2022: Inconsciente, esencialmente humano - Vol XLIV nº 1

Alejandro Beltrán: Psicoanalista didacta, actualmente es presidente de la Sociedad Psicoanalítica de México (SPM), donde es supervisor y docente en su Instituto de formación. Obtuvo el Premio Internacional Avelino González de la SPM y el Premio Niñez y Adolescencia de FEPAL, además del reconocimiento al mejor trabajo en América Latina dentro del Premio Tyson de la IPA. Ha cursado los estudios de maestría y doctorado en psicoanálisis y es además sociólogo.

“Mejor maten a sus hijas para que no estorben y así no tengan que recurrir al aborto”, dijo el padre Lázaro Hernández el 13 de septiembre de 2021 en su homilía al condenar el fallo de la Suprema Corte de Justicia mexicana que declara inconstitucional la penalización del aborto, a lo que añadió: “¿Por qué no matamos a la mamá que tampoco va a servir para nada? Una mujer que aborta ya no sirve para nada1. Esta noticia me la señaló Sofía, analizanda que ha luchado toda su vida por los derechos de la mujer, me lo dijo con lágrimas de rabia, ella que se siente traicionada como católica practicante, ella con más muertos provocados por injusticias sociales en su historia de los que me es posible contar, a ella, ¿le voy a interpretar que su ira es una proyección de sus núcleos paranoides? ¿Ser neutral es no compartir la rabia, ser ajeno al drama social, ético y económico de nuestros analizandos? Ser neutral, ¿supone que todas estas variables consideradas tradicionalmente como el afuera en psicoanálisis se conviertan en expresiones de un mundo interno? ¿Y eso no significa culpabilizar al individuo del horror organizado por núcleos de poder con nombres y apellidos?

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1 https://aristeguinoticias.com/1309/mexico/mejor-maten-a-sus-hijas-una-mujer-que-aborta-ya-no-sirve-para-nada-dice-sacerdote-de-coahuila-video/

Es este el marco más amplio pero a la vez más íntimo que quiero proponer para pensar el malestar socioeconómico, no como una inocente discusión en torno a si los analistas podemos o no hablar en el consultorio de nuestras opiniones políticas personales, que eso se zanja rápido, sino como expresión contemporánea del Malestar en la cultura (1930). Recordemos que en este libro seminal Freud emplea la palabra cultura como sinónimo de civilización, como lo aclara en su trabajo previo, El porvenir de una ilusión (1927). El tema es si nuestra civilización y su idea de ser humano, tiene un porvenir posible, y si el psicoanálisis tiene un lugar en ese futuro. O dicho de otra manera, qué idea de futuro y por lo tanto, qué idea de ser humano se construye en nuestros consultorios.

Fuera de ciertos círculos, el mito de neutralidad de la disciplina psicoanalítica se sigue planteando como una verdad, como si las instituciones que lo practican no estuviesen entramadas en el tejido sociopolítico de las naciones en las cuales se originaron y desarrollan. El sostener este mito supone mantenernos de espaldas al debate contemporáneo, lo que explica en parte que el psicoanálisis ya no sea considerado en las discusiones públicas sobre problemas actuales. Desorientados entre recuperar una cientificidad positivista de ciertos neuropsicoanálisis o adentrarse en un lenguaje obscuro e iniciático de ciertos lacanismos y bionismos, se anda a ciegas sobre la pertinencia del psicoanálisis en el mundo contemporáneo, en la siempre implacable fragmentación de lo social.

Pero, ¿verdaderamente la práctica psicoanalítica ha sido neutral? ¿Guardar silencio ante el horror público es ser neutral? Sería un trabajo fructífero continuar la investigación de algunas y algunos pioneros que han emprendido la revisión histórica de las posiciones de nuestras instituciones psicoanalíticas con respecto a las dictaduras militares que asolaron América, la amenaza militar por parte de Estados Unidos en contra de aquellas naciones que se atrevieron a plantear una economía y sistema social diferente, la guerra sucia que desapareció a miles de personas y actualmente la casi nula crítica a un sistema económico devastador, que ha arrasado a generaciones a condiciones de miseria, destruido las reservas naturales, ha desarticulado las conquistas sociales como los derechos sindicales, horarios dignos de trabajo y un salario remunerador bajo la excusa de la eficiencia.

