Horacio Rotemberg: Médico Especialista en Psiquiatría. Miembro Titular con función didáctica de APdeBA. Profesor Titular del Instituto Universitario de Salud Mental de APdeBA. (Psicopatología Freudiana). Profesor Titular de la Facultad de Psicología de la USAL. (Psicopatología de la Adultez—Estructuración de la Subjetividad). Autor de los libros: Estructuración de la Subjetividad (Ediciones del Signo); Estructuras Psicopatológicas e Identidad (Nueva Editorial Universitaria de la Universidad Nacional de San Luis). Vicerrector Académico del Instituto Universitario de Salud Mental de APdeBA (años 2009-2010). Profesor investigador del IUSAM. Profesor emérito de la Universidad del Salvador.
Resumen: El texto se propone destacar la vigencia del Complejo de Edipo. Dicho sintagma, en la teorización psicoanalítica, desempeña la función de un atractor capaz de conjurar diversos factores que subyacen a la dinámica propia de lo inconsciente.El escrito articula, sobre la base conceptual freudiana, los aportes desarrollados por M. Klein, J. Lacan y Bion.El planteo de un Edipo temprano y de la existencia de una estructura edípica preexistente al sujeto expande la capacidad heurística de dicho atractor.
Descriptores: Complejo de Edipo, Tópica Inconsciente, Psicosexualidad, Atractor, Estructuras Psicopatológicas.
La vigencia de la dimensión teórica psicoanalítica del Complejo de Edipo se mantiene en la medida en que este concepto esté activo en la mente de los analistas practicantes. De ser así este concepto tendrá algún nivel de realización simbólica en aquellos diálogos psicoanalíticos que busquen hacer consciente lo inconsciente.
Desde mi lectura de los textos freudianos y post freudianos el Topos Inconsciente, el primariamente reprimido, es el que alberga y alienta la realización del campo de deseos inconscientes y, a su vez, sostiene las transformaciones libidinales del narcisismo originario que condicionan tanto a los rasgos identitarios que definen la singularidad subjetiva como la apropiada delimitación del mundo objetal.
En ese terreno el Complejo de Edipo opera como un organizador del Topos Inconsciente. El sintagma “complejo de Edipo” da cuenta de una dinámica que incide en la estructura psíquica determinando, a lo largo del desarrollo epigenético, cambios en el ordenamiento emocional preexistente. Esta incidencia será pródiga en la medida que ciertos factores vinculares faciliten la instauración de un código regulador de la dinámica inconsciente.
Freud ubica el inicio de su influencia en un determinado tiempo del desarrollo subjetivo. Ejemplifica su aparición y sus efectos recurriendo a la fuerza ejemplificadora y evocadora de un mito. El mito escenifica un drama intersubjetivo que alcanza al sujeto cuando éste arriba a una determinada encrucijada existencial. En la misma se dirimen relaciones posesivas y de poder dentro del contexto vincular materno–paterno–filial.
Es necesario aclarar que la tragedia edípica no siempre es tal ya que en ocasiones la realización del drama también incluye pasos de comedia. El sujeto, al llegar a esta encrucijada existencial, enfrenta dilemas y conflictos que generan movimientos emocionales intensos que se disparan y hacen crisis dentro de las relaciones habituales hasta ese momento mantenidas con los otros.
La afección edípica reactualiza en el sujeto el mito de sus orígenes y pone en cuestión el carácter del reinado infantil hasta ese momento vigente. Reposiciona al sujeto enfrentándolo con su ubicación relacional previa y con su posicionamiento identitario previo que no siempre es el de Your majesty the baby. En las historias familiares los niños pueden también quedar ubicados en el lugar del vasallaje.
La pregnancia de los acontecimientos acaecidos en la etapa pre edípica condicionará los resultados de la resolución edípica. El avatar de la psicosexualidad en su conjunto es el tiempo donde se juega la partida ya que el origen de la historia psicosexual subjetiva comienza antes del primer tiempo del Edipo freudiano.
