito del aprendizaje de la experiencia con el Método.

Rescatamos primero el origen y esencia que caracteriza las enseñanzas de Esther Bick, apareciendo como elementos centrales la familia a observar, el Observador y la relación que se forma. El Observador, específicamente, participa como continente, ayudando a procesar el devenir de las experiencias de las que es testigo. El desarrollo de la intuición y la capacidad de sostener la incertidumbre serían, sin duda, dos grandes pilares del trabajo analítico que pueden desarrollarse con el trabajo de la Observación de Bebés.

Si nos acercamos a la realidad de hoy, el Método ha debido sufrir las modificaciones propias de lo que implica el uso de la tecnología. Con ello, no debemos olvidar la responsabilidad ética que ello implica; dado que lo que se utiliza hoy es una experiencia al modo de lo propuesto por Bick, pero con cambios sustanciales. Es por ello que quisiéramos enfatizar que utilizamos “tiendas de campaña” como nos señalaba Lisondo, es decir, nos adaptamos a la adversidad. Respetar la esencia misma del Método es cuidar a los integrantes que participan de él, así como al Método mismo.

Nos parece sensato no apresurarse a elaborar conclusiones antes de tiempo sobre la observación de bebés de manera virtual. Inclusive, adherirnos a esta postura puede ser pensado a su vez, como una responsabilidad ética de cuidado sobre el Método. A partir de ahí es que nos atrevemos a decir que la observación de bebés de manera virtual sí se configura como una experiencia pero que esta se trataría más bien, de una experiencia otra respecto a la observación presencial. Quizás, lo que tienen en común es que en ambos se genera un encuentro, una experiencia que transforma al otro. Estos encuentros tienen cualidades distintas siendo pertinente preguntarnos qué implicancias tienen y en qué consiste la particularidad de esas experiencias8.

8 Interesante fue notar que hay diferentes posturas respecto a iniciar o no observaciones de bebé de manera virtual en aquellos casos donde no haya habido contactos presenciales previos. Por su parte ALOBB (Asociación Latinoa-mericana de Observadores de Bebés Método Bick) es categórica en enunciar que la video-observación solamente tiene lugar en tanto posibilita la continuidad de las observaciones que ya estaban en curso antes de la pandemia (2020). Por otra parte, Segal nos comenta que desde la Clínica Tavistock se permite iniciar nuevas observaciones habiendo conocido solamente a la familia de manera virtual. La mayoría de las veces las madres se han mostrado abiertas y dispuestas a esta experiencia, sin excluir que el observador aprenda a hacer peticiones a la figura de cuidado que maneja el dispositivo electrónico (comunicación personal 10 de noviembre de 2020).

Es importante tener claridad que lo que observamos lo percibimos a través de una pantalla (protagonismo de lo bidimensional, pero no por ello exclusión de la posibilidad de lo tridimensional), y que a su vez el foco de lo que se observa por medio de ésta (lo que queda dentro y fuera de la vista) es “elegido” por las figuras de cuidado. Es decir, se trataría del corte de un corte o más bien, de un recorte en tanto a lo que se accede es a una visión más parcial de la escena. Ahora bien, esa parcialidad queda cuestionada en tanto esta modalidad también nos ofrece el acceso a otro tipo de elementos. ¿No es por ejemplo la observación virtual, siguiendo la lógica del corte de un corte, una posibilidad de acceder de forma más directa al estado mental de la figura de cuidado al éste “escoger” la(s) escena(s) a observar?

A través de la pantalla, muchas de las veces no se logra observar los cuerpos por completo invitándonos a pensar qué es lo que se pierde ahí en cuanto a lo que nos comunica el lenguaje pre verbal comúnmente. Otras tantas, la virtualidad no nos permite observar la antesala de ese encuentro con el bebé y su familia; no nos posibilita acceder a ese recorrido que nos habla y nos toca hasta llegar a instalarnos en el encuadre.

En la observación virtual la experiencia se configuraría por medio de una sensorialidad limitada tomando protagonismo los sentidos distales (visión, oído) en desmedro de los sentidos proximales (tacto y olfato). Por su parte, los observadores se ven en la tentativa de aumentar la gestualidad en desmedro de lo que no se deja ver como comentaba Neborak, y/o apoyarse también en la función imaginativa en un intento por completar la escena, como nos señalaba Lisondo.