En este debate existe el riesgo de desvirtuar una argumentación al caricaturizarla, así que adelanto que no supongo un psicoanálisis militante de cierta corriente política institucional. Quiero proponer que, al colocar a nuestras asociaciones en un lugar de supuesta neutralidad, inconscientemente colaboramos en la institucionalización tanto de una correlación de fuerzas en la sociedad como de la instauración de cierta noción del ser humano como natural y normal.

Veamos el caso del triunfo de la versión norteamericana del psicoanálisis con la llegada de Hartmann y compañía a las esferas más importantes de la IPA durante la década de los 50 del siglo pasado. Si bien México, mi país, fue particularmente sensible a esta versión del psicoanálisis, a nivel mundial se intentó instalar vía manuales, libros, universidades, congresos la idea de un desarrollo normal que suponía el desdoblamiento de una flecha evolutiva de corte biológico como referencia básica para entender al sujeto. Es la célebre línea de desarrollo en fases, que parte de la preambivalencia homeostática con la madre a la genitalidad, de la dependencia absoluta del individuo a la independencia. De lo poco que se sigue hablando en muchas universidades y manuales de psicoterapia sobre el psicoanálisis esta sigue siendo una referencia típica. Con ello quiero resaltar que si bien puede datarse esta perspectiva psicoanalítica a un período específico de nuestra disciplina, su forma de entender y construir al sujeto analítico sigue reproduciéndose en la clínica.

En este paradigma no se excluye de la ecuación las circunstancias exteriores, el medio ambiente, en el desarrollo psíquico del sujeto, pero, y este pero es fundamental, como un desdoblamiento del darwinismo social de Spencer, el individuo debe adaptarse al entorno para que su desarrollo sea considerado como normal. Así, cada fase de corte biológico, digamos el paso de lo oral a lo anal, supone que el individuo acepte e internalice los retos sociales que su entorno le demanda, estas demandas le son presentadas en un primer momento como hitos vinculares con sus otros significativos. La dependencia hacia los objetos externos, objetos del self, y la cualidad reguladora que éstos tienen, es poco a poco dominada con la internalización de estas funciones y su constitución en aparato psíquico. Los padres se convierten de personajes de una historia de vida a principios y funciones mentales abstractas y como tales son ya introyectos. Así que el paso de la dependencia absoluta del infante a la independencia del adulto, proceso presentado por este psicoanálisis como un logro absoluto es, en verdad, una condición relativa, relativa al grado de internalización que el individuo realice de los agentes externos y genere la convicción ilusoria de que es su propio self el que se regula. Ilusión porque el individuo no supera una dependencia con independencia, en verdad con la llegada a la adultez el individuo se vuelve dependiente de lo socialmente aceptado como si fuera una fuerza interna, pasa de la ansiedad social a la culpa.

Esta ilusión es construida gracias al proceso descrito por Bion (1992) como un hacer inconsciente lo consciente; (Grotstein, 2004). ¿Cuáles son los problemas? Entre otros destaco:

  1. El hacer pasar un proceso cultural, el interiorizar los reguladores sociales, como si fuera un fenómeno natural semejante a la adaptación animal. Con esta operación se esconde la reproducción de lo social. Es en todo equivalente a la mano invisible del capitalismo, que esconde la condición asimétrica para la generación de plusvalía. El giro a la biología que hacen Mahler, Spitz y un largo etcétera, para entender los primeros tiempos del vínculo de la madre con el hijo, naturaliza una serie de procesos que son de índole cultural (Kirschner, 1996) y al hacerlo así intentan ocultar, de forma inconsciente, las variables micropolíticas e institucionales implícitas en la crianza y, posteriormente, el registro de esas mismas variables en el consultorio mismo. Esa es una de las fuentes, denunciada hasta el cansancio por los estructuralistas, entre ellos Lacan, de la forma en que estos psicoanalistas confunden, de manera nada inocente, la realidad simbólica, o realidad social, y lo real. Baste recordar las admoniciones patologizantes de algunos señalamientos de Peter Blos (2003; 2011) sobre sus pacientes adolescentes cuando éstos se rebelaban contra el poder instituido. ¿Fue imparcial este psicoanálisis cuándo propugnó una teoría del desarrollo acorde al american way of life? No, la imparcialidad es una ficción. Pero no es una ficción inocente, tiene un objetivo inconsciente: encubrir, en el sentido freudiano del término, la función social del dispositivo y hacer pasar al dispositivo como una práctica neutra y objetiva, fuera de lo político. De esta versión del psicoanálisis, que aún es una realidad práctica en muchos consultorios y guía para manuales universitarios, nuestros consultantes, niños y adultos, son sometidos a una idea de normalidad cuyas desviaciones son patologizadas.
  2. Pero no sólo la tesis de este paradigma es cuestionable, el sujeto se constituye durante la adaptación exitosa al medio, sino su propio envés. Me refiero el aceptar este proceso como un hecho. No existe, por sí mismo, un medio social al cual el individuo debe adatarse, ese medio es un constructo. Lo que ciertos psicoanalistas hablan con simplismo como “condiciones exteriores”, se refieren sin dar cuenta de ello a un continuo en construcción durante múltiples procesos que suceden en el aquí y el ahora y que tienen una historia. En este sentido, el dispositivo analítico es también un proceso desde donde se construye la realidad social. Así que si partimos del concepto de que el individuo deviene en sujeto por su adaptación, no sólo aceptamos los parámetros del entorno social, esa fue la tesis de la reproducción de lo social, sino que, aquí el envés, construimos esa realidad social que se regula bajo principios específicos. La realidad social es un continuo en permanente construcción durante la dialéctica de lo instituyente, lo instituido y la institucionalización, descrita por numerosos trabajos de los socioanalistas franceses, especialmente René Lourau (González, 2002). Planteado en los términos del análisis institucional, el dispositivo promueve la institucionalización en el individuo de ciertos principios y reglas de funcionamiento, ocultando que tales ejes de funcionamiento provienen del mundo de lo instituido. Al hacerlo, promueve y construye cierto mundo social y, he aquí lo problemático, oculta, de manera inconsciente, esta cualidad de producción y reproducción de lo social (Lourau, 1970). Lourau explicó de forma convincente que esta negación, en el sentido freudiano, del eje instituyente es parte de todo proceso de institucionalización (1980), y, añado, tiene consecuencias amplias para el dispositivo analítico del cual lo aquí dicho es solo una parte.
  3. Si como tesis de este paradigma podíamos decir que: a) se reproducía lo social, la antítesis, supone que: b) esa misma realidad social era construida durante el análisis del individuo bajo esos parámetros. Es lo que Lourau llamaba el principio de equivalencia (1980), es decir que en las instituciones sucede la reproducción ampliada de lo social. Equivalencia porque en toda institución, por más distinta que ésta sea, opera un principio de universalización de una forma de ser social, con lo que se instala un inconsciente institucional en los individuos. El vínculo del psicoanálisis con lo político y lo social tiende a simplificarse en acciones asistencialistas en un extremo o en actividades militantes en el otro, porque se suele, salvo valiosas excepciones, negar la implicación del analista con lo inconsciente institucional. Esta negación es, en todo sentido, una operación psíquica que opera en forma de censura, a la manera en que Freud recordaba los párrafos cortados en los periódicos por los agentes políticos y como los que hoy vemos operando en la prensa rusa durante la guerra de Ucrania. Como parte de la profundización del análisis de la transferencia y la contratransferencia, el análisis de la implicación propuesto por Lourau (1970; 1980; 1989; Manero, 2020) supone analizar las consecuencias que supone “admitir que soy objetivado por lo que pretendo objetivar” (Lourau, 1980:112). Para el psicoanalista esta admisión tiene varias repercusiones, entre ellas supone primero, reconocer que la subjetivación es una práctica en la que se construye una realidad social que desdobla en lo íntimo, privado