Los textos freudianos plantean que es en la arena pre edípica donde el juego pulsional con los objetos primarios, parciales y totales tiene un derrotero que atraviesa las distintas zonas erógenas dando lugar a diferentes etapas libidinales y a sus diversas expresiones desiderativas y sus posibles derivas en el contexto de la polaridad amor<>odio.
El Yo en la etapa preedípica consolida paulatinamente su mismidad en la medida que se va integrando subjetivamente al pasar del Narcisismo Originario al Primario.
El discurrir preedípico cuenta con diversos ordenadores: los diversos principios de funcionamiento mental en la paulatina interrelación<>intersección placer<>displacer; diversas lógicas que construyen realidades alternativas (lógica del todo/nada – del tercero en discordia – el principio de no contradicción) que operan categorizando la realidad ordenándola de diversas maneras.
En el mito de Edipo confluye toda esta diversidad; en este mito se dirime una dialéctica entre los acontecimientos prevalentes en la era previa, su codificación organizativa y las nuevas perspectivas que pueden instalarse al atravesar esta encrucijada.
No siempre se puede salir de los problemas que se plantean en las encrucijadas. Su salida puede dar lugar a más de una alternativa. El tránsito psicosexual, si su derrotero vincular<>vinculante encuentra obstáculo, puede estar significativamente dificultado. Los accidentes dentro de su devenir pueden generar consecuencias subjetivas que auguren destinos fatales.
En el Edipo se aglutinan diversos desenlaces posibles. En el mito se dirime una dialéctica establecida entre los acontecimientos prevalentes de la era pre edípica y aquellos requerimientos propios del devenir post edípico con sus desafíos y sus imposibilidades. Se alcanza un tiempo de definiciones identitarias cuyo resultante existencial dependerá del código ordenador que obtenga supremacía.
En la teorización freudiana dicha dialéctica tiene una consecuencia estructural: el Ideal del Yo – Super Yo. En la estructura psíquica, si la dramática edípica se ha elaborado apropiadamente, se instala una triangularidad de referencia (Ideal del Yo/Super Yo – Ello – Realidad Consensual) que condiciona de ahí en adelante el equilibrio subjetivo del Yo.
En la teorización psicoanalítica el mito edípico se transforma en su devenir explicativo en un operador metapsicológico que adquiere las características de un atractor.
Atractor es un término aportado por el matemático Edward Lorenz. Este término da cuenta de un modelo dinámico determinista no lineal ecuacional cuya aplicación en el campo de la física permite predecir cambios atmosféricos en función de las posibles interacciones de los diversos factores que influyen sobre el clima.
El clima es considerado un sistema complejo, tumultuoso, con tendencia al caos.
El atractor teórico opera articulando aquellos factores que en su interacción variable dan cuenta de la complejidad.
En la teorización psicoanalítica el Edipo es precisamente un instrumento teórico que conjuga diversos factores que adquieren diversas dimensiones en función del desarrollo epigenético estructural alcanzado.
El psicoanálisis en la práctica clínica da cuenta de una diversidad de climas emocionales dentro de un campo, el vínculo analítico, que atraviesa tiempos por momentos tormentosos que bordean el caos por la intersección de múltiples factores en busca un orden posible dentro de contextos existenciales con devenires inciertos. Dicha complejidad, para ser apropiadamente abordada, requiere de una conjunción metateórica fluctuante.
Requiere de un atractor que varíe la intersección de sus factores constitutivos para poder comprender cuales han sido los movimientos estructurales en curso y sus resultantes.
El mito edípico encierra en su dramática una significativa capacidad heurística que lo transforma en un atractor con capacidad de conjugar una diversidad de factores que den sentido a los climas emocionales que puedan instalarse en los procesos psicoanalíticos.
La función del Complejo de Edipo como atractor teórico se pone en juego alrededor de las tensiones que surgen entre el campo pre edípico, edípico y post edípico a lo largo del desarrollo epigenético.