La inclusión de la pantalla como intermediario, pone en juego otras sensibilidades y fantasías en relación al encuentro. Nos preguntamos entonces, si es que el nuevo elemento puede generar ciertos grados de intimidad y abrir miradas hacia lo más regresivo. Así mismo, sabemos que se juega aquí la virtualidad, y creemos que puede ser muy útil tener presente la definición citada; donde el énfasis está en que es un “como si” fuera real, pero no es la realidad misma.

Se vuelve por lo tanto relevante como observador dar a conocer a la familia este nuevo encuadre y no darlo por sentado ni homologarlo al de la observación presencial. Cobra importancia poder construir puertas de entrada y de salida como señalaba Neborak, en tanto pensamos posibilita el situar a la observación en un espacio con ciertos límites y con ello, pasar del riesgo que otorga la pantalla de quedarse en lo bidimensional, promoviendo el surgimiento de lo tridimensional donde la experiencia puede ser contenida, ligada y pensada. Lo anterior, situado en la misma línea de lo que propone Bick (1968) respecto a cómo, en la experiencia del bebé del pezón en su boca junto con la madre que lo sostiene y le habla, se instala la noción de espacio. Específicamente, de espacio interno y de espacio externo.

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Resumen: El artículo busca reflexionar acerca del impacto que ha tenido el contexto sanitario (COVID-19) en el método de observación de bebés creado por Esther Bick. Por medio de la realización de cuatro entrevistas a profesionales referentes en el trabajo con el método de observación como instancia de formación, se intenta articular un diálogo sobre los posibles cambios y desafíos que el método ha tenido que enfrentar en el espacio virtual para sostener su aplicación. En este recorrido, se problematiza acerca del encuadre, del tipo de vínculo que puede -o no- desplegarse en una observación virtual y sobre el efecto psíquico que tiene la inclusión de la pantalla en el encuentro entre Observador y la familia a observar. Se concluye que, si bien la observación de bebés de manera virtual se configura como una experiencia, ésta se trataría más bien de una experiencia otra respecto a la observación presencial.

Descriptores: Método de Observación de Bebés, Pandemia, Virtualidad, Encuadre.

Luz, câmera, ação: o Método de Observação de crianças e bebês de Esther Bick atingido pela virtualidade.

Resumo: O artigo reflete sobre o impacto da crise sanitária sobre o método de observação de crianças e bebês criado por Esther Bick. Por meio de quatro entrevistas realizadas a profissionais especialistas na aplicação dessa metodologia de observação como espaço de formação, discutem-se as mudanças e os desafios que o próprio método tem enfrentado durante seu uso no espaço virtual. Neste percurso são analisados o enquadre e o tipo de vínculo que consegue ser desenvolvido em uma observação virtual, assim como o efeito psíquico que a inclusão de tela tem sobre o encontro entre o Observador e a família observada. Ainda que a observação de bebês tenha se configurado como uma experiência, conclui-se que ela tem sido uma experiência-outra em relação à observação presencial.

Descritores: Método de Observação de crianças e bebês, Pandemia, Virtualidade, Enquadre.

Lights, camera, action: Esther Bick´s Method of Infant Observation touched by virtuality.

Abstract: This article reflects on the impact that the health context (COVID-19) has had in the Infant Observation Method created by Esther Bick. By conducting four interviews to professionals who are references in the work of observation method as formation instance, the article attempts to articulate a dialogue about possible changes and challenges that the Method has had to face in the virtual space to support its implementation. This process raises questions about the setting, the type of bond that may or may not be deployed in a virtual observation, and the psychic effect that the inclusion of the screen has on the encounter between the Observer and the family to observe. In conclusion, it is argued that even though Infant Observation by means of virtuality becomes an experience itself, this would be closer to an ‘other experience’ regarding face-to-face observation.

Descriptors: Infant Observation Method, Pandemic (COVID-19), Virtuality, Setting.

Referencias

Asociación Latinoamericana de Observadores de Bebés Método Bick (2020). Retos y transformaciones de la OBB en tiempos del COVID-19.
Bick, E. (1964). Notas sobre la observación de infantes en la formación psicoanalítica. En Magagna, J. & Júarez, C. (Comp.), Observación de bebés. El método de Esther Bick de la Clínica Tavistock (pp. 23-41). México: Paidós.
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