y público; segundo, que en esos dobleces se juegan referencias institucionales que generan distintas identificaciones de lo semejante y lo diferente con el analizando y los otros que convoca su palabra. La forma en que se suelen poner en evidencia los ejes de la implicación del analista son sin duda, las actuaciones y las contactuaciones dentro del espacio analítico, tema que ha sido ampliamente estudiado, pero también por su vínculo con los analizadores históricos, que son aquellos elementos y acontecimientos que manifiestan con particular claridad las contradicciones de la realidad social (Lourau, 1980). Los analizadores históricos, por su propia naturaleza, trastocan los mismos cimientos de lo íntimo, lo privado y lo público, por lo que es necesario hablar de estos ejes con más amplitud.
  4. Antes de continuar, estoy dando por hecho que el lector conoce las aportaciones fundamentales de Isidoro Berenstein, Janine Puget, el concepto de mundos superpuestos de Leandro Wender, entre otros autores2. No pretendo continuar ni enmendar el trabajo de estos autores, quiero constatar indiscutibles legados, algunos paralelismos y sin duda puntuales divergencias que tendrán que ser discutidos en extensión en otra ocasión. Como dije, en el tejido social el psicoanálisis se acomoda en una implícita división en círculos para entender el individuo: lo íntimo, lo privado y lo público; lo íntimo es el espacio que se analiza/construye en el dispositivo, el cual se asienta gracias al contrato privado entre analista y analizando. Desde esta perspectiva, los asuntos públicos, como la política, la violencia sistémica, la desigualdad económica, fueron considerados como temas ajenos al psicoanálisis y si son llevados al consultorio, tienden a entenderse como proyecciones de nuestros analizandos, brillan por su excepcionalidad la reflexión de lo transubjetivo como lo llamaron los autores ya citados. A pesar de un siglo de críticas, este orden espacial del psicoanálisis se mantuvo mientas lo público fue un orden estable e independiente. Hoy, donde lo privado y lo íntimo invaden los circuitos tradicionalmente destinados para la gestión de los asuntos públicos, este equilibrio se rompió. Los asuntos públicos como la seguridad, la salud, el bienestar económico se volvieron temas privados con resonancias íntimas. Es ahí donde se da la eclosión de los analizadores históricos que yo hacía referencia en el punto anterior. Revisemos algunos de ellos.
  5. Una definición clásica de Estado es que éste constituye la única instancia legítima para ejercer la violencia. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hemos presenciado la paulatina pero imparable renuncia del Estado a cumplir con sus funciones como garante de lo público, tendencia que se ha acelerado en los últimos años. Hoy el Estado no le brinda seguridad a sus ciudadanos y dejó en manos de cárteles criminales e instancias privadas, la gestión del tránsito y el comercio; asimismo, los gobiernos no han podido garantizar la salud y ésta quedó en manos privadas como lo demuestra la actual pandemia. ¿Cuál es la razón de existir para un Estado que no puede garantizar la seguridad y la salud públicas? La pandemia del COVID, por ejemplo. Las posiciones de Trump y Bolsonaro suponen un dejar ser, Laissez faire del liberalismo, que deja en la práctica sin protección a los ciudadanos, a expensas de sus propios recursos para saltar el riesgo de la enfermedad.
  6. Presenciamos un camino contradictorio que la pandemia puso en evidencia: por un lado, a) la destrucción, en Europa, el desmantelamiento del Estado construido por las luchas sociales de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, y en América Latina la desarticulación del Estado que se construyó para subsumir los movimientos populares de la primera mitad del siglo XX. Este proceso ha dejado la arena de lo público vacía y a merced de grupos privados y movimientos populistas. Sin embargo, mientas se produce este desmantelamiento del Estado como figura exterior, b) se consolida el Estado como equivalente universal, como eje de referencia abstracto a todo proceso de institucionalización, generando un Estado inconsciente, ese es el otro plano de la contradicción. La forma en que este fenómeno se expresa en lo social es en la multiplicación de distintas tecnologías disciplinares y de autocontrol dentro de las cuales, al haber sido allanado el camino por el paradigma de la psicología del yo, cierto psicoanálisis, que podríamos llamar psicoanálisis institucional, tiene un lugar preponderante.
  7. Desde el psicoanálisis institucional el malestar en la cultura ya no señala a la falta estructural que se juega en la constitución subjetiva, es un problema individual que debe ser corregido, ya sea porque señala una enfermedad o porque indica a las instituciones áreas de oportunidad para subsumir y cooptar expresiones individuales potencialmente antistémicas. Por ejemplo, ciertos autores desde el neuropsiconálisis plantean que la separación mente-cuerpo es un problema de enfoque científico y no expresión de una condición constitutiva de la civilización occidental. Se buscaría entonces la construcción de un modelo imaginario de completud. Esta búsqueda de totalidades imaginarias se vio puesta en duda por el trauma cultural producido por la pandemia.