Dentro del desarrollo epigenético freudiano lo preedípico configura una primera dimensión psicosexual que inscribe en la estructura las vivencias de satisfacción y de dolor.
Las consecuencias dinámicas de esta inscripción son la instauración del régimen desiderativo y la defensa primaria frente a lo traumático ambas condicionadas por el principio de placer<>displacer.
El atractor que da cuenta de estos movimientos se sostiene en la correlación de los factores enumerados.
Uno de ellos, el principio de placer<>displacer regula movimientos oscilantes dentro de un espacio anárquico en construcción en un tiempo analógico en el que la compulsión a la repetición tiende a mantener vigente la pregnancia de ciertos factores a pesar de aquellos movimientos que impulsen a una expansión del sentido original.
El régimen del deseo surge de corrientes psicosexuales que se nutren de lo oral, lo anal y lo fálico.
La Represión Primaria Órgánica limita su expansión a la par que los fija tópicamente. Las experiencias traumáticas también quedan fijadas y son procesadas por mecanismos alternativas a la Represión Primaria tales como la Identificación Proyectiva, la Desmentida y el Repudio. Estos mecanismos perturban los procesos de simbolización posibilitando que lo traumático fijado promueva en el sujeto una potencial inmersión en lo siniestro.
La segunda corriente psicosexual presente en la arena preedípica surge a partir del estado del narcisismo originario. Este término Freud lo acuña en “Las nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis” de 1933. En este primer estadio del narcisismo las cargas libidinales invisten a un Yo no organizado y, por ende, variable en la estabilidad de sus catexias. Este Yo incipiente es un yo autoerótico que se unifica parcialmente a través de los movimientos desiderativos que, en su realización, generan transitorias sensaciones de plenitud omnipotente.
El narcisismo originario atraviesa transformaciones que tienden a estabilizarlo. El yo no integrado inicialmente se unifica a partir de un nuevo acto psíquico obteniendo una identidad básica de referencia.
Este nuevo acto psíquico, en la teorización freudiana, da lugar al estadio del Narcisismo Primario. La cohesión del sistema narcisista se establece en función del reconocimiento del sí mismo en lo idéntico debido a la operatoria del mecanismo de la identificación primaria. El atractor edípico se nutre de estos nuevos factores adquiriendo una nueva dimensión metateórica.
La identificación tiene más de una forma operatoria: primaria, secundaria, proyectiva, todas con efectos estabilizantes del orden emocional. La Identificación Primaria, definida como un enlace afectivo previo a toda relación de objeto provee una imagen unificada de sí.
El Mito de Narciso y su fascinación por la propia imagen reflejada en las aguas ilustra esta dimensión conceptual freudiana. Ambos mitos, el edípico y el de Narciso se intrincan en el atractor edípico.
El Yo unificado necesita convalidar y reivindicar su logro para neutralizar el riesgo de una posible fragmentación a posteriori de su unificación. El Yo unificado, a la par de amarse a sí mismo puede comenzar a establecer relaciones ambivalentes con objetos que comienza a percibir en su totalidad.
Este movimiento le permite modelar su identidad básica con los rasgos tomados de esos objetos que puede hacer propios a través del mecanismo de la Identificación secundaria. En este movimiento se requiere un enlace afectivo previo con los objetos que se toman como modelos.
Klein, en su prolífica obra, no trabaja el concepto de narcisismo si bien el concepto de identificación amplía sus sentidos en su teorización. Esta autora plantea a la identificación proyectiva como siendo portadora de una identificación invertida por la cual el Yo expulsa lo disruptivo en busca de reasegurar su estabilidad emocional.
Al identificar lo malo en el afuera el Yo puede integrarse en torno a lo bueno en un movimiento proyectivo–introyectivo propio de la posición esquizoparanoide.
Desde una óptica freudiana todos estos acontecimientos identitarios serían pre edípicos y deberían ser resignificados simbólicamente por la función ordenadora del Edipo dando lugar al siguiente estadio narcisista: el del narcisismo secundario post edípico.