2 Para refrescar las ideas de lo vincular y lo transubjetivo recomiendo el artículo de Héctor Krakov en Aperturas, http://www.aperturas.org/articulo.php?ar-ticulo=0000134, donde también hace referencia a sus propios desarrollos.
  1. El COVID no es una enfermedad democrática, sin duda, pero tuvo las cualidades de un trauma cultural (Eyerman, 2003; Alexander, 2004), es decir, de ser un evento que trastoca a todo el campo de lo social. Su condición de trauma cultural es lo que lo convierte en un analizador histórico que nos permite entender las implicaciones del analista. En este sentido, en los dos últimos años se han producido numerosos trabajos sobre el destino del dispositivo analítico durante el obligado teleanálisis provocado por la pandemia. Existen trabajos que consideran al teleanálisis como una forma de psicoterapia, siguiendo lo argumentado por valoraciones de las características del análisis en línea que se realizaron antes de la pandemia como el de Russell (2015) y las críticas al setting virtual de Lemma en el 2014 (que luego matizará de una forma interesante en el 2017), para mencionar a solo dos entre muchos otros; pero desde las respuestas a este tipo de críticas que daba Ricardo Carlino desde el 2010, pasando por lo dicho por Mirkin (2011) hasta el trabajo de Ehrlich (2019), queda claro que buena parte de estos señalamientos negativos —aunque no todos— parten del miedo del analista a perder el control y abandonar la posición de supuesta omnipotencia que da el setting en el consultorio. Y es aquí una de las razones por las que la cuarentena es un analizador de las implicaciones del analista: tal y como lo resume Svenson (2020), si bien existen diferencias en la forma en que el analista y el analizando experimentan la pandemia, la pareja analítica se ve obligada a resolver junta el cómo lidiar con ella, y crear una experiencia compartida de la pandemia. Al igual que con la guerra, la pandemia supuso la destrucción de vínculos sociales que se daban por inmutables tanto para el analista como para el analizando (Velykodna, 2021), creando estados subjetivos catastróficos para ambos, como lo ejemplifica Gabbard (2020). En este sentido, Perelberg (2021) hace un cuidadoso análisis del duelo que la presente ausencia del consultorio vacío se desdoblaba en la transferencia y contratransferencia depresiva de la pareja analítica. En México, Luisa Rossi (2021) coordinó a 12 psicoanalistas que compartieron su trabajo durante la cuarentena, que si bien planteaban posturas diversas, convergían en el imperativo de la experiencia común en la pareja analítica. Me he detenido en dar estos ejemplos entre muchos posibles para resaltar cómo la pandemia puso en tela de juicio la asimetría mecánica entre el analista y el analizando, y desnuda a ésta en su condición de garante de un supuesto saber clínico. Esa una de las implicaciones del analista: la posibilidad de reproducir a través del dispositivo la condición enajenada del individuo en la determinación de su propia subjetividad. El psicoanálisis institucional, en cuanto expresión de lo instituido, forma parte de las tecnologías de auto modificación y auto control que se activaron para superar la crisis sistémica provocada por la pandemia y que durante estos dos años de una larga reclusión, muestran las contradicciones y limitaciones propias de nuestra cultura, donde la biopolítica es tendencialmente suplantada por las estrategias de la necropolítica.
  2. Las herramientas tradicionales de control y las tecnologías de auto modificación disciplinar que conforman la biopolítica (Foucault, 2007) se sostienen en este principio liberal: se obedece a la autoridad en tanto que garantiza la reproducción de la población. La incapacidad y negligencia del Estado y sus agentes para ser garantes del bios, de la vida —así sea para moldearla en las estructuras institucionales—, abrió las puertas a la consolidación de la necropolítica (Mbembe, 2011) como alternativa de ejercicio actual del poder. En América Latina la necropolítica tiene una honda raíz histórica, desde el exterminio de las culturas indígenas, la esclavitud y, más recientemente, la guerra sucia de las dictaduras militares y ahora, la implementación de una economía extractiva sin regulaciones públicas. Este proceso es llamado por Sayak Valencia capitalismo gore (2010), que describe la forma en que las mafias, los corporativos empresariales y grupos de políticos han privatizado los espacios públicos a costa del hambre y la amenaza real de tortura y exterminio. Veamos el caso del asesinato sistemático de los ambientalistas y reporteros en México, de líderes sociales en Colombia, de los opositores en Venezuela, en fin, tendría que enumerar a todos nuestros países y alfabetizar nuestras almas con tantas muertes, regueros de sangre, y de mujeres muertas por ser mujeres, tantas mujeres en todos los rincones, en todas las ciudades, padeciendo una lógica de extermino de la diferencia mientras el resto nos encerremos aturdidos viendo brillantes pantallas con nuestros ojos llenos de arena pixelada.
  3. Tal y como sucede en la descripción clásica de una crisis psicótica, hoy se confunden las esferas de lo íntimo, lo privado y lo público. Y no es casualidad. Se desvanece la República, de la Res publica, la cosa pública tal y cómo fue imaginada por la ilustración, el romanticismo y el humanismo, que fueron además fuentes de legitimación del psicoanálisis durante el siglo xx, fuentes que han dejado de ser plataformas culturales sólidas para Occidente. Como heredero de la invención romántica de los Estados Nación, donde se entendía que había una esencia representada por el pueblo que habitaba dentro de un territorio que tenía fronteras que lo diferenciaban de los otros, el concepto de individuo que todavía maneja el psicoanálisis emana de la misma matriz. Se supone que hay un mundo interior, que ocupa el territorio de lo íntimo, donde la frontera del self es la separación y región de intercambio con el afuera habitado por los otros. Territorio y frontera, conceptos románticos, dan sentido a nuestra idea de individuo cuyo aparato psíquico sería una suerte de mónada independiente. Es desde el dispositivo de territorialidad que se funda la disociación entre lo sociopolítico y la constitución psíquica. Inconscientemente, al separar nuestro trabajo de las problemáticas sociales, estamos promoviendo esta disociación sin cuestionarla.
  4. Pensado así, el psicoanálisis trabaja desde el doblez constitutivo del sujeto, en la invención del adentro y el afuera que funda lo familiar y lo extraño, lo propio y lo ajeno (Deleuze, 2015). Mis opiniones políticas difieren de la mayoría de mis consultantes, esa no es la cuestión. Se trata que podamos preguntarnos con ellos sobre el entramado que regula su propia constitución como sujeto que transita entre lo privado y lo público. Y ahora, cuando nuestras colectividades viven en el “contorno del abismo”, es que ese trabajo diferenciador del psicoanálisis es central. El futuro, si hay futuro para nuestro trabajo, es consolidar el vínculo con las márgenes, en el sentido derridiano de la palabra y no en su sentido estadístico: de aquellos pensamientos y propuestas que son expulsadas al margen de la narrativa dominante.

Antes de terminar, enunciaré algunos de los márgenes que han tratado de ser banalizados por la industria cultural pero que poseen en su constitución la capacidad de manifestar las contradicciones de la realidad social y de nuestra propia disciplina:

  1. La homosexualidad, si bien está afuera de los cuadros patológicos en buena medida por la lucha de la propia comunidad más que como una transformación de la práctica clínica; su conceptualización teórica sigue en muchos casos apoyándose en una triangulación edípica que señala a una serie de identificaciones como deseables para la configuración exitosa del mundo interior. La teoría psicoanalítica se ha llenado de argumentos políticamente correctos y se omite el tema identificatorio y sexual en las discusiones clínicas en nuestros institutos y comunicaciones profesionales dejando, por omisión, que opere el mismo esquema de triangulación que reproduce a la “sagrada familia”. Si el y la homosexual reproduce la familia heteronormal tiende a ser considerado y considerada como alguien que asimiló los valores sociales y se le da el pasaporte al deseable mundo de la normalidad. Pero, qué sucede con las propuestas poliamorosas, para dar un sólo ejemplo. Lo que nos lleva a:
  2. Las alternativas no binarias, que al igual que la homosexualidad no heteronormada, son generalmente desterradas a los círculos infernales de la pregenitalidad. Fallas identificatorias, traumas y debacles congénitos se suman para encuadrar aquello que cuestiona la configuración patriarcal. En una alianza antes impensable, las expresiones contemporáneas de la psicología del yo coinciden con el lacanismo oficial al condenar como patológico prácticas y fantasías que cuestionan las identificaciones sólidas como fuente de los géneros y proponen la fluidez como expresión subjetiva. El acceso a la cultura, con sus malestares, supondría aceptar la Ley del Padre como eje regulador del orden simbólico. Lo que nos lleva a:
  3. De los feminismos, tanto en su reciente lucha en las calles como en el debate académico, el psicoanálisis, salvo excepciones extraordinarias que conocemos, no ha podido integrar los cuestionamientos sobre la reproducción ampliada del orden logofalocéntrico en todos los dispositivos culturales donde se construye la subjetividad. Y es que, para decir una obviedad, los feminismos son una herramienta poderosa que también muestra cómo aquellos que se identifican como hombres se encuentran atrapados en una lógica que normaliza y universaliza aquello que es culturalmente asignado. Lo que nos lleva a:
  1. La medicalización y la conversión en trastornos de los retos y sufrimientos infantiles. Los altísimos requerimientos cognitivos, los mensajes contradictorios entre libertad extrema y regulación minuciosa son solo unos ejemplos de la complejidad que se enfrentan los niños en las sociedades contemporáneas. A ello se suma un creciente encierro por la inseguridad, de la cual la sanitaria es la última iteración. Ciertos psicoanálisis han reproducido inconscientemente el discurso normativo de las corporaciones que dominan la definición y gestión de la salud mental, convirtiendo el malestar que significa crecer en una sociedad como la nuestra en parámetros que un infante debe alcanzar para que sea considerado normal, que de no cumplir corre el riesgo de que sea diagnosticado con uno o varios síntomas de un trastorno. Pero en este caso el síntoma es un signo del malestar socioeconómico, es decir, en la cultura. El tema es, pues, que si como profesionales constatamos que esa estructuración del orden social acarrea constantes daños en los infantes, ¿tenemos que ser neutros y diagnosticar al niño porque no se adapta a las adversidades? La palabra, claro, adaptar, se sustituye con el discurso corriente usado en cada institución psicoanalítica, pero cada término tiende a cumplir la misma función: señalar la necesidad infantil de amoldarse a un entorno que, sabemos por muchas fuentes y por propia experiencia, está en crisis generalizada.
  2. No se trata de ocultar nuestro saber centenario como psicoanalistas y disfrazarnos de otras profesiones para trabajar. El pensar, entender e incluso construir la diferencia con el otro, y desde esa diferencia crear la posibilidad de reconocimiento entre la intimidad de mi Yo que se abre al tú, un vínculo privado cuya mutua aceptación funda, en el nosotros, nuevos espacios públicos… ese es el primer gesto, en el sentido winnicottiano, como desde el psicoanálisis se puede problematizar la disociación entre el malestar socioeconómico, ámbito de lo público, y la constitución subjetiva, espacio de lo íntimo. Desde el “el misterio del intercambio analítico” como lo llamó Green, se abre la posibilidad de darse cuenta del proceso de enajenación del individuo en el acto de devenir sujeto de un discurso.