El Complejo de Edipo en su proceso de elaboración genera un conjunto de identificaciones secundarias que remodelan las pre edípicas.
Esta nueva impronta identificatoria opera sobre los vínculos pasionales establecidos con los objetos primarios generando una base afectiva sublimada que impregna, de ahí en más, las relaciones intersubjetivas.
Si esta resolución es eficaz las mociones preedípicas se incorporan transformadas en nuevas disposiciones desiderativas.
Los procesos identificatorios propios de la elaboración edípica freudiana consolidan la identidad de género como fuente potencial de auto afirmación y de futuras búsquedas eróticas una vez atravesado el segundo tiempo puberal del Edipo.
Este nuevo capítulo freudiano es regido por la instancia Super Yo/Ideal del Yo incorporada a la dinámica psíquica como un nuevo factor que realinea al atractor edípico introduciéndole pautas normativas facilitadoras del intercambio simbólico.
El Ideal del Yo/Super Yo regula desde un sesgo moral las distintas éticas que el Yo, contrastado con su Ideal, es capaz de desarrollar. El sentimiento de sí deviene un factor narcisista insoslayable en la dinámica subjetiva alcanzada. Esta dinámica está sostenida por un código simbólico que le es propio.
Las fallas constitutivas que la elaboración edípica generan idiosincracias existenciales difíciles de decodificar.
Para poder hacerlo es necesario rescatar en el atractor edípico una conjunción específica de factores que den cuenta del resultado existencial alcanzado. Las falencias estructurales resultan de trastornos en los mecanismos estructurantes. Los diversos mecanismos estructurantes que condicionan a las dinámicas subjetivas (Represión Primaria, Desmentida, Repudio) se articulan en conjunciones variables dando lugar a estructuras caracterológicas diversas con diferencias en el tipo de identidad básica adquirida.
Los mecanismos estructurantes freudianos comienzan a operar en la etapa preedípica, la que se superpone con el Edipo temprano kleiniano en el que esta autora incluye el protagonismo del mecanismo de la Identificación Proyectiva sin articularlo con sus consecuncias en la consolidación narcisista.
Jacques Lacan, en su jerarquización de las bases freudianas del psicoanálisis retoma el papel integrador del narcisismo allí establecidas. Este autor correlaciona la dimensión unificadora del narcisismo primario con los fenómenos propios del estadio del espejo. En este estadio, según desarrolla Lacan, la imagen especular da consistencia vivencial al infante, lo organiza, lo estabiliza ortopédicamente a la par que lo aliena al dador de esa imagen, a esa otredad donante.
Este magno acontecimiento, inserto en la etapa pre edípica freudiana, entre los 6–18 meses, es en la teorización lacaniana un primer tiempo del Edipo que le aporta factores específicos a este atractor. El vínculo con el otro primordial promueve una subjetividad incipiente al permitir la integración del sujeto en función de una imago. En este movimiento diádico se requiere estructuralmente de la presencia de un tercer protagonista desconocido por el infante pero presente en la escena materna.
Este requisito determina que la madre no opere sólo en su nombre sino que lo haga simultáneamente en el Nombre del Padre. Se establece un escenario en el que coexisten tres participantes: uno de ellos (el infante) se sostiene en el otro (materno) y ese otro en un tercero, un Otro que se encuentra fuera de cuadro.
Lacan, en su teorización sobre el Edipo recién ubica en un tercer tiempo del mismo el pleno efecto subjetivante que ejerce la función simbólica en la subjetividad infantil. Estos tres tiempos edípicos enmarcan una dialéctica por la cual recién en el tercer tiempo el Edipo opera como un factor que delimita espacios subjetivos a la par que asigna roles propios de la impronta cultural reinante con mayor o menor grado de conflictividad neurótica.
Se puede conjeturar que las estructuras propias de las psicosis y de las por Green denominadas neurosis narcisistas anclan sus orígenes en aquellos procesos propios del narcisismo primario que no han logrado consolidar una identidad básica por fallas en la función simbólica adscripta al devenir edípico.