CODA

Durante la elaboración de este texto estalló la guerra de Rusia en contra de Ucrania. Durante esos días, revisaba con las analistas en formación, a quienes les imparto el seminario de Técnica, los textos que trataban sobre el papel de la contratransferencia durante la pandemia. Encontré un minucioso trabajo escrito por Mariana Velykodna, quien al tiempo que establecía criterios técnicos narraba en un tono personal lo que significó para ella separase físicamente de sus pacientes, cómo la pandemia dinamitó sus horarios, detalles de cómo se afectó hasta el método de pago, y cómo la buena noticia de su primer embarazo la pescó en plena emergencia sanitaria. Era, pensé mientras le leía, como una pequeña ventana íntima a una escena de guerra. Supongo que por una natural defensa ante las señales de una catástrofe, tardé en darme cuenta de lo evidente: Velykodna es ucraniana, y mientras yo leía sus tribulaciones profesionales y personales para sobrellevar la pandemia, ella ahora se encontraba en su país invadido y bombardeado. Sin pensarlo busqué su correo electrónico en su ensayo y sin esperanza de contestación le escribí:

Querida Mariana Velykodna, usted no me conoce… Las razones que me motivan a escribirle en estos momentos tan difíciles fue que al revisar con mis alumnos la bibliografía sobre el trabajo psicoanalítico durante la pandemia, descubrimos un ensayo escrito por usted. En el contexto de la invasión que sufre su país estas palabras con las que comienza su ensayo nos conmovieron profundamente: “La historia del psicoanálisis muestra como eventos dramáticos y extraordinarios de la vida social (por ejemplo, guerras…), son periodos en los que la teoría y métodos psicoanalíticos son amplia y eficientemente reconsiderados… La actual pandemia mundial de COVID-19 y los ditintos tipos de cuarentenas en muchos países son de hecho otras situaciones dramáticas y extraordinarias con las que tenemos que lidiar, ya sea proveyendo o interrumpiendo la práctica psicoanalítica.” Sus palabras resuenan profundamente en nosotros. Sé que este correo es un mensaje en una botella en medio del mar de la guerra y la crueldad. Pero quise transmitirle nuestra solidaridad y tender un puente para ofrecerle nuestra ayuda en la medida de nuestras posibilidades. Espero que usted y su familia se encuentren bien en medio de estos terribles momentos.

No esperaba contestación, pero al cabo de unos días recibí la siguiente carta:

¡Querido Alejandro Beltrán! Es una agradable sorpresa recibir su carta. Tuvo un efecto interesante en mí. Como si yo no solo existiera como “participante de guerra”, una “refugiada”, una “psicóloga de crisis” para mis pacientes, sino también ahora como alguien más en algún otro lado (as someone else somewhere else) por mis textos en la mente de alguien más. Creo que es realmente similar a ser la única persona en una isla y recibir un mensaje en una botella. Porque significa que hay alguien con suficiente investidura libidinal para intentar comunicarse con una. Y, consecuentemente, de que una es digna de tal investidura, como quien necesita soporte narcisista durante estos días horribles. Hoy es mi tercer día en Polonia. Después de la primera semana de la guerra en Ucrania tuve que mudarme aquí con mi hijo y mi madre, mientras mi esposo permanece en Ucrania… Todos deseamos regresar a nuestro hogar en Kiev. En estos días pienso que esta guerra levantará nuevos cuestionamientos a la ética del psicoanálisis tanto en el sentido amplio como específico de la definición, como la diferencia entre “la neutralidad entre los lados de un conflicto” y “tolerar/apoyar conflictos, incluida las guerras”. Desafortunadamente, muchos psicólogos y psicoanalistas en Rusia y Europa no juzgan la guerra como una violencia hacia la vida de las personas, y se “esconden” a tras de la “neutralidad” e incluso continúan organizando nuevos proyectos educativos y seminarios internacionales en Rusia. Esta es una razón más que su carta me hizo muy feliz. Voces vitales de colegas son muy valiosas y de ayuda en este momento.

Mariana Velykodna

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Resumen: El autor propone la condición límite del psicoanálisis en múltiples dimensiones: el fin de la noción de la individualidad y psiquismo como doblez de las categorías de frontera y territorio del Estado Nación, institución que se desvanece como figura exterior para devenir en instancia inconsciente; como tal ejerce con potestad soberana su papel como eje de sujeción que constituye al sujeto contemporáneo. Como una extensión del estudio de la contratransferencia, el autor recupera la teoría de la implicación del análisis institucional como herramienta clave para que el analista interprete las estructuras de poder que comparte con el analizando, así como las oportunidades y amenazas que para ambos suponen las crisis cíclicas de las instituciones, como la actual pandemia y la guerra en Ucrania.

Descriptores: Transferencia, Transubjetivo, Análisis de las implicaciones, Dispositivo, Intimidad, Público-Privado, Análisis institucional.

Ser alguém mais em alguma outra parte: desconforto e ilusão na psicanálise contemporânea

Resumo: O autor propõe a condição-limite da psicanálise em múltiplas dimensões: o fim da noção da individualidade e do psiquismo como a dobradura das categorias de fronteira e território do Estado-Nação, instituição que se desvanece como figura exterior, para tornar-se instância inconsciente; como tal, exerce com poder soberano o seu papel como eixo de sujeição, que constitui o sujeito contemporâneo. Como uma extensão do estudo da contra-transferência, o autor recupera a teoria da implicação da análise institucional como ferramenta-chave para que o analista interprete as estruturas de poder que compartilha com o analisando, assim como as oportunidades e ameaças que as crises cíclicas das instituições, como a atual pandemia e a guerra na Ucrânia, supõem para ambos.

Descritores: Transferência, Transubjetivo, Análise da Implicação, Dispositivo, Intimidade, Público-Privado, Análise Institucional.

Being Someone Else Somewhere Else: Discontent and Illusion in Contemporary Psychoanalysis

Abstract: The author outlines the limits of psychoanalysis on several fronts: the end of the notion of individuality and the psyche as equivalents for the border and territory, respectively, of a nation state—understood as an institution relinquishing its external form to become an unconscious occurrence. As such, it exerts its role with sovereign authority as the restraining force that shapes contemporary subjects. As an extension of the study of countertransference, the author reclaims the theory of implication in institutional analysis as a key tool used by analysts to interpret the power structures they share with their patients, as well as the implicit opportunities and threats in the cyclic crises of institutions for analysts and patients alike; such as the current pandemic and the war in Ukraine.

Descriptors: Transference, Transubjetive, Analysis of the implications, Dispositif, Intimacy, Public-Private, Institucional Analysis.

Referencias

Alexander, J., et al. (2004). Cultural Trauma and Collective Identity. Berkeley: University of California Press.
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