Lacan, al enlazar el narcisismo primario con el primer tiempo del Edipo expande la capacidad explicativa de este complejo. En este primer tiempo, ubicado entre los 6 y los 18 meses del infante, no sólo entra en su dinámica el paulatino armado fantasmático inconsciente propio del niño sino que también hace intervenir la fantasmática inconsciente propia del imaginario materno y el lugar que en esa díada ocupa el Nombre del Padre. El fantasma resultante de esta intrincación es instituyente y opera en la subjetividad del niño desde un terreno intersubjetivo.
En ese registro, el inter subjetivo, incide a su vez el código prevalente en la pareja parental condicionado a su vez por el código y las tradiciones epocales prevalentes. La realidad psíquica se construye desde ese registro ampliado.
Tanto el concepto de deseo de cuño freudiano como el de deseo de origen hegeliano-lacaniano resuenan en los procesos analíticos en intersección con otros factores propios de la subjetividad en análisis.
Esta complejidad hace más fascinante a la tarea analítica en la medida que amplía el espinel de las estructuras psicopatológicas<>caracterológicas que se ponen en juego en la práctica clínica.
Coda
Cuando un concepto psicoanalítico opera como un atractor que incluye en su entretela diferentes capas de sentido con resultados comprensivos diversos en su aplicación de acuerdo a los factores que predominen dicho atractor expande su dimensión heurística.
El Edipo es claramente uno de estos conceptos. Su asimilación como un atractor durante la formación analítica permite sostener creativamente la labor interpretativa del analista en atención flotante, sin memoria ni deseo, lo que le permite captar la correlación especifica de aquellos factores que se encarnan en el contexto del vínculo transferencial.
Klein fue la primera autora psicoanalítica que pensó al Edipo desde una dimensión temprana. Lo hizo recurriendo a su propia categorización teórica. Ubicó al Edipo temprano en el terreno de la posición depresiva. Posición que se consolida en el segundo semestre de vida e implica complejos procesos de integración, de ansiedades concomitantes y de defensas específicas.
La teoría kleiniana se centra en el mundo interno, en la fantasía inconsciente y en las relaciones de objeto que sostienen la realidad psíquica. Para la escuela inglesa dicha realidad psíquica se expresa en transferencia identificación proyectiva mediante.
Bion, con su concepto de reverie reformula la noción de fantasía inconsciente. La fantasía deja de ser el correlato directo del instinto. La piensa como una dimensión psíquica ordenadora que opera cuando se ha producido en la psique del infante una transformación bajo el influjo de la ensoñación materna. Esta capacidad de reverie transforma a los elementos beta, es decir, a una tensión disruptiva, sin significado, displacentera en elementos alfa, es decir, en partículas portadoras de un sentido correlacionable tranquilizador. Bion retoma transformada la referencia freudiana de la fijación inconsciente de la representación cosa, base inicial de un sentido posible.
En Bion la función reverie permite que en el infante una incipiente función alfa comience a consolidar un aparato para pensar pensamientos poblando en un primer tiempo a la mente infantil de contenidos míticos, fantaseados, indispensables para que el aparato para pensar pensamientos prosiga en su tarea de correlación de sentidos.
El mito edípico, en la concepción bioniana, es una base necesaria para arribar al vínculo K.
Freud, Lacan, Klein, Bion nos han provisto de recursos conceptuales que nos permiten procesar la tarea clínica teniendo al atractor edípico como guía de nuestra tarea.
En este devenir el Edipo, insepulto como atractor, nos sigue sosteniendo con hidalguía.
La multiplicidad de sentidos que se ordenan en torno al concepto edípico permiten que cada analista elija en su tarea clínica, tarea llena de sorpresas si se le da lugar a la sorpresa, un atractor determinado que en su conjunción de múltiples factores lo ayuden a interpretar el basamento psicosexual que sostiene las subjetividades siempre singulares de nuestros analizandos.